2015: un año de grandes esperanzas

Comienza un nuevo año y con él renovadas ilusiones por hacer del sector vitivinícola español un negocio rentable y coherente con la relevancia mundial que representa. Y aunque los retos que se le presentan no son muy diferentes de los del año pasado, el otro, o el de más allá; sí podríamos decir que el entorno económico y social, amén del estrictamente referido al del propio sector productor, permite albergar alguna seria esperanza de que el 2015 pueda llegar a suponer un punto de inflexión en el sector.

Ruptura que, sin duda, pasa por el consumo interno y la mejora de nuestra imagen en el mercado exterior. Por un aumento de precio y mantenimiento de las exportaciones, pero especialmente, por una mayor concienciación de la colectividad y la identificación de la recuperación del consumo interno como reto más inminente.

La conciencia existe, pero también existía en años anteriores. De lo que quizás no disponía el sector era de mecanismos con los que luchar por conseguir ese objetivo. La campaña de Quien Sabe Beber, Sabe Vivir, ha sido un buen ejemplo de estas aspiraciones y de la concienciación existente entre los diferentes colectivos sobre la importancia de acercarse al consumidor. Y aunque los resultados obtenidos todavía están por conocerse, todo parece indicar que ha sido muy favorable, que el interés por el Vino es alto, casi tanto como el desconocimiento que tiene el consumidor, pero que está dispuesto a hacer un esfuerzo por acercarse a esa cultura vitivinícola que le permita disfrutar más de la riqueza que le proporciona una copa de vino, y que va mucho más allá de una bebida más o menos agradable; que contiene una vasta tradición y potencial cultural.

Desde el sector somos conscientes de ese interés, de lo que podemos transmitir, e incluso de cómo transmitirlo. Hace ya algún tiempo que hemos superado aquella primera barrera de la recuperación de un consumo masivo por otro muy selectivo; incluso aquella otra de la exclusividad para despojarle de una gran parte de la parafernalia de la que lo rodeamos, para hacer de su consumo algo más liviano y sencillo. Vamos a pedirle al Nuevo Año que nos traiga los recursos y la buena voluntad de hacerlo y que, entre todos, consigamos que la vitivinicultura sea algo más que el consumo extraordinario de una bebida de celebración.

Feliz 2015

Sin duda, los hay que considerarán que el último estudio publicado por la Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD), “La percepción social de los problemas de drogas en España, 2014”, es un mazazo para el Vino. Pues bien, nada más lejos de la realidad. De todos los sectores, el del vino es muy probablemente el que mayor sensibilidad demuestra con este tema, y uno de los que más injustamente es tratado (en mi opinión el peor) cuando se aborda el tema por gente escasamente cualificada y que tiende a distorsionar las noticias con el fin de captar la atención de la población más sensibilizada, generando alarma social.

Campañas como “Wine in Moderation”, desarrollada por el Comité Europeo de Empresas de Vino (CEEV) y la Federación Española del Vino (FEV), y en la que participa la práctica totalidad de las bodegas y empresas del sector, son un claro ejemplo de la concienciación existente en este tema.

El vino tiene alcohol y, en consecuencia, es una bebida alcohólica que requiere de un consumo moderado e inteligente. Y en ello se halla inmerso el sector con otra campaña como es la de “Quien sabe beber, sabe vivir”, desarrollada por la propia industria y apoyada y cofinanciada por el Magrama y la Comisión Europea. Acción que aspira a incrementar el conocimiento del vino, transmitiendo las pautas de consumo ligadas al disfrute con moderación y destacando su valor en nuestra sociedad, cultura, paisaje y Dieta Mediterránea, de la que es parte fundamental.

Claro que a aquellos que se mantengan firmes en no querer entender por qué el sector vitivinícola debe seguir luchando por hacer frente a esos ataques se les podría decir que muchos de los países que tienen un verdadero problema con el alcoholismo de su población, ven en el vino la bebida perfecta para sacarlos de él. Aquellos que aspiran a cultivar cualidades culturales y tradicionales, no las conciben sin Vino. Y esos otros que luchan por el respeto medioambiental y la responsabilidad de la sostenibilidad del planeta, ven en el cultivo de la viña la única alternativa en países como el nuestro.

Pues bien, a juzgar por la escasa información de la que disponemos, podríamos asegurar que nuestros enemigos están ganado la batalla. En España, aunque lo disfracemos como queramos y nos justifiquemos diciendo que lo que consumimos es de mayor calidad, o de forma más moderada, o esporádica; lo único cierto es que cada vez consumimos menos. Que nuestras explotaciones si quieren subsistir deben realizar importantes inversiones en reconvertir su viñedo hacia varietales más conocidas mundialmente, y reestructurándolo de cara a aumentar sus ridículos rendimientos. Nuestras bodegas deben desarrollar proyectos y líneas de productos más acordes a un público con escasa información y cultura vinícola de la que tiene toda su formación por obtener. O que el mercado exterior está altamente copado y la mayor parte de nuestra producción solo consigue abrirse hueco en el nivel de los vinos de bajo precio, con escaso valor añadido y altamente sensible a los cambios en sus cotizaciones.

Llegado este punto, podemos bajar los brazos y rendirnos a lo que parece la evidencia de los hechos. O luchar por cambiarlo, por conseguir un viñedo rentable, unos productos adecuados a los consumidores, unas bodegas con recursos y organizaciones fuertes que les permitan abrirse hueco en los mercados exteriores más allá de los volúmenes y graneles. Pero, de manera primordial, vital, ineludible y transcendental, por acercar la cultura del vino a la sociedad española. En ello nos jugamos mucho más que nuestra propia supervivencia, nos jugamos la cultura, educación y mantenimiento de nuestros valores culturales. Y eso se consigue con formación e información, no con sanciones, prohibiciones y persecuciones.

Aprovechar el impulso

Nos acercamos a las fiestas más consumistas del año, en las que todos los hogares hacen meritorios esfuerzos por llevar a sus mesas los mejores manjares y bebidas, entre las que ocupan un lugar muy especial los vinos. Bodegas e instituciones organizan multitud de actividades con las que intentan atraer la atención de un consumidor, que a diferencia de su comportamiento a lo largo del año, está ávido de gastar. Captar su curiosidad es mucho más que ofrecer precios interesantes o excelentes calidades, requiere presentación y representación.

Calidad sabemos, los que estamos metidos en este extraordinario mundo de la vitivinicultura, que nuestros elaborados la tienen; hasta, si mucho me apuran, un buen número de consumidores que llevados por la curiosidad se han acercado a vinos de otros países, han podido comprobarlo por ellos mismos. Incluso hay expertos en marketing y estudios de mercados que llegan a situarnos como el país del mundo que mejor relación calidad/precio presenta. ¿Pero tenemos también representatividad?

Hasta hace unas décadas el vino era un producto alimenticio, parte importante de nuestra Dieta Mediterránea y que, como tal, ocupaba un lugar preferente en nuestras mesas, junto a vegetales y cereales. Desafortunadamente, nuestra dieta ha cambiado, y mucho, en este tiempo. Aspectos sociales, demográficos y económicos han contribuido a que no solo la dieta se haya modificado, sino también el tiempo y la forma en que comemos. Con un claro perjudicado: el Vino, que ha pasado de ocupar un sitio preferente en las mesas por sus características nutricionales a hacerlo por su aspecto físico, en el que pesa tanto o más que su contenido, su continente y el prestigio social que lleva asociado.

Ante las tasas actuales de consumo (las cuales evito concretar de forma totalmente consciente y voluntaria) hace ya algún tiempo que el sector ha interiorizado que hay que adoptar medidas de manera urgente. Que el consumo en nuestro país está sufriendo una sangría que amenaza la supervivencia de muchas bodegas, cuya desaparición, lejos de conducirnos a un sector más concentrado y fuerte, nos lleva a un debilitamiento y pérdida de competitividad.

Aprovechar el impulso de la campaña navideña, muy posiblemente sea precipitado y el sector no cuente con los mecanismos necesarios para hacerlo colectivamente; pero puede ser un excelente punto de inflexión entre la postura anodina y pasota mostrada hasta ahora por todos los agentes involucrados, y una nueva era de unidad, caracterizada por la optimización de recursos y la obtención de sinergias.

Mucho más que una cuestión de producción

Según datos del último Comité Consultivo Vino, celebrado el pasado miércoles 26 de noviembre, la cosecha 2014/15 en la Unión Europea será un 8% inferior a la anterior, alcanzando los 166,7 millones de hectolitros. Y si bien será una de las más bajas de la historia reciente, estará muy en consonancia con las obtenidas desde la campaña 2007/08, excepción hecha de la del pasado año en la que se disparó la producción hasta los 181,186 Mhl (especialmente por el incremento habido en nuestro país) y la anterior que con 151,606 fue la más baja de este siglo. Aunque con la información facilitada por Bruselas no sea posible concretar tales extremos, ya que parece haberse subido al carro de las estadísticas deficientes, y en este año no ha publicado desglose por países o tipo de vino.

Sabemos, quizá nosotros más que nadie, que el sector vitivinícola tiene vasos comunicantes que funcionan muy bien. Que los precios de los mercados de vinos a granel están fuertemente condicionados por lo que sucede a nivel mundial, pero especialmente comunitario, con la producción. Situarnos en el entorno de lo producido en la cosecha del diez y once, nos puede dar una idea bastante aproximada de cuál pueda ser la evolución de los mercados y precios en esta campaña. Aunque sepamos sobradamente que ni el mercado se comporta siempre igual, ni sus cotizaciones responden a lo largo de toda la campaña en función de lo que se ha producido, haciéndolo más mirando a lo que viene, que a lo habido, a partir de los meses de abril o mayo.

Sobre el peso que en las cotizaciones pudieran tener las producciones obtenidas allende las fronteras comunitarias, habría que destacar los graves problemas por los que están atravesando los productores argentinos, con descensos de dos dígitos porcentuales de sus exportaciones y considerar que con una cosecha europea más o menos “normal” conceder un gran protagonismo a estos países en el ámbito interno de nuestras cotizaciones quizá sea un tanto exagerado.

No así, considerando las exportaciones y los posibles precios, ya que una caída tan importante de su comercio y las perspectivas de una cosecha normalizada, con bastantes probabilidades, supondrá un fuerte hándicap a las aspiraciones españolas de incrementar nuestro valor sin perder volumen.

Así al menos lo apuntan los últimos datos conocidos de nuestra exportación y que están referidos al mes de septiembre, donde al valor consiguió remontar un 2,3%, aunque con suerte muy desigual para cada una de las categorías, ya que los graneles cayeron un 7%, mientras los envasados mejoraban un 8,2%. En el interanual, las cosas son un poco peores, ya que los vinos exportados en envases de capacidad superior a dos litros mantienen una caída del 5,4%, mientras los envasados apenas crecen el 0,6%, dejando en un descenso del 1,5% el valor de todos los vinos.

Lo que, considerando lo sucedido con el volumen, todavía es más preocupante, ya que mientras los envasados mantienen el precio medio interanual, y apenas se modifican un -0,2% quedando en 2,08 €/litro, los graneles bajan su precio medio hasta los cuarenta y dos céntimos de euro el litro, un treinta y dos por ciento menos, como consecuencia del aumento del volumen en un 39,1%.

Considerando que muchos viticultores declaran estar produciendo a pérdidas como consecuencia de los bajos precios a los que se pagan las uvas, y viendo que la única salida a nuestra producción es la exportación, en la que parece existir una relación directa inversa entre volumen y precio; bien podría ser esta cuestión una de las que, junto con la recuperación del consumo interno, primero se ocupara la recién constituida Interprofesional, de la que tanto se espera y que todavía está por definir cuestiones tan trascendentales como su propio funcionamiento.