¿También vamos a deslocalizar el cultivo del viñedo?

La verdad es que, si tenemos en cuenta que una de las recomendaciones realizadas por el Grupo de Alto Nivel es subvencionar el abandono definitivo del viñedo. El hecho de que se le pida a la Comisión Europea que lo considere como un paquete “integral y coherente”. Así como que, ante los desafíos estructurales y coyunturales a los que se enfrenta, avance en la aplicación de esta medida, mediante el desarrollo de un paquete legislativo propio, sin esperar a la próxima revisión de la PAC (prevista para más allá de 2027), como así lo han pedido desde la AREV (Asamblea de las Regiones Vitivinícolas Europeas), CEEV (Comité Européen des Entreprises Vins), CEVI (Confederation Européen des Vignerons Indépendants), COPA-Cogeca (cooperativas agrícolas europeas en la UE) y EFOW (Federación Europea de Vinos de Origen)…

No sé si es una buena noticia. Máxime si tenemos en cuenta que, de los 196’78 millones de euros de los pagos del PASVE e ISV en el año 2024, un tercio (60’75 M€) lo fueron para reestructurar y reconvertir viñedo, un poco menos de otro tercio (56’65 M€) se destinó a inversiones y sólo 25’62 M€ fueron a programas de promoción en terceros países.

En primer lugar, porque, como les he venido diciendo desde esta tribuna, no tengo muy claro que el abandono de viñedo en España subvencionado sea bueno para el sector. En segundo, porque rezuma una urgencia que resulta preocupante. En tercero, porque llevamos una época en la que sólo hablamos del sector vitivinícola desde un lado negativo. Donde no se atisba más futuro que la sumisión a los problemas y escasa, o ninguna alternativa de enfrentamiento a la pérdida de consumo y ausencia de rentabilidad económica. Y en cuarto, porque estamos gastando ingentes cantidades de millones de euros en hacer más competitivo un sector que queremos reducir.

Nos olvidamos o soslayamos sus tradiciones, su cultura, su aspecto social… y nos centramos en una sociedad a la que una parte importante parte de nuestra clase política está empeñada en dirigir diciéndonos lo que podemos y no podemos beber o comer. Sin más argumento que la imposición frente la formación y educación.

La Inteligencia Artificial, tan de actualidad y que en estos días ha puesto de manifiesto la gran fragilidad con la que construimos nuestras previsiones, como así lo demuestra el siete que ha hecho en las bolsas la entrada en competencia de una IA china que requiere de muchos menos recursos en ordenadores y chips, abaratando su uso hasta el punto de que su uso sea gratuito; y cuyas consecuencias en las empresas tecnológicas pudieran ser calamitosas.

Si estas visiones catastrofistas del sector acaban traduciéndose en el abandono de parte de nuestros viñedos, los más antiguos por resultar los menos productivos; y las previsiones acaban fallando, ¿vamos a volver a plantar entonces o es que dejaremos que sean otros países los que ocupen nuestro lugar?

Una producción contenida para un consumo estabilizado

Aunque se esperaba y estaba agendada, la toma de posesión del cuadragésimo séptimo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha causado un gran impacto mediático. Sus continuas amenazas sobre la implantación de altos aranceles a los productos procedentes de la Unión Europea y sus palabras, digamos que poco cariñosas, hacia nuestro país han disparado las alarmas. Y, aunque, con gran prudencia, el sector vitivinícola (uno de los productos que más negativamente pudiera verse afectado por sus políticas), sin alzar la voz, sí comienza a mostrar su preocupación, poniendo en valor los grandes esfuerzos que llevan haciendo nuestras bodegas por abrirse un hueco en ese mercado esencial. Trabajo que podría verse truncado, especialmente si la administración americana decidiese aplicar aranceles diferentes atendiendo al país de procedencia.

Pero, como bien destacan algunos expertos en cuestiones políticas, dejemos que el tiempo nos muestre hasta dónde llegan sus amenazas y trabajemos, desde la Unión Europea, como “dicen” estar haciendo desde que ganara las elecciones en el mes de noviembre, por estar preparados para afrontar cualquier contratiempo.

Mucho más cercano se nos presentan los datos de cosecha que se extraen de las declaraciones ampliadas del Infovi de noviembre. Según las cuales, se habrían vendimiado 4.945 millones de kilos de uva, de los que el cuarenta por ciento lo fueron de tintas y el sesenta de blancas. Volumen que se transformó en 35.803.148 hectolitros, de los que 31.026.486 se fermentaron como vino, el 42 por ciento en tintos y rosados y el resto en blanco. Mientras que 4.776.662 hl siguieron como mosto, siendo casi el setenta y ocho por ciento blanco.

Cifras que, si entramos en el detalle por CC.AA. nos permiten presumir que sufrirán modificaciones en los próximos informes, conforme se vayan conociendo con mayor exactitud unas declaraciones que, en esta ocasión, han ido más lentas de lo que debían. Una variación que, si bien algunas organizaciones llegan a cifrar en un millón más de producción mosto, hasta alcanzar una cosecha de 36’949 millones de hectolitros; no parece que pudiera ser suficiente para reactivar un mercado en el que amenazas comerciales y estancamiento del consumo pesan mucho más que unas producciones que según este Infovi aumentan un 9’9% en vino y 12’2% si incluimos el mosto.

Con una disminución en existencias del 0’5% hasta cuantificarlas en 58’237 Mhl: 6’589 de mosto, 22’956 de vino blanco y 28’692 de tinto. Lo que vendría a ayudar a entender lo que está sucediendo en el mercado, donde las bodegas están rebajando sus existencias en envasados, con descensos del 5’5% las de blancos y del 4’3% de los tintos. Mientras que en graneles, el stock de blancos resulta un 11’1% superior al del año pasado, como consecuencia de haber aumentado la producción de este tipo de vino un 20’5%. Mientras que la disminución en la producción de vinos tintos del 1’4% permite reducir sus existencias un 10’2%.

Todo ello con un consumo aparente que se mantiene estabilizado en los 9’78 Mhl (19’97 litros per cápita), con una ligera mejoría en tintos sostenida desde el mes de mayo.

¿Se puede solucionar la falta de relevo generacional con la actual rentabilidad del viñedo?

Sin entrar en discusiones sobre si es el principal reto al que debe enfrentarse el sector o, por el contrario, son más acuciantes aquellos desafíos relacionados con el consumo y todas las limitaciones que los políticos están luchando por imponerle por su contenido alcohólico; resulta incuestionable que la falta de relevo generacional en el sector primario es desafío apremiante, y de él, no sólo no escapa el vitivinícola, sino que puede ser uno en los que más acusada sea la situación.

¿Consecuencia de la dificultad del acceso a la tierra, de los problemas para encontrar financiación adecuada y la necesidad de formación y conocimiento, del trabajo que requiere, de lo reducido de sus explotaciones, de sus condiciones de cultivo, especialmente aquellas relacionadas con la gestión de los recursos hídricos, en muchas ocasiones estrictamente de secano? Incluso, por qué no, ¿de las trabas administrativas y fiscales que se encuentran a la hora de sucesión?

Muy probablemente haya de todo un poco, aunque, en mi opinión, no creo que ninguna de todas esas razones, ni tan siquiera de todas ellas en su conjunto, sean más determinantes a la hora de echar atrás a las nuevas generaciones del cultivo del viñedo como la baja o nula rentabilidad que prevén obtener.

Al mismo tiempo que nos quejamos frecuentemente de que los jóvenes no se encuentran comprometidos con el cultivo del viñedo, reconocemos que tienen una sensibilidad especial hacia todos aquellos temas relacionados con el cuidado del medio ambiente.

Recientemente Begoña García Bernal, secretaria de Estado de Agricultura y Alimentación, señalaba que el relevo generacional, más bien la falta de éste, es “uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos como país, al mismo nivel que la transición ecológica”, y que necesita para afrontarlo “la implicación de las instituciones, las organizaciones agrarias y el sector”.

“Sencillamente, nos va la vida en ello”, afirmó.

Toda la razón, en un bello discurso. Pero, yo me pregunto: ¿qué han hecho y están haciendo nuestros responsables políticos, de antes y de ahora, para remediarlo?

Podemos crear “grupos de trabajo de tierras agrarias infrautilizadas”, que estudien alternativas y soluciones para avanzar en la recuperación de la tierra abandonada y promover su aprovechamiento agrario. Elaborar una ley de Agricultura Familiar, en la que se aborde el relevo generacional necesario para atajar el envejecimiento de la población agraria. Publicar guías como “Tierra Firme”, para que “la juventud tenga referencias a la hora de incorporarse” …

Pero, ¿es posible solucionar este problema sin una rentabilidad adecuada que permita vivir dignamente del viñedo?

Un 2025 con grandes retos por delante

Sin datos definitivos sobre la cosecha 2024/25, el Ministerio va cerrando la horquilla sobre la que, previsiblemente, deberá encontrarse nuestra producción. Franja que, a diferencia de lo que ha venido sucediendo en años anteriores, no difiere mucho de la presentada por otras organizaciones sectoriales. Si bien, es previsible que algunas regiones, como la Región de Murcia o la Comunidad Valenciana, vean disminuida su producción con respecto a estas previsiones, si los efectos que la sequía haya podido acabar teniendo son más cuantiosos de lo inicialmente estimado.

Así, el servicio de Estadística del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en su última previsión, con datos a 31 de octubre, la situó en 36.393.317 hectolitros, rebajándola en algo más de seiscientos mil hectolitros respecto a la realizada un mes antes. Lo que, en uva de vinificación, supone una producción de 4.932.878 toneladas.

De las estimaciones hasta ahora conocidas, y que no deberían diferir mucho en términos generales, llama especialmente la atención el peso que adquiere Castilla-La Mancha. Región que tradicionalmente venía representando el cincuenta por ciento del total nacional y que esta ocasión se sitúa en el sesenta. O la fuerte caída del tercio norte, con comunidades de la importancia de Cataluña, que sigue sufriendo los efectos de la grave sequía de años anteriores, donde caería un 22,49%, o Aragón, Navarra y Baleares; todas ellas con mermas por encima del veinte por ciento con respecto a la cosecha del año anterior.

Datos que, como nos referíamos al inicio de este comentario no deberían alejarse mucho de los recogidos por las declaraciones de producción y que conoceremos en fechas ya próximas. Y que (y he aquí lo más importante), en un entorno de bajas producciones a nivel mundial, están siendo totalmente incapaces de levantar los precios en un mercado que limita sus operaciones, marcado por fuertes amenazas legislativas sobre el consumo de alcohol o acontecimientos geopolíticos como la guerra de Ucrania, la estanflación en países de peso como Alemania, el control de la inflación en las principales economías o los efectos que pudiera tener para Europa la llegada de Trump a la presidencia de EE.UU., primer país del mundo por consumo.

Como así demuestran los datos de nuestras exportaciones, que si bien, con datos acumulados del mes de octubre   mantienen el tipo en valor, con aumentos del 5% para total de productos vitivinícolas (reducidos al 2,4% si nos referimos sólo a vino), no sucede lo mismo con el volumen, donde mantenemos un crecimiento del 3,3% para el total de productos, pero perdemos el 4,5% en vinos.

Volviendo al escenario nacional, destacar que, según los datos publicados por la Encuesta de Superficies y Rendimientos de Cultivos (Esyrce) hasta el pasado 30 de noviembre, el rendimiento del viñedo de uva de transformación en secano fue 5.058 kg/ha, un 15% más que en el año anterior (4.416 kg/ha). Mientras que el de regadío se situó en 8.705 kg/ha, un 4% por encima del rendimiento medio (8.361kg/ha) alcanzado en 2023.

Un 2025 que, según todo parece indicar, no va resultar fácil y en el que deberemos afrontar problemas de gran calado. Pero del que, dada la resiliencia de la que ha venido haciendo gala el sector a lo largo de su historia, conseguiremos salir fortalecidos.

El legislativo hace guiños al sector

Por fin, el Gobierno admite que también el viñedo y olivar deben poder acogerse a las ayudas extraordinarias para compensar las pérdidas de ingresos causadas por la guerra en Ucrania y la sequía; y, según una disposición adicional incluida en el proyecto de Ley de las pérdidas y el desperdicio alimentario, “establecerá en un plazo máximo de dos meses una ayuda”

En este mismo proyecto de ley, se modifica la Ley 24/2003, de 10 de julio, de la Viña y del Vino. En concreto, al valorar como infracción leve “la no utilización de una autorización de nueva plantación, de replantación o de conversión concedida, salvo en los casos fijados en la normativa nacional o de la Unión Europea”.

Asimismo, el Senado instaba recientemente al Gobierno a defender “de forma decidida al vino, a todo el sector vitivinícola que lo compone, y a nuestra rica tradición vitivinícola, reconociendo sus beneficios para la salud cuando se consume con moderación, su importancia económica y cultural, mientras se fomenta un consumo responsable y educado”. Así como a “apoyar medidas que protejan y promuevan la cultura del vino, garantizando al mismo tiempo la salud pública y el bienestar de nuestra sociedad, para lo cual proponemos, entre otras medidas culturales, sociales, saludables y sectoriales, implementar campañas divulgativas, que promuevan el conocimiento sobre la cultura e historia del vino; la comprensión de los beneficios y riesgos asociados al consumo de alcohol, y la promoción de hábitos de consumo responsable”.

En el ámbito comunitario, la Comisión Europea abrió el pasado 11 de diciembre y hasta el próximo 8 de enero una consulta pública sobre la ampliación del periodo de solicitud para obtener una autorización de replantación de viñedo, tras el arranque. El objetivo es que los viticultores cuenten con más tiempo para decidir la replantación, analizando si pueden replantar viñedo con una variedad diferente, por ejemplo, que sea más resistente a las enfermedades y mejor adaptada a la evolución de las condiciones climáticas y de la demanda de unos mercados cambiantes.

Mientras que, en términos estadísticos, el MAPA ha recortado considerablemente su previsión de producción de vino y mosto de la actual campaña 2024/25, rebajándola, con datos hasta el 31 de octubre, de los 37 millones de hectolitros de su estimación de finales de septiembre a 36.393.300 hectolitros; es decir, en algo más de 600.000 hectolitros respecto a entonces. La vendimia alcanzó algo más de 4,93 millones de toneladas de uva para transformación, con un aumento del 10,1% y 451.400 toneladas más con relación a la anterior (4.481.500 t), muy afectada por la sequía y por los episodios de exceso de calor.