Hasta hace apenas unas horas, el sector vitivinícola tenía la esperanza de que las presiones ejercidas por 15 países productores de la Unión Europea sobre la Comisión, surtiera sus efectos y se le dotara de fondos adicionales con los que poder poner en práctica medidas extraordinarias que hicieran frente a las importantes consecuencias que, las medidas adoptadas para hacer frente a la pandemia, está teniendo en el consumo de vino.
Hoy, sabemos que estos fondos no van a llegar y, que cada Estado Miembro deberá buscar la forma más adecuada, a sus necesidades y recursos, de apoyar al Vino en esta coyuntura. También sabemos (aunque en este caso no haya habido reunión específica en la que debatirlo, pero lo viene repitiendo reiteradamente cada vez que se la preguntado al respecto), que el Ministerio no tiene ninguna voluntad de dotar de nuevos fondos al sector más allá de los estrictamente procedentes del Plan de Apoyo (PASVE).
La sucesión de borrascas acompañadas de episodios de heladas de cierta consideración y tormentas de granizo en numerosas provincias, han contribuido a que el temor a una gran cosecha que agravase el problema se haya relajado un poco, especialmente en Francia e Italia donde su incidencia ha sido mucho mayor que aquí. Permitiéndonos asistir a una ligera recuperación de la actividad comercial y de las cotizaciones.
Pero el problema sigue existiendo, los excedentes en bodega siguen siendo cuantiosos, los datos de consumo interno cayendo mes a mes hasta cifras históricas y el potencial de producción de nuestros viñedos amenazando peligrosamente el inicio de una vendimia a la que apenas le restan dos meses y medio para su arranque.
Y aunque me consta que, desde las organizaciones agrarias, cooperativas, sector bodeguero e Interprofesional, así como asociaciones de productos derivados, se viene trabajando desde hace varios meses en diferentes escenarios posibles, con distintas soluciones; quizá haya llegado el momento de que, de una forma coordinada, se transmitiera cierta dosis de tranquilidad a todos los colectivos que integran el sector, y se anunciaran medidas concretas e inmediatas con las que hacer frente a la situación.
No parece que sea el momento de debatir sobre si estamos ante un problema coyuntural o estructural, sino más bien de qué medidas adoptar para atajar el problema que de manera agobiante afecta a todos. Y, eso sí, de manera inmediata y conjunta pensar en el futuro de nuestro sector vitivinícola y el escenario mundial en el que deberá desarrollar su actividad, con todos los cambios sociales, económicos y laborales que esta pandemia nos dejará.