Más especulación que realidad

A pesar de que el último granizo, caído la semana pasada y que afectó de forma muy importante a localidades como San Clemente, El Provencio, Fuenteálamo, Hellín, Jumilla o Yecla, sin ninguna duda deberá dejarse notar en la próxima cosecha; aventurarse sobre los efectos que pueda tener en el global de la producción nacional, con miles de hectáreas entrando en producción en toda España, pero de manera muy especial en Castilla-La Mancha; parece un tanto precipitado.

No hace falta que remarque lo que me parecen aquellas voces que se atreven en señalar una producción un quince por ciento por debajo de la campaña 2014/15, y que la cifran entre 36 y 37 millones de hectolitros. Cuando todavía son muchos los lugares donde la viña apenas ha comenzado a brotar.

Es posible que a la hora de realizar estas valoraciones haya influido más de la cuenta la pesadez con la que se está operando, con un mercado en el que las cotizaciones apenas presentan pequeñas variaciones de unos pocos céntimos de una semana a otra, y en el que la propiedad no encuentra quien se interese por partidas que vayan más allá de la estricta reposición de vinos con características muy concretas; y la demanda prefiere esperar acontecimientos antes de inmovilizar unos vinos de los que confía en no tener problema para ir abasteciéndose de cara al enlace con la próxima cosecha a precios similares o incluso más bajos.

Tampoco nada que difiera mucho de lo esperado para una campaña que resultó de calidad media, producción algo mayor de la prevista y un mercado, que en su vertiente exportadora mantiene el tipo con cierta solvencia, pero en su cara nacional no acaba de conseguir reaccionar.

Exportaciones que, conocidos los datos del primer trimestre, aguantan bien el paso de los meses, si por ir bien consideramos la cantidad de vino que vendemos, ya que el volumen en estos tres primeros meses del año ha crecido un 13,8%, elevándose este porcentaje hasta el 15,8% si tenemos en consideración vinos aromatizados, mostos y vinagres. Más complicado tendríamos valorar de positivo este primer trimestre si miramos hacia el lado de los euros, en el que el crecimiento tan solo ha sido del 2,1% y 3,1% respectivamente, si hablamos solo de vino o incluimos también el resto de productos vitivinícolas.

La primera consecuencia de esta situación: la caída del precio medio, que se sitúa en 0,99€/litro para el conjunto de productos y de 1,02 para los vinos. Siendo los vinos con D.O.P. tanto a granel como envasados, espumosos y aromatizados, y blancos con indicación de variedad envasado y tintos con I.G.P. a granel, los únicos que consiguen crecer más en valor de lo que lo han hecho en volumen y mejorar su precio medio.

Si tenemos en cuenta que los tres primeros países (Francia, Alemania e Italia) concentran más de la mitad del total del vino exportado y que sus precios medios son de 0,44 €/l, 0,86 €/l y 0,42 €/l respectivamente, comprenderemos mejor que lejos de considerar que tenemos un problema con el granel, deberíamos empezar a cuestionarnos si lo que tenemos es un problema con el tipo de vino que nos compran. Porque da la impresión de que lejos de vender, a la mayoría de nuestras bodegas y cooperativas lo que hacen es comprarles el producto más barato que encuentran con el que cubrir sus necesidades más básicas y de menor precio en los mercados de consumo.

Y aunque, efectivamente, podría decirse que lo que debemos hacer es trasladar lo que vendemos a granel a envasado; me da la sensación de que estaríamos haciendo un análisis muy simplista de la situación, al señalar al tipo de “envase” como responsable de nuestros bajos precios. En lugar de cuestionarnos sobre la tipología de vino que demanda de nosotros el mercado. Y ya metidos en reflexiones, preguntarnos si a 0,37 €/l al que vendemos más del 40% de nuestros vinos (sin D.O.P., I.G.P. o varietal y a granel) son rentables nuestras bodegas y sostenibles los viñedos.

¿Buen hacer?

Unos prometen la creación de instituciones, otros la separación de las actuales. Los hay que se atribuyen el éxito en la mejora de las ventas o el aumento de las exportaciones. Incluso quienes se atreven a firmar acuerdos a medio plazo por los que comprometen presupuestos públicos por varios años.   Sí, me estoy refiriendo a los políticos, de todo tipo y pelaje, que ante una de las campañas electorales más reñidas de la democracia no dudan en utilizar al sector vitivinícola como ejemplo de prosperidad y del buen hacer.

¿Buen hacer?

Con un país que ha visto perder una cuarta parte de su superficie de cultivo, aumentado su producción gracias a las ayudas llegadas de Bruselas para la reestructuración de un viñedo que en algunos casos no ha servido más que para perder viejos viñedos de variedades autóctonas por otras llamadas mejorantes que solo han servido para homogeneizar los vinos y aumentado de manera desordenada y descontrolada los rendimientos Que no encuentra la forma de frenar la sangría que sufre su consumo interno y que lo sitúa en su nivel más bajo, sin visos de recuperación a corto plazo. Cuyos precios mantienen en niveles de cuestionable rentabilidad el cultivo de la viña y obliga a las bodegas a buscar en el exterior lo que no encuentran dentro, vendiendo los vinos al nivel más bajo de todos los países productores.

Hemos mejorado mucho en los últimos veinte años. Hecho más eficiente nuestro viñedo. Tecnificado las bodegas. Profesionalizado el departamento técnico y generalizando la existencia de que las bodegas y cooperativas cuenten con su propio enólogo. Incluso los hay que se han atrevido con la creación de un departamento de exportación y otro de marketing y comunicación, aunque sean los que más han sufrido los recortes en estos últimos años, con la reducción de presupuestos.

¿Pero nos podemos sentir orgullosos?

Los españoles en general, pero especialmente en este sector, tendemos a pensar que los problemas nunca son nuestros, que en otras causas encuentran su origen y, por lo tanto, deberán ser otros los que los solucionen. Asumimos a duras penas responsabilidades, como sobre lo que ha sucedido con nuestros jóvenes, o para qué son comprados nuestros vinos.

Y ante una situación como lo que va a suponer la transformación de los derechos de plantación en concesiones administrativas y la pérdida patrimonial que ello va a suponer para los viticultores. O la falta de iniciativa nacional para desarrollar campañas de formación e información como marca “España” en los mercados exteriores. O cómo acercarnos a generaciones de consumidores que hemos despreciado. Permanecemos inmóviles, ajenos, ignorantes,…

Otra vez con lo mismo

¿Un millón de hectolitros es mucho o poco? Debe ser una cantidad insignificante, ya que es la diferencia que hay entre los datos facilitados en las declaraciones de producción, publicados por el FEGA el 14 de abril, y el avance de superficie y producción publicado por el Magrama el día 11 de mayo y referidos a marzo de 2015. Disponer de 43.435.011,31 hl que es la cantidad de las declaraciones de producción, o 44.364.502 que se obtiene del avance, son disparidades que podríamos considerar como “normales” y sin ninguna capacidad de alterar un mercado que lleva meses estancado en sus cotizaciones.

Que no es que yo diga que ese estancamiento se justifique por la discrepancia entre las estadísticas según provengan de un organismo u otro, aunque los dos sean fuentes oficiales. Pero claro, si tenemos en cuenta que el primer objetivo que se ha marcado la Organización Interprofesional del Vino en España ha sido el modificar el procedimiento y periodicidad de las declaraciones para disponer de una información más fiable y actualizada, que consideran básica para poder desarrollar cualquier programa encaminado a recuperar el consumo interno y hacer posible la extensión de norma necesaria con la que dotarse de fondos; no deja de resultar curioso. O quizá es que yo sea un poco rarito y solo me lo resulte a mí, que semejantes situaciones puedan seguir produciéndose.

Y eso por no entrar en otras valoraciones más rebuscadas como podrían ser las diferencias que hay entre la estimación de noviembre (41.611.759 hl) y la de marzo a la que nos referíamos anteriormente. Casi tres millones de hectolitros a los que el sector deberá encontrarle acomodo.

Aunque, quizá, lo más preocupante, o lamentable, porque ya no sé muy bien dónde o en quién está el problema; es que ambos organismos son conscientes de la situación y de la poca fiabilidad que puede desprenderse de esta coyuntura. Y no son capaces, o no pueden, hacer nada por ponerle fin.

A por la siguiente

Hemos superado el primer asalto que supuso la reunión del Parlamento Europeo para discutir y votar la propuesta de resolución presentada por el Comité de Medio Ambiente, Salud y Seguridad Alimentaria de la Eurocámara, en la que se promovía la imposibilidad de realizar cualquier tipo de promoción del vino con fondos europeos; y en la que finalmente la Eurocámara ha acabado reconociendo “que no todo el consumo de alcohol tiene las mismas consecuencias, ya que depende en gran medida de los hábitos de consumo, y en particular de los productos que se consumen y de cómo se consumen…”, con un resultado que ha sido calificado por el sector como satisfactorio.

No es baladí, pues podía haber supuesto la exclusión del vino de cualquier campaña de promoción e información, pero hay que seguir ocupándonos del fondo de la cuestión: consumo interno y valorización del producto. Dos cuestiones que no difieren mucho de lo que ocuparía a cualquier productor de cualquier cosa, sino fuera porque la situación en el sector que nos ocupa es especialmente preocupante.

El consumo interno porque está en tasas de menos de veinte litros per cápita, lo que representa poco más de nueve millones de hectolitros sobre una producción media por encima de los cuarenta y cinco; para una población de unos cuarenta y cinco millones de habitantes a la que se suman más de sesenta millones de turistas al año. Y las razones que nos han llevado a esta situación son todavía discutidas y cuestionadas, sin acabar de encontrase la forma en la que recuperar niveles de consumo, ni se ponen en marcha las campañas concretas con las que conseguir esta importante meta.

La valorización del producto sigue siendo el principal objetivo de un sector en el que la viabilidad de muchas de sus explotaciones y bodegas es cuestionable; y en el que estas corren serio peligro de desaparecer, con el consiguiente quebranto económico, pero también social y medioambiental que supondría en muchos lugares de España.

Ser el país que más barato produce y a menor precio vende, podría definirse como un sello de productividad, pero lo bien cierto es que esta no existe si estamos hablando de actividades sin rentabilidad.

Hay quien piensa que con una mayor y actualizada información sobre la producción, existencias, exportaciones y precios a los que se está operando; las cosas podrían mejorar y permitir, a todos, un mayor control del mercado.

Para ello, el Magrama mantiene su apoyo a la Organización Interprofesional del Vino (OIVE) en su empeño por sacar adelante el Registro de Estatal de Operadores Vitivinícolas (REOVI) y un sistema de Información de Mercados del sector Vitivinícola (INFOVI) del que se encargaría la Agencia de Información y Control Alimentario (AICA) y que vendría a sustituir las actuales declaraciones de producción y existencias, por otras declaraciones mensuales informatizadas, que permitirán la consulta por parte de las Comunidades Autónomas de sus datos en cualquier momento y su publicación en agosto, diciembre y abril, con los datos a 31 de julio, 30 de noviembre y 31 de marzo. Al tiempo que el sistema será puesto a disposición de la OIVE para que pueda poner en marcha la “extensión de norma”, que le permita financiar sus proyectos.

Aunque también los hay que consideran que solo desde la unión y generación de fortalezas empresariales es posible hacer frente a mercados globalizados que amenazan seriamente el ‘status quo’ de nuestro país como primera superficie, primer exportador y, muy posiblemente dentro de unos años, primer productor mundial.

Modelos de crecimiento basados en los bajos precios se han demostrado hasta ahora poco recomendables, ya que siempre habrá alguien que pueda llegar a hacerlo más barato que tú.