Por un futuro más ordenado

Si bien todavía es necesaria la ratificación por parte de los 38 parlamentos nacionales y regionales de los Estados Miembros de la Unión Europea, la aprobación por el Parlamento Europeo del Acuerdo Económico y Comercio Global (CETA) con Canadá supone un importante paso adelante en la aspiración del sector vitivinícola de mejorar la exportación de vino hacia ese país norteamericano. Así como el fortalecimiento de las Indicaciones Geográficas Protegidas (I.G.P.). No viene a suplir los importantes problemas que pudieran surgir de la nueva administración Trump en EE.UU., pero supone un paso de gigante en la presencia y respeto del modelo vitivinícola europeo en esa parte del mundo.

Y es que exportar se hace más necesario que nunca. Con una superficie contenida, pero cuyos rendimientos medios crecen a pasos agigantados como consecuencia de la entrada en producción de las miles y miles de hectáreas reestructuradas y reconvertidas, el potencial de producción español supera claramente los cincuenta millones de hectolitros. Mientras su consumo, más contenido que las superficies, apenas consigue dar muestra de una tímida recuperación en el mix de producto, pero con un volumen que no alcanza los diez millones de hectolitros.

Elaborar productos de origen vitivinícola como mostos, alcoholes o vinagres, son cuestiones a las que no le prestamos la atención que merecerían, ya que nuestra calidad y competitividad nos colocan la cabeza del mundo en estos productos. Pero nos sigue faltando una mínima armonización entre oferta y demanda que asegure explotaciones rentables gracias a precios estables. Y, a diferencia de lo que pudiera parecer, esto no se soluciona acordando precios, o concentrando oferta. Esto se soluciona con condiciones claras en la producción de uvas, a las que se les limite su acceso al sector vinícola por exceso en sus rendimientos. Algo así como lo que ha anunciado que hacía alguna de las regiones españoles que más se juega en todo este envite, pero que no dejaba de ser un brindis al sol dados los límites establecidos y los verdaderos, no los declarados, objetivos perseguidos con esa medida.

Es muy posible que la paralización comercial que estamos viviendo en estas últimas semanas, y las debilidades de la que comienzan a dar síntomas algunas cotizaciones no tengan más justificación que pretensiones desmesuradas de una oferta que ajena a lluvias y potenciales de producción, confía en heladas y muestras de fruto escasas dado el mal estado en el que se encontraba la viña en el verano. Su firmeza en el deseo de no vender ha provocado bajadas más teóricas que reales, respaldadas por transacciones comerciales concretas.

También es posible que cosechas escasas en el hemisferio sur, unos porque venían de producciones muy bajas en el 2016 y otros porque el fuego se ha llevado por delante hectáreas y afectado el humo a cientos de miles de kilos, justifiquen esta postura. A la que, sin duda, contribuye de forma muy importante el hecho de que la cosecha en España no haya sido muy elevada, 42.931.111 hectolitros de vino y mosto, según los últimos datos publicados por el Infovi (datos acumulados hasta 30 de noviembre) y en el que se incluyen aquellos operadores con producciones inferiores a mil hectolitros. De los que 39.133.553 hectolitros son de vino y 3.797.558 de mostos.

Aunque no hay duda de que no son estos datos los que justifican la firmeza en la postura de la producción y sí el hecho de que a 31 de diciembre las existencias de vino fueran de 52.572.583 hectolitros, un 5,3% menos que en noviembre; y la de mostos sin concentrar 4.822.688 hl (-6.4%). Aunque desconozca muy bien el motivo de tan semejante optimismo, ya que no disponemos de información con la que comparar estos datos en años anteriores para saber si su evolución es mejor o peor que la de otros años.

Café en cápsulas por brandy

Cada cinco años, el Instituto Nacional de Estadística (INE) revisa a fondo los bienes y servicios que componen la cesta de la compra, así como su ponderación a la hora de calcular el Índice de Precios al Consumo (IPC). Pues bien, el dato que acabamos de conocer, correspondiente al mes de enero 2017, ya no contempla al brandy entre sus productos, y sí las cápsulas de café en monodosis, los juegos de azar o incluso la música y video online…

¿Es muy importante esto para el sector del brandy? Pues no. Parece bastante claro que el hecho de que esta bebida espirituosa, cuyo origen se encuentra en el vino, ya no forme parte del cálculo de la cesta de la compra no va a afectar para nada en su consumo per cápita, ni en precio. Pero sí pone de manifiesto lo que ya todos sabemos, y es que el consumo de brandy en España ha caído de manera estrepitosa. Y eso sí es preocupante.

Primero por lo que supone de pérdida de colocación de la producción vínica, pues a este sector de destilación llegamos a destinar más del doble del que lo hacemos en la actualidad. Segundo, porque al contrario de lo que ha sucedido con otras bebidas espirituosas que han sabido hacerse un hueco, ¡y qué hueco en el caso de algunas como la ginebra o el ron!, el brandy ha mantenido la imagen de “bebida de viejos”, que muchos jóvenes hacen extensiva a todas las bebidas de origen vínico. Y eso no es que sea preocupante, es que es fundamental cambiarlo si queremos recuperar una pequeña parte del consumo que nos hemos dejado en el último medio siglo.

“No se ganó Zamora en una hora” y eso lo saben bien las gentes del vino; pero tampoco se solucionan las cosas solas. Hay que luchar por ellas, diseñar una estrategia y elaborar un plan para alcanzar los objetivos fijados. Pero eso es algo que en este sector, a pesar de que se ha evolucionado mucho en los últimos años, no acaba de calar.

Recientemente denunciábamos que si queremos luchar contra el alcoholismo de fin de semana de nuestros jóvenes y atajar correctamente ese grave problema, había que hacerlo con iniciativas que fueran dirigidas a la formación y educación. Que la prohibición y coacción no hacen sino despertar ese lado rebelde de la adolescencia.  Algunos centros educativos llevan tiempo entendiéndolo así, y aun así desde el sector no se les ha prestado mucha atención.

Y yo me pregunto ¿es que no creen que la recuperación del consumo de vino debe ir ligada, inexorablemente, al conocimiento; o es que, sencillamente, no les preocupa?

Lo relativo de la noticia

Si yo les dijera que la tasa de inflación en enero se ha elevado hasta el 3% interanual, según los datos adelantados; muchos me dirían que es una mala noticia. Después de tantos años con tasas de inflación muy bajas o incluso negativas, enfrentarnos a un crecimiento en los precios parece que acabará redundando en nuestra riqueza. Especialmente cuando han sido los productos agrarios, petrolíferos y energía, los causantes de ese incremento (la inflación subyacente apenas el 1%).

Si en lugar de hablar de precios, hablásemos de gasto, y les dijera que el gran consumo en los hogares durante 2016 ha descendido el 1,6% en volumen y el 1,2% en valor (también aquí han subido los precios) según los datos de la consultora Kantar Worldpanel (los ofrecidos por del Mapama en su panel de consumo en el hogar andan por septiembre), seguramente también me dirían que es una mala noticia.

Y, por supuesto, cuando les comente que en noviembre nuestras exportaciones de vino, mosto y vinagre han disminuido un 9,5% en tasa interanual en cuanto a la cantidad y un 0,8% en valor. También me dirán que es una mala noticia para un sector en el que la cosecha ha estado muy por encima de lo previsto y cuya única opción para el sector de darle salida es a través de la exportación.

Hasta es muy posible que un dato positivo, aparentemente, como puede ser que hayamos exportado un 12,5% más en volumen, hasta superar los ochenta y cuatro millones de litros y lo hayamos hecho a un precio medio de 3,42 €/litro, rozando los doscientos ochenta y ocho millones de euros a Estados Unidos, de enero a noviembre. A alguno de ustedes pudiera parecerle una mala noticia, viendo el cariz que están tomando las cosas en ese país con la llegada de Donald Trump a la presidencia y la “poca” simpatía que parece estar demostrándole a la Unión Europea.

Pues bien, sin ánimo de ser un imprudente y dejar de reconocer que todas estas noticias tienen algún aspecto sobre el que hay que estar vigilante, dadas las malas consecuencias que pueden acarrearnos. Todas ellas son excelentes noticias.

La última y más relacionada con nuestro sector, porque el gran esfuerzo que han realizado nuestras bodegas y Consejos Reguladores por abrirse un hueco en el primer país del mundo en consumo de vino van dando sus frutos. Como lo demuestra el alto precio medio al que les vendemos (solo superado por los 4,28 €/l de Suiza), que un tercio de lo exportado sean vinos con denominación de origen o que solo un cinco por ciento lo sea de vinos sin indicación de origen y a granel. Que Trump puede endurecer el comercio con la Unión Europea es una amenaza cierta. Pero si seguimos vendiendo vinos de gran calidad e identificados, sus efectos difícilmente se harán notar. Es más, incluso puede que salgamos beneficiados.

En cuanto al global de la exportaciones, convendría aclarar que han sido los vinos a granel los que han sufrido la mayor parte de la pérdida de volumen interanual (-9,4%) y dentro de estos los que no exhiben ni D.O.P./I.G.P., ni variedad (-14,5%). Por lo tanto estamos consiguiendo lo que buscábamos, cambiar el mix de nuestras exportaciones de “vinos baratos” hacia aquellos de mayor valor añadido.

Pero es que si en lugar de ocuparnos de las noticias más directamente relacionadas con el sector, como son sus exportaciones, lo hacemos de las generales como pudieran ser el consumo en los hogares o la inflación; también estas son buenas noticias.     La bajada del consumo doméstico porque se produce al haber aumentado el consumo fuera de los hogares. Lo que es bueno para que la economía se recupere, ya que supone una mayor circulación de la renta. Y la inflación porque si no existe, el consumo se retrae, y tasas moderadas son imprescindibles para que una economía crezca.

Wine in Moderation

No hay ninguna duda de que el tema del consumo de alcohol por parte de menores de edad es un asunto de gran importancia, al que nuestras autoridades deben buscarle una legislación específica que sirva para prevenir y evitar este consumo. Dicho esto, no son los políticos, o esa al menos es mi opinión, quienes deben solucionar un problema social, que está mucho más cerca del ámbito educacional que del coactivo. Prohibir y sancionar está muy bien para quienes incumplan las normas, pero educar y formar deberían ocupar un lugar mucho más destacado en estas iniciativas. Perseguir y sancionar ejemplarmente a quienes vendan bebidas alcohólicas a los menores de 18 años es una obligación que ya hoy figura entre las de que tienen nuestros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Endurecerlas y hacerlas cumplir podría ser un primer paso. Pero nada de todo esto tendrá ningún efecto si desde los hogares y los centros educacionales no se fomenta la concienciación sobre los efectos nocivos que un consumo desmesurado tiene sobre la salud de nuestros jóvenes. Y mucho me temo que esto no se soluciona con ninguna ley, ni prohibición. Y sí con mucha más formación por parte del colectivo docente y más labor de educación por parte de los padres. Pretender asumir el papel que deben jugar otros parece un tanto descabellado. No ya tanto porque las limitaciones para poder hacerlo sean muchas, como por la imposibilidad de hacerlo. Parece que la iniciativa presentada por el Grupo Socialista en el Senado, y respaldada por el resto de grupos, reconoce el problema del consumo de alcohol por los menores como un asunto polémico que requiere una visión global, que incluya aspectos sociales y educativos que influyen en el tipo de conductas de los jóvenes sobre el consumo excesivo e impulsivo. Pero convendría no olvidar la posición que en la etapa anterior del Gobierno socialista tuvo la entonces ministra de Sanidad, Elena Salgado, al respecto; y que, lejos de ir en esta dirección, señaló directamente a los fabricantes de bebidas alcohólicas, entre las que incluyó al vino, como uno de los responsables de esta situación. No hay ninguna duda de que el sector vitivinícola es uno de los más sensibilizados con este asunto. Lucha y promueve un consumo moderado e inteligente y se esfuerza por conseguir ligar cultura y consumo de vino. Dada la complejidad del fenómeno, convendría aprender de los errores del pasado y luchar por conseguir el apoyo de todos en un proyecto que requiere grandes esfuerzos y en el que no nos podemos permitir el lujo de limitarnos a señalar a nadie con el dedo como el único culpable.