Hacer de la necesidad virtud

Haciendo gala de un gran sentido común, el sector vitivinícola europeo ha optado por hacer de la necesidad virtud y convertir una amenaza en una gran oportunidad para lograr un sistema armonizado de comunicación en la declaración nutricional y de ingredientes ajustada a sus peculiaridades y necesidades de sus empresas que evitase exigencias y obligaciones diferentes en cada Estado miembro o un mayor número de advertencias sobre la salud que las ya planteadas por algún país de la UE.

Aunque en estos momentos lo único que se ha hecho ha sido presentarle al comisario europeo de Salud Pública y Seguridad Alimentaria una propuesta de autorregulación para el etiquetado nutricional y lista de ingredientes de las bebidas alcohólicas, que afecta al Vino, cerveza, sidra, espirituosos y “vinos de frutas”. La cual será revisada por los servicios técnicos del Ejecutivo comunitario para decidir si la acepta totalmente o considera necesaria alguna modificación. Es un gran avance porque pone de manifiesto el gran esfuerzo realizado para la lograr un acuerdo colectivo que permitirá proteger el mercado único y proporcionar información a los ingredientes y valor nutricional al consumidor de una forma sencilla.

Para ello la propuesta recoge una simplificación en el listado de ingredientes del que quedarían excluidos los coadyuvantes, sustancias naturalmente presentes y azúcar añadido si está fermentado (caso de haber sido chaptalizado un vino). Y deberían indicarse junto a la materia prima (uva-mosto) los estabilizadores, conservantes, alérgenos y azúcar residual, así como el licor de expedición para el caso de los espumosos. Complementándola con una pormenorizada información accesible a través de un código que figure “off label” mediante un código QR en la propia etiqueta.

En cuanto a la declaración nutricional, esta se limitaría en la etiqueta a los valores energéticos expresados en valores medios calculados por el propio operador, valores tipo o categoría de producto.

Sin duda una autorregulación que supondrá un gran esfuerzo por parte de nuestras bodegas pero que puede ser una gran oportunidad de armonizar el mercado único.

¿Estamos haciendo algo mal?

Desde el primer momento en el que se confirmaron las peores previsiones sobre la cosecha, las bodegas españolas vieron en esta drástica reducción de producción una gran oportunidad para el aumento de los precios de los vinos que los acercaran un poco más a su valor, y una posibilidad de desarrollar los mercados nacionales e internacionales. Ambas aspiraciones, con el paso del tiempo, se han visto, en mayor o menor medida, frustradas.

De los mercados internacionales ya hemos hablado en ocasiones recientes, destacando el comportamiento tan desigual que han tenido graneles, en teoría un producto a ir sustituyendo por su escaso valor añadido y fidelización, con respecto a los envasados, que apenas han conseguido aumentar el volumen y cuyos precios han crecido proporcionalmente mucho menos. En cuanto al consumo en el mercado interno, las estadísticas y publicación de informes no han hecho sino confirmar la gran desorientación con la que trabaja el sector, carente de estadísticas fiables al respecto, lo que le obliga a trabajar con datos en muchas ocasiones contradictorios. Y aunque tomando como valor el que emana del Balance Vitivinícola y cuyo dato estimado parece el que más podría reflejar lo que verdaderamente está pasando con el consumo en el mercado interior, se sitúa en el entorno de los diez millones y medio de hectolitros, lo que reflejaría un ligero incremento con respecto a datos de años anteriores, así como un punto de inflexión claro sobre la tendencia bajista de años anteriores. Tanto la imposibilidad de contar con datos precisos sobre los diferentes canales de comercialización de esos vinos, como el precio al que son comercializados, nos deja en una situación bastante precaria de conocimiento de lo sucedido.

Y como si esto no fuera en sí mismo bastante preocupante, como para que sea urgente la búsqueda de alguna solución que nos permitiera disponer de estadísticas fiables y actuales sobre un dato tan importante para la evolución del mercado y la toma de decisiones como es el consumo interno; la cadena alemana Lidl, con una cuota de mercado del 7% del volumen de la gran distribución en España, se permite poner en negro sobre blanco que la importante reducción de cosecha que hemos tenido este año le impide ser más ambiciosa en sus planes de desarrollo que tienen por objetivo desbancar a Mercadona, Carrefour y DIA de los primeros puestos y pasan por el desarrollo del comercio online.

No es necesario volver a insistir sobre el fundamental papel que tiene la incorporación al mundo del vino de los jóvenes en el aumento del consumo interno. Como tampoco los nuevos medios de comunicación que se emplean y los nuevos canales de compra disponibles. También sabemos que los mensajes que les han de conducir a acercarse al mundo del vino distan mucho de los utilizados hasta ahora. Sus gustos, preferencias, aspiraciones y deseos a la hora de enfrentarse a la compra de una botella de vino son otras de las que motivaron a generaciones como la del Baby Boom o la Generación X.

Y, a pesar de todo ello, seguimos teniéndonos que enfrentar con la obviedad de no saber cuánto vino es comercializado por las bodegas españoles en este canal online o las propias ventas directas en sus bodegas. Disponiendo de datos desfasados en lo referente al canal de alimentación elaborados por el Mapama y sin rastro de cuál pueda ser el corresponde a un canal Horeca que, aunque superado, nos permitiese formarnos una idea más aproximada de la realidad.

Medir es fundamental en cualquier acción que pensemos desarrollar y uno de los principales objetivos marcados por la Interprofesional del sector en aras de un mejor conocimiento. No parece pues que deban existir muchas dudas sobre el apoyo que desde instituciones y organizaciones deba dársele a la OIVE, o a quien corresponda, en el desarrollo de esta información.

Un sector que busca la estabilidad

Ya en su momento, cuando hablamos de que la Comisión Europea había aprobado los Planes de Apoyo al Sector Vitivinícola (PASVE) de 2019 a 2023, remarcamos que solo para los dos primeros ejercicios 2019 y 2020 estaban garantizados los fondos, los otros tres se encontraban pendientes de lo que pudiera suceder con la nueva PAC y el nuevo Marco Financiero Plurianual (MFP) 2021-2027. Leer la respuesta que ha dado el Comisario de Agricultura y Desarrollo Rural, Phil Hogan, a las organizaciones y asociaciones vitivinícolas al respecto, reiterando que “es imposible conocer con qué dinero contará el sector a partir de 2021”, puede inquietarnos, pero nunca sorprendernos.

Especialmente cuando la Comisión que él preside tiene entre sus principales objetivos la política medioambiental y nuestro sector viene demostrando su compromiso con nuevos estándares para la sostenibilidad y transparencia para los consumidores.

Programas que encuentran en los planes de reestructuración y reconversión del viñedo su principal medida y que en nuestro país ha permitido una adaptación al mercado de más de un tercio de su superficie y sigue presentándose como una medida imprescindible para alcanzar esa profesionalización en el sector de cara a la valorización del producto y que pasa irremediablemente por una reconversión hacia la mayor estabilidad y productividad que sea posible en un cultivo agrícola como es la viña.

Y aunque en estos momentos, en los que las borrascas profundas: Emma, Félix, Gisele se han sucedido de manera casi continuada pudiendo hacernos pensar que el episodio de sequía que vivimos en nuestro país está superado, la ausencia de lluvia y la necesidad de dotar al viñedo del agua necesaria con la que asegurarnos una cierta estabilidad en la producción, es fundamental. Una buena prueba de ese esfuerzo con los recientes datos publicados por la Esyrce 2017, según la cual el número de hectáreas de viñedo de transformación en regadío era de 368.100, habiendo aumentado un 3,53%, alcanzando casi el cuarenta por ciento del total de la superficie de viñedo, siendo, junto con el olivar el cultivo leñoso en el que más se ha implantado el riego localizado.

La primera impresión es la que cuenta

Con todos los años que llevo dedicándome en cuerpo y alma a esta tarea de comunicar lo que sucede en el sector vitivinícola, intentando aportar mi pequeño granito de arena para que las cosas funcionen mejor, no dejo de sorprenderme.

Hablar de comunicación y de cómo han cambiado las formas de hacerla efectiva nos podría llevar a cuestiones extremadamente profundas, para las que no estoy cualificado. Pero, al menos, permítanme la licencia de hacerles una sencilla observación sobre la dirección de los flujos entre emisor y receptor del mensaje. Cuestión que, dicho sea de paso, es aprovechada por algunos para sobreponderar el peso que deben tener los medios online frente los offline o tradicionales; obviando algunas otras cuestiones de tan escasa importancia como pudiera ser la calidad de la propia información o la veracidad de la misma.

Pero no es sobre eso sobre lo que quería llamar su atención, y sí más de lo importante que resulta disponer de una información actualizada, veraz y contrastada. Y más que de eso (que ya lo he denunciado en alguna ocasión), de lo necesario que se hace para mejorar la competitividad de un sector como el del vino, que se lamenta del escaso precio de sus productos y la gran diferencia hasta su valor real.

La posibilidad que nos ofrecen los medios digitales, en los que deberíamos incluir a las redes sociales (no en vano se están convirtiendo en un serio problema para una generación de jóvenes que están perdiendo humanidad en sus relaciones al ser reemplazadas por terminales electrónicos), es la capacidad de escuchar lo que los destinatarios de nuestros mensajes nos quieren decir, y poder dejar, de una vez por todas en este sector tan dado a caer en esa tentación, de repetirnos una y otra vez lo que todos sabemos, pero que apenas importa más allá del reducido círculo profesional vitivinícola.

Problemas tenemos todos, y no deseamos cargar con más penas ajenas que las estrictamente necesarias. Completamente todo lo contrario de lo que sucede con las buenas noticias. De las que también tenemos todos, pero nos alegramos de que nuestros amigos compartan las suyas con nosotros. Y eso es algo que no hemos sabido hacer nunca, y que ahora, con las nuevas formas de comunicarnos que tenemos somos capaces de cuantificar y medir.

A la gente, a esa persona que pasea, come y bebe como cualquiera de nosotros, le interesa el vino. Quiere saber de vinos, quiere poder hablar y presumir con sus amigos y familiares. Fijaros cuantas cosas en una sola frase que definen al vino: cultura, social, placentero, sencillo, cercano, atractivo… y en cambio la gran mayoría de las veces que sale una noticia en un medio de comunicación lo es para referirse a tediosas estadísticas, o noticias sobre los problemas a los que deben hacer frente sus empresas; por no hablar de cifras que además provocan confusión y generan una alarma que va mucho más allá de la realidad.

Medios como este, especializado y profesional, son los que debieran tratar de las amenazas que acechan al sector, analizarlas y ser portavoz para su posible solución colectiva. Pero de ahí para fuera, ni una sola frase. Y cuando, por el interés de la noticia pueda el tema ser tratado por medios generalistas, en los que los profesionales cualificados para abordar estas noticias han ido reduciéndose en aras de mejorar una serie de ratios de productividad, competitividad, o rentabilidad,… que nada tienen que ver con la calidad de la información publicada; es obligación de quienes las generan ser extremadamente cuidadosos y prudentes. Decía Oscar Wilde: “Nunca hay una segunda oportunidad para causar una primera buena impresión”. Cuidémosla porque la primera impresión es la que cuenta.