Nervios en un mercado que no parece tendrá mayores precios

Hace un año por estas fechas, bien pocos eran los que se atrevían a vaticinar el volumen de una vendimia que recién iniciada, todos, o prácticamente todos, coincidían en señalar que sería superior a la anterior (cosa que decía muy poco dada la situación de la que partíamos). Pero muy pocos se atrevían entonces a poner cifra a ese incremento y llevarla hasta volúmenes históricos, como así acabó siendo. Ni el propio Ministerio, que no ha dejado de ir subiendo la cifra en cada estimación que ha ido publicando, osó a hacerlo en aquel momento.

Prudencia casi tanta como la que se mostraba a la hora de hablar de la calidad de un fruto, cuya maduración estaba dando serios problemas, cuyas fermentaciones obligaron a los enólogos a sacar lo mejor de sí mismos y los medios técnicos de los que disponían y se confiaba, reiteradamente, en que el paso del tiempo mejoraría la situación.

Situación casi antagónica a la de este año, en el que las estimaciones de producción y los comentarios sobre la calidad y grado de maduración del fruto se suceden a trompicones, compitiendo por ser los que antes publiquen sus cifras y alaben la magnífica calidad de un fruto que será transformado en excelentes vinos. Lo que, dicho sea de paso, viendo las calificaciones publicadas por los consejos reguladores, únicos organismos que hacen este esfuerzo, tampoco es que diga nada.

Mejor así. El sector necesita saber con la mayor precisión de la que seamos capaces, el volumen de producción al que se enfrenta, la calidad del producto con el que va a tener que operar y los precios de las uvas, que marcarán el punto de partida en la generación de la cadena de valor del vino. Y lo necesita lo antes posible. Hay que planificar, establecer estrategias comerciales y cuantas más informaciones haya, mejor para todos.

Que estas noticias van por el lado de denunciar bajos precios en uvas y mostos y la necesidad de que el sector asuma, de una vez por todas, que garantizar la renta de sus viticultores es el primer paso para desarrollar un sector competitivo y de calidad; perfecto. Para eso están las negociaciones que debieran acabar en un acuerdo que medio satisfaga a todas las partes. Pero que la información sea variada y abundante. La que, para poder ser calificada como tal, debe ser fidedigna y actual.

Cosa bien diferente, pero eso ya es cuestión de la confianza que cada cual le otorgue a quien la realiza y la fuente de la que procede, es el índice de condicionalidad que lleva implícita, ya que las hay que son, o lo intentan, imparciales; y las que llevan implícito un mensaje a sus asociados sobre las razones por las que deben mantener una postura u otra en sus decisiones.

Hasta es de agradecer que una de las principales bodegas españolas, sin duda referente en el sector de los espumosos, haya tenido la gallardía de declarar claramente cuáles son sus intenciones de cara a la compra de la uva y las razones que le llevan a ello.

Habrá que esperar un poco más, creo que una semana será suficiente, para ver cuál es el camino que emprenden las otras grandes bodegas de referencia en España en su política de compra de uva y los precios a los que la demandan. De momento, lo único que ya podemos asegurar es que los precios conocidos hasta a hora, es verdad que, para variedades minoritarias, se acercan mucho a la estabilidad, manteniendo los pagados el año pasado.

Lo que, traducido a la renta de los viticultores de las zonas que concentran cerca de tres cuartas partes de la producción española, viene a suponer una pérdida, siempre en términos generales, casi inapreciable con respecto al año anterior. Ya que se habla de que la producción se verá mermada en torno al veinte por ciento, mientras que la graduación aumentará sobre los dos grados con respecto al año anterior.

Una menor cosecha no evita fuertes tensiones en los precios

Después de unas pequeñas vacaciones, las cosas no han hecho sino empeorar. Pues si bien las estimaciones de producción que manejábamos a principios de este mes no han cambiado apenas, manteniéndose la horquilla de cosecha entre los cuarenta y los cuarenta y cuatro millones hectolitros. La paz y estabilidad en los precios que se auguraba en esas fechas, se han tornado en un fuerte torbellino de acusaciones cruzadas donde se mezclan demandas legítimas de unos y otros.

Es normal que, en los primeros coletazos de vendimia, con la fijación de los primeros precios de las uvas, las tensiones crezcan y cada una de las partes intenten hacer alarde de sus fuerzas en defensa de sus intereses legítimos. Así pues, escuchar que los precios a los que la industria aspira a hacerse con la producción de los viticultores están por debajo de lo admisible, que no cubren los costes de producción o que resultan abusivos ante la imposibilidad de permitir obtener una renta digna por su producción; es algo “normal”. También los argumentos de aquellos que defienden que los mercados no admiten subidas de precios en los vinos y que nuestra competitividad está fuertemente condicionada por una franja de precios bajos y altamente sensible a posibles variaciones, que se traducen directamente en caída de volúmenes, especialmente en la categoría de vinos a granel sin indicación de origen (donde se concentran la mayor parte de nuestras exportaciones).

Lo que no ha sido tan frecuente es que sean las variedades destinadas a la elaboración de Cava las que soporten esta gran tensión y de manera muy especial el que sea la entrada en escena de una gran multinacional como es Henkell con la compra de la mayor productora de este vino: Freixenet, la que ocasione este revuelo con la fijación de unos precios que suponen una clara ruptura con el equilibrio que mantenían cavistas y viticultores hasta ahora.

Aspirar a generar un mix de producto del vino español de valor y enfrentarnos a que una de las categorías de mayor precio sea agitada con una pérdida del 30% en el precio la uva con la que se elabora es una situación que, por legítima que sea, debería hacernos reflexionar sobre el modelo de viticultura que queremos para España y las aspiraciones que desde los grandes grupos empresariales tienen para nuestro sector y el papel que deben desempeñar en el mercado vitivinícola mundial.