España ajusta cuentas

Apenas hace una semana desde la publicación de nuestro Extraordinario dedicado a las vendimias, cuando las Cooperativas Agro-alimentarias de España avanzan una nueva estimación de cosecha para nuestro de 36.647.300 hectolitros, ligeramente por debajo de los 37.080.964 que estimábamos nosotros como rango inferior de la horquilla en la que situamos la cosecha española de 2019.

Diferencia que, en ninguno de los casos, ni tan siquiera considerando el rango superior de los 38,59 Mhl, debiera suponer ningún cambio de estimaciones que modifiquen en lo más mínimo la evolución de los mercados, tanto en operaciones, como en la posible evolución de sus cotizaciones.

Mientras que Europa, a través de Dirección General Agri, revisa a la baja su primera estimación y cifra ya la cosecha 2019/20 en 160,9 millones de hectolitros para el conjunto de sus Estados Miembros. Destacando entre los principales productores como país que más cosecha pierde: España con un 23%, mientras que Italia lo hace un 15%, Francia un 13%, Alemania 12% y Portugal aumenta un 10%. Vendimia muy alejada de los 189,13 de la anterior (2018) y muy cercana a los 168,36 Mhl que es la media de las últimas cinco campañas.

Más preocupante, sin duda, por lo que de pérdida de patrimonio vitícola representa y los motivos que de falta de rentabilidad económica o ausencia de relevo generacional pudiera representar, es la merma que nuestro potencial vitícola ha experimentado al final de la campaña 2018/19. Momento en el que contábamos con 995.622 hectáreas de potencial vitícola frente los 996.728 con los que la iniciamos; o las 950.077 hectáreas plantadas, cinco mil trescientas menos. Pero es que no acaba aquí la cosa. Es que los derechos de plantación también pasaban de 14.619 a 10.531 ha, un 27,96% inferiores.

Una mala noticia, sin duda. Pues si bien seguimos teniendo el privilegio de ser el país con mayor superficie de vitis vinífera del mundo, la reducción de potencial, superficie plantada y derechos de plantación, ponen en evidencia algunas de las debilidades de un sector que podríamos llegar a calificar de endémicas y muy preocupantes para nuestro patrimonio medioambiental y población rural.

El viñedo ecológico, una apuesta del sector

Altas temperaturas, un elevado número de horas de sol, escasa pluviometría y terrenos con una fertilidad media o baja; son unas condiciones que no podrían definirse como de muy esperanzadoras, pero son con las que contamos en España y a las que nuestros viticultores han tenido que ir adaptándose para encontrar la forma de producir y hacerlo con la máxima eficiencia y calidad. En el lado positivo de todo esto está la gran capacidad para producir de manera natural, sin el empleo de fertilizantes, fitosanitarios o sulfuroso en dosis más allá de pequeñas cantidades que se encuentren dentro de los márgenes establecidos para la certificación ecológica.

No en vano, las 113.420 hectáreas de viñedo ecológico con la que contábamos en 2018 en España nos sitúan como el primer país del mundo en cultivo ecológico vitivinícola, y creciendo.

Lo que, sin ningún género de dudas y al margen de las ideas que cada uno tenga y la sensibilidad y compromiso que muestre hacia este tema; representa un hecho diferenciador de gran importancia y con una gran proyección de consumo en las próximas décadas.

Los jóvenes consumen poco vino, se muestran reacios a hacerlo de una forma continuada y los valores que encuentran en él están bastante alejados de sus cualidades intrínsecas y mucho más cercanas a las sociales. Pero su preocupación por el medio ambiente, su concienciación por el respeto al ecosistema, su compromiso con la naturaleza, hasta sus propias necesidades fisiológicas de buscar productos que no pongan en riesgo sus, cada vez más frecuentes, sensibilidades y alergias alimenticias; hacen de los productos ecológicos un gran filón con el que acercarnos a ellos y ofrecerles productos ajustados a sus inquietudes y compromisos personales.

Castilla-La Mancha vuelve a ser en superficie inscrita la que cuenta con mayor número de hectáreas, 59.251,36. Pero es Castilla y León, con un aumento del 19,7% con respecto al año anterior la que proporcionalmente más crece. Siendo Extremadura (-13,5%), Galicia (-7%) y Murcia (-0,6%) las tres únicas autonomías que pierden superficie de viñedo ecológico con respecto a 2017.

Buena prueba de que el producto ecológico vende y encuentra un nicho de mercado al que resulta más sencillo llegar es, también, el incremento en el número de bodegas y embotelladoras de vinos y cavas bajo control, que ha aumentado en 94 hasta alcanzar las 1.033, superando la barrera mítica de las mil, con especial mención a Cataluña que concentra algo más de un tercio de todas las nuevas industrias bajo control.

Lástima que todo no sean tan buenas noticias pues si bien el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, se ha visto obligado a solicitar una nueva prórroga a la Unión Europea en la que poder llegar a un acuerdo para formalizar el Brexit, alejándose de esta manera la amenaza de una salida no negociada y caótica; su intención sigue siendo la de abandonar la UE lo antes posible, sin más vuelta atrás que la presión a la que tengan la capacidad de someterle la oposición a su Gobierno, sin descartar del todo la celebración de un segundo referéndum.

Pero, la que sin duda es la peor noticia de todas, es la entrada en vigor de los nuevos aranceles al vino tranquilo envasado con la que amenazaba la semana pasada la Administración Trump. De todos los países afectados será Francia la que con un comercio de 1.200 millones de euros en esta categoría sea la más afectada, estimándose, por parte de la patronal de empresas exportadoras de vinos y espumosos (FEVS), un descenso pronunciado en aquellas botellas con precio por debajo de los 15 dólares. Lo que, por otro lado, es una excelente oportunidad para aquellos países que no se vean afectados por la subida, caso de Italia, pero también por aquellos otros que, aun viéndose implicados, sus precios estén por debajo de los vinos galos. Como es el caso de España, que, si sabe gestionarlo convenientemente, puede convertir la amenaza en una gran oportunidad.

Comentario vendimias

Si tuviéramos que definir la cosecha 2019 en pocas palabras y de una manera lo suficientemente elocuente, estas serían, sin ninguna duda: escasa y de calidad. Si además tuviéramos que hacer referencia a sus precios y comercialización: estables y en recuperación.

Términos que podríamos definir como plenamente satisfactorios… Bueno, casi, porque los precios de las uvas siguen por debajo de los umbrales de rentabilidad, según los estudios publicados por las organizaciones agrarias en la mayoría de las zonas y variedades; manteniéndose la vertebración del sector como la gran asignatura pendiente que tienen sus integrantes y cuya complejidad va mucho más de volúmenes o calidades y está mucho más relacionado con valor, reconocimiento de marca, profesionalidad, estructura productiva… y toda una serie de características estructurales cuyos cambios están fuera del alcance de acciones individuales o circunstanciales de campaña.

Todas las regiones españolas han dispuesto de una cantidad inferior a la del pasado año, en mayor o menor medida, con variaciones que van desde el ocho por ciento de Galicia o Cataluña, hasta el treinta y cinco de Aragón o Canarias, con mención especial al treinta de Castilla-La Mancha por concentrar algo más de la mitad del total de la producción nacional.

¿Las razones que explican esta importante pérdida? Pues, fundamentalmente, la sequía. La escasez de lluvia que hemos sufrido en España y el hecho de que solo un tercio de nuestro viñedo de vinificación disponga de riego, hace que la dependencia de la climatología sea extraordinariamente alta en este cultivo, originando un menor vigor en los viñedos, que ha tenido como consecuencia racimos menos compactos y de menor tamaño.

Claro que lo que no va en llantos, va en suspiros. Y es que, es precisamente esta circunstancia la que ha propiciado que la calidad del fruto, salvedad hecha de algunas comarcas muy concretas en las que sus enólogos han debido emplearse a fondo para hacer frente pequeños brotes de podredumbre con índices glucónicos que marcaban la barrera de lo preocupante; lo que ha permitido recepcionar una uva con un estado sanitario envidiable de la que se están obteniendo mostos de gran calidad y grado propio de nuestra climatología.

Recuperar los doce, trece grados Baumé en la gran mayoría de blancas y rozar, o incluso superar, los catorce en las tintas es algo que lleva implícito nuestro cultivo y nos permite recibir uvas con un coeficiente de madurez fenólica adecuado.

Los bajos precios a los que se han comprometido las uvas, en niveles muy similares a los que se hicieron el año pasado, cuando la cosecha fue de casi de doce millones de hectolitros más que la actual, encuentran su explicación, precisamente, en ese gran volumen del pasado año a nivel mundial y que provocó que las existencias al inicio de campaña se situaran muy por encima de las “normales”, ocho millones setecientos mil hectolitros de más en el caso de España de vinos y mostos. Arrojándonos unas disponibilidades, que al final es lo que acaba contando en el mercado, muy similares a las de la campaña anterior. Lo que explicaría que los precios de las uvas resultasen igualmente similares, a pesar del considerable descalabro de la producción.

Una campaña que no debiera presentar grandes problemas de comercialización, especialmente en las exportaciones, donde destinamos prácticamente más de dos veces lo que consumimos en nuestro país, si no fuera porque acontecimientos políticos, como el Brexit o la guerra comercial que ha emprendido el presidente estadounidense con Europa y que ha acabado afectando de lleno al vino envasado español, serán una nueva piedra en el zapato a la que deberán encontrarle acomodo nuestras bodegas en su batalla por comercializar unos vinos de gran calidad y elaborados a precios muy competitivos que serán los de la cosecha 2019.

Días decisivos para la economía

Muy posiblemente, dentro de cuatro días, cuando finaliza el plazo para la entrada en vigor de los nuevos aranceles a los vinos españoles en Estados Unidos, o la posibilidad de que el Reino Unido opte por un Brexit duro; podamos concretar algo más sobre en qué quedan estos dos asuntos tan importantes para la economía europea. Pero, lamentablemente, hoy solo podemos decir que la Comisaria de Comercio Cecilia Malmström sigue trabajando por, al menos, aplazar la entrada en vigor de los aranceles de Trump, prevista para el día 18, y el ministro español, Luis Planas, presionando para que haya compensaciones a los sectores afectados.

Mientras tanto, y ante el escaso avance en las negociaciones, desde el Ministerio de Agricultura se recomienda estar preparados para las medidas de apoyo, corrección, promoción y mercados que puedan implantarse. Así como insuflar ánimos a un sector soliviantado al haber sido tomado como rehén de un conflicto comercial que poco, o nada, tiene que ver con sus productos y por el trabajo realizado durante años por abrirse un hueco en el principal país consumidor de vino del mundo.

Pero de lo que no se habla apenas en este asunto es de la situación de fortalecimiento en la que quedaría otro de los grandes productores de vino comunitario, Italia, al que no le afectarían las medidas anunciadas por la Administración Trump y que pasaría, de cumplirse las amenazas, a poder colocar en el gigante norteamericano sus vinos un veinticinco por ciento más baratos que los españoles o franceses.

En cuanto al tema del Brexit, casi mejor no opinar sobre lo que pueda acabar sucediendo cuando finalice el plazo que tiene el premier Boris Johnson, el día 17, para llegar a un acuerdo que ratifique el Parlamento británico. De momento, todo parece indicar que se va avanzando y que será posible contar con un texto legal que pueda ser ratificado por los Jefes de Estado y de Gobierno en su cumbre de este jueves y viernes, pero el tema es tan delicado y existen tantas sensibilidades que cualquier pequeño detalle podría hacer saltar por los aires la posibilidad de evitar el Brexit duro.

Y, por si todo esto no fuera suficiente, el Fondo Monetario Internacional anuncia un crecimiento del 3% de la economía mundial para el 2019, el más bajo desde la Gran Recesión, con la guerra comercial y el aumento de las barreras comerciales como uno de los principales motivos que explicarían esta desaceleración sincronizada.

Días decisivos e importantes para nuestro futuro más inmediato a los que nos enfrentamos.

Comentario vendimias

En otro momento, la verdad, es que hubiésemos estado deseosos de que las vendimias pusieran su punto y final y dar por concluido el quebradero de cabeza en que se habían convertido para los enólogos. Afortunadamente, no es el caso de esta. El buen estado sanitario con el que han entrado los racimos en las bodegas, desde que tuvieran lugar las primeras labores de recogida hasta hoy, ha hecho que la cosecha 2019 se haya convertido en un año del que se esperan grandes cosas, enológicamente hablando, se entiende.

Nunca es fácil. Siempre hay cosas que retocar o mejorar para alcanzar ese nivel de calidad que esté cerca de lo que buscan los consumidores, pero, qué duda cabe, que años como este, en el que las lluvias han sido bastante escasas y sus consecuencias sobre el desarrollo de enfermedades criptogámicas, prácticamente nulas, proporcionan una excelente base sobre la que sentar grandes esperanzas.

Lo ideal hubiese sido que esta gran calidad se hubiese visto reflejada también en unos precios de las uvas que poco han variado con respecto a los del año anterior. Pero ya se sabe, primero vender y luego retribuir el fruto del que nace lo que se vende. Porque no ha sucedido lo mismo con los mostos, que han incrementado sus precios con respecto a los que se pagaron el año pasado y, de manera muy especial, con respecto a lo que cerraron la campaña los vinos. Cotización que, históricamente, ha servido de base para la fijación de los precios de las uvas y que, en esta campaña se ha visto superada ampliamente.

Resulta complicado, e inoportuno, intentar ir más allá de los hechos especulando con la evolución de las cotizaciones de los vinos nuevos, pero no hay que ser muy espabilado para saber que serán superiores a los del año pasado. ¿Cuánto? Eso ya sí que es especulación y prefiero dejarlo para los que se dedican a ello.

Nosotros, de momento, nos quedaremos con lo seguro, precios de las uvas estables o ligerísimamente superiores a los del año pasado (excepción hecha de las uvas para cava); cosecha en torno a un veinte por ciento inferior, una calidad excelente y un panorama internacional muy similar en el resto de los principales países productores.

Unos días de gran transcendencia

¿Recuerdan lo que pasó hace unos años con China y las placas fotovoltaicas alemanas, conflicto comercial por el que algunas bodegas españolas se vieron obligadas a facilitar su “know how” a las bodegas chinas, además de grandes costes en despachos de abogados y seminarios a los dirigentes de las bodegas chinas? Pues, para aquellos con tan poca memoria que ya lo hayan olvidado, les diré que fue un duro y traicionero golpe al comercio vitivinícola español.

Ahora es EE.UU., el otro gran contendiente de esta guerra comercial, que han emprendido las dos mayores potencias mundiales, el que amenaza con subidas del veinticinco por ciento de los aranceles a productos agroalimentarios españoles, afectando de manera muy especial al vino. Y todo porque el Sr. Trump ha decidido declararle la guerra a Europa, la que otrora fuera su gran aliada comercial y militar. Una Vieja Europa que otorgó ayudas a la compañía aeronáutica Airbus en algunos países de la Unión Europea (Francia, España, Alemania y Reino Unido) en contra del otro gran fabricante mundial, la norteamericana Boeing.

La imposición de un arancel adicional del 25% a los vinos tranquilos de menos de 14 grados y envases de capacidad inferior a dos litros, procedentes de algunos de los cuatro países mencionados se aplicaría a partir del 18 de octubre y afectaría no solo al vino a Estados Unidos que con datos interanuales julio 2019 se presenta como el principal país importador por precio, 4,14 €/litro, cuarto destino mundial por valor con un total de 301,4 millones de euros y 73 millones de litros de vino español, de los que 240 millones de euros serían los que se verían afectados. También otros muchos como el olivar, cítricos o textiles se verían afectados de manera directa.

La reacción, tanto de la comisaria Europea de Comercio, Cecilia Malmström, como del Ministerio de Agricultura español, Luis Planas, ha sido de contrariedad y esperanza en que el próximo día 14 pueda llegarse a un acuerdo que no abra lo que han calificado como “medidas miopes” y contraproducentes que empujarían a la Unión Europea a una situación en la que no tendría otra opción que hacer lo mismo.

Acabe como acabe el asunto, el caso es que, una vez más, es el vino el que resulta secuestrado por los gobiernos de turno para redimir viejas rencillas que nada tienen que ver con él. Atrás quedan los grandes esfuerzos que bodegas y consejos reguladores han venido haciendo por exportar al primer consumidor mundial. Por situar sus mejores vinos y hacer de este destino palanca de promoción para el resto de su comercio mundial.

Algo vital, si queremos encontrar acomodo a una producción que el Ministerio ha estimado en 38,1 millones de hectolitros para la campaña 2019/20 según las cifras facilitadas a la Unión Europea, un 24,3% inferior a la del año anterior, 12,2 millones de hectolitros menos. Estimación que afectaría de especial manera a los mostos, para los que calcula la pérdida en el 29,6% hasta dejarlos en 3,8 Mhl y vinos con I.G.P. (3,4 Mhl) que rozaría el 29,2% de reducción. En el lado contrario encontraríamos los vinos sin indicación de calidad ni variedad (antiguos mesa) en los que la reducción sería tan solo del 20,6% cifrando su producción en 11,2 Mhl. Los acogidos a alguna denominación de Origen (-24,1% y 12,6 Mhl) y los varietales (-24,5% con 7,1 Mhl) completarían una producción que elevaría hasta las 77,2 Mhl las disponibilidades del sector para esta campaña. Una cifra que, considerando la reducción generalizada de la vendimia del resto de países productores comunitarios, es considerada por las organizaciones agrarias como aceptable de gestionar, sin necesidad de entrar en “guerras” comerciales que acaban siendo perjudiciales para todos.

Interesante futuro el que nos espera al que deberemos permanecer muy atentos.

Comentario vendimias

Pasan las semanas y, con ellas, muchos pueblos vitivinícolas españoles van dan por concluidas las tareas de vendimia, reposando los mostos en sus depósitos a la espera de que sus fermentaciones den lugar a excelentes vinos. Y es que, en general, podríamos decir que hemos disfrutado de una cosecha sin apenas problemas.

Los mercados exigen cada vez más y las bodegas adquieren conciencia de que para poder salir ahí afuera es necesario hacerlo con un producto diferente. La calidad está muy bien y se presenta como el primer requisito de cualquier vino a comercializar, pero está muy lejos de poder considerarse una virtud con la que ganar mercados. Conseguir hechos diferenciadores que valoricen un producto requiere de una buena cosecha, unos buenos vinos y de una gran capacidad de trasladárselo al consumidor.

Treinta y ocho millones de hectolitros estimados por Cooperativas y el Ministerio de agricultura, extremo inferior de horquilla que encuentra en los treinta y nueve, cifra hacia la que nos acercamos nosotros, el límite superior, es una cosecha lo suficientemente corta como para que las históricas cifras de existencias con las que abríamos la campaña no nos pongan en la mesa unas disponibilidades a las que no podamos hacer frente en su comercialización. Pero eso es solo en teoría, porque luego la experiencia nos indica que campañas donde las circunstancias apuntaban hacia grandes oportunidades para nuestras bodegas de cara a aumentar el valor de nuestros elaborados, se quedaban en nada, llegando incluso a presentarse algunos problemas de precios o existencias más allá de las calculadas.

Situaciones como a la que nos enfrentamos en la guerra comercial abierta por Estados Unidos contra algunos países de la Unión Europea, con amenazas de aumento de los aranceles en un veinticinco por ciento, no animan a pensar en una campaña tranquila. Y aunque es el país al que más caro le vendemos, su volumen tampoco es de esperar que se vaya a ver tremendamente afectado. Aunque mejor será seguir exigiendo a nuestros representantes que lleguen a acuerdo con la administración norteamericana que ponga fin a un conflicto que evidencia a la perfección la vulnerabilidad de nuestro sector y las grandes barreras a las que deben enfrentarse nuestras bodegas en esa cacareada globalización de los mercados mundiales. Mucho más teórica que práctica en muchos de los casos.

Pero quedémonos con lo que es una realidad y dejemos para más adelante las posibles dificultades a las que debamos enfrentarnos. Tenemos ya en nuestras bodegas la gran mayoría de la cosecha, la sanidad del fruto ha estado rozando la perfección en la mayoría de las bodegas y la calidad de los vinos y mostos elaborados será espectacular. Confiemos en que esto, y los precios tan contenidos a los que se han comprometido las uvas, sea un punto de partida para nuestras bodegas lo suficientemente sólido con el que alcanzar una mejor comercialización.

Por la vertebración del sector

Si queremos ser un sector potente y tener alguna posibilidad de hacerlo atractivo para generaciones futuras, lo primero que debemos conseguir es hacerlo sostenible económicamente. Se hace muy difícil imaginar que aquellas personas que tengan una alternativa de futuro laboral escojan quedarse cultivando la viña si no reciben unos ingresos suficientes como para obtener una renta digna de ella.

Lo de la sostenibilidad medioambiental es posible que sea mucho más importante que la económica y sus consecuencias, sin duda, mucho más transcendentales para el futuro de la humanidad. Pero no nos equivoquemos, que los ideales, sin un plato caliente garantizado, lo tienen muy difícil para salir adelante.

Y eso, que dicho así puede llegar a sonar obsceno, es una realidad que mejor haríamos en asumir cuanto antes si queremos encontrar la forma de avanzar.

Para ello hay que seguir insistiendo en eso de “valorizar” el producto. Lo que como objetivo a largo plazo está genial. Pero, para llegar a ello, tenemos que ir cubriendo ciertas etapas que resultan ineludibles. Y aún con todo y con eso, todavía seguiríamos teniendo el mayor de los problemas sin resolver: su venta. Porque, no lo olvidemos, producimos vino para venderlo, no para almacenarlo, quemarlo o retirarlo temporalmente del circuito. Nuestro objetivo es que la gente consuma nuestros vinos.

Para alcanzarlo es necesario definir con cierto detalle: producciones, rendimientos, grados, zonas, técnicas de cultivo, rentabilidades, precios… En definitiva: cuál es el modelo de producción con el que soñamos. Después, concretar a un cierto nivel de detalle todos estos parámetros. Y, por si todo esto no fuera ya lo bastante complicado, encontrar la forma de hacerlo sin entrar en conflicto con la libertad de mercado y la competencia.

Y mientras esto llega (si es que lo conseguimos), parece necesario dotar al sector de herramientas con las que poder actuar. Así como de organizaciones con la capacidad para implantarlas. Sobre lo segundo, está bastante claro que está la Interprofesional, como así lo indican sus objetivos fundacionales. Y en cuanto a lo primero, las propuestas presentadas al Ministerio, órgano con capacidad legislativa para implantarlas, se han concretado en un documento que bajo la denominación “Hoja de Ruta” para la estabilidad y la mejora de la calidad de los vinos, pretende exigir unos requisitos mínimos de calidad para la uva de vinificación, intensificar el control de subproductos para la destilación y establecer mecanismos de regulación de la oferta. Todo ello con el plazo de puesta en marcha del primero de noviembre próximo para la intensificación de los controles en los subproductos destinados a la destilación; y la campaña 20/21 para las relacionadas con la norma de calidad y mecanismos de regulación, de tal forma que sean conocidas por los operadores antes de que comience la campaña.

Comentario vendimias

Mientras una buena parte de los viñedos de España han finalizado (o están a punto de hacerlo) sus vendimias, otros se van incorporando con ligeros adelantos sobre las fechas en las que tradicionalmente lo venían haciendo. Tónica que podría decirse ha sido general en esta vendimia y que, muy posiblemente por consecuencia de los efectos del cambio climático, llevamos unas campañas en las que se han convertido en algo habitual. Hasta tal punto que hablar de “fechas tradicionales” en las que tenían lugar las tareas agrícolas son más reminiscencias del pasado, que una buena referencia. Y es que tenemos que irnos acostumbrando a que las fechas en las que brotaba, lloraba, enveraba, maduraba y se vendimiaba la uva se han adelantado entre dos y tres semanas con respecto a las que lo hicieron en tiempos de nuestros abuelos.

Como también han variado los regímenes de lluvias, bastante más escasas en la actualidad y con frecuentes episodios de precipitaciones torrenciales o dañinos (más de lo que lo eran) pedriscos.

Aún con todo y con eso podríamos decir que esta campaña ha resultado (son muchos los millones de kilos de uva que ya han entrado en las bodegas) muy buena en sus aspectos cualitativos, a lo que ha ayudado mucho la excelente sanidad de un fruto que ha madurado muy satisfactoriamente, obteniéndose grados más elevados que en la campaña anterior, con especial mención en Castilla-La Mancha. Por dos razones, fundamentalmente. Una porque por sí misma recoge la mitad de la cosecha de todo el país y, por consiguiente, lo que en ella suceda acabará afectando al total de los vinos españoles. Y dos, porque es donde ese aumento de entre grado y grado y medio ha sido más notable que en otras regiones.

La idea general es que el volumen acabará siendo ligeramente inferior a los cuarenta millones de hectolitros. Para algunas organizaciones ese trecho que nos separe de los cuarenta puede llegar a ser de millón y medio, para otros de apenas cien mil hectolitros. En general podríamos dar por buena la estimación de cuarenta millones que ha publicado la DG Agri de la UE, con datos a 27 de septiembre, en la que cifra a nivel europeo la producción en 161,3 Mhl (-15%) sobre la anterior campaña. Situando a Italia como primer país productor con 46,135 Mhl. seguido de Francia 43,356 Mhl y devolviendo al tercer puesto del ranking a nuestro país. Veintiocho millones de hectolitros menos en la UE que, si no han servido para aumentar la cotización de las uvas, confiemos en que, al menos, sí lo hagan para recuperar los precios de los vinos y mostos.