¿Compensarán las medidas los efectos de la crisis?

Todo el mundo coincide en que de esta saldremos y, aunque los hay que consideran que con valores como el de la solidaridad y la familia reforzados, no hay ninguna duda de que pagaremos un alto coste por ello. Hasta dónde alcanzará la crisis y qué sectores serán los que se vean más afectados es una duda que, poco a poco, se va despejando, gracias a los datos concretos que se van conociendo.

Tras un primer momento de pánico por la paralización, casi absoluta de la economía y el cierre total de bares y restaurantes, el consumo de vino en el canal alimentación era el único capaz de darnos alguna alegría, con incrementos espectaculares y un interés inusitado de los compradores por utilizar las plataformas online en sus compras para un consumo que aumentaba su frecuencia.

Pero también sabíamos a ciencia cierta que, por más que estas ventas aumenten, van a quedarse a años luz de compensar todo lo que perdamos en Horeca, turismo y venta directa en bodega. Que la exportación, por estos mismos motivos, será imposible que mantenga su ritmo y que se verá fuertemente afectada; lo que provocará un agravamiento de la tensión que ya vivíamos en los mercados, con precios moderados y volúmenes reducidos, limitados a la reposición, en espera de nuevos acontecimientos que permitan tener una idea más precisa del futuro inmediato en disponibilidades y necesidades de abastecimiento. Lamentablemente, los acontecimientos no pudieron resultar más negativos para el sector y los peores escenarios imaginables al principio de la campaña se quedaron como un bello sueño ante la realidad de unos acontecimientos históricos.

Aunque, al menos (y eso hay que reconocerlo) la Comisión Europea, al contrario de la posición férrea mantenida en contra de aplicar cualquier medida que ayudase a paliar la situación excedentaria del sector, se ha mostrado dispuesta a adoptar medidas desde el primer momento: retiradas temporales, como contratos de almacenamiento, o definitivas, mediante la destilación, podas en verde; y todo a cuenta de los Programas Nacionales de Apoyo al Sector Vitivinícola (PASVE). Lo que, sin duda, vendrá a paliar la delicada situación de los países mediterráneos que, en palabras del director de la OIV, Pau Roca, serán los que en mayor medida se vean afectados por esta situación.

“V U L”

Durante estas últimas semanas, yo mismo he intentado buscar aquellos aspectos que pudieran suponer un ápice de esperanza en una situación extraordinariamente preocupante. A la pérdida de vidas humanas, había que añadirle las posibles secuelas que, sobre la macroeconomía, pero, muy especialmente, sobre la micro de familias y pequeñas empresas, iba a tener este frenazo brusco de la actividad económica.

Todos somos conscientes, aunque existan estimaciones diferentes según provengan de un organismo u otro, de las consecuencias que, sobre todos nosotros, va a tener esta crisis serán muy graves. Y que la famosa “V” cada día está más lejana y toma fuerza la “U” como forma de la curva en la que se desarrollará esta profunda recesión, en el mejor de los casos. Y que no tengamos que deber enfrentarnos, cuando todavía no acabábamos de haber superado la crisis financiera del 2008, a un largo periodo de recuperación, que adopte la forma de la terrible “L”.

Para los millones de personas que perderán su empleo y los que se verán afectados por el debilitamiento de las políticas sociales, que serán completamente inviables ante el crecimiento desbocado de nuestro déficit, que les hablen de “V”, “U” o de “L” carece de la más mínima importancia.

La sola mención de un 8% de caída de nuestro PIB en este año, tasas de paro del 20% que nos devuelvan hasta los cinco millones de parados, la recuperación de las primas de riesgo como consecuencia de la emisión ingente de deuda pública que deberemos acometer para hacer frente al gasto que esta pandemia del Covid-19 ha provocado, la desaparición de cientos de miles de pequeños establecimientos de hostelería… son cifras que me ponen los pelos de punta.

Y, aun así, sigo pensando que el sector vitivinícola español tiene frente sí una gran oportunidad.

Al consumo en los hogares se le abre un gran camino por recorrer y las bodegas tienen la obligación de hacer un gran esfuerzo por recuperarlo. Para ello, deben potenciar ese tercer canal en el que encontraríamos venta directa, retail o clubes de vinos y que tan eficiente se ha demostrado en estas últimas semanas.

Definir estrategias, establecer modelos, desarrollar herramientas y exigir medidas fiscales y de financiación de apoyo debería ser un compromiso claro y preciso de nuestras administraciones; y si (como es previsible), no lo fuera, de nuestras organizaciones sectoriales, que deberían poner en valor su representatividad sectorial y dar muestras de sensatez, uniéndose en esta tarea, superando la mediocridad de nuestros políticos, mucho más preocupados por ellos mismos que por sus representados.

Es muy posible que, sin olvidarnos del gran esfuerzo hecho hasta ahora en los mercados exteriores, haya llegado el momento de mirar hacia el mercado interior y aprovechar este pequeño impulso para acercarnos a los consumidores españoles y decirles que los vinos españoles están a la altura de cualquier otro en calidad, que sus precios son más bajos y que su consumo más frecuente es posible. La cercanía, condiciones de producción que rozan el cultivo ecológico, su papel medioambiental e influencia en la fijación de la población, son valores perfectamente compatibles como vinos modernos, actuales, variopintos y apropiados para un consumo responsable y de mayor frecuencia.

Sabemos que lo perdido en bares y restaurantes, venta en bodega y turistas está muy lejos de haber podido ser compensado por el incremento que ha experimentado la venta directa en retail o plataformas de venta. Pero lo sucedido nos debería servir de claro ejemplo de la gran oportunidad que se nos presenta. Los cambios en la logística, la digitalización de la población y la superación del miedo a la compra por internet conforman una realidad que, con este brutal confinamiento, ha venido para quedase y representa una extraordinaria posibilidad para miles de nuestras bodegas que carecen de tamaño para otro tipo de medidas.

La globalización se ha hecho patente como nunca antes y es nuestra obligación aprovechar la oportunidad que se nos presenta.

Una anormalidad que nos devuelva a la normalidad

Nos acercamos hacia el final del estado de alarma que fuera decretado el ya lejano catorce de marzo, aunque todavía no seamos capaces de ponerle fecha, y se van conociendo poco a poco las condiciones en las que saldremos de él. Sabemos que va a ser de una forma paulatina y para ello se van a utilizar herramientas muy variopintas, que van desde las mascarillas o test generalizados, hasta aplicaciones de geolocalización o limitaciones en las libertades de los ciudadanos. Por no hablar de aquellas relacionadas con la economía, con las que hacer frente a una recesión que ya nadie cuestiona y sobre la que se están poniendo cada vez más en evidencia las grandes diferencias sobre cuáles son las prioridades para los grupos políticos, así como la talla de nuestra clase dirigente.

La pérdida de más de ciento veintidós mil empresas inscritas en la seguridad social, ochocientos treinta y cuatro mil cotizantes menos, un IPC del mes de marzo que ha caído seis décimas, proyecciones de PIB que estiman en una caída del ocho por ciento en 2020… son cifras suficientemente elocuentes para saber que las cosas no van a ser tan rápidas como nos prometieron y, lo que es mucho peor, que sus consecuencias en el paro y la renta disponible de los españoles tendrán fuertes repercusiones en el consumo.

¿Cómo repercutirá esto en nuestro sector? Es la gran pregunta. Pues si bien podemos pensar que se verá afectado negativamente, dado que no se trata de un bien de primera necesidad, también podemos albergar la esperanza de que uno de los cambios que toda esta situación haya provocado en la sociedad, imposible de concretar en estos momentos, sea el de recuperar la presencia del vino en la mesa de nuestros hogares, con lo que ello supone de normalidad en la alimentación.

Sabemos que no es posible volver a cifras de consumo como las de los años setenta, pero sí podemos trabajar por aprovechar esta situación para apoyar la lucha contra algunos de los errores que, desde el propio sector, hemos cometido; como pudieran ser todos aquellos relacionados con un boato y conocimientos que han ido mucho, mucho más allá de lo que un consumo racional requiere. Acercándolo más al lado de la cotidianidad que de la celebración.

Afortunadamente, producimos suficiente cantidad, de diferentes tipos y calidades de vinos, como para poder llegar a cualquier consumidor y momento de consumo. También se ha demostrado que el sector es capaz de adaptarse a las nuevas tecnologías y llegar de una forma mucho más directa al cliente.

El mundo ha cambiado y es previsible que nuestras relaciones sociales también lo hayan hecho y tengamos la oportunidad de comprobarlo en los próximos meses. Y estoy seguro, el vino no va a permanecer ajeno a todos estos cambios.

Se nos presenta una gran oportunidad

En un periodo más o menos breve, al confinamiento al que nos han sometido para luchar contra la propagación del Covid-19 se le pondrá fin y con él pasaremos de tener que preocuparnos por el colapso de la Sanidad y los grandes esfuerzos para atender a los afectados; a tener que hacerle frente a una profunda recesión y a la obligación de reactivar nuestro tejido productivo.

Con una diferencia y es que, hasta ahora, cuando la economía se frenaba lo hacía de manera involuntaria, consecuencia en cadena de situaciones sobre las que no se tenía la capacidad de actuar directamente. En esta ocasión, han sido los propios Estados los que la han frenado, haciéndolo, además, de la manera más brusca que han podido.

Dado que es la primera vez que sucede, lo que vaya a pasar es una incógnita. Por más que la teoría sea que la recuperación debe producirse en un periodo de tiempo muy breve, según quienes la han provocado, y será algo mucho menos rápida (de doce o dieciocho meses), según algunos expertos. Por el bien de todos, vamos a confiar en que esto sea así y que la vuelta al trabajo de los cientos de miles de personas afectadas por los ERTE (o que, directamente, han sido despedidas o, sencillamente, sus empresas han cerrado) vuelvan a tener un salario que les permita recuperar el consumo y, con él, el crecimiento de nuestra economía, rápidamente.

Aún con ello esta reactivación tendrá efectos sobre nuestra sociedad más allá de los estrictamente sociales o políticos que, por profundas que sean, nunca serán comparables con las consecuencias a las que en el terreno económico y laboral debamos hacer frente de manera inmediata.

Limitarán temporalmente las grandes concentraciones y establecerán medidas que limiten la natural afectividad que tenemos los latinos. Reducirán los aforos de los establecimientos, nos obligarán a llevar equipos de protección, como mascarillas o guantes… y Dios sabe cuántas más cosas, que ni tan siquiera me puedo llegar a imaginar. Pero lo que no podrán conseguir es que el turismo vuelva a ser lo mismo en unos pocos meses, ni que las visitas a las bodegas se conviertan en una alternativa para una movilidad que dependerá mucho de la capacidad económica de los consumidores.

De hecho, ya se puede asegurar que los hábitos de compra han cambiado y lo que iba a suceder, irremediablemente, en las próximos lustros, se ha visto acelerado de manera exponencial, con una implantación del comercio electrónico obligatorio, que ha venido para quedarse; y que llevará a muchas de nuestras bodegas a tener que hacer grandes esfuerzos por adaptarse a un canal que, aunque existente, era considerado complementario a un modelo en el que alimentación y hostelería seguían figurando como los dos grandes clientes sobre los que centrar sus esfuerzos.

Y es que, si bien el Vino ha tenido unas buenas cifras de venta en estas últimas semanas en los canales “retail”, club de vinos e internet, incluso podríamos considerar las vinotecas y tiendas gourmet que tuviesen servicio a domicilio; todo lo relacionado con Horeca, Canarias y venta directa, bien podríamos decir que se ha perdido por completo.

Valorar cuánto representa esto, hasta la fecha, era completamente imposible, ya que no existía ningún estudio que lo cuantificara. Afortunadamente, desde hace una semana, y con todas las salvedades que queramos ponerle, ya no es así, y el sector dispone de un informe que, elaborado por el OEMV para la Interprofesional y que, previsiblemente, se hará público la próxima semana; hace posible cuantificar el peso de cada uno de estos canales de compra.

Eso, añadido a los cambios que esta situación ha provocado en los consumidores, especialmente en lo relacionado con sus criterios de compra, tal y como podemos leer en el artículo que hemos elaborado con el estudio realizado por Wine Intelligence, nos permite asegurar que la vuelta a la “normalidad” va a estar más cerca de ser un eufemismo que de la realidad. Esperemos que sepamos aprovechar esta gran oportunidad.

Una buena explicación

No sé si pesan más los días o el constante goteo de medidas que van haciendo más difícil el confinamiento de una población que tiene sobre sus cabezas una pesada “Espada de Damocles”, personalizada en un tejido empresarial que el Gobierno ha decidido poner a hibernar durante doce días.

Entrar a discutir sobre la conveniencia de esta medida por la que se regula un permiso retribuido recuperable para las personas trabajadoras por cuenta ajena que no presten servicios esenciales, con el fin de reducir la movilidad de la población en el contexto de la lucha contra el Covid-19; no es, ni debe ser objeto de esta editorial. Tiempo habrá para ver si las consecuencias sobre el sector vitivinícola que se derivan de esta medida, y el resto de las adoptadas con motivo de este estado excepcional de alarma, han resultado adecuadas y proporcionadas.

De momento, lo que debemos hacer entre todos es entender que es obligación nuestra la de intentar adaptarnos. Nosotros, pero también (especialmente) nuestras empresas, a esta situación y hacerla lo más llevadera posible. Manteniendo la confianza en que la recesión económica que se nos viene encima tenga forma de “V” y no de “L”, como fue la derivada de la crisis financiera del 2008 y de la que todavía quedan trazas en nuestras pequeñas empresas.

Hasta ahora, la información que vamos recibiendo es un tanto contradictoria, pues mientras desde el sector productor se nos transmite una paralización casi absoluta de la actividad; la recibida desde la distribución es la contraria, con un crecimiento en las ventas vino, que han aumentado de forma muy considerable. Aquí, cada uno tendrá que valorar qué es para él “considerable”.

Una buena explicación a lo que está sucediendo con estos mensajes la podríamos encontrar en estudios como el que hará público en los próximos días la Organización Interprofesional del Vino en España (OIVE). Elaborado por el Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV) y bajo el título “Estimación del consumo del vino en España”, pretende acercarse a conocer, con cierto grado de detalle, el consumo real de vino en España. Detallando no solo el consumo per cápita estimado, que cifra en 20,76 litros, sino incluso ir un poco más allá y, además de cuantificar su valor, concretar qué parte de ese consumo estimado tiene lugar en hogares, cuál en Horeca, y cuánto en un tercer canal compuesto por: vinotecas y tiendas gourmet, clubes de vinos, internet no “retail”, Canarias, venta directa y autoconsumo; del que hemos oído hablar mucho en estos últimos años, pero sabemos más bien poco, o nada. Tampoco se olvida de otro gran asunto como es el peso de los turistas en el consumo, que en número por encima de los 85 millones nos llevan visitando los últimos años y entre los que la gastronomía (en la que el vino juega un papel importante) es uno de sus principales motivos por el que nos eligen como destino. Un documento interesante al que deberíamos prestarle atención en estos días.