La relatividad de los acontecimientos

En otro momento, a estas alturas, estaríamos todos con una regla de cálculo en la mano intentando estimar cuál será el volumen de la próxima vendimia y preocupados por los precios que estuvieran comentándose como probables en las diferentes comarcas y para las diferentes variedades. Acusándose unos a otros de querer implantar sus condiciones y denunciando la imposibilidad de mantener una actividad que trabaja a pérdidas para que sus elaborados sean vendidos a los precios más bajos de cualquier otro país productor.

El dichoso Covid-19, también en esto, se ha mostrado dispuesto a cambiarnos la vida y, sin que ello suponga que los temas no sean importantes, o que no representen una asignatura pendiente a la que habrá que buscarle una salida, ya que nuestro futuro (al menos el de una buena parte de nuestro viñedo y bodegas) depende de ello; ha conseguido dejarlos a un lado.

Y no es esto lo más preocupante, o no me lo parece a mí. Sino el hecho de que el motivo por el que han perdido interés estos asuntos sea porque hay otro mucho más transcendental y que está referido a cómo vamos a ser capaces de superar las gravísimas consecuencias que está teniendo sobre nuestras vidas, nuestro tejido productivo, nuestro panorama laboral y hasta nuestros hábitos de consumo. Ya poco importa si la cosecha es de cuarenta, cuarenta y cinco o incluso cincuenta millones de hectolitros. O si las bodegas advierten sobre las graves dificultades que van a tener para poder recepcionar la uva de aquellos proveedores de los que habitualmente lo hacían. Incluso si los precios serán inferiores.

Todo ha pasado a un segundo plano, ante las perspectivas, cada vez más serias de que el consumo tenga muchas dificultades para recuperarse en el corto plazo. Con un gran número de bares, restaurantes y hoteles cerrados ante la imposibilidad de mantener abiertos sus negocios, debido a la ausencia de clientes o la limitación de la subsistencia de los que han optado por la heroicidad de abrir. La absoluta seguridad de enfrentarnos a una campaña perdida parece haberse impuesto tajantemente por los hechos consumados.

Un paso histórico en la Unión Europea

Qué duda cabe que el acuerdo adoptado para los fondos de reactivación, en la madrugada del martes por la Unión Europea es una excelente noticia, para todos. Sin ella, sencillamente, sería imposible hacer frente a los efectos que en nuestra economía ha dejado el coronavirus. Ciento cuarenta mil millones de euros, de los que setenta y dos lo sean en subsidios, que es el importe que le corresponde a España de este paquete, es mucho, mucho dinero. Y aunque solo sea por ponerlo en contexto, convendría recordar que la facturación de las bodegas es de 6.500 M€ y el conjunto del sector se estima en doce mil, un uno por ciento del PIB.

Así es que, no hay duda. Una excelente noticia de la que nos beneficiaremos todos. No solo porque nos permitirá disponer de recursos con los que apoyar la recuperación de la economía, sino porque supone un paso adelante de gran transcendencia de cara a la consolidación de la Unión Europea, que apuesta por una verdadera política unitaria al acudir a los mercados de deuda de manera conjunta.

Tampoco convendría olvidar que este acuerdo se encuentra incluido en el marco financiero de la Unión Europea 2021-27, que ha quedado establecido 1,824 billones de Euros de los que 750.000 M€ van destinados a los fondos de reactivación. Tema enquistado desde la salida efectiva de Reino Unido.

Pero como bien me gusta repetirles a mis hijos cuando se lamentan de las consecuencias que tienen algunas acciones o decisiones que toman: “en esta vida no hay nada gratis”.

Y la primera de todas ellas podríamos encontrarla en lo que afecta a la Política Agraria Común (PAC) que ha visto rebajar su presupuesto plurianual de 382.855 M€ a 343.950 (-10,16%). Siendo los fondos destinados al Desarrollo Rural (segundo pilar) los más perjudicados al perder un 11,75%, que se fijan en 85.350 frente los 96.712 M€ del periodo anterior 2014-20. Mientras que los que tienen por objeto sufragar los gastos del primer pilar (ayudas directas) pasan de 286.143 M€ a 258.600 M€ (-9’63%).

Cómo acabará afectando a los Planes de Apoyo al Sector Vitivinícola (PASVE) es una incógnita, aunque se antoja muy complicado pensar que no lo acaben siendo. Cuál o en qué medidas se producirá la rebaja es una incógnita sobre la que resulta imposible, de momento, hacer cualquier conjetura.

Sobre lo que no es muy difícil conjeturar es sobre la importancia que estos fondos tienen para nuestro sector. Y para ello bastaría con recordar que los recursos con los que se van a pagar las medidas extraordinarias aprobadas por el Gobierno para hacer frente a los excedentes que presentan nuestras bodegas consecuencia del Covid-19, provienen exclusivamente de ellos. 91,6 M€ que, retraídos de otras medidas servirán para pagar la destilación de dos millones de hectolitros, el almacenamiento de otros 2,25 Mhl y la puesta en marcha, por primera vez en nuestra historia, de la medida de vendimia en verde.

Así es que, nos quedamos con la botella #siempremediollena, como reza el hashtag que ha diseñado la Interprofesional y ladearemos la opinión que merezca a cada uno, tanto la dotación como el prorrateo que ha sido necesario ante el volumen solicitado en las tres medidas: 3.158.698 hl para destilación y 4.848.821 en inmovilización o las 4.300 hectáreas que han solicitado eliminar su producción. Con ser preocupante su situación, la confianza que el sector tiene en una vuelta a la normalidad en el consumo relativamente rápida, parece ser bastante alta.

No se explicaría de otra manera que sea la medida destinada a la eliminación definitiva del vino, la que de las tres sea la que menor porcentaje se quedará fuera (36,68%), ya que en el almacenamiento se ha quedado fuera el 55,69% y en la vendimia en verde el 57,01%.

La cosecha 20 llama a la puerta

Cuando todavía estamos expectantes ante todas las noticias publicadas sobre la aplicación de medidas destinadas a limitar la movilidad de los ciudadanos con las que hacer frente a los rebrotes del Coivd-19 que se están produciendo en toda España, y que vienen a sumar un punto más de desasosiego en el ánimo de los operadores ante una recuperación que no acaba de producirse; la vendimia 2020 llama a la puerta con cierta insistencia, vaticinando volúmenes de cierta importancia y calidades que cubren sobradamente los parámetros mínimos exigibles.
Siendo de destacar los grandes esfuerzos, también económicos, que han tenido, y en muchos casos todavía siguen teniendo que hacer, nuestros viticultores para hacer frente al mildiu. Una enfermedad criptogámica fácilmente controlable y que en este año está resultando especialmente complicada, ante los constantes episodios de lluvia que vienen a limpiar la planta.
Lo que desde un punto de vista particular supone un grave perjuicio, ya que hará muy difícil que los precios a los que se paguen las uvas compensen los gastos ocasionados. Pero que, de cara a equilibrar la producción, no es que sea una mala noticia. Y es que, a la lentitud con la que se va retomando la actividad en el canal Horeca español, motivado de forma muy especial por el escasísimo número de turistas que nos visitan, hace que, se suman unas exportaciones a las que le pesan demasiado las circunstancias similares vividas en la mayoría de países del mundo. Esperemos que ese equilibrio en la producción haga un poco menos complicada la comercialización de una cosecha que, al menos en sus primeros compases, no apunta fácil.
La sumisión que caracteriza al viticultor y la concienciación colectiva de enfrentarnos a una situación excepcional sobre la que no pueden esperarse buenas noticias que estén relacionadas con el aspecto económico, amortiguarán los efectos que pudieran provocar los precios a los que las bodegas anuncien el precio que pagarán por sus uvas. Pero no evitará que, un año más, siga siendo el primer eslabón de la cadena el que acabe sufriendo las consecuencias de manera irremediable. Pues industria y distribución podrán tener que hacerle frente, pero siempre tendrán la posibilidad de una futura recuperación. El viticultor, no.

Cifras que corroboran las peores estimaciones

En circunstancias normales, podríamos asegurar que los fondos con los que cuenta el sector para financiar las medidas extraordinarias, destinadas a eliminar los excedentes provocados por la paralización de la economía, a causa de la pandemia del Covid-19, son los que son. Y que, en consecuencia, el prorrateo será inevitable en las medidas de destilación y almacenamiento.

Pero el caso es que, en todo lo que envuelve al maldito coronavirus, las cosas que están sucediendo son todo menos “normales”. No lo fue que un virus generara una pandemia. No lo ha sido que la población de más de tres cuartas partes del mundo (y el resto no porque resulta imposible hacerlo) se haya confinado. Y tampoco lo fue que la economía mundial se frenara de golpe. Hablar pues, de normalidad en estos momentos es pretender aplicar circunstancias a nuestros comportamientos que se nos escapan.

Por lo tanto, y desde la óptica del posibilismo, cualquier cosa puede suceder en la aplicación de estas medidas. Desde un aumento de los fondos que tengan su origen en las diferentes administraciones, hasta la congelación de los mismos. Hasta una dotación de verdad, no la redistribución de los fondos de los Planes de Apoyo, de la Unión Europea.

Aunque, si queremos ser realistas, habrá que pensar que, llegados a este momento en el que los Estados Miembros afectados: Francia, Italia y España, ya han puesto en marcha las medidas y tan solo les resta cuantificar el prorrateo en el caso de Italia y España o la forma en la que salir del embrollo en el que se metió Francia con el compromiso de aceptar la totalidad de lo ofertado; lo más probable sea que no se tome ninguna medida que altere lo inicialmente aprobado y acabe teniendo que aplicarse un fuerte prorrateo que pudiera llegar al cincuenta o al cuarenta por ciento.

Como también han resultado un baño de realidad los datos del Infovi correspondientes al mes de mayo y que podríamos resumir en que confirman lo que todos nos temíamos y no sería un buen mes para el sector. La salida de 4,06 Mhl en este mes está muy por detrás de los 5,85 Mhl del año anterior y a años luz de los 6,15 del mismo mes de 2017.

Tampoco el consumo aparente ha tenido un comportamiento que difiera de lo esperado. Cuatrocientos mil litros menos que se suman a los trescientos mil de abril y doscientos mil de mayo. Casi un millón de hectolitros menos que han dado al traste con la recuperación que con gran esfuerzo habíamos conseguido.

La prestidigitación de nuestros administradores

Esta anómala situación, provocada por un “bichito”, dispuesto a cambiarnos la vida a toda la humanidad; si algo ha puesto de manifiesto (además de la fragilidad del ser humano y lo rápido que la unidad y solidaridad se van por el desagüe) han sido las grandes cualidades financieras de todos nuestros administradores.

Si hace apenas unas semanas de lo que nos lamentábamos era de que nuestro Ministerio de Agricultura limitaba su apoyo al sector vitivinícola a “mover” de un sitio a otro los fondos con los que adoptar medidas extraordinarias con los que paliar los efectos del Covid-19. Ahora es la Comisión Europea la que ha decidido unirse y mover la bolita.

Sin más recursos que los ya existentes pre-pandemia, el Comisario Wojciechowski ha anunciado un aumento del 10% de la cofinanciación comunitaria de medidas como la reestructuración, inversiones, cosecha en verde y promoción en terceros países. Lo que, salvo que asistamos al milagro de la multiplicación de los panes y los peces, bien se podría traducir en que serán menos los beneficiarios de estas ayudas. Las mismas, conviene recordarlo, de las que provienen los noventa millones de euros con los que se financiará la destilación de crisis, el almacenamiento y la cosecha verde en nuestro país. Vamos que, entre una cosa y otra, los que puedan beneficiarse de estas ayudas van a resultar ser unos escogidos, porque serán menos y recibirán un mayor importe del que hubieren percibido anteriormente.

Pero como si todo esto no fuera ya, por sí mismo, bastante lamentable, por lo que genera de graves perjuicios comparativos, algunas comunidades autónomas han decidido sumarse a la fiesta y aportar recursos propios. Casualidad o no, son las comunidades con un sentimiento más nacionalista: Cataluña, País Vasco y Navarra. ¡Ojo! Que no quisiera que se me malinterpretase. Que me parce genial esto de que las administraciones regionales hagan lo que no ha hecho la central y es apoyar al sector, más allá de limitarse a mover los fondos asignados a unas medidas para financiar otras diferentes. Pero con estas políticas heterogéneas volvemos a romper la igualdad del sector y a situar en condiciones de competencia desiguales a los viticultores y bodegueros de unas regiones y otras de España.

En cuanto a la eficacia que acabarán teniendo todas estas medidas extraordinarias, vistas las solicitudes que se han presentado a las tres, pero especialmente destilación y almacenamiento, podemos confirmar taxativamente que era imperiosa su aplicación y que los fondos van a quedarse muy alejados de los que hubiesen sido necesarios para dar respuesta a todo el volumen ofertado. Hablar de que más de la mitad se quedará fuera de ser convertido en alcohol o esperar tiempos mejores en los que salir al mercado, podría acabar siendo muy optimista. Y lo más interesante es que semejante situación sabemos que se ha producido en Francia e intuimos que habrá sucedido en Italia.

Ahora cabría preguntarse, especialmente después de haber conocido que nuestras exportaciones durante abril cayeron un 12,7% en volumen y un 9,8% en valor, situando el acumulado del año en unas pérdidas muy similares 11,5% y 6,5% respectivamente; si podemos empezar a ver la luz al final del túnel. Considerando que las categorías que mejor han soportado el envite han sido la de BiB con incrementos en volumen y valor entre enero-abril del 11,2% y 3,7% y graneles con indicación varietal. O que las ventas a nuestros principales compradores: Francia, Portugal e Italia han perdido un 16,8%, 13,8% y 17,7%, llegando al 48,5% como es el caso de Rusia. No es previsible que seamos capaces de llegar al momento de la prorrata con una situación saneada en nuestras existencias, por lo que habrá que estar muy atento a los precios de los vinos, pero, especialmente, de mostos y uvas.