Medidas extraordinarias para una situación que se repite

Hay muy pocas explicaciones posibles que puedan justificar que, ante una situación tan extraordinaria como la que estamos viviendo, 47,78 M€ procedentes de la Unión Europea para el Programa de Apoyo al Sector Vitivinícola en la UE puedan perderse por falta de aplicación. Tal es el caso de Italia con 16,23 millones de euros sin gastar, Bulgaria 14,47 M€ o Rumanía 10,17 M€, por citar tan solo a los tres primeros. Mientras que en lado de los que más hemos gastado solo nos encontramos los españoles con 2,36 M€ por encima de lo previsto y Austria con 0,35 M€. Y eso, a pesar de que 299,61 M€ tuvieron que ser destinados a financiar las medidas extraordinarias.

Las razones que justifican esta pérdida, a pesar de la flexibilización de la norma aplicada, son fáciles de imaginar: una crisis comercial con Rusia, la elevación de los aranceles por la Administración Trump y, especialmente, la paralización de los mercados y con ellos la necesidad de las bodegas y viticultores de frenar en seco unos planes de inversión que requieren de una alta cofinanciación, en igual o mayor porcentaje del recibido, que, en la actualidad no tienen.

Destinar prácticamente más de una cuarta parte (28,36%) de los fondos a las medidas extraordinarias es una clara evidencia de la situación que vive el sector. Aunque más elocuente resulta la paralización de su actividad comercial, que está llevando a las cotizaciones a una nominalidad preocupante, ante la ausencia de un horizonte a corto plazo que pueda romper la tendencia negativa de los últimos meses e insuflar ánimos a unos operadores que han visto reducirse drásticamente el consumo de sus clientes.

Consciente de esta situación y de lo imprescindible que resultan para la supervivencia del sector las ayudas extraordinarias, la Comisión Europea se ha comprometido a prorrogarlas hasta octubre de 2021. Elevar la cofinanciación a los Planes Nacionales de tal forma que sea menor el porcentaje que las empresas deben aportar y realizar anticipos de pago a los operadores que se acojan a medidas extraordinarias. Todo ello, sin incrementar el presupuesto, por lo que, de facto, supone disminuir las acciones a las que podrán acogerse y el número de beneficiarios. Reemplazando fondos de las medidas “ordinarias” encaminadas a la modernización y apertura de mercados en favor de aquellas otras destinadas a hacer frente a una situación coyuntural excepcional. Ya que, si algo está completamente claro es que la limitación presupuestaria de la PAC impide cualquier amplificación del presupuesto.

Devolviéndonos a la situación inicial de mayo, cuando desde el sector se le demandaba a nuestro Ministerio ayudas nacionales (como se habían implementado en Francia e Italia). La respuesta, en esta ocasión, tampoco difiere mucho de la dada por entonces. Y es que, según el secretario general de Agricultura y Alimentación, Fernando Miranda, la intención del titular de esta cartera es la de trabajar en los textos reglamentarios que permitan la aplicación de estas medidas y publicar el Real Decreto en breve. Pero nunca destinar fondos cuyo origen difieran de los del PASVE.

Todo ello en un escenario de una cosecha de 45,8 Mhl (+23,1%) y unas existencias de vino y mosto de 68,93 Mhl (13,4%), lo que no hace sino confirmar que las medidas adoptadas el pasado año resultaron insuficientes. Si lo que ha limitado su eficiencia ha sido la evolución impredecible de una situación histórica o la falta de valentía en la fijación de los recursos y volúmenes asignados, será algo que quede para cada uno de nosotros. El tema ahora está en determinar cuál será la cantidad que, de cara a esta nueva aplicación, se aplique y si se mantendrá, como es previsible, la limitación de rendimientos.

Se avecinan tiempos difíciles

Que, desgraciadamente, desde hace algo menos de un año, ya nada nos sorprenda ante los acontecimientos tan impredecibles a los que hemos tenido que hacer frente en todo el mundo no significa que la disposición de una información como la referida a la producción de la cosecha no tenga una gran relevancia, por los importantes efectos que conlleva sobre el mercado y, por ende, la cuenta de resultados de las bodegas.

Sabíamos que la producción de 2020 resultaría muy superior a la del año anterior, tan es así que, en previsión de males mayores, se adoptaron medidas extraordinarias al final de la pasada campaña, con el fin de aliviar los depósitos de las bodegas (destilación) y restar parte la producción (vendimia en verde). También teníamos la certeza de que esas medidas no resolverían el problema de excedentes que la caída del consumo y las exportaciones habían provocado. Pero era imposible (al menos resultaba muy difícil), por aquel entonces, concretar en qué volúmenes nos estábamos moviendo.

Hoy, con el Infovi, podemos hablar de que la producción 2020/21 en España ha sido de 45.772.198 hectolitros, de los que 40.696.156 se han vinificado y 5.076.042 se han declarado como mosto sin concentrar, lo que supone un 23,1% más de cosecha que la obtenida el año anterior. Sin duda, una información preocupante, considerando que el consumo interno en España ha caído 1.747.577 (-15,9%) hasta situarse en 9.244.803 hectolitros (dato interanual a noviembre), que representa un consumo per cápita para España de 19,69 litros. Cantidad muy baja para uno de los países tradicionalmente productores del mundo, pero que pone de manifiesto el gran perjuicio que las limitaciones impuestas a la hostelería han tenido sobre nuestro sector.

Y eso gracias a que el rendimiento medio (l/kg) ha pasado del 75,71% del 2019 al 70,76 de la nueva vendimia. Notable descenso que, sin duda, ha permitido que los 6.469 millones de kilos de uva obtenidos no hayan generado un problema todavía mayor y que, con detenimiento, habrá que estudiar las razones que lo han provocado. Especialmente de cara a las posibles medidas que hubiera que adoptarse, si es que alguien es capaz de hacerlo, para buscar un mayor equilibrio entre producción y utilizaciones.

Está claro, de cara a la actual campaña, que el Ministerio, órgano competente para ello, deberá adoptar medidas que vayan más allá de la vendimia en verde que parece estar dispuesto a poner en marcha. Que los fondos de todas las que acaben aplicándose solo tendrán un origen: el PASVE y, en consecuencia, una pérdida de competitividad al disminuir las ayudas destinadas a reestructuración, inversiones y promoción. O que la contundencia con la que serán aplicadas deberá ser mucho mayor, al tener que asumir lo generado por una mayor producción y unos excedentes sin haberse eliminado todavía de la campaña anterior.

Sin duda, se avecinan tiempos difíciles para encontrar el destino natural a la producción y que no sería otro que el del consumo, interno o en exportación, eso es lo menos importante ahora mismo. Que requerirán del esfuerzo de todos y una gran concienciación de colectividad.

El valor percibido del vino reside en la comunicación

Según el informe presentado por la Comisión Europea “Perspectivas de los Mercados Agrícolas de la UE” a largo plazo en el periodo 2020-2030, el vino verá ralentizarse la caída del consumo per cápita dentro de la Unión Europea, estabilizándolo en el entorno de los 25,4 litros frente los 24,6 del 2019, moderando la caída desde el 1,1% del periodo 2009-19, al 0,3%. Manteniéndose, eso sí, las grandes diferencias existentes entre los diferentes Estados Miembros.

Por tipos de productos, serán los espumosos y los vinos con una menor graduación los que mejor se adaptarán a los cambiantes estilos de vida y preferencias de los consumidores que se inclinan, cada vez, por los vinos con Indicación Geográfica y Denominación de Origen.

Con unas exportaciones fuera de la UE que crecerán a un ritmo mucho menor, 0,3% anual, llevando el volumen total desde los 29 Mhl del 2019, hasta los 31 al final del periodo estudiado, con un fuerte peso de vinos de bajo precio.

La superficie apenas crecerá, en estos diez años que restan hasta el final del periodo analizado, cien mil hectáreas y la producción vinificada 3 millones de hl. Más como consecuencia de las variables climáticas y la producción de vinos ecológicos y orgánicos, que como un cambio derivado de la modificación en las técnicas de cultivo, ya que deberán hacer frente a los abandonos que surgirán como consecuencia del relevo generacional.

Tanto las conclusiones de este informe, como la experiencia proporcionada por la situación extraordinaria del Covid-19, deberían hacernos reflexionar sobre el futuro del sector vitivinícola español, ya que la escasa rentabilidad, en general, de nuestro viñedo, solo mejorado por el incremento desproporcionado de los rendimientos, podría ocasionar graves problemas de excedentes que acabasen perjudicando de manera muy notable la calidad media de nuestras producciones y, por ende, su competitividad.

Sin duda, el fuerte empuje que le hemos dado a la implantación de tecnología en nuestras empresas es un gran paso hacia adelante que nos debe conducir a mejorar nuestro mercado exterior. Como lo es, también, la recuperación en el hogar de una parte del consumo de vinos de mayor valor y calidad. Pero resultará, impepinablemente, insuficiente para alcanzar un equilibrio entre producción y utilizaciones.

La extraordinaria situación en la que nos encontramos, desde hace ya casi un año, motivada por una pandemia mundial, no debería hacernos olvidar los importantes retos a los que nos enfrentamos y las grandes modificaciones que en nuestro modelo productivo debemos abordar.

En la pasada vendimia, sin faltar a la tradición, surgieron importantes enfrentamientos que, en algunos casos, derivaron en peligrosas acusaciones, motivadas por el precio de la uva. Incluso llegó a cuestionarse el propio modelo productivo de las cooperativas, sector que agrupa alrededor del 60% de la producción en nuestro país. Pero se dijo muy poco sobre cuáles son las posibles razones que nos llevan a estos precios y la falta de rentabilidad para los viticultores. Todos queremos más y mejores precios. Pero el mercado es el que es y aspirar a cobrar más por nuestras producciones es muy lícito, pero escasamente realista si no mejoramos el valor de nuestros elaborados y la calidad percibida por los consumidores.

Complicado, sin duda, pero necesario. Ya que lo más importante, la calidad intrínseca está, solo que no hemos sabido generar la percibida. Para hacerlo necesitamos la comunicación. Vivimos en una sociedad dominada por la comunicación. Y, en cambio, somos extraordinariamente mojigatos en nuestras planificaciones y destino de recursos.

La cara de la moneda

Hay que reconocer que no es sencillo encontrar un tema que nos ayude a superar esos nubarrones que nos acompañan desde marzo y que nos han llevado hasta una situación preocupante, muy preocupante, en todos los sentidos. Pues, la presión hospitalaria desaparecerá, pero el virus dejará secuelas en un importante número de las personas que hayan sufrido la enfermedad; la economía volverá a una actividad normalizada, pero muchas empresas y empleos se habrán quedado en el camino. Incluso el sector vitivinícola recuperará el consumo en el canal de la hostelería y la restauración; y una parte, todavía por determinar, de lo mejorado en la venta online y el hogar, permanecerá y permitirá mirar al consumo aparente con optimismo. Pero en este lapso de tiempo, a una buena parte de ese vino no consumido habrá que buscarle una salida que no sea la de almacenarse en unas bodegas totalmente incapacitadas para asumirlo, ni por espacio, ni por capacidad financiera.

Aun así, debemos mirar al futuro con cierto optimismo y plantearnos la posibilidad de poner en valor algunas de las características que definen históricamente nuestros vinos y que en estos meses han adquirido notable relevancia. Sabíamos que la población cada día se mostraba más preocupada por todo lo relacionado con la salud. Queremos vivir más y mejor y el vino, con no ser recomendable su ingesta con tales fines, si aporta efectos contrastados y evidentes muy positivos si se consume con moderación y se huye de acumulaciones en momentos muy concretos, como pudiera ser el de fin de semana. Si lo consumimos como una forma de relajarnos y disfrutar del momento de una copa con la familia o amigos, ¿qué mejor que hacerlo dos o tres veces por semana, después de la jornada laboral y poniendo en valor eso que tanto echamos ahora de menos que es la socialización?

También nos sentimos altamente comprometidos con el medioambiente y asumimos, de una forma más notable desde la pandemia, que debemos hacer algo por preservar el mundo en el que vivimos y evitar dejarles un planeta peor a nuestros hijos del que nos encontramos de manos de nuestros abuelos. El viñedo es uno de los cultivos que mejor responde a este tipo de actividad capaz de desarrollar la sostenibilidad y la economía circular que genera.

Hemos tomado consciencia de la importancia de la digitalización en nuestras vidas. Haciendo posible no solo la conexión en lugares donde hasta ahora carecían de infraestructura para ello, sino que hemos asumido que es posible trabajar de otra manera en la que no sean necesarios tantos viajes con el consumo de tiempo y recursos que ello representa, imponiéndose el teletrabajo donde se creía imposible y demostrando que el tamaño de las empresas, con seguir siendo un valor importante, ha perdido parte de su protagonismo.

Somos un gran sector, disfrutamos de valores muy actuales, contamos con una gran calidad en nuestros productos y disponemos de medios y organizaciones para poder dar ese pequeño salto que nos falta para poner en valor nuestros vinos.

Estos tiempos pueden ser una gran oportunidad que solo de nosotros depende no dejemos perder.