Las vendimias en España

A pesar de que son muchos los acontecimientos que todavía deberemos abordar para que la vendimia 2021 sea una realidad, las estimaciones que se barajan resultan bastante coincidentes. Pues, si bien, desde las diferentes organizaciones que las realizan existen las naturales divergencias, éstas son, al menos hasta ahora, bastante reducidas con respecto a las de otros años, cifrando en los TREINTA Y NUEVE millones de hectolitros una referencia bastante exacta sobre la que podría situarse esta vendimia, millón arriba o abajo.

Especialmente llamativa resulta la reducción que experimentará Castilla-La Mancha (-20%) la que, si bien no está previsto sea la que mayor cosecha pierda con respecto a la del año pasado, sí que su volumen, cerca de veintitrés millones de hectolitros, la hace especialmente relevante. Ratio sobre el que se sitúan regiones tan importantes como son Extremadura (-22%) o la Comunidad Valenciana (-27%) segunda y tercera respectivamente en orden de producción más importantes de España. Con Cataluña y Galicia como las dos únicas regiones, de las principales productoras, que presentan cosechas superiores a las del pasado año.

Sobre el otro gran tema, el de los precios de las uvas y mostos, decir que las primeras tablillas publicadas representan un ligero aumento sobre las del año pasado, aunque por debajo de la pérdida de cosecha. Lo que, en muchos casos, hará muy complicado que los ingresos brutos de los viticultores superen la cuantía percibida el pasado año y, desde luego, imposible que lo hagan en términos netos. Pues si algo ha caracterizado esta campaña vitícola, han sido los numerosos tratamientos que han tenido que darse al viñedo para luchar contra las enfermedades criptogámicas, especialmente mildiu, verdadero responsable de la pérdida de producción.

En lo que hace referencia a los precios de los mostos, de lo conocido hasta ahora podríamos decir que presentan una clara tendencia alcista, con incrementos mucho más evidentes que el mostrado para las uvas y una impresión bastante generalizada de que así se mantendrá en las próximas semanas.

Estimaciones bajas en España, pero especialmente en los dos grandes productores mundial: Francia e Italia, permiten albergar esa esperanza de precios mucho más elevados que los vividos el pasado año.

En cuanto al tema de la calidad del fruto y los mostos. Nada que difiera de lo que se estima todos los años: buen estado sanitario y calidad óptima.

Una vendimia que, a priori, no difiere mucho de lo que viene siendo habitual y que tendrá en el precio de las uvas el principal escollo.

Una oportunidad que no se debe dejar pasar

Llega a su fin el mes de agosto y con él los remolques cargados de uva invaden nuestras carreteras y devuelven al sector a una realidad repleta de retos y objetivos con los que hacer frente a una nueva campaña, en la que la vuelta a la “normalidad” podría ser la mejor definición posible.

Retorno a una normalidad marcada por la climatología, con tormentas de verano, algún episodio de granizo y noches que comienzan a refrescar; permitiendo un correcto desarrollo del fruto en su trabajo por alcanzar los valores óptimos de maduración que hagan posible la obtención de excelentes productos con los que acudir al mercado.

Un mercado en el que la superación, todavía con grandes trabas en los hábitos de consumo impuestos por el Covid, muestra su lado más amable y devuelve la esperanza a unos bodegueros que confían en una rápida consolidación de la reactivación del consumo en la hostelería producida en los lugares de veraneo y que esperan trasladar a los grandes núcleos urbanos. Con la esperanza, nunca lo suficientemente valiente, de apuntalar lo que de bueno han traído estos más de dieciocho meses de sufrimiento, como es la potenciación del comercio online y el aumento en los momentos de consumo e ingesta de vino en los hogares.

Deseos que por más que estimaciones a la baja de producciones cercanas al quince por ciento en el conjunto nacional, con algunas regiones de gran valor en el panorama vitivinícola como Castilla-La Mancha donde podamos estar hablando de un veinticinco, o incluso superior en la segunda comunidad productora como es Extremadura; no han acabado por trasladarse al mercado. Donde los precios de sus uvas, mostos y vinos mantienen una tímida tendencia alcista que dista mucho de alcanzar niveles prepandémicos y satisfacer a unos viticultores que siguen siendo la parte más débil de esa cadena de valor y que les lleva a denunciar de manera reiterada que, ni Ley de la Cadena, ni el control de la AICA están sirviendo para que los contratos homologados que firman consigan evitar la venta a pérdidas y obtener una renta digna con la que asegurar el futuro de su explotación.

Cosechas ciertamente inferiores a las del año pasado en todos los grandes productores europeos, con descensos que llegan a superar el veinticinco por ciento en Francia o el diez en Italia. Recuperación del consumo, sostenimiento de las exportaciones, tendencia clara al alza de precios en mostos y vinos y unas existencias que, con ser superiores a las de otros años, tampoco es que sean inasumibles en un panorama optimista. Deberían haber generado un ambiente positivo, distendido, alegre y esperanzador. Situación claramente distante de una realidad marcada por denuncias constantes y acusaciones de abuso de posición dominante que hacen muy difícil la generación de ese ambiente de entendimiento y cordialidad necesario en cualquier proyecto que aspire a romper una endiablada espiral de bajos precios y ausencia de rentabilidad.

¿Qué tiene que suceder para que esto cambie?

Pues lo bien cierto es que resulta bastante complicado responder (o al menos para mí lo es) porque las circunstancias bajo las que desarrollar la actividad vitivinícola en España difícilmente pueden pensarse más favorables. Y, aun así, las partes vuelven a mostrar su incapacidad para alcanzar acuerdos que les ayuden a afrontar el futuro con unas mínimas garantías de éxito.

¿Cuántas oportunidades de estas nos quedan?