¿Dónde está nuestro futuro vitivinícola?

Resulta bastante evidente que el sector vitivinícola es lo suficiente complejo como para que no puedan sacarse conclusiones fácilmente, y mucho menos, de un solo parámetro, por importante o relevante que este sea. No obstante, hay que considerar que estamos hablando de un cultivo que requiere un largo periodo de tiempo para que sea totalmente productivo y, en consecuencia, cualquier inversión relacionada con el viñedo debiera ser muy meditada, atendiendo más a cuestiones que pudieran venir, que a las actualmente vigentes.

Es por ello por lo que resulta tan importante conocer la evolución de la superficie plantada en un cultivo que, no creo necesario recordar, requiere de una autorización administrativa a modo de derecho de plantación.

Así resultaría más fácil llegar a entender cuál es la “salud” de nuestro sector, ya que con el estudio de la evolución de la superficie plantada podríamos llegar a comprender mejor la realidad y el potencial de desarrollo a medio y largo plazo de cada una de nuestras regiones.

De igual forma que el tema de la reconversión y reestructuración del viñedo en nuestro país ha servido, especialmente, para aumentar los rendimientos medios, haciendo posible que con un tercio menos (en números redondos) de viñedo produzcamos un cincuenta por ciento más (igualmente grosso modo). Ver cuáles son las regiones españolas que más superficie han perdido nos debería a ayudar a entender mejor dónde está la rentabilidad del viñedo y en qué regiones siguen requiriendo de cambios que hagan posible la sostenibilidad de ese cultivo.

Decir que nuestro país ha perdido, en lo que llevamos de siglo (de 2001/02 a 2020/21) 229.315 hectáreas, según datos del Ministerio de Agricultura, podría parecer mucho o poco, según se mire. Si decimos que ha sido una quinta parte del total, la cosa empieza a ser algo más seria, y si entramos al detalle por regiones y vemos que Madrid o Canarias, con un 57,04% y 52,20% son las que más superficie han perdido proporcionalmente con respecto a la que tenían al principio de siglo: la cosa empieza a ponerse algo más grave. Pero todavía podríamos pensar que son dos comunidades autónomas donde la presión inmobiliaria es muy alta y que esta podría estar detrás de las cifras. Claro que similar situación podríamos aplicar a Baleares y, por el contrario, es la que, con un 52,59%, más ha aumentado su viñedo (excepción hecha de Cantabria que apenas tenía viñedo en aquellos años).

Aun así, vamos a dar por buena esa explicación. Pero entonces, ¿cuál utilizamos para explicar el descenso del 49,15% que presenta la Región de Murcia, o el 27,86 de Aragón y 27,09 de Andalucía, 26,03 de Navarra, 24,75 de Castilla-La Mancha y 23,14 de la Comunidad Valenciana? ¿También la presión inmobiliaria?

No creo. Más bien parece que detrás de esa pérdida de interés por cultivar la viña se pudiera encontrar un factor de falta de rentabilidad, que sí parecen encontrar nuestros productores castellanoleoneses, cuya superficie es superior en un 18,02%, vascos (+13,17%) y riojanos (+12,69%), incluso gallegos, aunque en este caso prácticamente deban conformarse con haberla mantenido (+1,33%) respecto a 2001/02.

Sin duda, datos que deberían hacernos reflexionar sobre las verdaderas causas que se encuentran detrás de esta alarmante pérdida de superficie y a la que, si ligáramos los precios medios a los que se han pagado las uvas, nos ayudarían a obtener una visión mucho más clara del verdadero problema al que nos enfrentamos y cuya resolución es urgente e inexcusable.

Las vendimias en España

Con prácticamente cerradas las vendimias en todas las regiones españolas, lo más destacable de la cosecha 2021, en mi opinión, es la tranquilidad con la que ha transcurrido. Sin más incidentes que pequeños conatos de protestas en el inicio de las primeras labores vendimia, con la publicación de las famosas “tablillas”, aunque en estos tiempos sea algo mucho más representativo que efectivo, ya que todo productor debe contar con un contrato privado en el que fije el precio la que entrega su uva. El paso de las semanas y la incorporación progresiva de las sucesivas regiones a la recogida no han hecho sino ir confirmando la tendencia en los precios, sus estimaciones de producción y animando ante las numerosas expectativas que se abren frente a la baja vendimia francesa y la contenida de Italia.

Y, aunque podría resultar un tanto exagerado decir esa famosa regla de oro de que “cuando la cosecha viene baja es más reducida que las previsiones”, nada parece indicar que nos vayamos a encontrar con una cosecha tan corta como la que se preveía antes de cortar los primeros racimos. Los treinta y nueve millones de hectolitros han sido una cifra sobre la que todas las organizaciones que publican estimación de producción han pivotado, y sus correcciones a lo largo de estas semanas no han ido más allá del millón de hectolitros. Una cantidad que se encuentra dentro de ese margen de “más/menos” habitual en estos pronósticos.

Por zonas geográficas podríamos decir que la climatología y el paso del tiempo ha sido el que ha marcado la mayor diferencia. Así, tenemos que aquellas más tempranas, como pudieran ser Andalucía o Extremadura, seguidas de Castilla-La Mancha, son las que han tenido que hacer frente a mayores pérdidas de producción con respecto al año anterior. Mientras que, a las más tardías, como Castilla y León, esas tres o cuatro semanas de diferencia les han servido para recuperar una parte importante de lo que mostraba de menos la viña.

En cuanto a la calidad del fruto, especialmente su estado sanitario y presencia de cualquier rasgo de enfermedad, ha sido muy bueno. Pero no ya solo porque el esmerado trabajo de los viticultores haya permitido realizar una buena selección de las partidas, sino porque la generalidad era bastante buena y el tiempo seco de las primeras semanas de septiembre ha ayudado a ello. Pudiéndose reducir todas las incidencias a las que han tenido que hacer frente los técnicos en su transformación de la uva en mosto, a un menor rendimientos o unos valores más bajos en grado y altos en acidez. Parámetros que, en la mayoría de los casos, les han permitido obtener productos más conformes a sus necesidades de adecuación a los mercados, fundamentalmente los internacionales.

Especial mención merece el tema de los precios de las uvas, prácticamente todos por encima de los pagados el año pasado y, aunque insuficientes para cubrir los gastos de producción, en la mayoría de zonas vitivinícolas, según denuncia de las organizaciones agrarias; el incremento con respecto a los del año anterior, especialmente en aquellos de menor cuantía, ha servido para entender que, por insuficiente que fuera, era una clara muestra de buena voluntad.

Crecimiento al que, sin duda, ha contribuido la subida de los mostos, en cuyos guarismos se mostraba una clara tendencia alcista por encima de la que mostraban los de las uvas. Aunque, en estos momentos, la fluida operatividad que existía en las primeras semanas de campaña se haya visto fuertemente reducida, limitándose a contadas operaciones, muy seleccionadas, dejando a un lado aquellas de cierto volumen que permitieron fijar el rango de precios al inicio de campaña y creando ahora cierta preocupación ante la incertidumbre de lo que pasará en los meses próximos cuando la normalidad vuelva a los niveles prepandémicos, el canal Horeca retome su actividad y los mercados exteriores den una muestra clara de sus necesidades.

Relajación en un mercado que confirma su corta producción

Aunque todavía es pronto para disponer de datos concretos que cuantifiquen esta situación, todo parece indicar que la actividad comercial, tanto de vinos como de mostos, se ha relajado con respecto a las primeras semanas de campaña. Quizás porque las operaciones destinadas a hacerse con aquellas partidas “especiales”, imprescindibles para los bodegueros o importadores, ya se han realizado. Quizás porque los precios ya han alcanzado un nivel que consideran estable, por lo que no ven necesario abastecerse de un producto que encontrarán, cuando lo requieran sus ventas, al mismo precio. Quizás, porque prefieren mantener la prudencia hasta conocer cuál es con exactitud el volumen de las cosechas. Quizás, porque los importadores ya han calentado lo suficiente el mercado situando los precios en la horquilla que les permitan hacer competitivos los de sus países de origen.

El caso es que el mercado ha frenado bastante su dinamismo, devolviendo la nominalidad a sus cotizaciones y sembrando una tímida preocupación entre unos operadores que no acaban de entender cómo es posible que ante una de las cosechas históricamente más cortas en la Unión Europea no haya una mayor actividad.

La propia Comisión Europea cuantificaba el pasado 13 de octubre su estimación de cosecha en 147,7 millones de hectolitros, 22,9 Mhl menos de los 170,6 del año anterior, con una merma del 13,4%. Solo la cosecha del 2017/18 con 144,02 Mhl se sitúa por debajo en el presente siglo.

Por países, Italia se pondría a la cabeza con 44,55 Mhl, España con 39 Mhl (de los que cuatro serían de mosto, convirtiéndose en prácticamente el único país que elaboraría este producto) le usurparía el segundo puesto a Francia, que apenas sí produciría 33,33 millones, frente los 45,79 del año anterior; mientras que Alemania y Portugal conseguirían mayores producciones, 8,76 y 6,472 millones de hectolitros respectivamente; al igual que Rumanía (5,26) y Hungría (3,12), ya que el resto de países que dispondrán de un volumen superior al obtenido el año anterior: Bulgaria, Rep. Checa, Luxemburgo, Malta, Países Bajos y Polonia, apenas sumarían entre todos 1,66 millones de hectolitros.

De toda esta producción, 67,66 estarían bajo el sello de calidad de alguna de las denominaciones de origen europeas; 29,17 Mhl serían de vinos de la tierra (I.G.P.); 8,59 bajo la categoría de variedad y añada; y 29,73 Mhl se elaborarían sin ninguna de estas indicaciones (lo que se conocía como vino de mesa), para que en el epígrafe de otros vinos se elaborasen 8,51 Mhl.

Las vendimias en España

Aunque todavía son muchas las cosas que tienen que suceder en esta campaña y noticias que publicar relacionadas con las vendimias, su producción, precios y calidades, lo bien cierto es que, a diferencia de temporadas anteriores, la cosas han transcurrido con cierta tranquilidad.
Las estimaciones han ido todas (con sus más y sus menos naturales) en la misma línea, situándose entre los treinta y ocho y los cuarenta millones de hectolitros. Los precios de las uvas han recuperado un poco su valor, insuficientemente, claro, para situarlos en la franja de la rentabilidad, pero que al menos han servido para compensar la pérdida de producción allá donde mayor ha sido, caso de Castilla-La Mancha.
Incluso el errático y extraño comportamiento de los mostos, con cotizaciones que se situaron por encima de las que corresponderían a los marcados por las uvas, se ha mantenido en una línea bastante estable a lo largo de las semanas.
Sin duda, una vendimia 2021 bastante tranquila para lo que cabría esperar, con un descenso tan pronunciado de la producción y unas circunstancias tan extrañas del mercado interno y su consumo.
Aunque, quizá, ahí sea donde encontremos la explicación a todo lo sucedido. Precisamente en esas circunstancias tan extrañas, que han hecho que la prudencia y la consciencia de una situación extraordinaria de los mercados nos hayan dotado de una mayor percepción de las enormes dificultades para alterar más las cosas.
Tampoco ha sido ajeno a toda esta coyuntura lo sucedido con nuestras exportaciones, con un buen comportamiento en los últimos meses de la campaña anterior que ha permitido aliviar la presión que ejercen las abultadas existencias en las bodegas y favorecido la realización de operaciones de tanteo en las primeras semanas de la presente campaña 21/22.
Y digo de tanteo, porque como ha venido sucediendo en ocasiones similares de bajas producciones en esos países de destino, sus operadores “calientan” el mercado con contratos que elevan los precios y animan las expectativas de los productores hasta conseguir que los suyos no resulten tan poco competitivos y, una vez conseguido, frenan sus operaciones de manera brusca.

Una campaña interesante

En el mes de agosto, el mercado interior se ha llevado la parte del león de las salidas de vinos y mostos, tal y como se desprende los datos facilitados por el Sistema de Información del Mercado del Vino (Infovi) del Ministerio de Agricultura. Ya que, de los 4.728.118 hectolitros registrados como salidas, 2.910.553 fueron a atender el mercado interior y 1.817.565 a las exportaciones.

Como es normal, de lo destinado al mercado interior, la gran mayoría de los hectolitros (2.846.197) lo fueron de vino y tuvieron una finalidad distinta a la destilaría o vinagrería. Utilidades que, superada la medida extraordinaria del pasado año, apenas quedan en 28.287 hl que se convirtieron el alcohol vínico y 36.069 en vinagre.

Mientras que las exportaciones se concentraron especialmente en la Unión Europea, a la que fueron 1.359.743 hl, mientras que a países extra-UE, donde se incluye el Reino Unido, tan solo viajaron 457.822 hectolitros de vino español. Superando en 382.000 hl las cifras del año pasado. Lo que, muy posiblemente, encuentre su razón de ser en las bajas estimaciones de cosecha con las que se trabajaba en Francia e Italia y que favorecieron la recuperación de unas cotizaciones que hasta el momento deambulaban en el terreno de los mínimos.

En lo que respecta a los stocks, estos se situaron en 38.735.469 hectolitros, 37.076.248 de vino y 1.659.221 de mosto. Un 12,38% (4.084.784 hl) más de vino que en el mismo mes del año anterior y 248.673 hl (-13,03%) menos de mosto. Siendo la Comunidad de Extremadura la que con 955.150 (+66,46%) más aumenta seguida de Castilla-La Mancha, que lo hace en 2.661.923 hl (28,07%)

Cifras a las que habrá que ir siguiendo de cerca en los próximos meses, pues si importante es ir ajustando los volúmenes, más lo es que estos ajustes se produzcan en aquellas regiones en las que la tensión sobre los precios es mayor por su gran exposición. Aunque habrá que estar muy atentos al “efecto cosecha” que pudiera haber sobre estas cifras, pues el adelanto de hasta un par de semanas sobre las fechas del año anterior de las vendimias pudiera estar detrás de estos incrementos.

Una campaña interesante, como todas, pero que se hace especialmente atractiva ante las grandes expectativas que se tienen sobre la evolución de sus cotizaciones y las previsibles necesidades que deberán saciar países tan importantes para nosotros como Francia e Italia.

Las vendimias en España

De momento (tiempo habrá para que cambien las cosas), todos los operadores parecen estar contentos con la evolución de la campaña 2021/22. Volúmenes ligeramente inferiores a los del año pasado, lo que permitirá absorber con cierta facilidad el exceso de existencias acumuladas. Precios sostenidos en las uvas, pero que aseguran los del año pasado en muchas zonas y los superan por encima del veinticinco por ciento en aquellas donde más bajos estuvieron. En cuanto a la calidad del fruto, a pesar de las importantes tormentas pre vendimia, estas no han acabado trasladándose al viñedo permitiendo que los brotes de podredumbre fueran controlados sin demasiados problemas. Y unos mostos que se presentan equilibrados, ligeramente inferiores en grado y a unos precios que permiten presagiar un mantenimiento de la recuperación que se iniciara a finales de la pasada campaña en el mercado de los vinos.

Todo ello aderezado de un ambiente de recuperación del consumo y la actividad social mundial, especialmente en los principales mercados a los que exportamos y unas producciones altamente contraídas en los principales países productores europeos.

La coyuntura permite disfrutar a viticultores, bodegueros y exportadores de un contexto sin las tensiones propias de otros años. Lo que, considerando el momento del que venimos, se agradece y nos hace albergar cierta esperanza sobre la posibilidad de que, todos, acaben viendo en la campaña 21/22 la campaña de recuperación del sector.

Los problemas de falta de mano obra, los requisitos impuestos por el Covid-19 a la hora de manejar las cuadrillas, los precios por hora marcados por convenio… y todas aquellas cuestiones relacionadas con las vendimias apenas superan lo anecdótico de unos problemas que se han vuelto endémicos y a los que el sector lucha por encontrar solución con la mecanización, cada vez mayor, del viñedo.

Por otro lado, el otro gran caballo de batalla, que sería la calidad del fruto y su traslación a los vinos, está garantizada, o al menos así lo atestiguan todas las valoraciones realizadas por organizaciones agrarias, elaboradores y consejos reguladores. Cuestión de enorme importancia de cara a la comercialización de los elaborados y que, gracias a la profesionalidad de nuestros viticultores y los medios técnicos con los que cuentan nuestros técnicos, asegura los mínimos exigidos por los mercados.

Con respecto al volumen final, lógicamente, sigue siendo una incógnita, si bien cada vez adquiere más probabilidad la opción de contar con una cosecha situada en el entorno de los 38 millones de hectolitros, con una gran ventaja de que sean las comunidades más productivas y que con menores precios medios cuentan las que soportan la mayor parte de esa pérdida de producción estimada.

Una agenda para afrontar los grandes retos del futuro

Muy posiblemente, si nos preguntaran cuáles son las carencias de nuestro sector y cuáles los puntos sobre los que sería necesario incidir de manera importante y perentoria en los próximos años, los relacionados con la tecnología, no se encontrarían entre ellos. La gran inversión realizadas en los últimos años por nuestras bodegas y el gran nivel formativo de nuestros técnicos nos sitúan entre los más destacados y, aunque siempre es necesaria una inversión y una adaptación en cualquier empresa, no puede decirse que sea este un tema que lastre nuestra competitividad en los mercados y se encuentre en él la justificación a los bajos precios de nuestros elaborados, especialmente en exportación.

Y, a pesar de ello, si queremos asegurarnos una ausencia total y absoluta de posibilidades de ser competitivos en un futuro, más o menos inmediato, en el panorama internacional, bastaría con dejarnos llevar por la desidia, confiarnos en lo que hemos conseguido y olvidarnos de asuntos de gran importancia para el futuro de la competitividad de nuestros viticultores y bodegueros.

La tecnología ha avanzado mucho en estos últimos años, herramientas que hasta hace apenas una década no estaban al alcance más que de unos pocos hoy están dentro de las posibilidades de “cualquiera”. Pero, retos como hacer frente a los profundos cambios sociales, de consumo, económicos y de movilidad, entre otros muchos, hacen de la innovación un valor sobre el que pivotan muchas de nuestras posibilidades de dar ese paso al frente y elevar el valor de nuestros productos, verdadera asignatura pendiente del sector.

Pretender abordar la cuestión sin una visión interdisciplinar es tanto como condenarse al fracaso antes de empezar. Hacerlo de manera coordinada que asegure la creación de sinergias y sea capaz de trasladar sus efectos más allá de la estricta concepción empresarial de una explotación agraria o una bodega, un deber sectorial que ha sabido entender y asumir la entidad que debe representar a todo el sector, como es la Interprofesional del Vino de España.

Bajo el título de Agenda Estratégica de Innovación era presentado ante el Ministerio de Ciencia e Innovación un documento que aspira a convertirse en referencia para el sector y recoge los pilares de estrategia para el desarrollo de los proyectos de I+D+i. En él y bajo seis áreas de interés se intenta abarcar toda la cadena de valor del vino abordando temas relacionados con la Viticultura, Procesos, Producto, Sostenibilidad y Cambio Climático, Salud y Economía Vitivinícola.

Para asegurarse un correcto desarrollo de todos estos proyectos y garantizarse el acceso a las fuentes de financiación que desde Europa existen, se ha ido de la mano de la Plataforma Tecnológica del Vino, quien ha conseguido elaborar una Agenda que supone un hito para el sector y permitirá afrontar los cambios que demanda el vino español en su búsqueda de valor.

Dos temas de actualidad: la reciente revisión de la normativa sobre envases y residuos, que afectaría a la utilización de plásticos de un solo uso o el Sistema de Depósito, Devolución y Retorno de Envases (SDDR) que, aunque hoy no incluye al vidrio, podría llegar a hacerlo; y que podría acabar suponiendo un aumento de los costes para las bodegas que acabarían repercutiendo en el precio del producto. O la obligatoriedad de indicar en el etiquetado el listado de ingredientes, información nutricional, pautas de consumo responsable e información sobre sostenibilidad y que el sector pretende solucionar con una tecnología QR de etiquetas electrónicas; serían buenos ejemplos de los innumerables retos a los que nos enfrentamos.

Las vendimias en España

Aunque todavía son muchas las zonas donde las vendimias están en pleno apogeo, poco a poco pueblos enteros abandonan el ajetreo de los tractores y remolques para centrar su atención en la fermentación de unos mostos que darán origen a excelentes vinos de 2021.

Si malas han sido las condiciones bajo las que se han desarrollado las vendimias, temporales históricos, heladas en floración, granizos y sequía, acompañados de episodios descompasados con la viña de lluvias (algunas de ellas torrenciales y otras inoportunas) que impedían iniciar las labores de corte; el buen trabajo de los viticultores y, también, su dinero han hecho posible llegar a este momento con unas buenas perspectivas. Si no en cantidad, sí al menos en calidad.

No han sido ajenas estas vendimias de 2021 a brotes de podredumbre, como tampoco lo fueron a las enfermedades criptogámicas, pero, gracias a una buena programación de los técnicos en bodega y el respeto de las indicaciones recibidas, ha sido posible separar aquellas partidas que no fueron capaces de escapar de los perversos efectos de la botrytis y los mostos presentan unas excelentes condiciones para la elaboración de vinos de calidad y guarda.

Los volúmenes, con muchas reservas todavía sobre cómo pueda acabar cerrándose la campaña, no difieren gran cosa de las previsiones inicialmente manejadas y, con el millón arriba o abajo que pudiera presentarse, los treinta y ocho millones son una referencia que parece ir tomando, cada día que pasa, más protagonismo. Cantidad, sin duda, suficiente para hacer frente a todas nuestras necesidades y de la que se espera sea capaz de recuperar unas cotizaciones que se situaban, hace escasos meses, en mínimos.

Y, aunque es verdad que en las últimas semanas el ímpetu con el que se inició la campaña parece haberse relajado y dado paso a la prudencia y selección por parte de los bodegueros, tanto en sus adquisiciones de fruto como en las transacciones de vinos y mostos; la operatividad sigue siendo más que aceptable. Como así avala la estabilidad en las cotizaciones.

Es verdad que una buena parte de esta estabilidad dependerá directamente de cuál sea la evolución de nuestras exportaciones, que parecen haberse relajado en las últimas semanas. Pero parece lógico pensar que es un comportamiento natural de mercado y nada hace pensar que se vayan a frenar y poner en peligro la recuperación iniciada meses pasados.

Como tampoco que la evolución de los precios, especialmente todos los relacionados con la energía, vayan a ser un gran hándicap para que el consumo interior vuelva a las tasas pre pandémicas una vez recuperada la normalidad en la hostelería y llegada de turistas.