No es muy difícil entender que en estas semanas nos estamos jugando mucho. Casi tanto que podemos decir que de lo que suceda en estos próximos días dependerá una buen parte de la evolución de nuestros mercados, las ventas de nuestras bodegas y las posibilidades que tengamos de cara a ir trasladando graneles a envasados en nuestras exportaciones.
Podemos, ¿por qué no?, argumentar que el mercado funciona de una manera perfecta, que en él imperan las leyes de la oferta y la demanda que lo hacen justo y predecible que la fijación de los precios responde a ese equilibrio. Incluso podemos llegar a pensar que, en el súmmum de virtuosismo, el excelente comportamiento que están teniendo nuestras exportaciones se lo debemos, en buena parte, a la gran calidad de nuestros elaborados, el excelente trabajo de nuestras bodegas por abrir y consolidar los mercados, y al gran conocimiento que tienen los compradores que saben encontrar vinos de gran calidad a los mejores precios.
Para estos, la campaña 2015/16, de momento, se presenta extraordinaria. Una cantidad similar a la del pasado año, un consumo interno estable o con ligeras muestras de una tímida recuperación, exportaciones que baten récords y, aunque los viticultores quieren cobrar más por sus uvas de lo que lo hicieron en campañas anteriores, los precios de los vinos y mostos se mantienen, todavía, en horquillas aceptables. ¡Vamos, que dentro de unos meses el precio se dispara porque las existencias flaquean y tenemos que ir pensando en mayores rendimientos y mayor número de hectáreas!
Claro que, también podemos pensar que la principal razón por la que nos compran es el precio, que cualquier modificación sustancial en el mismo tendrá como consecuencia la perdida automática de un volumen considerable de venta. Que los mercados a los que nuestras bodegas y organizaciones están dedicando sus enormes recursos económicos y humanos van dirigidos a una categoría de vinos que todavía hoy (confiemos en que esto cambie en un futuro a medio y largo plazo) es testimonial ante el grueso de lo exportado. O que las muestras de recuperación del consumo interno todavía son muy débiles y son otros los intereses (políticos, electorales, etc.) los que los engrandecen.
¿Quién acabarán acertando en su predicción? Es una pregunta que no podemos responder, pero sí, al menos, alertar sobre la conveniencia de mantener cierta prudencia que nos permita no tener que lamentarnos luego de las decisiones que adoptemos.