Con una vendimia 2025 que podríamos dar por concluida y unos resultados de calidad calificados por la totalidad del sector como de extraordinarios, en gran medida debido a las altas temperaturas que han permitido mantener a raya hongos que ocasionen glucónicos indeseados. Pero también con una producción que podríamos definir como contenida y decepcionante, ante las expectativas que se tenían en la primera semana de agosto. Toda la atención se centra ahora en saber si vamos a ser capaces de trasladar esta situación al mercado y recuperar cotizaciones.
Las organizaciones agrarias y cooperativas apuestan claramente por ello justificándolas en reducciones de producción que rondan el veinte por ciento en aquellas zonas de mayor volumen: Castilla-La Mancha, Extremadura, Comunidad Valenciana y Murcia. Así como un entorno internacional en el que la tónica general ha sido la misma que en España, mucha menor producción de la esperada.
Tampoco es desdeñable la gran calidad que presenta el fruto, que ha llegado a las bodegas con unos índices de sanidad, grado y acidez excelentes.
No se muestran tan elocuentes las bodegas que, a diferencia de otras campañas donde la especulación movía cotizaciones y animaba sus operaciones; en esta campaña se muestran contenidas ante un escenario internacional de incertidumbre y un consumo que no ha hecho sino mantener esa línea descendente iniciada hace ya varios años y a la que no parece encontrarle argumento para romper su tendencia e iniciar su recuperación.
Lo que está generando bastante cansancio y hartazgo en el sector bodeguero y, especialmente, en el viticultor.
Hablar de relevo generacional con efectos climatológicos de prolongadas olas de calor o lluvias torrenciales, que no hacen sino sumarse a las ya complicadas condiciones de cultivo que tienen nuestros viticultores. Que deben conformarse con precios que apenas cubren los costes de producción (lo contrario sería ilegal) dejando en niveles incomprensibles sus ratios de rentabilidad. Lo hacen verdaderamente complicado.
Un buen ejemplo de esta pérdida de quien esté interesado en seguir cultivando la viña, lo podemos encontrar en la evolución de la superficie de viñedo de vinificación y el potencial de producción vitícola que publica el Ministerio de Agricultura y que, en días pasado hizo con los datos de la campaña 2024/25, en los que se muestra que al final de la pasada campaña (31 de julio de 2025) la superficie bajó un 1,15% y en 10.525 ha para quedar en 903.170 hectáreas, mientras que el potencial de producción se redujo aún más, casi un 2,4% y en 22.493 hectáreas. Superficie que, en lo que llevamos de siglo, acumula un descenso de 221.263 ha.
Y, aunque es cierto que se ha producido un cambio en la composición del potencial vitícola, y la superficie de los derechos sin convertir a 31 de julio de 2025 no es un componente del potencial a tener en cuenta. Un 97,2% de todo el potencial vitícola español corresponde a superficie plantada de viñedo, con esas 903.170 hectáreas. Casi con total seguridad a final de esta campaña, el 31 de julio, tengamos que estar hablando de una superficie por debajo de las 900.000 hectáreas de viñedo en nuestro país.