Un círculo vicioso del que hay que salir cuanto antes

Si en algo podemos decir que coincidimos, todos los que, de una manera u otra, estamos relacionados con el sector vitivinícola, es en destacar la pesadumbre que se respira. Desde las más grandes bodegas a las de menor tamaño, sin olvidarnos de las cooperativas, viticultores o distribuidores… Todos hablan del presente del sector como uno de los peores tiempos, como un momento en el que corre peligro la misma supervivencia del propio vino.

Y, muy posiblemente, si todos opinan lo mismo, será porque es verdad, pero yo sigo sin entenderlo muy bien y, desde luego, sin compartirlo.

Puedo estar de acuerdo en que las amenazas que se ciernen sobre el vino como producto por su contenido alcohólico son importantes y de consecuencias imprevisibles. Que la climatología nos ha conducido a niveles de producción mundiales que creíamos altamente superados, devolviéndonos a cifras de hace más de sesenta años. Incluso que el mal momento por el que atraviesan algunas de las zonas más afamadas del mundo, con niveles de stocks importantes generados durante la pandemia, y a los que no han conseguido darle salida en estos años, está generando un efecto contagio.

Hasta puedo entender que los gustos de los consumidores, su cultura, los momentos de consumo, la renta disponible para productos perfectamente prescindibles como es el vino… han cambiado.

Todo cuestiones cualitativas e intangibles que resultan difícilmente cuantificables.

Pero no puedo estar de acuerdo en justificar esta situación con los datos estadísticos de los que disponemos.

La bajada de producción es un efecto directo de cuestiones que poco o nada tienen que ver con el sector. Sequías seguidas de episodios de lluvia intensa, heladas tardías o espectaculares tormentas de granizo; nada tiene que ver con la vitivinicultura y sí con el Cambio Climático.

La reducción de la renta disponible como consecuencia de la caída en las principales economías mundiales. La alteración de un mapa geopolítico. La implantación de políticas ultraconservadoras… Nada tienen que ver con el sector y muy poco, o nada, se puede hacer desde él por cambiarlo. Pero afectan al ánimo del consumidor y reducen su capacidad de gasto.

Y, aunque no estoy cualificado para saber cómo se vence este círculo vicioso de negatividad en la que nos hemos metido. Sí sé cómo no lo conseguiremos. Y es, siguiendo sin tomar más medidas que la lamentación colectiva.

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