Muchos frentes abiertos para un verano caliente

Entre pactos políticos arancelarios, estimaciones de cosecha, evolución de las exportaciones, propuestas reglamentarias de la Comisión Europea sobre la PAC 2028-2034 y un buen número de noticias más que han trascendido esta semana…, podemos decir que las vacaciones se nos van a hacer muy largas.

Pues, si algo tienen en común todas ellas es la falta de concreción que las caracteriza y lo muy diferentes que pueden acabar siendo las consecuencias que estas puedan tener sobre el sector. Un sector que, dicho sea de paso, sigue mostrándose altamente preocupado por el futuro, sobre el que reina un profundo pesimismo. Quizá más teórico que real, pero que está haciendo seria mella en la moral de sus operadores. Circunstancia que acabará teniendo sus consecuencias en los mercados y, como primer hito, en los precios de las uvas de la próxima campaña 2025/26.

Hasta el momento, los anuncios que algunas bodegas han hecho públicos van más encaminados a garantizarse aquellas partidas de calidad especial a las que no quieren renunciar, que a fijar una tendencia. Confiemos en que no volvamos a enfrentarnos a una vendimia con precios ruinosos que pongan en peligro la propia supervivencia del viñedo y, con él, el de muchos de nuestros pueblos.

El Consejo Sectorial Vitivinícola de Cooperativas Agro-alimentarias de España ha hecho pública su primera estimación de cosecha. Si bien todavía es pronto para poder darle la suficiente precisión y tino, nos ayuda trazar esa línea gruesa en los treinta y ocho millones de hectolitros, desde la que comenzar a elaborar las necesarias correcciones que nos lleven a las cifras definitivas.

Lo que supondría un aumento sobre la 24/25 entre el 2% y el 3%. Y una Castilla-La Mancha que alcanzaría los 24 Mhl, superando ampliamente ese teórico cincuenta por ciento de la cosecha nacional que lleva varios años fulminando.

Producción a la que, sea cual acabe siendo, y ante la imposibilidad de hacerlo en el mercado interior, habrá que encontrarle acomodo allende nuestras fronteras, donde las bajas tasas de crecimiento que presentan las principales economías no dejan mucha renta disponible para muchos caprichos (el vino entre ellos). Y que el Sr. Trump se ha empeñado en empeorar más, rompiendo todos los acuerdos económicos de los últimos decenios y que, probablemente, acabará repercutiendo en un descenso de muchos más mercados, y muy próximos, que el estadounidense.

Y, cuando más necesaria resulta una política expansionista basada en la apertura de nuevos mercados (nunca sustitutivos del americano), aparece la Unión Europea con la intención de nacionalizar las ayudas sectoriales, poniendo en peligro las actuales de promoción en terceros países o la misma inversión en bodega o reestructuración; obligando a una cofinanciación que, más allá de las ya actuales provenientes del propio sector, incluya la del Ministerio o las de las Comunidades Autónomas.

Muchos temas, de gran calado todos ellos, sobre los que deberemos estar pendientes los próximos meses y que, confiemos, acaben valorizando un sector clave en la economía nacional y que juega un papel fundamental en la fijación de población en el medio rural.

Ahora más que nunca

Al ritmo al que van sucediéndose los acontecimientos y lo expuesto que el sector vitivinícola se va viendo sometido, es posible que, como diría un conocido vicepresidente que tuvimos, “a este país no lo va a reconocer ni la madre que lo parió”.

Aún así, lo bien cierto es que, entre leyes anti alcohol, de menores, trabas comerciales que van más allá de las meramente arancelarias, medidas proteccionistas, estrangulamiento de mercados, cambios sociales que llevan parejas profundas modificaciones en los hábitos de consumo y tipos de vinos, cambio climático que afecta a las condiciones de cultivo, pero también a las preferencias de los consumidores… Con ser de una extrema gravedad (y de consecuencias imprevisibles para nuestro sector, dada la actitud que tradicionalmente ha venido manteniendo nuestro Ministerio de Agricultura, con independencia de quién fuera su titular); las intenciones expuestas en su propuesta de presupuestos para el periodo 2028-34 por la presidenta de la Comisión Europea Úrsula con der Leyen, no dejan de ser extraordinariamente preocupantes.

Ya vaticinábamos, en estas mismas páginas, que los cambios en el orden mundial que estaban produciéndose, actualmente con el presupuesto en armamento, pero antes lo fue con nuestra exposición y dependencia de la fabricación de microchips y componentes, o la gestión de las mascarillas y vacunas cuando el Covid; podría traer consecuencias serias en un sector fuertemente intervenido, expuesto y dependiente de las ayudas.

Ya en el actual presupuesto vimos reducirse nuestra ficha financiera de la Intervención Sector Vitivinícola (ISV) a 202,15 M€, por lo que no debería sorprendernos que esta senda fuera por la que sigan los nuevos presupuestos. El problema está en que la concepción filosófica de cuál debiera ser el papel que jugara la Comisión Europea en el desarrollo del sector vitivinícola, un sector que produce una bebida de contenido alcohólico, pudiera verse afectada de lleno por todo este marco geopolítico cambiante.

Dados los antecedentes con los que contamos en medidas concretas para hacer frente a la eliminación de los excedentes generados por la pandemia, como pudieran ser la destilación o la aplicación de la cosecha en verde. Medidas que tuvieron que contar con fondos nacionales o regionales. O la propia propuesta de modificación de OCM vitivinícola presentada por el Comisario, Christophe Hansen, en la que se plantea la posibilidad de aplicar el abandono definitivo del viñedo con fondos nacionales…

Podríamos decir que irnos hacia una renacionalización de las ayudas no sólo no debería descartarse, sino que haríamos bien si comenzamos a trabajar, desde el sector y de la mano del Ministerio, con este horizonte en mente. Especialmente ante las profundas diferencias que esta situación podría llegar a generar entre los diversos Estados miembros, e incluso, entre regiones de un mismo país.

Y a todo esto habría que añadirle los fondos a reservar para hacer frente a acontecimientos extraordinarios, cada vez más frecuentes y de consecuencias mayores, para los que la Comisión debería dotarse económicamente.

Ahora, más que nunca es necesario que sector y Ministerio trabajen de la mano.

EE.UU., un mercado muy importante como para pensar en alternativas

Insistir sobre lo imprevisible que desde enero se ha convertido el mercado norteamericano con la llegada de la segunda Administración Trump es reiterarnos en la imposibilidad de saber, con la certeza mínima requerida, lo que va a pasar el próximo 1 de agosto. Fecha en la que ha anunciado un aumento de los aranceles actuales del 10% hasta el 30%.

Tras varios amagos de imponer tarifas aduaneras desorbitadas a la Unión Europea, todas las amenazas hasta ahora había sido aplazadas. Y, aunque en alguna de estas llegará el lobo y acabarán convirtiéndose en realidad. Han sido tantas las ocasiones en las que han sido vacuos ultimátums del peor de los tahúres que, cuando vaya a ser verdad, nos pillará por sorpresa. Tanto que ya será imposible discernir entre los efectos generados en nuestras exportaciones por los aranceles y aquellos que encuentran su explicación en una sociedad norteamericana empobrecida y que debe disminuir el consumo de cualquier producto que considere superfluo.

Sea como fuere, el caso es que esta situación está resultando lamentable para nuestro sector. Un mercado al que se le han dedicado tantos esfuerzos, de todo tipo; económicos, pero también humanos con la apertura de delegaciones propias. Un país que estaba llamado a convertirse en el primer país del mundo en volumen de vino consumido. No es de recibo que todo el trabajo se tire por la borda por la llegada de un personaje que tiene como lema no respetar ninguno de los acuerdos a los que las anteriores administraciones se habían comprometido.

Los datos de mayo correspondientes a las exportaciones de vino a este mercado, ponen de manifiesto que el efecto acopio del que hemos disfrutado en los meses anteriores parece haberse acabado.

No obstante, convendría no perder de vista lo sucedido en enero de 2023, cuando el volumen de sus importaciones comenzó una peligrosa senda bajista que duró todo el año, afectando especialmente a los vinos tintos. ¿Coincidencia con un cambio en los hábitos de consumo o un empobrecimiento de los americanos que buscaron en vinos más baratos una forma de hacer frente a la situación?

Resulta difícil, al menos en tan corto plazo, una respuesta.

Sea como sea, el caso es que se presentan tiempos difíciles para los vinos en el mercado norteamericano y aunque lo de buscar mercados alternativos, como se empeñan en repetir nuestros políticos, está muy bien. Convendría recordarles que, ni un mercado se crea tan fácilmente, ni las condiciones sociales, políticas, culturales… de este mercado son fácilmente replicables en otros países.  

Una campaña “normal” en el aire

La Conferencia Sectorial de Agricultura y Desarrollo Rural acordaba recientemente el reparto territorial de los 212,3 millones de euros entre las comunidades autónomas para financiar las medidas de apoyo al sector vitivinícola y medidas de sanidad animal y vegetal.

De este montante, 195’177 M€, corresponden a actuaciones de la Intervención Sectorial Vitivinícola (ISV) distribuidas en reestructuración y reconversión de viñedos: 105’929 M€ y 89’249 M€ en inversiones en instalaciones de transformación, infraestructuras e instrumentos de comercialización.

Reunión en la que el ministro Luis Planas manifestó a los consejeros autonómicos su preocupación por la falta de relevo generacional. Un desafío complejo y urgente que necesita del compromiso conjunto de todas las administraciones y del sector; y un trabajo en colaboración para ofrecer respuestas reales y eficaces. Explicando que asegurar la rentabilidad de las explotaciones para que la actividad resulte atractiva a los jóvenes es la forma más efectiva de afrontarlo.

Todo ello queda reflejado en el documento que ha elaborado el Ministerio, que incluye propuestas en distintos ámbitos como: la mejora de acceso a la tierra y al crédito a los jóvenes, formación para reforzar las capacidades, flexibilización y optimización de las ayudas públicas específicas, el impulso de la digitalización, fomentar el prestigio social de la profesión agraria y otras actuaciones transversales que hagan más atractivo el ejercicio de la actividad y la vida en las zonas rurales.

En otro orden de cosas, cabe destacar la proliferación de las estimaciones de producción, todas ellas con cierto grado de condicionalidad por la organización que la confecciona.

Lo que sí parece incuestionable, es que la vendimia de 2025 en España será superior a los 35’58 millones de hectolitros del año pasado. A los 39’126 Mhl de lo que sería la cosecha media de los últimos cinco años, marcados por la sequía; e incluso a los 40’66 de los últimos diez ejercicios. Volúmenes que podríamos definir como “normales”, aunque estén muy alejados de los 50’355 producidos en la campaña 2018/19.

Las lluvias de esta primavera, más abundantes de lo habitual, han favorecido una buena brotación y un desarrollo vegetativo óptimo del viñedo. Pero, ese exceso de humedad, unido a temperaturas suaves, ha propiciado la aparición del mildiu y el oídio, que están provocando daños en numerosos viñedos. Tampoco las temperaturas extremas, especialmente las nocturnas, son una buena noticia para obtener una buena producción.

Mientras llegan las reformas, las exportaciones siguen cayendo

En palabras del comisario europeo de Agricultura y Alimentación, Christophe Hansen: “en un mundo marcado por la inestabilidad geopolítica y las presiones comerciales, una política sólida de I.G.s es más esencial que nunca para garantizar la resiliencia y la autonomía del modelo agroalimentario de la UE”.

Esperanzadoras declaraciones para un sector amenazado por la caída mundial del consumo y legislaciones antialcohol que pueden suponer un fuerte freno a la difusión de la Cultura del Vino y a las recomendaciones del propio sector sobre un consumo moderado y responsable.

Que sean las figuras de calidad, con un mayor apoyo a las campañas de promoción específicas, es un buen punto de partida en el reconocimiento de que las I.G.s, no sólo contribuyen a los ingresos de los agricultores y productores, sino que también crean puestos de trabajo, promueven la gestión sostenible de los recursos y contribuyen al crecimiento económico en las zonas rurales. Siendo un símbolo de la calidad y la tradición europeas.

Por otro lado, la copresidenta del Intergrupo Vino del Parlamento Europeo, Esther Herranz, presentaba hace unos días ante la Comisión de Agricultura y Desarrollo Rural (Comagri) una serie de medidas para que, puedan ser negociadas y acordadas en el trílogo con la Comisión Europea y el Consejo

Del informe, cabe destacar la posibilidad de usar los fondos europeos sectoriales para financiar medidas de crisis como cosecha en verde, destilación y arranque. Así como permitir la transferencia de fondos sectoriales no utilizados al año siguiente para destinarlos a medidas de gestión de crisis.

Aumentar la cofinanciación al 80% en medidas de promoción exterior y adaptación al cambio climático, y permitir la prórroga de las campañas de promoción por cinco años extra en caso de que sea necesario para la consolidación de los mercados.

Prorrogar un año en caso de fuerza mayor la utilización de las autorizaciones de plantación. Garantizar la coherencia al evitar que los beneficiarios de medidas de arranque accedan a nuevas autorizaciones de plantación durante los cinco años siguientes. Simplificar las normas de etiquetado para vino destinado a la exportación a terceros países. E incluir la lucha contra enfermedades como la flavescencia dorada en los planes sectoriales.

Mientras todo esto tiene que ir evolucionando, las exportaciones españolas, entre mayo de 2024 y abril de 2025, según el informe elaborado por la Interprofesional (OIVE), presentaron una evolución negativa en volumen -8’6% y 179’8 millones de litros. Más contenida en valor que cayó apenas -1,4%, 41,5 millones de euros menos.

Los vinos a granel fueron el grupo más castigado, con una caída del 3% en valor (527,5 millones €) y del 9,9% en volumen (1.064,9 millones de litros). Mientras que, en los envasados, los I.G.P. fueron los que más cayeron -10,8% en valor y un 23,1% en volumen. Los varietales lo hicieron un -2,2% en valor y un -7,3% en volumen. Y los vinos sin ninguna indicación cerraron el periodo en positivo con un crecimiento del 3,5% en valor y +0,5% en volumen.

Los espumosos acusaron un descenso del 1,8% en valor y del 10,8% en volumen, marcado principalmente por la pérdida del cava (-8,7% en valor y -22,1% en volumen.