Al ritmo al que van sucediéndose los acontecimientos y lo expuesto que el sector vitivinícola se va viendo sometido, es posible que, como diría un conocido vicepresidente que tuvimos, “a este país no lo va a reconocer ni la madre que lo parió”.
Aún así, lo bien cierto es que, entre leyes anti alcohol, de menores, trabas comerciales que van más allá de las meramente arancelarias, medidas proteccionistas, estrangulamiento de mercados, cambios sociales que llevan parejas profundas modificaciones en los hábitos de consumo y tipos de vinos, cambio climático que afecta a las condiciones de cultivo, pero también a las preferencias de los consumidores… Con ser de una extrema gravedad (y de consecuencias imprevisibles para nuestro sector, dada la actitud que tradicionalmente ha venido manteniendo nuestro Ministerio de Agricultura, con independencia de quién fuera su titular); las intenciones expuestas en su propuesta de presupuestos para el periodo 2028-34 por la presidenta de la Comisión Europea Úrsula con der Leyen, no dejan de ser extraordinariamente preocupantes.
Ya vaticinábamos, en estas mismas páginas, que los cambios en el orden mundial que estaban produciéndose, actualmente con el presupuesto en armamento, pero antes lo fue con nuestra exposición y dependencia de la fabricación de microchips y componentes, o la gestión de las mascarillas y vacunas cuando el Covid; podría traer consecuencias serias en un sector fuertemente intervenido, expuesto y dependiente de las ayudas.
Ya en el actual presupuesto vimos reducirse nuestra ficha financiera de la Intervención Sector Vitivinícola (ISV) a 202,15 M€, por lo que no debería sorprendernos que esta senda fuera por la que sigan los nuevos presupuestos. El problema está en que la concepción filosófica de cuál debiera ser el papel que jugara la Comisión Europea en el desarrollo del sector vitivinícola, un sector que produce una bebida de contenido alcohólico, pudiera verse afectada de lleno por todo este marco geopolítico cambiante.
Dados los antecedentes con los que contamos en medidas concretas para hacer frente a la eliminación de los excedentes generados por la pandemia, como pudieran ser la destilación o la aplicación de la cosecha en verde. Medidas que tuvieron que contar con fondos nacionales o regionales. O la propia propuesta de modificación de OCM vitivinícola presentada por el Comisario, Christophe Hansen, en la que se plantea la posibilidad de aplicar el abandono definitivo del viñedo con fondos nacionales…
Podríamos decir que irnos hacia una renacionalización de las ayudas no sólo no debería descartarse, sino que haríamos bien si comenzamos a trabajar, desde el sector y de la mano del Ministerio, con este horizonte en mente. Especialmente ante las profundas diferencias que esta situación podría llegar a generar entre los diversos Estados miembros, e incluso, entre regiones de un mismo país.
Y a todo esto habría que añadirle los fondos a reservar para hacer frente a acontecimientos extraordinarios, cada vez más frecuentes y de consecuencias mayores, para los que la Comisión debería dotarse económicamente.
Ahora, más que nunca es necesario que sector y Ministerio trabajen de la mano.