Ni es nuevo, ni se va a solucionar en el corto plazo. Pero es cierto que, si queremos que se produzca el necesario relevo generacional y no seguir perdiendo miles de hectáreas (cientos de miles como puede llegar a ser el caso en apenas una década), habría que empezar a plantearse seriamente el nivel de precios a los que se compran las uvas (en general) en España.
Tema, vaya esto por delante, directamente relacionado con la revalorización de nuestros productos vitivinícolas, sin la cual es imposible que se produzca una mejora en las cotizaciones a nuestros viticultores.
Y es que llama sobrepoderosamente la atención el que hecho de que estemos hablando, con total seguridad, de una de las cosechas más cortas de la historia. Que se suma a otras tres que han estado luchando por disfrutar de este mal entendido protagonismo. Y que los precios de las uvas en origen, hayan sido tan bajos; hasta el punto de que no hayan llegado a cubrir los costes de producción, aunque según los contratos no haya sido así.
No recuerdo las décadas que llevo escuchando que el sector debe tener una redistribución de la riqueza, que los contratos con los viticultores debieran ser plurianuales en aras de una estabilidad en los costes de producción que garantizase al viticultor su rentabilidad y a la bodega la seguridad en sus salidas económicas. Sin que nada de todo esto se haya producido.
Y, mientras tanto, el sector deteriorándose, con numerosos viticultores abandonando sus viñedos, bodegas cerrando y nuestras exportaciones no consiguiendo mejorar su mix de producto y elevar la facturación. O nuestro consumo interno estabilizado en niveles notablemente inferiores a los del resto de países tradicionalmente vitivinícolas como es el nuestro.
Y, aunque es importante el tema y yo me declaro extremadamente preocupado, que nadie se lleve a engaño y piense que el “Paquete Vino” o el mantenimiento en la futura PAC 2028-34 de los fondos de la Intervención Sectorial Vitivinícola van a solucionarnos este problema.
Bajo el paraguas de una falsa interpretación, siempre en mi humilde opinión, de lo que es regular el mercado o prohibición en la fijación de los precios; el sector vaga huérfano de dirección por el mercado, empobreciéndose y haciendo muy complicada su supervivencia.
Antes, esgrimíamos la falta de alternativa al cultivo de la viña como argumento de su mantenimiento. Hoy, parques fotovoltaicos, otros cultivos como pistacho o almendra, o incluso cosechas extraordinariamente inestables como consecuencia de varios años de pertinaz sequía, seguidas de lluvias abundantes, altas temperaturas durante largos periodos, o heladas más allá de las fechas que eran tradicionales, están agravando seriamente esta situación. Y seguimos sin tomárnoslo en serio.
