Una caída en el consumo que habrá que vigilar

Es cierto que el sector vitivinícola mundial no parece estar viviendo su mejor momento. A las tradicionales amenazas que periódicamente surgen desde las instituciones, bajo la excusa de su contenido alcohólico, y que amenazan su consumo. Le llegan ahora otras de índole económica como las derivadas de conflictos bélicos. Barreras proteccionistas impuestas por la primera economía del mundo y que amenaza con generar una peligrosa vuelta a políticas proteccionistas. O aquellas que, sencillamente, se derivan de elevadas tasas de inflación crónica y que se reflejan en un claro empobrecimiento de la población que está afectando gravemente a la clase media. Baluarte del desarrollo y piedra sobre la que se configura el consumo de cualquier producto de lujo, entendiendo éste como aquel que no es necesario para subsistir. Categoría en la que, claramente, se encuentra el vino.

Pero es verdad que, a diferencia de otros momentos, la tradicional lamentación que siempre nos ha acompañado, ha generado un cierto contagio en el consumidor. Y, de la misma forma que cuando gentes llegadas de otros sectores, apostaban por el vino y creaban majestuosas bodegas y ponían en el mercado vinos de precios estratosféricos, para los que se habían visto hasta entonces. Transmitiendo un estado de bonanza, riqueza y hasta opulencia; que no se correspondía con la generalidad del sector. En estos momentos podríamos decir que nos encontramos inmersos en la corriente contraria; marcada por el negativismo que inunda de pesimismo el consumo y nos está afectando fuertemente.

Hasta ahora el consumo, superada la catástrofe que supuso la pandemia y que truncó de forma abrupta la recuperación que habíamos conseguido, llegando a superar la barrera de los once millones de hectolitros (febrero 2020) de consumo interno; y que nos llevara hasta cifras históricamente bajas de 8’8 Mhls en febrero del 2021. De las que supimos rebotar hasta los 10’63 Mhls. (feb’22) hasta que, de nuevo una crisis económica, con tasas de inflación que no se recordaban desde la anterior crisis financiera que vivimos en los 2008, con ¿se acuerdan? primas de riesgo desbocadas y amenazas de intervención por parte que la UE. Que nos llevó a perder un millón de hectolitros hasta situarnos en los 9’64 Mhls en noviembre de 2022. El consumo se había mostrado bastante estabilizado, con una ligerísima tendencia alcista que nos permitía mirar al futuro con cierto optimismo y la esperanza de volver a alcanzar la mítica barrera de los diez millones de hectolitros.

Es pronto para pensar si el dato de un solo mes, septiembre’26, supone un punto de inflexión que transforme el optimismo de una estabilidad en una sensación de pesimismo y pérdida de consumo hasta situarnos en cifras por debajo de los nueve millones. El descenso del 1,8% respecto al mismo periodo del año anterior, en términos absolutos, casi 175.000 hectolitros menos que en el interanual a septiembre de 2024; no es un buen dato.

Situando el consumo aparente en 606.711 hectolitros en ese mes, lo que representa una caída 200.552 hls (- 24,8%) respecto al mismo mes del año pasado. Cifra que en una pésima proyección estadística nos situaría el consumo interanual por debajo de los 7,5 millones de hectolitros, niveles nunca vistos.

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