Mejores, más frescos y saludables

Los hábitos de consumo de los españoles han cambiado en los últimos años. También la presión económica que está generando sobre la renta disponible el empobrecimiento provocado por un crecimiento desigual de los salarios frente al aumento del coste de la vida ocasionado por las elevadas y sostenidas tasas de inflación.

Escenario que hace especialmente necesario atender a aquellas circunstancias que pudieran sernos favorables, como pudiera ser el precio; y a aquellas otras sobre las que seguir trabajando intensamente, como la imagen.

Con resultados bastante poco alentadores, el sector lleva años persiguiendo una mejora del valor de sus vinos. Unas veces directamente mediante la elevación de los precios en aquellas categorías más consumidas; otras mediante la modificación del mix de productos comercializados que nos arrojen mejores precios medios. Y, en otras ocasiones (y no menos importante), intentado mejorar la imagen de calidad de nuestros vinos. Sin que ninguna de todas haya tenido unos efectos que pudiéramos valorar como satisfactorios.

Según un estudio elaborado por Gelt, compañía española especializada en “cashback”, la combinación de presión económica y cambio estructural en el gran consumo ha hecho que el valor de la marca gane peso en la decisión de compra. Con cuotas que sitúan a la marca como decisiva, pues cerca de la mitad del valor que el consumidor considera que tiene un producto. Cuando hace sólo unos años era poco más del 40%.

Sin embargo, la pérdida de poder adquisitivo del consumidor le ha vuelto mucho más “infiel”, mostrándose dispuesto a cambiar de marca. Uno de cada tres compradores. Declarándose muy abierto a probar alternativas en su próxima compra. Y, entre los jóvenes, de 18 a 24 años, esa apertura es todavía mayor.

Convirtiendo el precio y la búsqueda de opciones más económicas como el principal elemento diferenciador, con cerca de seis de cada diez consumidores señalando el coste como la razón decisiva para dejar una marca y probar otra. Consolidando la cultura del ahorro y tratando de aprovechar al máximo cada oportunidad.

Preocupación por el ahorro que convive con la creciente por la salud y la calidad. La cual se refleja con especial fuerza en las mujeres, mientras que, muchos hombres, se muestran más reticentes a cambiar determinados hábitos.

El consumidor medio estaría dispuesto a pagar entre un 5% y un 10% más por productos mejores, más frescos y saludables cuando percibe un beneficio claro. Los “boomers”, incluso llegarían a un incremento de hasta un 20%. Considerando el sabor como un elemento clave para muchos de los consumidores.

Combinar estos elementos con un consumidor más exigente, más informado y estratégico, que ya no se conforma con elegir sólo por precio o por costumbre, obligará a ofrecer calidad tangible, experiencias de compra más sencillas y promociones que merezcan la pena.

Los clientes omnicanal tienden a gastar más, muestran mayor lealtad a largo plazo y pueden aportar incrementos de hasta un 15% en ingresos cuando las estrategias están bien ejecutadas.

¿Estamos preparados para afrontar este presente?.