Las vendimias en España

De momento (tiempo habrá para que cambien las cosas), todos los operadores parecen estar contentos con la evolución de la campaña 2021/22. Volúmenes ligeramente inferiores a los del año pasado, lo que permitirá absorber con cierta facilidad el exceso de existencias acumuladas. Precios sostenidos en las uvas, pero que aseguran los del año pasado en muchas zonas y los superan por encima del veinticinco por ciento en aquellas donde más bajos estuvieron. En cuanto a la calidad del fruto, a pesar de las importantes tormentas pre vendimia, estas no han acabado trasladándose al viñedo permitiendo que los brotes de podredumbre fueran controlados sin demasiados problemas. Y unos mostos que se presentan equilibrados, ligeramente inferiores en grado y a unos precios que permiten presagiar un mantenimiento de la recuperación que se iniciara a finales de la pasada campaña en el mercado de los vinos.

Todo ello aderezado de un ambiente de recuperación del consumo y la actividad social mundial, especialmente en los principales mercados a los que exportamos y unas producciones altamente contraídas en los principales países productores europeos.

La coyuntura permite disfrutar a viticultores, bodegueros y exportadores de un contexto sin las tensiones propias de otros años. Lo que, considerando el momento del que venimos, se agradece y nos hace albergar cierta esperanza sobre la posibilidad de que, todos, acaben viendo en la campaña 21/22 la campaña de recuperación del sector.

Los problemas de falta de mano obra, los requisitos impuestos por el Covid-19 a la hora de manejar las cuadrillas, los precios por hora marcados por convenio… y todas aquellas cuestiones relacionadas con las vendimias apenas superan lo anecdótico de unos problemas que se han vuelto endémicos y a los que el sector lucha por encontrar solución con la mecanización, cada vez mayor, del viñedo.

Por otro lado, el otro gran caballo de batalla, que sería la calidad del fruto y su traslación a los vinos, está garantizada, o al menos así lo atestiguan todas las valoraciones realizadas por organizaciones agrarias, elaboradores y consejos reguladores. Cuestión de enorme importancia de cara a la comercialización de los elaborados y que, gracias a la profesionalidad de nuestros viticultores y los medios técnicos con los que cuentan nuestros técnicos, asegura los mínimos exigidos por los mercados.

Con respecto al volumen final, lógicamente, sigue siendo una incógnita, si bien cada vez adquiere más probabilidad la opción de contar con una cosecha situada en el entorno de los 38 millones de hectolitros, con una gran ventaja de que sean las comunidades más productivas y que con menores precios medios cuentan las que soportan la mayor parte de esa pérdida de producción estimada.

Una agenda para afrontar los grandes retos del futuro

Muy posiblemente, si nos preguntaran cuáles son las carencias de nuestro sector y cuáles los puntos sobre los que sería necesario incidir de manera importante y perentoria en los próximos años, los relacionados con la tecnología, no se encontrarían entre ellos. La gran inversión realizadas en los últimos años por nuestras bodegas y el gran nivel formativo de nuestros técnicos nos sitúan entre los más destacados y, aunque siempre es necesaria una inversión y una adaptación en cualquier empresa, no puede decirse que sea este un tema que lastre nuestra competitividad en los mercados y se encuentre en él la justificación a los bajos precios de nuestros elaborados, especialmente en exportación.

Y, a pesar de ello, si queremos asegurarnos una ausencia total y absoluta de posibilidades de ser competitivos en un futuro, más o menos inmediato, en el panorama internacional, bastaría con dejarnos llevar por la desidia, confiarnos en lo que hemos conseguido y olvidarnos de asuntos de gran importancia para el futuro de la competitividad de nuestros viticultores y bodegueros.

La tecnología ha avanzado mucho en estos últimos años, herramientas que hasta hace apenas una década no estaban al alcance más que de unos pocos hoy están dentro de las posibilidades de “cualquiera”. Pero, retos como hacer frente a los profundos cambios sociales, de consumo, económicos y de movilidad, entre otros muchos, hacen de la innovación un valor sobre el que pivotan muchas de nuestras posibilidades de dar ese paso al frente y elevar el valor de nuestros productos, verdadera asignatura pendiente del sector.

Pretender abordar la cuestión sin una visión interdisciplinar es tanto como condenarse al fracaso antes de empezar. Hacerlo de manera coordinada que asegure la creación de sinergias y sea capaz de trasladar sus efectos más allá de la estricta concepción empresarial de una explotación agraria o una bodega, un deber sectorial que ha sabido entender y asumir la entidad que debe representar a todo el sector, como es la Interprofesional del Vino de España.

Bajo el título de Agenda Estratégica de Innovación era presentado ante el Ministerio de Ciencia e Innovación un documento que aspira a convertirse en referencia para el sector y recoge los pilares de estrategia para el desarrollo de los proyectos de I+D+i. En él y bajo seis áreas de interés se intenta abarcar toda la cadena de valor del vino abordando temas relacionados con la Viticultura, Procesos, Producto, Sostenibilidad y Cambio Climático, Salud y Economía Vitivinícola.

Para asegurarse un correcto desarrollo de todos estos proyectos y garantizarse el acceso a las fuentes de financiación que desde Europa existen, se ha ido de la mano de la Plataforma Tecnológica del Vino, quien ha conseguido elaborar una Agenda que supone un hito para el sector y permitirá afrontar los cambios que demanda el vino español en su búsqueda de valor.

Dos temas de actualidad: la reciente revisión de la normativa sobre envases y residuos, que afectaría a la utilización de plásticos de un solo uso o el Sistema de Depósito, Devolución y Retorno de Envases (SDDR) que, aunque hoy no incluye al vidrio, podría llegar a hacerlo; y que podría acabar suponiendo un aumento de los costes para las bodegas que acabarían repercutiendo en el precio del producto. O la obligatoriedad de indicar en el etiquetado el listado de ingredientes, información nutricional, pautas de consumo responsable e información sobre sostenibilidad y que el sector pretende solucionar con una tecnología QR de etiquetas electrónicas; serían buenos ejemplos de los innumerables retos a los que nos enfrentamos.

Las vendimias en España

Aunque todavía son muchas las zonas donde las vendimias están en pleno apogeo, poco a poco pueblos enteros abandonan el ajetreo de los tractores y remolques para centrar su atención en la fermentación de unos mostos que darán origen a excelentes vinos de 2021.

Si malas han sido las condiciones bajo las que se han desarrollado las vendimias, temporales históricos, heladas en floración, granizos y sequía, acompañados de episodios descompasados con la viña de lluvias (algunas de ellas torrenciales y otras inoportunas) que impedían iniciar las labores de corte; el buen trabajo de los viticultores y, también, su dinero han hecho posible llegar a este momento con unas buenas perspectivas. Si no en cantidad, sí al menos en calidad.

No han sido ajenas estas vendimias de 2021 a brotes de podredumbre, como tampoco lo fueron a las enfermedades criptogámicas, pero, gracias a una buena programación de los técnicos en bodega y el respeto de las indicaciones recibidas, ha sido posible separar aquellas partidas que no fueron capaces de escapar de los perversos efectos de la botrytis y los mostos presentan unas excelentes condiciones para la elaboración de vinos de calidad y guarda.

Los volúmenes, con muchas reservas todavía sobre cómo pueda acabar cerrándose la campaña, no difieren gran cosa de las previsiones inicialmente manejadas y, con el millón arriba o abajo que pudiera presentarse, los treinta y ocho millones son una referencia que parece ir tomando, cada día que pasa, más protagonismo. Cantidad, sin duda, suficiente para hacer frente a todas nuestras necesidades y de la que se espera sea capaz de recuperar unas cotizaciones que se situaban, hace escasos meses, en mínimos.

Y, aunque es verdad que en las últimas semanas el ímpetu con el que se inició la campaña parece haberse relajado y dado paso a la prudencia y selección por parte de los bodegueros, tanto en sus adquisiciones de fruto como en las transacciones de vinos y mostos; la operatividad sigue siendo más que aceptable. Como así avala la estabilidad en las cotizaciones.

Es verdad que una buena parte de esta estabilidad dependerá directamente de cuál sea la evolución de nuestras exportaciones, que parecen haberse relajado en las últimas semanas. Pero parece lógico pensar que es un comportamiento natural de mercado y nada hace pensar que se vayan a frenar y poner en peligro la recuperación iniciada meses pasados.

Como tampoco que la evolución de los precios, especialmente todos los relacionados con la energía, vayan a ser un gran hándicap para que el consumo interior vuelva a las tasas pre pandémicas una vez recuperada la normalidad en la hostelería y llegada de turistas.

La recuperación en una tormenta perfecta

De todas las cosas que ha traído consigo este maldito virus llamado Covid-19, la mayoría de ellas han sido malas. ¡Que digo malas!, horrorosas. Nos ha costado una ingente cantidad de dinero y hemos perdido derechos que nunca antes nos hubiéramos siquiera planteado la posibilidad de que se vieran recortados. Pero ha sucedido y, con más o menos resignación, podríamos decir que lo hemos superado.

Todavía es pronto para hablar en pretérito de esta situación y, muy posiblemente seguirá siéndolo todavía un tiempo, en tanto en cuanto las autoridades sanitarias no acaben declarándolo como una enfermedad endémica y asumiendo que, del mismo modo que otro coronavirus, el de la gripe, causó estragos en la población en el siglo XIX, este los ha causado en el XXI, pasando a formar parte de nuestras vidas. Pero esto llegará, muy posiblemente dentro de no muchos meses y, ahora, tenemos la obligación, entre todos, de aprovechar lo que nos pueda dejar de bueno.

Los cambios sociales han sido brutales, acelerándose de manera exponencial acontecimientos que preveíamos en el horizonte de una década. Se ha demostrado el valor de la cohesión y la importancia que ha tenido la Unión Europea en la gestión de la situación, a pesar de todos los borrones que presenta su hoja de ruta. Se han establecido mecanismos y dotado fondos que, por nosotros mismos, hubiese sido imposible abordar. Y, por si esto fuese poco, la misma naturaleza se ha encargado de regular la producción y ofrecernos una de las cosechas más cortas y con ello facilitarnos la salida de los excedentes y recuperación de las cotizaciones.

En nuestro caso, incluso han sido las exportaciones las que, una vez más, han venido en nuestro auxilio y, lejos de lo que hubiese sido previsible en un ambiente de caída del consumo, nuestras bodegas han aumentado sus ventas y reducido sus existencias a un volumen de fin de campaña más que aceptable.

El comercio electrónico se ha multiplicado, el consumo de vino en los hogares aumentado su frecuencia y el precio medio del vino consumido también ha crecido. Hemos asumido que el vino forma parte de nuestra forma de vivir y hemos querido seguir teniéndolo a nuestro lado. No podemos permitirnos perder lo conseguido.

Aun así, como nunca nada es perfecto, nos encontramos inmersos en una verdadera “tormenta perfecta” en lo relacionado con el movimiento de mercancías y precio de las materias primas energéticas. Reino Unido no es capaz de hacer llegar a las gasolineras el carburante por falta de transportistas, los fletes navieros se han multiplicado por cuatro, igual que el precio del gas. De la electricidad no vamos a hablar, ya es imposible empezar un día sin un nuevo récord en el precio del kilovatio y el petróleo roza los ochenta euros por barril y crece más del cincuenta por ciento. Consecuencia de todo ello: el IPC disparado y con grandes amenazas de acabar con la estabilidad de la última década, lo que, nos generará grandes tensiones sociales.

Por si todo esto fuera poco, los fondos de la UE están sujetos a reformas socioeconómicas tan importantes como las políticas de empleo o las pensiones.

El sector tiene grandes oportunidades que debe aprovechar, esperemos que los árboles no nos impidan ver el bosque.

Las vendimias en España

De lo sucedido esta última semana, sin duda lo más importante ha sido la aparición de tormentas, en algunos casos acompañadas de granizo, que se han venido sucediendo en gran parte de la geografía española. Sus efectos, aunque a priori irrelevantes, han supuesto un quebranto en la planificación de muchas bodegas, que se han visto obligadas a paralizar los trabajos de recogida de la uva.

Sus consecuencias sobre la calidad del fruto, aunque están por verse, no parece, siempre en términos generales, que vayan a ser considerables, sin que el volumen y la calidad esté previsto que cambien, salvo en localidades y parcelas muy concretas.

Hablando en términos generales, la estimación de cosecha realizada por la Junta Directiva de la Interprofesional del Vino de España celebrada el pasado 17 de septiembre y dada a conocer el pasado día 23, viene a sumarse a las anteriormente publicadas por Cooperativas y algunas organizaciones agrarias como Asaja o UPA. Coincidiendo en una cantidad que rondaría los 39 y los 40 millones de hectolitros. Un 15% por debajo de la del pasado año, siguiendo la estela de lo sucedido en el resto de los grandes países productores europeos. Y en línea con lo vaticinado inicialmente por el resto de las organizaciones.

Fenómenos como la sequía; fuertes lluvias en forma de Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA), lo que anteriormente se conocía como Gota fría; brotes de enfermedades criptogámicas, con especial incidencia de mildiu; incluso en algunas zonas incendios forestales que han acabo afectando a los viñedos; explicarían esta pérdida de producción, que se situaría (recordemos) entre el veintinueve por ciento de Francia, el nueve por ciento de Italia y el quince que a España también le augura el COPA-Cogeca en su estimación de vendimia. Fijando la horquilla de la cosecha europea entre los 140 y los 145 millones de hectolitros, una producción históricamente baja, muy similar a la del 2019/20 y lejos de los 174 millones de hectolitros elaborados en la 2018/19.

Y, al igual que sucediera con el resto de vaticinios, tampoco en esta ocasión, ha querido la Interprofesional dejar de poner en valor el gran trabajo realizado por nuestros viticultores que han conseguido hacer frente a todas estas inclemencias y llegar a la vendimia 2021 con un fruto sano y de una buena calidad.

Sobre los precios a los que están cerrando las bodegas sus contratos y la imposibilidad de cubrir sus costes de producción los viticultores, se han limitado a valorar la plurianualidad de los contratos homologados, que debieran otorgar estabilidad a sus operadores y dotar de mayor trasparencia a la cadena.

Prudencia en un sector desconfiado

Según las últimas estimaciones realizadas por el COPA-Cogeca, la producción comunitaria de la campaña 2021/22 se situará en el entorno de los 140-145 millones de hectolitros, lo que supondrá una de las campañas más cortas de la historia. Francia con un descenso estimado del 29% y una cosecha que no superaría los 33,3 millones de hectolitros encabeza este triste ránking, seguida de España, cuyas estimaciones sitúan su vendimia en los 39,5 millones de hectolitros (-15%) e Italia, cuya pérdida no será tan escandalosa como en un primer momento se pensaba y quedaría reducida a un 9% de merma, entre 43,7 y 45 millones de hectolitros. Mucho más lejos quedan los vaticinios del resto de países productores, entre los que destaca por su importancia Alemania, para la que las estimaciones sitúan su cosecha en el entorno de los nueve millones, seis millones y medio para Portugal y entre dos y medio y tres para Hungría.

Esta notable reducción y la reapertura del canal Horeca, junto con la eliminación de los aranceles por parte de Estados Unidos, le permite mirar al horizonte próximo con cierto optimismo a Luca Rigotti, su presidente. Confiando en recuperar precios y demandando de las autoridades comunitarias una reforma que dote al sector de instrumentos de gestión adecuados con los que hacer frente a estas perturbaciones del mercado.

La reciente propuesta sobre la modificación de la normativa que regula el Programa de Apoyo al Sector Vitivinícola Español (PASVE) para adaptarla a las flexibilidades que permite la Comisión Europea, aunque importantes, se consideran totalmente insuficientes para hacer frente a las consecuencias que el Covid-19 ha tenido sobre el sector y sus precios.

El pago de las ayudas, la exención de determinadas penalizaciones o la modificación de los plazos, en la aplicación de las medidas de reestructuración y reconversión, inversiones, cosecha en verde y promoción en terceros países. Está muy bien y son bien recibidas por el sector, pero se han demostrado totalmente ineficientes para recuperar el precio de la uva. Que, sorprendentemente, presente cifras muy similares a las del año pasado en muchas variedades y regiones de nuestra geografía, sin que parezca tener ninguna consecuencia esta fuerte caída de la producción, generalizada en la Unión Europea y las buenas expectativas que se barajan y que vienen avaladas por el buen comportamiento de nuestras exportaciones en los meses precedentes.

En función de la actitud adoptada, parece bien claro que las bodegas han optado por no elaborar más de lo estrictamente necesario, trasladar a las cooperativas, obligadas a ello con la producción de sus socios, a su transformación y pagar precios más altos por los mostos e incluso vinos viejos, pero hacerlo solo con aquellas partidas que consideran estratégicas para su política de venta y por las que están pagando hasta un cincuenta por ciento más de lo que lo hicieron el año pasado. Caso de los mostos de Chardonnay, por ejemplo, cuyo precio actual roza, en algunas plazas los ocho euros hectogrado, cuando el año pasado cotizaba alrededor de los cinco setenta y cinco.

O lo que sucede con las uvas destinadas a la elaboración de cava, cuyas cotizaciones oscilan entre los veinticuatro y los veintiocho céntimos de euro por kilo, con apenas cinco céntimos sobre las del pasado año, mientras que los mostos presentan aumentos mucho mayores.

Sea como fuere, el caso es que el sector anda temeroso. Después de una situación tan extraña como la que hemos vivido estos últimos dieciocho meses, ya nadie se atreve a vaticinar lo que puede suceder con el consumo o las exportaciones. Y, ante eso, lo mejor es esperar.

Las vendimias en España

Pasan las semanas y con ellas las vendimias se van generalizando, y eso que, a diferencia de otros años, las condiciones meteorológicas, pero especialmente las previsiones para los próximos días, aconsejarían su recogida inmediata. Pero, si se quiere poder elaborar vinos con la calidad demandada por el mercado, es necesario esperar a alcanzar los coeficientes de madurez óptimos, aunque en ello vaya inmerso una buena cantidad de miedo a que una granizada o lluvias torrenciales den al traste con el trabajo de todo el año.

Han sido cuantiosos los tratamientos que los viticultores han tenido que darle a la viña para luchar contra las enfermedades criptogámicas, especialmente el mildiu. Mucho el trabajo que han tenido que hacer por conducir la viña hasta estos niveles de calidad y, aunque los precios no estén respondiendo, al menos como era de esperar ante el panorama general de la cosecha a nivel europeo, la profesionalidad de nuestros viticultores ha vuelto a ponerse de manifiesto con un total y absoluto compromiso con su trabajo.

Las cantidades recogidas confirman las previsiones de una cosecha mucho más corta que la anterior, las existencias publicadas por el último Infovi con datos hasta el 31 de julio las sitúan ligeramente por encima de las del año precedente, y eso a pesar de todo lo que el mercado ha sufrido con el cierre de la hostelería. Y, pese ello, lo que no acaban de arrancar son los precios de la uva.

Incrementos que apenas suponen un pequeño porcentaje de mejora con respecto a las del año anterior, si es que se producen y no son las mismas cotizaciones, no consiguen compensar la pérdida de producción, alejándose más si cabe de ese umbral de rentabilidad mínima exigida por las organizaciones agrarias. Los precios de los mostos, más elevados que los del pasado año, tampoco resultan coherentes con esta situación. Y, aunque una buena parte de la producción (se calcula sobre dos tercios) se encuentre en manos de cooperativas, cuyo pago de la uva estará relacionado con el precio al que consigan vender sus vinos a lo largo de la campaña; aquellos viticultores que venden sus uvas en el mercado libre se muestran estupefactos por una situación que ha encontrado uno de sus máximos exponentes en la demora con la que algunos de los principales elaboradores han tardado en hacer públicas sus tablillas, especialmente las referida a la variedad Airén.

Sin duda, el retraso en la maduración del fruto y la tardanza en el inicio de las tareas de vendimia que anteriormente comentábamos han propiciado esta coyuntura, pero se barrunta que no solo en estas cuestiones pudiera estar la explicación de la situación, y sí en esa especie de guerra declarada que mantienen desde hace años entre ellos.

Disponibilidades contendias para una campaña esperanzadora

Conocidos los datos del Infovi correspondientes al mes de julio, ya podemos afirmar, con total rotundidad, que las cosas no nos han ido tan mal como las circunstancias nos hacían suponer. Aumentar nuestras existencias a final de campaña 2’469 millones de hectolitros (7’0%), hasta alcanzar los 37’651 frente los 35’182 Mhl del pasado año, no está nada mal. Que de esos stocks 35’936 Mhl lo sean de vino y 1’715 de mostos versus 33’135 y 2’047 respectivamente del año pasado, tampoco es mala cosa. Y si eso lo comparamos con lo sucedido con la producción que pasó de 33’676 millones de hectolitros a 40’949 de vino y 3’628 a 5’076 de mosto de una campaña a otra respectivamente, podemos sentirnos muy satisfechos y sacar pecho por el excelente trabajo realizado durante la campaña.

Y, aunque el mérito vuelven a tenerlo nuestras exportaciones, con un volumen de 23’357 Mhl vs. 20’640; el vino destinado a la destilación (3’043 frente los 2’949 del año pasado) o los 0’414 Mhl que elaboramos de vinagre sobre los 0’311 del año anterior, tampoco han estado nada mal. Incluso lo sucedido con el consumo aparente, que baja de los 10’221 del año anterior a los 9’218 de este, podrían considerarse buenos datos teniendo en cuenta que la hostelería ha permanecido cerrada un buen número de meses y con fuertes restricciones cuando les han permitido abrir.

Hablando de futuro, las perspectivas tampoco son nada negativas, con una estimación de cosecha que rondaría, según nuestra valoración, los treinta y ocho millones y medio de hectolitros, contar con unas disponibilidades que se situarían en 76,147 millones de hectolitros cuando el año pasado fueron 81’675 Mhl, es una sustancial reducción que debiera permitirnos disfrutar de una campaña 2021/22 con no demasiados problemas y unos precios en recuperación.

Situación que, considerando las expectativas de los otros países productores europeos nos permitirían albergar la esperanza de mejorar, también, el precio medio de nuestros productos vitivinícolas, excesivamente bajos y que hacen muy complicado contar con una rentabilidad suficiente que haga interesante el relevo generacional, especialmente en la viticultura.

Y es que, si buenas son las expectativas para esta campaña para el vino, no lo están siendo tanto en lo que se refiere al precio de la uva. En muchos casos similares a los pagados el año anterior y otros, los menos, con ligeros incrementos que distan mucho de compensar la pérdida de cosecha, incidiendo sobre la nula rentabilidad de su actividad.

Las vendimias en España

Poco a poco van generalizándose unas vendimias caracterizadas por un ligero retraso sobre las fechas de los últimos años. Lluvias y la sucesión de días de altas temperaturas con otros de un calor contenido, han provocado que las primeras labores de vendimia estén resultando bastante heterogéneas, encontrándose los consejos reguladores con más complicaciones de las que eran habituales en años precedentes a la hora de poder fijar la fecha oficial de inicio.

Uno de los aspectos que más preocupaba, los numerosos y generalizados focos de enfermedades criptogámicas, especialmente mildiu, que estaban teniendo lugar en prácticamente toda la geografía, parecen haberse frenado a tiempo. Y, si bien la cantidad no podrá ser recuperada y generará pérdidas sustanciales de cosecha, al menos, lo que sí parece estar a salvo es la calidad de la vendimia. En términos generales, muy buena.

Cosecha que, considerando las grandes dudas que todavía pesan sobre cuál será la evolución del mercado durante los próximos meses y si la normalidad deberá aplicarse con algún que otro condicionante que acabe afectando a la tradicional forma de consumir en nuestro país; se presenta bastante equilibrada y suficiente para facilitar la salida ordenada de los excedentes que las bodegas tienen almacenados.

Mucho menos equilibrado parece estar siendo el mercado de las uvas. Para el que estas incertidumbres están pesando mucho y llevando a las bodegas a sostener posiciones comerciales extraordinariamente prudentes en la fijación de sus cotizaciones. Todos valoran la cosecha de “suficiente” como para no ir a provocar tensiones en el mercado y trasladar las incertidumbres al del vino, abasteciéndose de uva en estos primeros compases de campaña, lo que explicaría que precios de uvas y vinos no resulten muy coherentes. Con una recuperación en los vinos, más o menos, importante y unos precios contenidos en las uvas.

Situación que está poniendo en evidencia la escasa utilidad de algunas de las leyes aprobadas y en base a las que los viticultores confiaban en desterrar precios por debajo de los costes de producción y que la realidad está demostrando mucho más complicado que la mera fijación de los mismos por parte de unos expertos.

Caídas en la producción que se confirman en los principales países, con estimaciones de cosecha que dejarían la cosecha italiana en los 44’546 millones de hectolitros (-9’21%) según la Asociación de Enólogos, la UIV  y el Ismea. Siendo de destacar lo sucedido en la Toscana o Lombardía, con pérdidas del 25’31% y 19’99% respectivamente, mientras que Sicilia aumentaría el 8’91% y la Puglia apenas perdería el 5%.

Mientras que la agencia ministerial francesa Agreste sitúa la suya en los 33’328 Mhl (-28’97%) con una fuerte caída en los vinos sin indicación de calidad (antiguos vinos de mesa) que elevarían la pérdida hasta un 30’48% con respecto el año pasado.

El camino hacia la excelencia

Hablar de sensibilidad o compromiso podría resultar un tanto frívolo para un sector que está acostumbrado a hacer la guerra cada uno por su cuenta y en el que se aspira a crecer a costa del otro. No obstante, voluntariamente o de una forma impuesta, la realidad nos está llevando hacia unas condiciones de producción que nos resultan muy favorables. Con una clara implicación con la sostenibilidad, el respeto al medio ambiente y la valoración del origen como sumo elemento representativo de todos estos valores.

La recién aprobada reforma de la PAC con sus nuevos requisitos para el acceso a ayudas o el papel principal que debe desarrollar el consumidor, nos obligará a hacer cambios, a plantearnos el futuro sectorial de una forma diferente a la que lo hemos hecho hasta ahora. Aumentando el cultivo acogido a la certificación ecológica, elaborando más vinos sin sulfuroso y disminuyendo el nivel en todos los demás, recuperando variedades ancestrales, adquiriendo notoriedad en conceptos como biodiversidad… pero, por encima de todo, mejorando la certificación de cara al consumidor sobre el producto que consume, potenciando la seguridad alimentaria.

Y todo esto, justo al contrario de lo que podría parecer, requiere de un gran esfuerzo tecnológico, inversor y de conocimiento. Pilares sobre los que habrá que construir el futuro de nuestro sector. Aspirar a que todo esto se pueda hacer de una manera colegiada, comprometida y correspondida por todos podría sonar a quimera, pero me atrevo a decir que resulta imprescindible en el mensaje ético que debemos hacer llegar al consumidor.

De igual forma que somos conscientes del peligro que representa un consumo excesivo de alcohol y que el vino contiene un porcentaje considerable, y luchamos todos los días por transmitir que es el propio conocimiento del vino el que te conduce hacia su cultura como mejor herramienta con la que luchar contra el alcoholismo. Tenemos que ser capaces de transmitir el resto de valores de los que somos garantes.

No es posible obtener buenos vinos sin un respeto al medioambiente, sin estar cerca de la tierra, sin mantener las tradicionales o velar por la trazabilidad del producto Y solo desde esa atalaya de valores es posible plantearse la rentabilidad de sus operadores.

Nuestra sociedad ha cambiado, la especialización se impone y convierte la profesionalización en el elemento básico sobre el que poder desarrollarla, en detrimento de la concepción de la agricultura como actividad secundaria. Lo que exige recursos y una gestión de la que hasta ahora, en muchos casos, hemos carecido.

De la misma forma que la calidad pasó de ser un hecho diferenciador a convertirse en un requisito sobre el que construir los mensajes que le dan valor al resto de intangibles; tenemos que ser capaces de entender que la excelencia es el único camino que nos queda para satisfacer a los consumidores.

El mercado es universal, sus posibilidades casi infinitas, la diversidad de consumidores, hábitos, canales de venta y destinos, convierten sus posibles combinaciones en interminables. Abanderar esas exigencias y valorar el papel que cada uno de los integrantes de la cadena de valor tiene, siendo capaces de construirla verdaderamente desde abajo, puede sonar como un brindis al sol, pero no nos olvidemos que, queramos o no, los controles han venido para quedarse, que cada día contaremos con mejores herramientas y la honestidad no dejará resquicio por el que escapar.