Para que no se vuelva a repetir

Según publicaba el Ministerio de Agricultura en su “Avance de superficies y producciones agrícolas” a 28 de febrero, la producción nacional de vino y mosto de la cosecha 2018 asciende a 50.244.900 hectolitros, lo que supone un 41,7% de aumento con respecto a la anterior, rompiendo la barrera psicológica de los cincuenta millones de hectolitros que ninguna declaración mensual del Infovi había hecho.

Producción que es consecuencia de la transformación de 6.297.700 toneladas de uva, lo que supone un aumento del 32% en cuanto a kilos con respecto al año anterior y un rendimiento del 79,78% en vinificación, con un aumento del 7,34%.

Estas cifras a mediados del mes de abril, a tres meses y medio de la nueva campaña, resultan, cuando menos, sorprendentes. Se hace necesaria una revisión de los procedimientos con los que trabaja el área de estadística del Ministerio. Ya que debería ser esta estimación la primera con la que comenzara a trabajar el sector antes de conocer los datos oficiales y concretos del Infovi, y no los últimos cuando ya se han realizado todas las declaraciones por parte de los viticultores.

Quizá si asumiésemos que para poder trabajar es necesario disponer de información actualizada y que los recursos del Ministerio deberían servirnos para ello, nos irían mejor las cosas. O quizá no, pero no sería porque los operadores no dispusieran de elementos que les ayudaran en su toma de decisiones.

Eso sí, al menos este retraso tiene una ventaja y es que nadie podrá señalar al Ministerio como responsable de haber generado una alarma en el comercio, ni ser responsable de descalabros en los precios o pérdidas de actividad comercial.

En otro orden de cosas, destacar que el MAPA ha elevado a consulta pública para alegaciones y sugerencias un proyecto de Real Decreto con el que modificar el RD 1363/2018 mediante “ajustes técnicos” para la aplicación de las medidas del Programa de Apoyo 2019-23 al Sector Vitivinícola con el que intenta evitar que se dejen sin ejecutar los fondos previstos. Durante el ejercicio FEAGA 2018 se dejaron sin gastar cerca de 50 M€, lo que representa un 14% de los asignados a nuestro país. Lo que es calificado por todos los colectivos implicados como “aberrante” y “totalmente inadmisible”. Además de suponer un alto riesgo de que Bruselas propusiera recortarlos en caso de que se repitiese esta situación.

Con ellos se pretende dotar a la normativa de una mayor flexibilidad, planteando modificaciones en aquellos artículos relacionados con la medida de promoción en mercados de terceros países de tal forma que se facilite su comprensión y verificación. Medida de reestructuración y reconversión ajustando los fondos asignados a las operaciones aprobadas y fondos ejecutados. Cosecha en verde y destilación de subproductos. Así como en las de inversión en las que incluir diversas precisiones para facilitar la utilización de aquellos fondos que se van liberando a lo largo del procedimiento.

Además de incidir sobre la ejecución proporcional de la garantía en el caso de que el beneficiario no ejecute todas las acciones que cubría la solicitud de ayuda. Así como suprimir el criterio de priorización de solicitantes vinculado al cumplimiento del Decálogo para la sostenibilidad integral.

También tiene previsto la ampliación del plazo hasta el 15 de mayo de para la presentación de las necesidades de financiación del ejercicio 2020 para la aplicación de las medidas del PASVE 2019-23.

Por otro lado, destacar la declaración conjunta China-UE en la que se incluye el lanzamiento de un estudio de viabilidad conjunta sobre el fortalecimiento de la cooperación en el sector de los vinos y espirituosos.

La cosecha mantiene sus expectativas

Tal y como era de esperar tras el tiempo primaveral del que hemos disfrutado en los meses de invierno, las heladas, nieves y granizos han hecho acto de presencia en la práctica totalidad de nuestro país, con especial incidencia en el tercio norte de la península. Hasta el momento y a tenor de la información de la que disponemos, no parece que hayan tenido consecuencias más allá de las puntuales para cada viticultor, pudiéndose concluir que, en términos generales, sus efectos han resultado beneficiosos para la viña. No obstante, todavía es mucho lo que falta por llover para que la cepa reciba la cantidad mínima necesaria para su desarrollo. Aunque tiempo y momentos en los que debería hacerlo quedan muchos.

En lo que se refiere al mercado podemos decir que la climatología tan adversa que hemos sufrido estos meses atrás, y que podía haber cuestionado llevar a buen término el potencial de producción de nuestro viñedo, no parece haber tenido su reflejo en la actividad mercantil. Donde a la caída de las cotizaciones publicadas en nuestra revista desde que se iniciara la vendimia, podríamos completarla con los datos facilitados por el Infovi referidos al mes de febrero en los que se refleja un aumento de las existencias en manos de la producción hasta los 51,6 millones de hectolitros a final del citado mes. Lo que dicho así pudiera no ser muy ilustrativo pero que puede resultar alarmante si lo comparamos con los 42,1 Mhl que se almacenaban a la misma fecha del pasado año.

Es verdad que resta mucho de campaña y, por lo consiguiente, la reversión de esta situación es posible, y si no, al menos paliarla. Aunque las elevadas cosechas de nuestros principales compradores lo hagan muy difícil.

Tampoco del consumo podemos esperar grandes cambios, ya que si bien no disponemos de información estadística concreta, la impresión de las diferentes partes que integran el sector es de un total estancamiento, con ligerísimas variaciones que resultan totalmente insignificantes en el conjunto del volumen. Hablar de consumir diez millones o diez millones y medio de hectolitros sobre una producción del 2018 de 44,1 Mhl de vino resulta, a todas luces, irrelevante.

La España vaciada

Antaño eran los partidos políticos los que, con sus líderes al frente, acudían a los pueblos a pedir el voto, a escuchar la demanda de sus gentes y asegurarles que desarrollarían políticas que los tuvieran en cuenta. El incumplimiento de esas promesas, elecciones tras elecciones, la fragmentación del voto, la aparición de nuevos partidos políticos, etc., es lo que ha acabado por llevar a esos pueblos que conforman la España despoblada, abandonada, ignorada a tomar la palabra y manifestarse por las calles de Madrid, donde se concentran los Ministerios, el Parlamento y todas las sedes de los partidos políticos, exigiéndoles que sean tenidas en cuenta sus necesidades y pongan fin a un despoblamiento que lleva camino de convertirse en un problema sin solución.

Muy posiblemente, porque así ha venido sucediendo, superadas las elecciones todo ese interés por conocer los problemas de nuestros agricultores, ganaderos y habitantes de nuestros pueblos, no sea más que un grato recuerdo de una infancia idealizada. La realidad de los despachos y la cuadratura de los presupuestos haga olvidar que existen extensas zonas de nuestra geografía cuyo sustento es la mejor herramienta de fijación de la población. Pero una parte de ese pueblo en el que reside la soberanía nacional se ha cansado de que le prometan y prometan hasta votar, y una vez votado no haya nada de lo prometido. Han tomado la iniciativa demandándoles soluciones a problemas concretos de educación, sanidad o herramientas básicas para el desarrollo de cualquier actividad empresarial como puedan ser carreteras o comunicaciones.

Desde el sector vitivinícola sabemos que necesitamos rentas dignas que hagan de nuestros viticultores verdaderos profesionales. Para ello hay que dotarles de medios y ayudas que les permitan vivir de sus viñedos, asegurándoles un futuro para sus hijos. Pagar la uva a los precios a los que se hace en la mayoría de nuestras comarcas no hace sino propiciar la actividad secundaria, basada en criterios sentimentales que permiten vender sus producciones a precios que si se tratara de una actividad principal y profesionalizada serían totalmente insostenibles.

Podemos entrar en discusiones bizantinas sobre si es imposible pagar la uva más cara siendo los precios a los que vendemos nuestros vinos los que son. Cuestionar si no venderíamos lo mismo subiéndolos veinte céntimos con los que generar esa riqueza en nuestro sector primario, siendo nosotros mismos los que nos estamos haciendo la competencia y generando una parte importante de ese problema de escaso valor de nuestra producción. Hasta plantearnos si deben ser nuestras administraciones, o el propio sector, quiénes con sus competencias, actuales o modificadas, dirijan ese cambio y diseñen la estrategia adecuada. Hasta confiar en que sea la naturaleza la que vaya poniendo solución a los problemas, con largos periodos de ausencia de lluvia como los que hemos vivido hasta hade apenas unos días y que han permitido la reactivación de la actividad comercial sin más futuro que el que lleve pareja la próxima cosecha.

En mi opinión, manifestaciones como las del pasado día 31 de marzo son convenientes y necesarias, pero sirven de muy poco si no vienen acompañadas de propuestas concretas sectoriales. Estoy cansado de escuchar esa lapidaria frase: “nosotros haremos lo que el sector quiera”. Faltaría más.      Deben ser viticultores, bodegueros, distribuidores y exportadores… los que ordenen el sector. No es cuestión de decirle a cada uno lo que debe hacer o no, sino definir las reglas bajo las que deberá hacerlo cada uno y establecer medidas que ayuden a regular los mercados con acciones temporales o definitivas.

Queremos mejorar los precios de nuestros vinos para que nuestros viticultores tengan una renta que permita desarrollar una actividad profesional. Pero nos olvidamos de que corremos el peligro de que para entonces hayamos perdido un gran patrimonio vitícola.

Asegurando la cosecha

Por definición, la agricultura está sujeta a la climatología y su producción oscila en función de ella cosecha tras cosecha. Una evidencia que el hombre ha intentado corregir desde el inicio de los tiempos mediante el control del agua. Obviedad que adquiere especial relevancia en campañas como esta, en las que el déficit hídrico se sitúa en cifras récord y los temores sobre cuáles pudieran ser sus consecuencias de cara a la cosecha comienzan a preocupar.

Todavía queda tiempo y son muchos los accidentes meteorológicos a los que deberán enfrentarse los viticultores antes de entrar la uva en la bodega. Pero dos más, amén de la pertinaz sequía asustan: heladas y granizo. Las altas temperaturas, con oscilaciones térmicas de más de veinte grados en algunos días y lugares, pero del orden de los quince en la práctica totalidad de nuestra geografía y durante varios días, han tenido consecuencias en el desarrollo de un viñedo que presenta un cierto adelanto sobre sus fechas habituales. Nada que no pueda verse compensado, o que por si solo sea malo, pero que haciendo caso del refranero español tiene a todo el sector con las orejas tiesas por si se cumple eso de que “cuando marzo mayea, mayo marcea”. Los efectos que una helada tiene en la planta y sus consecuencias de cara a su producción, esta y las siguientes, no son las mismas sea cual sea el estado de desarrollo de sus brotes. Soportar temperaturas por debajo de cero en las últimas semanas de abril o principio de mayo podría ser desastroso para la cosecha.

Pero seamos positivos y no aventuremos problemas donde no los hay. De momento nuestros viticultores siguen apostando por la implantación del riego en aquellas parcelas en las que es posible para luchar contra los episodios de sequía y poder darle a la planta los recursos que demanda en cada momento. Lo que sin duda nos da una notable estabilidad en la producción. Aún así, según los últimos datos del Esyrce referidos a 2018 de las 960.758 de viñedo de transformación que tenía España, solo el 39,35% estaba en regadío, mayoritariamente (96,5%) localizado. Siendo Baleares y Navarra las regiones que mayor porcentaje de su viñedo lo tienen en riego, 76,8% y 61% respectivamente, pero destacando de manera importante, por el peso que en la producción nacional tiene, Castilla-La Mancha con un 49% situándose en tercer lugar.

Significa eso que…

Ese ejercicio lo dejo para cada uno.

Por un producto identificado

Comparar 25,39 millones de hectolitros, que ha sido el volumen de lo exportado por nuestro país durante el año 2018 de total de productos vitivinícolas (incluidos vinos aromatizados, mostos y vinagres), con lo importado en el mismo periodo y para las mismas categorías y cuyo volumen apenas supera los 1,5 millones de hectolitros resultaría, sencillamente, absurdo. Pero sí nos ayudaría a entender, o al menos en eso confiamos, un poco mejor qué consumimos y qué buscan los compradores de vino.

Lamentablemente, disponemos de poca y mala información sobre el consumo de vino en España y, por enclenque que pueda resultar cualquier conclusión que obtuviésemos de las estadísticas, siempre es mucho más que nada de cara a plantear posibles estrategias de recuperación incentivación del consumo.

Aunque no sea necesario, sí conviene recordar que somos el primer país del mundo en superficie, que ocupamos el tercer puesto (creciendo) en producción, que nuestra viticultura ha experimentado un cambio espectacular en los últimos lustros aumentando rendimientos y apostando por reestructuraciones a variedades internacionales o simplemente más productivas. Que nuestro consumo interno se mantiene estable en el entorno de los diez millones y medio de hectolitros, que cada uno decida si quiere tomarlo como estimado, aproximado, per cápita o cómo quiera calcularlo. Y que el comercio exterior no deja de crecer desde hace más de veinticinco años, habiéndonos convertido en el primer país del mundo en volumen de exportación.

Y digo que no conviene olvidar estos datos, porque si nuestra producción aumenta y el consumo se mantiene estable; no cabe otra que vender fuera lo que no somos capaces de vender dentro. Y que solo cuando las cosechas se ven afectadas por los envites de la naturaleza y descienden bruscamente, aumentando los precios, que tengamos que importar encuentra explicación.

Bajo este paraguas se puede entender más fácilmente que durante 2018 el primer país del que nos hayamos abastecido sea Argentina con el 24,5% del total de vino y que su precio medio haya sido de 0,51 €/litro cuando el precio medio de lo importando ha sido de 2,35 €/litro. Pero aún hay más y es que si nos fijamos en que los vinos más importados de Argentina han sido los “sin D.O.P. y a granel” y su precio medio ha sido de 0,42 €/litro, el más bajo de todos, podríamos aseverar que el motivo de la importación de más de un cuarto del volumen total no lo ha sido porque los consumidores españoles están deseosos de vinos argentinos, sino porque han sido utilizados por los operadores para presionar sobre los precios.

Especial mención merecen los casos de Francia, primero en precio medio con 12,08 €/litro; e Italia, segundo en volumen (solo después de Argentina) con 22,8 millones de litros. Ambos casos con los vinos espumosos como principal objeto de deseo. Champagne con un alto valor en el caso de Francia y una gran estabilidad que pone de manifiesto la fidelidad de los consumidores de este vino. Así como el gran interés que están despertando en el mercado español los espumosos italianos, ocupando el primer puesto entre los proveedores de vino espumoso a España con un precio medio de 2,38 €/litro.

Recibir y consumir vinos de otros países y estilos es enriquecedor y favorece el consumo de vino. Es un requisito básico para adquirir esa cultura vitivinícola necesaria para que el consumo sea sostenido, moderado y enriquecedor. Si estos vinos nos llegan a granel y son empleados por nuestras bodegas para abaratar el coste medio de sus comercializados, la gran mayoría de esa riqueza se pierde.

Incrementar la comercialización del vino envasado

De la múltiple información que se puede obtener de los datos del Infovi, quizá lo más destacable de las últimas cifras publicadas, correspondientes al mes de enero y con fecha de extracción a 28 de febrero; sea constatar con números la opinión que todo el sector tiene, pero que, hasta ahora, era imposible corroborar con datos concretos. Que no es otra que el mercado se encuentra ralentizado y que las bodegas, ante la abultada cosecha 2018, han visto reducida su operatividad, con caídas en el comercio que les han llevado a situar sus existencias de vino y mosto a 31 de enero en 59,4 Mhl de las que 54,7 corresponderían a vino.

Si comparamos esas existencias con las del mismo periodo del año pasado (44,8 Mhl) tendríamos 9,9 Mhl más (+22,1%), que por tipo de vino nos llevarían al blanco a granel como el mayor responsable de ese incremento con 5,5 Mhl y un 34,6%, seguido del tinto y rosado a granel que aumenta un 18,1% situándose en 28 Mhl (+4,3 Mhl).

Cifras que ponen en evidencia cómo las condiciones del mercado, incluidas las propias de la cosecha, afectan de manera muy desigual a los vinos a granel y a aquellos otros que son comercializados con marca: los envasados; los cuales disfrutan de una estabilidad mucho mayor. Pues si bien también crecen un 3,7% y un 4% respectivamente sus existencias, estos porcentajes apenas suponen cien mil hectolitros en cada una de las categorías con respecto al mismo momento del año pasado.

Dejando a un lado cuestiones nada baladís relacionadas con los mayores precios de los vinos envasados, podríamos concluir con cierta dosis de certeza que el consumo, tanto interior como exterior, mantiene unas cifras bastante estabilizadas, haciendo posible que las variaciones en los precios de venta al público sean asumidas con bastante normalidad por todos los integrantes de la cadena: bodegas, distribuidores y consumidores.

De hecho, y por aquello de corroborar lo dicho hasta ahora, son las cotizaciones de los vinos sin indicación de origen, ni varietal y comercializados a granel las que están llevándose la peor parte en el comercio en estos meses que llevamos de campaña, con caídas pronunciadas en sus cotizaciones y reducción considerable de sus volúmenes operados.

El vino español se analiza fuera

La Comunidad Europea parece dispuesta a afrontar de manera más eficaz la volatilidad de los mercados y garantizar una mayor transparencia en la información del sector del Vino. Para ello acaba de anunciar que antes de finalizar el presente año habrá puesto en marcha un Observatorio del Mercado del Vino en la UE, que estará disponible online, proporcionando una amplia variedad de datos estadísticos de mercado, complementado con análisis de mercado e informes de perspectivas a corto y medio plazo.

Por otro lado, el ICEX ha decidido poner en marcha una campaña de comunicación de los vinos españoles en China, consistente en transmitir un mensaje de calidad y diversidad del vino español. Su gran potencial de crecimiento, el gran interés que están demostrando los chinos por la cultura del vino, convirtiéndolo en una bebida de moda, especialmente entre la gente joven y la clase media-alta. La situación de estudios como el desarrollado por la consultoría Wine Intelligence que lo sitúa como el cuarto mercado vitivinícola más interesante donde invertir (por aquello de valorar en su justa medida la información, digamos que España ocupa el puesto 21º, cinco menos que en el 2017); o el nada desdeñable dato de una bajada total en 2018 con respecto al año anterior de la exportación española del cuarenta y ocho por ciento, cifra que se eleva hasta el 86,3% de pérdida si nos referimos a los vinos a granel… Pueden ser algunas de las razones que hayan llevado a este organismo español a desarrollar una campaña cofinanciada con fondos procedentes de la Unión Europea en este país. Lástima que Chile y Australia, países con los que China tiene firmados tratados de libre comercio para el vino, hayan sabido aprovechar el fuerte incremento de nuestros precios hasta los 15,96 €/litro (+63’9%) para hacerse con una buena parte de esta categoría de vinos.

Y es que, tal y como era de esperar, las exportaciones españolas de vino en el 2018 han caído en volumen (-13,6%) y aumentado en valor (+1,9%) elevando el precio medio un 17,9% hasta situarlo en 1,47 €/litro. Nada que no previésemos, dado el reducido volumen que, en términos generales, presentaba la cosecha 2017 y lo abultada de la 2018.

Como siempre pasa en estos casos, opiniones las hay para todos los gustos y mientras algunos expertos valoran la evolución de nuestro mercado exterior de manera positiva, dadas las circunstancias; no podemos pasar por alto aquellos otros que ven una gran oportunidad perdida de abrir un hueco en el mercado y hacernos con una pequeña parte de esos clientes que compran vino español pero con marcas francesas o italianas.

Y aunque en las páginas interiores encontrarán una amplia y desglosada información de nuestras exportaciones, convendría retener algunos datos que nos ayudaran a comprender mejor la gran oportunidad perdida, y es que mientras en la categoría de vino tranquilo en la que mayor precio vendemos: tintos y rosados con D.O.P. envasados (3,80 €/litro), hemos crecido un 6,7%; en la de precio más bajo: blancos sin indicación a granel (0,50 €/litro) el crecimiento en el precio ha sido del 30,4%

¿Podemos concluir con esta información que somos un país del que abastecerse de vino barato y que mejorar nuestro posicionamiento en aquellas categorías de mayor valor añadido nos resulta muy complicado? Pues muy posiblemente sería una de las conclusiones que podríamos extraer de la experiencia de este año.

¿Se soluciona con campañas como la realizada por el ICEX en China para el 2019? Seguramente no, porque llegamos tarde, cuando todos los demás países se han hecho un hueco en un mercado potencialmente tan interesante. Pero también es cierto que si nunca hacemos nada, si seguimos manteniendo la misma política comercial (como país), nunca tendremos la posibilidad de mejorar.

Nueva estimación, nuevo aumento de la cosecha

Teniendo en cuenta que cada avance, estimación o nota de prensa que es publicada sobre la cosecha 2018/19 supone un nuevo incremento en la producción de la Unión Europea; casi mejor será que se limiten en el tiempo y queden reducidas a documentos testimoniales.

Hablando en serio, la información puede resultar abrumadora o, incluso, desconcertante, pero nunca excesiva. Lo sucedido este año con la cosecha está haciendo bueno ese dicho tan manido en el sector de que “cuando la cosecha es mayor, acaba siendo mucho mayor de lo esperado”. Y es que, desde el primer avance o estimación de producción publicada hemos ido aumentando, poco a poco la cosecha.

La última, publicada por la Comisión Europea y referenciada a 15 de febrero situaba la producción de vino y mosto 2018/19 en 182,7 Mhl (+27,1%), 176,82 (+28,2%) de vino y 5,88 (+12%) en mostos. De los que destaca especialmente el crecimiento en la categoría de “Otros vinos y mostos” (antiguos vinos de mesa) con unas declaraciones de producción de 45,6 Mhl y un crecimiento del 41,2%.

Los hay que han encontrado en estas estadísticas y, especialmente en la cifra dedicada a nuestro país con 49,2 Mhl (44,4 de vino y 4,8 Mhl de mosto), el motivo del desplome de sus cotizaciones. Otros lo han aderezado con la situación vivida en nuestros principales países compradores: Francia (+38%), Italia (+16%), Alemania (+43%), Portugal (-14%). E incluso los hay que se han atrevido a valorar la situación de “positiva” ante las grandes oportunidades que abren cosechas voluminosas.

Sea como fuere, cada uno cuenta la feria como le va.

Lo que sí parece una realidad inapelable es que los precios en origen se han desplomado y, lo que todavía es mucho peor, no parecemos haber tocado fondo. Habiendo puesto en evidencia todas nuestras debilidades, centradas especialmente en la comercialización de nuestra producción.

Castilla-La Mancha, productor de la mitad de toda la producción española, consciente como es de que a quien más afecta esta situación es a sus empresas y viticultores, anunció la puesta en marcha de un Plan Estratégico a dos meses de las elecciones. Por lo que habrá que esperar a ver cuánto de real y cuánto de electoralista hay en este anuncio. Pero, al menos, habrá que reconocerle la iniciativa y voluntad de abordar el problema de una forma colectiva y organizada.

Canal online, una gran oportunidad

Sabemos a ciencia cierta, ya que para eso no hacen faltan estadísticas que lo corroboren, que el comercio mundial está cambiando. No solo la globalización es un hecho, sino que los propios canales de comercialización están sufriendo fuertes variaciones con gran protagonismo para la venta online, prácticamente inexistente hace apenas diez años.

Lamentablemente, ya que es una información que resultaría de gran interés, no disponemos de estadísticas, ni agregadas, ni desagregadas, de cuál puede ser el volumen de vino que se mueve en este canal. Para ello ayudaría bastante disponer de los datos del balance vitivinícola, al menos con él podríamos hacernos una idea aproximada de qué cantidad estamos hablando. Pero tampoco esa información existe. Hay datos del año 2016, pero eso no es información ya que carece de la actualidad necesaria.

Los grandes operadores no publican sus cifras, por lo que tampoco podemos hacernos una idea de cuál es el peso del vino en su comercio, online. Y, aunque baste mirar el gran interés de estos hacia el vino y la mejora de las plataformas y servicios logísticos, con la intención de permitirles ser competitivos; seguimos teniendo que conformarnos con vaguedades.

Rabobank, afirma en su último informe trimestral sobre el vino que “frente a una tendencia general de estancamiento del consumo, las ventas por internet están experimentando un crecimiento sostenido en los países europeos” ¿Cuánto crece? No lo concreta. Aunque sí se atreve a afirmar que alrededor del 4% del total de vino comercializado en Europa occidental en 2017 por tiendas especializadas, supermercados, etc., lo ha sido en venta online.

Cifra nada desdeñable pues vendría a representar cerca de 3,6 Mhl y, además, supondría un importante crecimiento para un consumo que, en términos globales, valora como “estancado”. Volumen al que habría que añadir todo aquel vino que es vendido directamente por las bodegas a través de sus páginas web. ¿Qué parte de esto corresponde a España, cuál es su distribución en función de tipos de vino, niveles de precios, ubicación geográfica, indicaciones de calidad,…? Es un misterio.

Aprovechar este canal, la posibilidad de acceder directamente al consumidor a fin de conocerlo con más profundidad gracias al Big Data, ofreciéndole productos adecuados a sus gustos, de mayor calidad y con márgenes más elevados. Acceder a nichos y clientes que serían totalmente impensables a través de los canales tradicionales es una oportunidad que debemos aprovechar para ayudarnos a alcanzar ese aumento en el valor añadido de nuestros vinos que tanto añoramos y que tan difícil nos está resultando.

Pero para ello hay que invertir. No podemos esperar que la simple confección de una web vaya a traernos clientes, o sirva para darnos a conocer. Hay que invertir en el conocimiento de nuestros clientes, generar una oferta atractiva y herramientas de fidelización con los que atraparlos.

Confundimos con preocupante reiteración lo que es necesario con lo que es un hecho diferenciador, y del mismo modo que la calidad ya no es un argumento para que nos compren; el posicionamiento online, tampoco.

No hay duda de que cada bodega, de manera individualizada, debe desarrollar su propia estrategia y definir las condiciones sobre las que quiere operar. Pero ello no debiera estar reñido con el desarrollo de estrategias conjuntas desarrolladas por países, regiones, organizaciones profesionales o empresariales, consejos reguladores, agrupaciones,… que deberían establecer marcos de actuación y estrategias comunes bajo las que cada ente menor ir desarrollando las suyas propias.

Aquí el tamaño también importa, no se engañen, pero qué duda cabe que mucho menos que en los canales tradicionales.

No temer al futuro

“No temer al futuro”. ¡Qué bonita frase! Tan fácil de decir y difícil de soportar cuando la rentabilidad de nuestra actividad hace peligrar la misma supervivencia de la empresa.

Phil Hogan, comisario europeo de Agricultura y Desarrollo Rural, en su reciente visita a la Comunidad Autónoma de La Rioja, intentaba calmar al sector vitivinícola arengando a sus bodegas a confiar en la gran calidad de sus productos y las grandes oportunidades que se les presentan. Y todo para intentar justificar las escasas posibilidades existentes de que la liberalización de las plantaciones de viñedo no sea una realidad una vez vencido el plazo del 2030 establecido en la OCM.

La aceptación de una propuesta presentada en el Parlamento Europeo por Esther Herranz solicitando que el régimen de autorizaciones de plantación de viñedo se prorrogue hasta el 2050, pero especialmente las declaraciones del comisario Hogan indicando que esta ampliación forma parte de las negociaciones de la reforma de la PAC; han devuelto a la primera página de actualidad la necesidad de un crecimiento ordenado del viñedo.

Cualquier cuestión que tenga que ver con la Unión Europea lleva intrínseco un alto grado de sorpresa que hace posible cualquier cosa. Pero si se trata de un tema relacionado con la Política Agraria Común esta incertidumbre hace muy posible que lo blanco se convierta en negro en cuestión de segundos.

Tampoco podemos pasar por alto que estamos hablando de una limitación planteada en una OCM, lo que obliga que para su modificación sea necesaria la autorización del Parlamento Europeo, la Comisión Europea y el Consejo Europeo por unanimidad.

Si atendemos a la actual posición del Parlamento admitiendo la propuesta podríamos dar como bueno que está por apoyarlo. Igual que la Comisión cuyo comisario declaró “es algo que apoyamos”. Y aunque no podemos ni imaginar lo que podría pasar con los jefes de Estado; vamos a suponer que evitamos convertirlo en un cromo con el que negociar otros temas y contamos, también, con su apoyo. ¡Magnífico! Ya lo tenemos resuelto.

Si no fuera por un pequeño detalle sin importancia y es que antes de que este tema pueda ser, ni tan siquiera planteado formalmente, el Parlamento y la Comisión habrán cambiado, ya que la primera revisión está prevista para el 2023, a los diez años de su entrada en vigor.

Así es que, mejor quedémonos con la frase del comisario Hogan de “no temer al futuro”, sigamos trabajando en aprovechar esas grandes oportunidades que se nos presentan y confiemos en que, efectivamente, podamos seguir contando con los Planes de Apoyo al Sector para el periodo 2021-2027. Que está mucho más cercana su negociación y es mucho más trascendental, ahora mismo, para nuestro sector.