Comercio internacional

Entre Estados Unidos y Rusia se han propuesto generarnos un fuerte dolor de cabeza y un nuevo problema a nuestras exportaciones. Uno porque considera que el vino puede ser un producto con el hacerse fuerte en su política de proteccionismo y vender ante sus votantes que mantiene una política de mano dura frente los estados que se “aprovechan” de la generosidad de los Estados Unidos; y el otro porque el sector vitivinícola de ese país le presiona para que endurezca la importación de vinos alegando la necesidad de apoyar económicamente al sector que se encuentro en clara expansión y requiere de recursos económicos para poder hacerlo. Además en este caso, no solo piden un nuevo impuesto al vino importado, sino que se generen también barreras arancelarias a modo de endurecimiento de los controles de calidad y la exigencia de análisis de los vinos cuando están en los comercios; así como el establecimiento de un precio mínimo como el que ya existe para los vinos espumosos que es de 2,25€ por botella.

Las repercusiones que para nuestro sector pudieran tener estas políticas de marcha atrás en la globalización y apertura de los mercados y que cada vez más parecen estar tomando fuerza, amenazando la misma base filosófica sobre la que se fundó la Unión Europea, son impredecibles.

Pero sí podemos, al menos, cuantificar cuál es el volumen y valor de las exportaciones a ambos países en 2017, que fueron para el caso de Estados Unidos de 12,089 Mhl por un valor de 5.914,8 M$, de los que España aportó 0,792 Mhl por un valor de 359,5 M$, muy lejos de los 3,349 Mhl de Italia o los 1,417 Mhl de Francia cuyos valores fueron de 1.867,6 y 1.858 M$ respectivamente.

Para el caso ruso las cifras todavía son mucho más bajas, ya que su volumen fue de 4,472 Mhl y su valor de 58.550 millones de rublos (803,26 M€) siendo España, eso sí, el primer país en volumen con 1.207.155,74 Mhl, seguido de Italia con 815.707,1 y Francia 399.199,9; y en valor 9.570,66 Mrublos (131,30 M€), 17.008,04 (233,34 M€) y 10.580,54 (145,16 M€) respectivamente.

Dos casos bien diferentes ya que el propio mix de producto que nos adquieren los hace completamente incomparables, incluso sus propias perspectivas e interés para nuestras bodegas. Pero que deberían ser una clara llamada de atención sobre la posibilidad de modificar unas reglas de juego en el comercio internacional.

¿Cómo vender el vino?

A mí me da la sensación que, desde el momento en el que nos tenemos que plantear cómo vender un producto, la cosa no va demasiado bien. Es algo así como asumir que no es lo suficientemente bueno en sí mismo y requiere de una serie de argumentos y comparaciones que venzan las importantes reticencias que genera su consumo.

Reconocer que venderlo como si fuese un refresco es contraproducente es explicarlo mucho mejor y de una forma muy directa y se consigue no ofender a nadie. Pero claro esas declaraciones las ha hecho Pedro Ballesteros, una de las personas que más conoce y predica en el sector vitivinícola y cualquiera de sus valoraciones son asumidas como una crítica constructiva sobre la que reflexionar y asumir como una cuestión sobre la que habrá que adoptar algún tipo de cambio.

Lo que en un sector tan endogámico como este, y en el que la autocrítica resulta tan extrañamente frecuente, no es mala cosa. Además su gran formación intelectual y visión global del mundo de vino le permite acercarse mucho más a la realidad de unos consumidores de lo que la mayoría de nosotros jamás soñaremos en alcanzar.

Dicho esto y sin restarle ni un solo ápice de razón a sus declaraciones realizadas con motivo de la celebración el pasado fin de semana en Logroño el IX Congreso Mundial del Vino Master of Wine, está claro que en el mundo, pero especialmente en esa parte de los llamados países tradicionalmente productores, tenemos un importante problema con la pérdida de consumo y la incorporación de nuevos consumidores. Llegar hasta ellos resulta muy complicado cuando la educación en su consumo que tenía lugar antaño en los hogares ha desaparecido y su consumo ha pasado de considerarse un alimento a un elemento de lujo. Con todas las consideraciones que esta transformación supone de cara a las características que se persiguen en su comercialización, el peso de los mensajes que se trasladan en su packaging, los estilos empleados en la comunicación o en el mismo canal de compra y ocasiones de consumo.

Efectivamente mi amigo Pedro Ballesteros, creo que me puedo permitir el lujo de considerarlo así, tiene razón en que es un error olvidar el contenido alcohólico del vino y que es necesario beberlo con “madurez, inteligencia, alegría y evitando malos efectos”, luchar porque los “jóvenes tengan más oportunidades, ganar más dinero, vivir mejor y sentirse mejor” y “cuando sean menos jóvenes, si a algunos les encanta el vino, lo consuman con inteligencia y responsabilidad”. Pero todos los que a través de grandes envases, pequeños o medianos venden vino saben que no es fácil. Que los mercados están saturados, que cada país y región tiene una imagen en los mercados con unas características de precio, calidad y valor diferentes; y que resultan extraordinariamente difíciles de cambiar.

Tenemos que asumir que, de manera muy similar a lo que ha pasado en la sociedad, en la que los cambios se han sucedido a velocidades de vértigo y valores fundamentales arraigados en su cultura han sido desplazados por otros apenas relevantes hace dos generaciones; en el consumo de vino, el aprendizaje que se adquiría en el hogar con la presencia diaria del vino y la gaseosa en la mesa ha desaparecido y empresas con importantes recursos en estudios del consumidor quieren llenar ese hueco, carro al que (de manera no siempre muy afortunada) muchas bodegas han querido subirse, viendo en esta tipología de producto una puerta de entrada a los jóvenes; nuevos consumidores por definición.

Efectivamente, cuando dejan de ser jóvenes, una parte importante de esos consumidores se interesa por el vino, viéndose atrapados por su cultura y ese consumo moderado e inteligente y responsable. Pero me pregunto ¿cómo llegamos a romper esa barrera de entrada que tiene el vino?

La UE profundiza en el acercamiento a los consumidores

A pesar de los múltiples mensajes que nos llegaban desde Bruselas desmintiendo posibles consecuencias en los Planes Nacionales de Apoyo al Sector Vitivinícola a partir del 2021 como resultado de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el comisario de Agricultura Phil Hogan presentaba el pasado 1 de junio unas previsiones de un recorte de 43 M€. Al igual que sucederá con el resto de la PAC el sector vitivinícola se verá afectado con cerca de 8,2 millones menos cada año con respecto al actual, que en el caso de nuestro país, pasa de los 210,332 a 202,147 millones de euros. Recorte del 3,89% que le ha sido aplicado a todos los Estados miembros por igual, con independencia de cuál sea el importe de su ficha financiera.

El cambio también afectará a las medidas incluidas en los planes, a las que se unen a las nueve existentes (promoción en terceros países, reestructuración de viñedo, vendimia en verde, fondos mutuales, seguro de cosecha, inversiones, innovación, destilación de subproductos, destilación de uso de boca) las de información que fomenten el consumo responsable o que promuevan los regímenes de calidad que regulan las denominaciones de origen e indicaciones geográficas.

De forma voluntaria los Estados miembros podrán establecer un porcentaje mínimo de gastos para actuaciones destinadas a la protección del medio ambiente, adaptación al cambio climático, mejora de la sostenibilidad, reducción del impacto ambiental, ahorro energético y mejora de la eficiencia energética.

Como pueden ver, cambios que no solo incumplen el anuncio reiterado del mantenimiento de los fondos, sino que van mucho más allá dándole cabida a nuevas medias con las que darle solución a problemas económicos, ambientales y climáticos que han aparecido desde la aprobación de la actual OCM; así como apostar por un sistema de Indicaciones Geográficas más sencillo, y eficaz que permita un registro más rápido en la aprobación de las modificaciones de los pliegos de condiciones. Todo ello con el fin de hacerlo más comprensible para los consumidores, más fácil de promocionar y eficiente en la reducción de costes administrativos.

¿Mapa, Mapama, Magrama,…?

Con todo lo importante que pueda resultar conocer que Luis Planas es el nuevo ministro de Agricultura; mucho más relevante será conocer la estructura del próximo Gobierno. Ya que la separación del Medio Ambiente parece un hecho, la gestión del Agua, supuestamente se irá con él, y no sabemos muy bien qué pasará con la Alimentación. Por lo que el peso de esta cartera se verá fuertemente aligerado.

Aunque mucho más trascendente para el sector vitivinícola que sus competencias, será conocer la sensibilidad que tiene hacia el vino. La experiencia de otros Ejecutivos socialistas nos hace pensar que no siempre ha existido esa sensibilidad y aunque una buena parte de las decisiones que nos afecten vengan impuestas desde Bruselas, son muchas las decisiones que el Gobierno nacional debe tomar y mucho lo que nos puede complicar las cosas.

Sin duda, la próxima ley de menores y el consumo de alcohol, o la modificación de la carga impositiva al vino y al sector, serán temas fundamentales a los que, de una u otra manera, deberá hacer frente. La defensa en Bruselas de la PAC y con ella los Planes de Apoyo al Sector Vitivinícola para todo el cuatrienio, otro asunto nada baladí. Incluso la próxima elección del director de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) a la que, por primera vez en la historia aspiramos con serias posibilidades, podría verse afectada a menos de un mes de que se produzca su elección.

Contar con un Ejecutivo en cuya política progresiva y social encaje el Vino es un asunto que en las próximas horas tendremos la ocasión de ir intuyendo y en los próximos días podremos hacernos una idea mucho más precisa con el nombramiento del segundo y tercer escalón del Ministerio.

Entre tanto, la climatología, o las lluvias y el granizo deberíamos decir porque llevamos más de un mes en el que solo han habido dos días en los que no se han producido alguno de estos episodios en algún punto de nuestra geografía; es el tema que más preocupa. Superado ese primer episodio de los meses otoñales en los que la ausencia generalizada de lluvias hacía tener un año hidrológico nefasto y muy preocupante para las propias necesidades de consumo humano. Ahora la preocupación está en que no ha dejado de caer agua, y en las últimas semanas de manera torrencial. Situación que, al margen de inundaciones ante la cantidad caída en espacios de tiempo muy cortos, está generando una enorme preocupación entre nuestros viticultores ante el excelente caldo de cultivo que ello resulta para la proliferación de enfermedades criptogámicas, especialmente mildiu.

Y es que, a diferencia de los granizos, que se dice ni quitan ni dan cosecha, las enfermedades pueden llegar a suponer un serio problema más allá de lo que ya en sí suponen de gastos los tratamientos con los que hacerles frente; ya que episodios constantes de lluvias suponen tener que repetirlos.

Esta situación también está siendo aprovechada por el mercado, donde las cotizaciones están más o menos contenidas, más en tintos que en blancos, ante la imposibilidad de concretar cuáles serán los efectos que acaben teniendo en la próxima cosecha. De momento parece que todo indica que los efectos de la climatología serán muy positivos, manejándose estimaciones de cosecha claramente por encima de las del pasado año, y de una buena calidad.

Con el corazón en un puño

Llegados a estas alturas del año, las peligrosas heladas que tantos disgustos nos dieron el pasado deberían ser un episodio ampliamente superado. Y aunque no tenemos noticias de que en estos últimos días se hayan producido en ninguna zona de nuestra geografía, dado el comportamiento tan extremo que estamos teniendo no parece recomendable descartarlos completamente.

Temperaturas anómalamente bajas con respecto a lo que sería habitual en estas fechas, fuertes trombas de agua que provocan inundaciones de consideración y que vienen acompañadas de granizo… no son un panorama meteorológico para mirar hacia la cosecha con mucha tranquilidad.

Como si esto no generara suficiente desazón entre los viticultores, los tratamientos contra las enfermedades criptogámicas se presentan como ineludibles, haciéndolos altamente costosos, ya que las lluvias limpian lo tratado obligando a hacerlo de nuevo.

Un panorama que, no teniendo ningún episodio que haga peligrar la cosecha venidera, está resultando un gran quebradero de cabeza para unos viticultores que no se ponen de acuerdo en señalar el volumen de producción al que nos enfrentamos.

Es pronto para hacer previsiones certeras y sabemos que no son convenientes. Hasta tal punto que todas las que van haciéndose públicas hay que ponerlas en cuarentena y analizar muy bien su procedencia ante lo altamente probable que resulta que estén tímidamente tergiversadas hacia los intereses de la fuente.

Por lo que sabemos, tanto la muestra como la sanidad de la cepa, son muy buenas. Y eso es lo máximo a lo que nos atrevemos aventurarnos en esta cuestión. Pues aunque la recuperación de ese 19,8% de la producción que según el último avance de superficie y producción del Mapama de marzo perdimos en la última cosecha lo dan prácticamente por asegurado todas las fuentes. La coincidencia ya no es tanta cuando intentamos cifrarla y saber si, como en el 2013, tendremos una gran cosecha después de un annus horribilis como fue el 2012; o por el contrario la viña está muy afectada y será imposible que recupere todo.

Y aunque en este caso también debemos incidir sobre la escasa relevancia que para el conjunto de la cosecha tiene, debemos hacernos eco de los importantes daños que el granizo ha hecho recientemente en viñedos emblemáticos de Burdeos y Cognac.

Todos en el mismo saco

Es muy posible que el consumo abusivo de alcohol durante los fines de semana sea uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la sociedad de este siglo. Y aunque no se trata de un problema exclusivo de España, sí que es de especial gravedad en nuestro país; donde es frecuente encontrarse los fines de semana grupo de jóvenes en plazas y descampados con el único objetivo de consumir alcohol de la forma más rápida posible hasta alcanzar un nivel etílico en sangre elevado.

Dicho esto y desde el más escrupuloso respeto hacia cualquier medida que vaya encaminada a poner fin a esta práctica, no parece que las medidas coercitivas que plantea la Ponencia aprobada por la Comisión mixta Congreso-Senado en el Estudio “Menores sin alcohol”, puedan considerarse una herramienta válida para atajarlo de manera efectiva.

Una de las características que mejor define a los jóvenes es la rebeldía y la oposición a las normas, con un claro dominio de los ideales ante las ideas establecidas. Siendo este posicionamiento ante la vida, aunque esto reconozco que es solo una opinión muy personal, precisamente una de las razones que ha llevado a que los jóvenes de entre 14 y 20 años, franja en la que se encuentra el grueso de los que se ven afectados por el problema de este abuso de alcohol de fin de semana, no consuman vino al verlo como una bebida de “viejos”. Con el inconveniente añadido de su “baja” graduación alcohólica, lo que les impide alcanzar su principal objetivo: “ponerse pedo” (perdón) lo más rápidamente posible.

No voy a ser tan ingenuo como para negar que también el “calimocho” (Coca-Cola con vino) es una bebida consumida en los botellones, pero su incidencia es apenas anecdótica entre los jóvenes. Tampoco que los mensajes de autorregulación o aquellos que hacen referencia a un consumo moderado e inteligente, apenas tienen efecto en esta franja de edad. Incluso puedo llegar a entender que sean necesarias medidas severas con las que desincentivar estas prácticas. Lo que no ha impedido que el propio sector se haya mostrado sensible ante este problema social, adoptando medidas de autorregulación e iniciativas encaminadas hacia un consumo moderado. Cualquiera de este sector haría suyas las palabras que expresa el informe sobre “que cualquier consumo de alcohol en menores de edad debe ser considerado como un consumo de riesgo en sí mismo”; o incluso aquel otro párrafo en el que hace alusión a que “hablamos de la conveniencia, por su función educativa para el conjunto de la sociedad, y efectiva para los menores, de una norma básica que en materia de salud pública regule las medidas necesarias para ofrecer el soporte y la cobertura normativa a las intervenciones educativas, preventivas y asistenciales para proteger a los menores de edad de los daños que produce el consumo de bebidas alcohólicas”, comprometiéndose con su objetivo de “retrasar la edad de inicio en el consumo hasta los 18 años e incrementar la percepción social del riesgo de dicho consumo”.

El problema está en cómo hacerlo y qué medidas adoptar para conseguirlo. Pues si bien reconoce el propio informe que uno de sus objetivos prioritarios debe ser el de “contribuir a un cambio cultural que reduzca los consumos de riesgo en la sociedad española, para lo cual debe tener una orientación educativa fundamentalmente”, también recomienda la revisión de los impuestos especiales estableciéndolos en relación al alcohol puro que se contenga.

La complicidad del sector vitivinícola es total y absoluta en este tema con la Administración, siendo total su disposición a buscar medidas adecuadas para atajar este grave problema. Confiemos en que nuestra clase política tenga la misma sensibilidad hacia un sector que está muy por encima del efecto negativo que tiene su contenido alcohólico y encuentre la mejor forma de colaboración.

Acercamiento de la Comisión

Por más extraño que pueda parecer, y sin mucho más que analizar la situación y compartir públicamente su preocupación por la situación, la Comisión Europea ha calificado, en su último informe “Dashboard” de abril, la actual situación del mercado del vino en la Unión Europea como “complicada”. Fuerte descenso de la producción, elevados precios en los mercados de origen, stocks iniciales de campaña más elevados y una situación de inestabilidad geopolítica en los principales mercados de exportación, junto con el descenso del consumo interno; son las razones que justificarían esta preocupación.

Por otro lado, argumentos todos ellos que ya han sido abordados en diferentes ocasiones en estas mismas páginas y que pasan por alto algún otro de cierta importancia, como pudiera ser la gran resistencia que están encontrando las bodegas en repercutir esos fuertes incrementos de precios en origen en los mercados de destino.

Y sin la intención de quitarle ni un ápice de razón a la Comisión en su apreciación, tampoco parece que nos estemos enfrentando a situaciones insólitas, ya que en campañas anteriores, no muy lejanas, se han dado situaciones muy similares que han acabado siendo asimiladas por un sector que ha demostrado un grado de adaptación al alcance de muy pocos otros.

Mejor haría, en mi opinión, si además de estos informes trabajara un poco más en hacer cumplir los contratos, en apoyar las iniciativas encaminadas a educar a los jóvenes en el consumo de alcohol, y en apostar decididamente por el vino como un elemento cultural propio.

O mostrarse algo más contundente que con la simple presentación en el Parlamento Europeo de una batería de preguntas relacionadas con los “Fake wines” o vinos falsos y que son todos aquellos que, al parecer, están circulando por el mercado único elaborados de una forma artificial, mezclando vinos blancos y tintos, etiquetándolos con información incorrecta; incluso utilizando menciones protegidas o indicaciones de varietales de forma fraudulenta.

Un buen horizonte

Después de unos días en los que la camisa no nos llegaba al cuello, podemos decir que los efectos de las heladas ocurridas en el último fin de semana de abril no tendrán consecuencias para el conjunto de ninguna comarca española. Si bien existieron episodios aislados de temperaturas por debajo de cero en algunas zonas de las dos Castillas, el número de plantas afectadas apenas puede considerarse, manteniéndose intactas las previsiones de una buena cosecha.

Ya sea por esta circunstancia, o porque las cosechas del Hemisferio Sur han tendido hacia la normalidad, recuperando parte del volumen perdido en 2017; o sencillamente porque algunas de las operaciones cerradas al inicio de la campaña lo fueron por razones que distaban mucho ser estrictas operaciones comerciales, buscando subir los precios, especular, o sencillamente garantizarse unos volúmenes más allá de lo que han resultado sus necesidades… El hecho es que ya comienzan a conocerse operaciones que no serán retiradas, con el consiguiente quebranto en las cotizaciones.

Una buena noticia la encontramos al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, donde la Administración Trump ha anunciado una reducción de los impuestos para las bebidas con contenido alcohólico, entre las que se incluyen el vino, cerveza y licores; producidas por pequeños productores, y que afectará tanto a los productos nacionales como internacionales. Dándose la circunstancia que para su consideración de tamaño se tendrá en cuenta el volumen importado por Estados Unidos de cada uno de los elaboradores. De tal forma que una bodega de gran volumen de producción en España pero que exporte a Estados Unidos menos de dos millones ochocientos mil litros (750.000 galones) pagará 0,535 $/galón, mientras que si su volumen no supera los cuatrocientos noventa y dos mil litros (130.000 galones) el impuesto se verá reducido a diecisiete centavos por galón.

La cruz de la moneda la podríamos encontrar en el recorte anunciado por la Comisión Europea del presupuesto de la PAC para el próximo periodo y que podría poner en peligro los Planes Nacionales de Apoyo al Sector Vitivinícola. Situación que ya en su día anunciamos podría producirse y que, hasta la fecha, no ha cambiado más allá de ser más constantes los rumores que circulan en ese sentido; pero, de momento, sin sobrepasar esa barrera de lo probable.

El mercado reajusta sus pretensiones

Ya hemos comentado en alguna ocasión que esta campaña está resultando un tanto extraña. Y no por el hecho de que los precios del vino y todos sus derivados hayan experimentado subidas en origen que en muchos casos superen el cuarenta por ciento, por otra parte algo esperado dado el escaso volumen de cosecha con el que a nivel europeo hemos contado. Y sí mucho más por las enormes dificultades que han encontrado las bodegas en trasladar una parte de esa subida en sus productos terminados. Ha sorprendido la fuerte resistencia que en algunos casos han mostrado la grandes superficies a aceptar subidas que fueran más allá del cuatro o cinco por ciento, o incluso la firmeza con la que han sostenido sus posturas bajo el argumento de que existen muchos vinos, bodegas e indicaciones de origen que están disponibles para ocupar el hueco que dejen aquellas bodegas que no acepten las condiciones.

Claro que más sorpresa ha causado el hecho de que lleguen a vender a pérdidas, tal y como denuncia la Asociación Española del Vinagre y que les ha llevado a presentar ante los organismos competentes las denuncias pertinentes que obliguen investigar lo sucedido y erradicar esta práctica.

Según la propia AEVIN con esta denuncia lo que se persigue no es que las empresas investigadas sean sancionadas con grandes multas, sino más bien erradicar una práctica que está obligando a pequeños comercios geográficamente cercanos a estos centros a adoptar medidas similares con sus precios ante la amenaza de restarles competitividad y clientela.

No obstante, lo que verdaderamente está acaparando la atención de los operadores estos días es la climatología. Con una bajadas más que ostensibles de las temperaturas y que en algunos casos se vaticinaban por debajo de los cero grados. Pues bien, hasta ahora, por lo que hemos podido averiguar sus efectos no han pasado de lo puntual, con pequeñas zonas afectadas que apenas tienen representatividad en el conjunto de la cosecha.

Conviene recordar que si bien el viñedo presentaba un retraso de unas dos semanas en su estado vegetativo, provocado precisamente por las bajas temperaturas y las constantes lluvias que hemos venido experimentando en la gran mayoría de España (excepción hecha de la costa levantina y murciana), en la última semana la recuperación de las temperaturas provocó la brotación generalizada y con ella la confirmación de las peores previsiones de algunos operadores que ante las excelentes previsiones de cosecha que se están manejando han decidido echarse atrás en sus compromisos de compra y anunciar su intención de no proceder a la retirada de la mercancía comprometida.

Pues aunque todavía es muy pronto para poder barajar una cifra de cosecha, todas las previsiones que se manejan van en la línea de una recuperación muy importante, con cifras que estarían muy, muy por encima de las necesidades de un sector al que por bien que le pudieran resultar las operaciones de exportación, la recuperación de las cosechas en los países de destino y el estancamiento del mercado interior le señalan como claramente excedentario.

Por otra parte, esta situación tampoco podemos decir que resulte sorprendente para nadie, aunque sí lamentable, ya que nos devuelve a años que creíamos superados en los que la falta de seriedad de los operadores provocaba rupturas de contratos que se consideraban firmes y devolvían al mercado volúmenes de cierta consideración que se daban por vendidos meses atrás, uniéndose a aquellas otras partidas que los productores más ambiciosos mantenían retenidas en espera de mayores incrementos; como si los que ya se habían producido no fueran suficientes para calmar sus pretensiones.

Avanza con fuerza el enoturismo en España

Así como en algunos temas las discrepancias son notables entre aquellos que deben unir sus recursos en sacar adelante la recuperación del consumo. En el asunto del enoturismo y la importancia que esta actividad tendrá en el aumento del consumo en nuestro país y en la mejora de nuestras bodegas de cara a disfrutar de unas mejores instalaciones y un nivel de profesionalidad, la coincidencia es absoluta.

Todas las bodegas o ya disponen de actividades enoturísticas, o bien están haciendo las inversiones necesarias para ponerlas en marcha en un plazo de pocos meses. Los consejos reguladores a través de las rutas del vino tampoco están escatimando esfuerzos en sacarlas adelante y ordenar un poco la oferta para facilitarle las cosas al (eno) turista y, consecuentemente, ser más eficaces. E incluso las administraciones, de todo nivel y sello político, reconocen en este tipo de turismo una gran oportunidad para llevar a cabo esa deslocalización geográfica del turista de sol y playa, venciendo la estacionalidad que lleva aparejada.

Más de tres millones doscientas mil personas, lo que representa un incremento de más de un dieciocho por ciento con respecto al año anterior, son cifras que en sí mismas demuestran el éxito de las Rutas del Vino, integradas por veintisiete en el pasado año. Cifras que, a diferencia de lo que sucede con las de exportación, que cuando nos referimos al valor debemos mostrarnos muy preocupados, reconociendo el gran trabajo que todavía nos queda por delante; en el enoturismo el impacto económico no solo ha crecido un 23,89% dejándolo en más de sesenta y siete millones de euros, sino que además ha representado que el gasto medio por visitante haya aumentado, en todas sus facetas: visita a bodega, museo y gasto en tienda.

Riqueza que no solo es exclusiva de las bodegas, sino que se hace extensiva a todos aquellos establecimientos turísticos de sus zonas de influencia como son establecimientos hoteleros, restaurantes, comercios o empresas de actividades. De hecho, de los 156,60 euros de gasto diario que efectúa un enoturista, el mayor porcentaje 26,78% se lo llevan bares y restaurantes, el 21,49% el alojamiento y solo el 19,83% la compra de vinos y 12,53% la visita a bodega. Los 30,33€ restantes se lo llevan comercios y otras partidas no cuantificadas.

Sin duda la sinergia y colaboración es una de las asignaturas que este sector tiene. Y esta actividad no solo está ayudando a dar una mayor y mejor visibilidad al mundo del vino y su cultura, sino también a demostrar que con objetivos claros es posible la colaboración y el desarrollo de todos, superando esa barrera que tradicionalmente ha representado el recelo hacia los éxitos de mi competencia.

Y aunque las diferencias resultan significativas entre las diferentes Rutas, tanto en el número de visitantes, como en los precios medios de las visitas y el gasto medio en compra de vino; es de destacar que estas podrían achacarse más a factores ligados a la localización geográfica (dispersión), servicios ofertados, posicionamiento de sus vinos, comunicaciones, atractivo de los municipios… todas muestran incrementos considerables, especialmente aquellas recién incorporadas.

También es de destacar la gran concentración existente entre los servicios prestados, entre los que tan solo tres de los dieciocho analizados concentran dos tercios de la oferta: bodegas (32,18%), alojamiento (20,10%) y restauración (16,46%). De lo que podríamos deducir que queda mucho por hacer y es mucho el potencial de crecimiento que se le vislumbra a una actividad que está llamada a jugar un papel muy importante en la recuperación de nuestro consumo y valoración de nuestros vinos.