¿Tenemos un techo en el precio de nuestros vinos?

Lo que en un primer momento se planteaba como una gran oportunidad para darle valor a nuestra producción, propinándole un fuerte impulso a la tarea que tiene encomendada el sector productor de elevar el precio de los vinos en destino, a fin de poder repercutir en los viticultores estos incrementos y construir a través de ellos una verdadera cadena de valor; poco a poco se va tornando en preocupación y generando grandes dudas en el sector bodeguero.

Las bajas producciones de los años anteriores, coyuntura fuertemente acentuada en la última vendimia. Situación generalizada en toda Europa hasta el punto de enfrentarnos a una de las cosechas 2017/18 más bajas de la historia y calificada de “inusualmente corta” por la misma Comisión Europea, presagiaba un panorama alentador para las bodegas, especialmente las españolas que disfrutaban de una gran oportunidad de mejorar sus cuentas de resultados. Además con dos modelos de negocio bien distintos y que podían contentar y permitir definir en qué liga quería jugar cada uno. Por un lado existía la posibilidad de seguir vendiendo a granel a nuestros socios comunitarios con incrementos en los precios en una media de un cincuenta por ciento más caro de lo que lo hicieron el pasado año. Situación que si bien no suponía un gran cambio en lo hecho hasta ahora, sí al menos albergaba la esperanza de subir el listón de los precios de cara a campañas venideras en las que se recuperara la producción.

Pero, sin duda, no era esa la mayor oportunidad que se le presentaba al sector. El reducido margen de maniobra con el que deberían operar las bodegas en la colocación de los vinos en la distribución, tanto nacional como internacional, nos llevaba a pensar, casi de manera inexorable, en una repercusión parcial de los fuertes incrementos de los precios del vino en origen. Abriendo así la posibilidad de muchas bodegas de ir un paso más allá y luchar por hacerse un hueco en el mercado con sus propios vinos.

Pues bien, por más que restan muchos meses todavía de campaña (y en ellos han de suceder muchas cosas que modificarán los precios en origen de los vinos), las cosas no están evolucionando todo lo bien que cabía esperar. No al menos para aquellos que apostaron por una transición del granel al envasado, ni los que confiaban en abrirse un hueco en la distribución, desbancando a otros gracias a una política más contenida de precios.

Los datos de exportación del mes de octubre, últimos disponibles, indican un fuerte incremento de nuestras exportaciones de vino, tanto en valor 22,1% como en volumen 19,3%, elevando el precio medio del litro hasta los 1,41€ (datos mensuales). Magnífica noticia sin duda, a la que no obstante, convendría hacerle una observación, y es que mientras los vinos envasados crecían ese mes con respecto al del año anterior en un 19,0% en valor y 24,0% en volumen, con apenas un decrecimiento en el precio medio del -4,0% dejándolo en 2,26 €/litro; los graneles lo hacían un 41,4% en valor y un 21% en volumen, dejando el precio medio en 0,48 €/litro (16,9%). Lo que nos podría llevar a pensar que, si bien las bajas cosechas de nuestros principales compradores franceses e italianos les han obligado a tener que asumir fuertes incrementos en los precios; también nuestro mercado de vinos “españoles” envasados parece estar aprovechando la oportunidad, aunque sea a costa de sacrificar algo el precio.

Lo que nos lleva al mercado interior, donde la situación no difiere mucho, y en el que las bodegas se las están viendo y deseando en su necesidad de incrementarles los precios a las grandes superficies. Que, aunque conscientes de la situación del mercado, no parecen dispuestas a asumir aumentos que vayan más allá de un tres o cuatro por cien en el PVP.

Una decisión que no contenta a nadie

Cualquiera que se haya visto implicado en una negociación sabe que existe una máxima por la que ninguna de las partes debe salir de ese proceso completamente satisfecha. Y esta ha sido la postura que el Ministerio, siguiendo con su habitual política, ha decidido volver a hacer suya en el tema de las nuevas plantaciones para 2018 y la aplicación de restricciones en las denominaciones de origen supraautonómicas.

Lo que no le ha servido para eludir críticas muy severas que ven en esta decisión una postura claramente influenciada por la situación política de Cataluña, omitiendo cuestiones sectoriales y que le ha obligado a salir a dar explicaciones por voz de su secretario general, Carlos Cabanas. El lugar elegido ha sido Requena, uno de los 27 términos municipales en los que fuera de Cataluña es posible la elaboración de Cava, y que, junto con el extremeño Almendralejo, más han hecho en estas últimas semanas por denunciar una situación que consideran iba frontalmente contra su derecho a desarrollarse dentro de esta Denominación de Origen.

La decisión final adoptada, una aclaración a la resolución del 27 de diciembre de 2017 del Mapama, sobre su fecha de aplicación. Declarando que dicha resolución por la que se limita el crecimiento del número de hectáreas en la indicación de calidad del Cava a 172,2 hectáreas para 2018 no afectará a aquellas solicitudes de autorizaciones de replantación presentadas con anterioridad al 29 de diciembre (fecha de publicación de la resolución en el BOE) y que se estima pudieran rondar las 4.500 hectáreas totales.

La gran atención mediática que ha tenido este asunto en los medios generalistas, alimentada por un ambiente altamente enrarecido en Cataluña, donde se concentran más del 80 por ciento de los 157 municipios amparados, puede haberle dado a este asunto una importancia que en condiciones diferentes no hubiera tenido.

El doble papel que debe jugar el Ministerio de Agricultura, como organismo responsable ante la Unión Europea de la asignación y distribución de las nuevas plantaciones de producción, por el que ha autorizado un incremento del 0,52% (4.950 ha) de la superficie actualmente plantada en España (951.985 ha) y como el de órgano regulador de una de las Denominaciones de Origen más prestigiadas y reconocidas por su carácter supraautonómico, junto a Rioja y Jumilla, ha hecho que la decisión se haya visto contestada rápidamente, no solo por organizaciones agrarias y bodegueras, como hubiese sido lo habitual, sino por también por partidos políticos que han visto en el asunto un filón mediático.

Admitir de facto un crecimiento del orden del 12% de la superficie actual, para un producto con tasas de crecimiento en su comercialización que apenas superan el 0,5% va claramente contra un crecimiento sostenido. ¿Provocará una contestación de las bodegas dentro de la propia D.O.P.?

Valorizar el vino desde la viticultura

Se aproximan fechas de celebración familiar en las que el Vino ocupa un lugar preponderante en las mesas de todos los hogares. Son momentos en los que reflexionar y analizar los muchos logros conseguidos, así como identificar las grandes oportunidades que todavía nos presenta el mercado.

Cada uno en nuestra medida, nos acercaremos al vino y tendremos la ocasión de comprobar la excelente calidad de nuestros elaborados. Disfrutaremos con ellos y presumiremos de nuestros conocimientos, e incluso nos informaremos sobre alguna de las notas más características de los vinos o bodega de la que proceden para disponer de argumentos con los que mantener interesantes conversaciones y justificar nuestra sabia elección. Hasta los habrá que se acerquen al vino de forma totalmente extraordinaria, pues su consumo se reduce a momentos especiales y de celebración. Todos ellos encontrarán un vino que satisfaga sus aspiraciones.

Lástima que no seamos capaces desde la producción de trasladar también el mensaje de los precios tan competitivos que pagamos por ellos.

Somos el país productor que más bajos precios tenemos en el producto final, aquel que mayor oferta pone a disposición de los consumidores, con una banda amplia y caracterizada por una gran diversidad en el nivel bajo de precio. Y en cambio, no somos capaces de que los consumidores nos perciban como un producto barato. Más bien al contrario, cada vez más se extiende la creencia de que el precio del vino no para de subir, que sus bodegas disfrutan de cuentas de explotación boyantes que les permiten insultantes inversiones en la construcción de bodegas diseñadas por los más prestigiosos arquitectos mundiales, de las que presumen con orgullo y nos permiten disfrutar en múltiples actividades enoturísticas.

Momentos, por otro lado, que dejan una profunda huella en sus visitantes, con gratos recuerdos que les llevan a recordar la experiencia como una de las más gratificantes. El apego a la tierra, al origen y la variedad, el respeto al medioambiente y la necesidad de hacer del vino una actividad sostenible que garantice el futuro de nuestros hijos; son algunos de los valores que más marcan la experiencia turística, permaneciendo largo tiempo en la memoria.

Lamentablemente, en esta experiencia tan enriquecedora, el papel del viticultor apenas supera la barrera de lo anecdótico, de un sujeto imprescindible en esta obra, pero actor de reparto cuyo futuro parece ir ligado a la deslumbrante proyección de la bodega. Y, en buena lógica, así debería ser. No se entiende el sector vinícola sin el vitícola, ni la posibilidad de desarrollo sin una complicidad del viticultor, y aunque se han conseguidos importantes avances en estos últimos años, nuestro modelo sector dista mucho de reconocerle el protagonismo que merece y que hiciera posible el mantenimiento de una superficie vitícola que abandona ancestrales viñedos poco productivos por modernas explotaciones con rendimientos suficientes para asegurar su rentabilidad.

Asumir que somos un país productor, caracterizado por un gran número horas de sol y unas condiciones de cultivo casi idílicas va mucho más allá del número de hectáreas de superficie acogido al cultivo ecológico. Requiere de un conocimiento pormenorizado de las condiciones de cultivo que lleva aparejado el bajo rendimiento. Solo de esa manera es posible entender que el precio de nuestros vinos está muy lejos de su valor, y que superada la fase actual en la que nos encontramos de desarrollo comercial necesario para encontrarle acomodo a una producción que supera ampliamente las necesidades de nuestro mercado interno, será necesario profundizar en su cadena de valor y soñar con un sector estructurado y de esperanzador futuro en todas sus etapas.

La Navidad como momento de consumo

A pesar de los esfuerzos desarrollados por todos los productores de cava, la fuerte estacionalidad de este producto en las fechas Navideñas, no ha hecho sino darle más notoriedad a un problema que bien explicado hubiese podido solucionarse de manera satisfactoria para todas las partes; y que amenaza ahora en convertirse en un arma arrojadiza con consecuencias imprevisibles para el producto.

Pero entre las Navidades y la tensión política que se vive en Cataluña, zona geográfica en la que se concentran más de tres cuartas partes del total de la superficie amparada por el Consejo Regulador del Cava; han hecho que la posibilidad de prohibir durante los próximos tres años nuevas plantaciones haya superado ampliamente lo estrictamente conveniente para un sector que busca proteger la rentabilidad de sus productores y viticultores mediante una ajustada competitividad que le ha permitido situarse como el tercer producto español de más alto precio unitario en el exterior 2,42 €/litro, tras los vinos de licor y vino tinto con D.O.P. envasado; según los últimos datos de mercado exterior publicados por el OEMV correspondientes al interanual de septiembre.

Y es que, en realidad, no sucede nada que no ocurra en otras zonas geográficas o indicaciones de origen, y que básicamente es que los que ya están no quieren que entren más (o que otros crezcan más) y los que quieren entrar (o ampliar su presencia) exigen libertad para hacerlo.

Dar una respuesta que contente a todos, será prácticamente imposible y el Ministerio, organismo competente al tratarse de una figura de calidad cuyo territorio amparado excede el de una comunidad autónoma, tendrá que retratarse y optar por la expansión de zonas allende Cataluña, principalmente en los municipios de Requena y Almendralejo, dos de las localidades donde se concentran los mayores planes de reconversión de viñedos dirigidos a uvas para cava.

Y bajo esa gran carga política que tiene la decisión, parece razonable que haya optado por darse un plazo extra de quince días más, y dejar para, pasadas las elecciones catalanas, el anuncio de una decisión que deberá estar muy razonada. Pero, ni con eso convencerá a nadie.

Mucho menos polémica es la campaña de la OIVE “Marida mejor tu vida con vino”, aunque también hay bodegas que no acaban de ver su conveniencia. Ha sido la manera en que desde la Organización Interprofesional del sector vitivinícola se quiere llegar a la gente, de manera desenfadada y sencilla, para recuperar el consumo de vino en España. Al margen de resultados, que estoy seguro que van a resultar muy positivos, lo bien cierto es que de una vez por todas el sector está tomándose en serio un problema de comunicación que lo viene acompañando desde hace décadas y que ha motivado un distanciamiento con los consumidores, especialmente con quienes debían tomar el relevo de aquellos que cambiaron la alimentación por el disfrute como motivo de consumo de vino.

Hemos hecho grandes esfuerzos en modernizar nuestras bodegas, dotarlas de las últimas tecnologías situando al frente grandes profesionales formados en las mejores escuelas, reestructurado nuestro viñedo adaptándolo a los gustos de los consumidores desde el respeto al origen y la tradición de la zona de producción. Pero no hemos llegado a dar ese paso necesario de comunicarlo. Confiados en que la calidad palpable de nuestros productos sería un argumento diferenciador que nos abriría los mercados y nos permitiría elevar el precio hasta situarlos en niveles más cercanos a su valor intrínseco, no hemos podido dedicarle los recursos necesarios. De manera colectiva esta campaña debiera servir como base desde la que poner en marcha iniciativas individuales o de carácter más reducido como pudieran ser CC.AA. o Consejos Reguladores, con las que seguir desarrollándola. Y con esa esperanza contemplo el 2018 y les deseo los mayores éxitos.

La exportación confirma las estimaciones

Desde que se iniciara la vendimia 2017, y atendiendo a las estimaciones que se barajaban en todos los países productores, las cotizaciones de los vinos iban a experimentar un cambio muy sustancial, especialmente en España, país del que básicamente se abastecen Francia e Italia y donde las producciones no iban a seguir un camino muy diferente del nuestro. Solo Portugal barajaba un ligero incremento en su producción con respecto a la del año anterior.

Como así fue, lo que obligó a que los precios a los que se firmaron los primeros contratos de la uva, tuvieran que ser revisados al alza ante las cotizaciones a las que iban cerrándose los posteriores.

Pero para que los precios subiesen había que cerrar operaciones, firmar contratos que sellasen incrementos de cierta envergadura y que tenían su origen, mayoritariamente, en operaciones de exportación. De nuevo, franceses e italianos acudían al mercado español en busca de vinos con los que cubrir una parte importante de sus necesidades que, por precio, les resulta totalmente imposible satisfacer aprovisionándose de sus respectivos mercados interiores.

Pues bien, publicados los datos de exportación correspondientes al mes de septiembre, ya podemos conocer con mayor exactitud cuál ha sido ese incremento y especialmente en qué medida ha afectado cada tipo de vino.

En datos interanuales, digamos que mientras los vinos envasados muestran un comportamiento estable, con incrementos del 2,9% en valor y del 2,1% en volumen, por lo que el precio medio de 2,11 €/litro apenas aumenta en un 0,7%. Son los vinos comercializados a granel los que reflejan mejor esta situación, pues una pérdida de volumen del 2,5% iba acompañada de un incremento en el valor del 12,4%, elevando el precio medio hasta los 0,44 €/litro frente los 0,38 del periodo interanual anterior.

Y aunque habrá que esperar a conocer los datos de los meses de octubre y noviembre, todo parece indicar que esta tendencia no solo se mantendrá, sino que muy probablemente se acentúe considerablemente, elevando por encima de los cincuenta céntimos esa cotización de los graneles.

Sin duda una excelente noticia para un sector que está demostrando su responsabilidad en unas circunstancias que sabe que debe aprovechar para aumentar el precio de sus vinos, acercándolos un poco más a su valor real.

Una llamada de atención

Tal y como era de esperar, los operadores españoles no iban a cruzarse de brazos ante la espectacular escalada de precios que el vino en origen está experimentado desde que se iniciara la campaña y se confirmaran los datos de cosecha. La búsqueda de países de los que abastecerse no ha resultado sencilla, pues en similares circunstancias se han desarrollado las vendimias en los principales países productores: Francia con un pérdida de diecinueve por ciento e Italia en el entorno del veinticinco. Pero, no sin ciertas dificultades, llegaba a Valencia el pasado miércoles un barco lleno de mosto azufrado procedente de Bulgaria.

Considerar que esta operación puede suponer un freno en las transacciones y la evolución de sus cotizaciones en el mercado nacional, es tan pretencioso como improbable. Pero sí, al menos, deberemos darle la importancia que en sí mismo tiene y que supone una llamada de atención a los operadores sobre la necesidad de poner coto a unas pretensiones que están completamente fuera de lo que un mercado maduro puede soportar.

Todos debemos ser conscientes de que los vinos y mostos y españoles son de una extraordinaria calidad y nos los compran a precios muy por debajo de lo que sería su verdadero valor. Que esto provoca que las bodegas liquiden las uvas por debajo incluso de lo que serían sus costes de producción, circunstancia que solo es posible por la gran cantidad de viticultores a tiempo parcial cuyas motivaciones para mantener un cultivo poco rentable están en aspectos que nada tienen que ver con los principios básicos de cualquier actividad empresarial o profesional.

Pero tampoco nos podemos olvidar de que estamos en un mercado globalizado, donde los consumidores cada vez tienen más que decir sobre los precios de los productos que no son de primera necesidad.

Podemos trabajar todos juntos por acercar el precio al valor. Ir poco a poco trabajando con los consumidores en el reconocimiento de la calidad y la necesidad de pagar un poco más por un excelente producto y hacer posible la existencia de una cadena de valor que satisfaga a los viticultores e incentive en la búsqueda de la calidad.

Lo hemos dicho en reiteradas ocasiones, y seguiremos haciéndolo mientras tengamos dónde; nuestros vinos y mostos tienen un excelente calidad media, disfrutamos de un amplio abanico de variedades y tipologías de vinos, nuestras bodegas han hecho un extraordinario esfuerzo por tecnificarse y hacerse eficientes. Como nuestros viticultores por adecuar sus producciones a lo demandado por los consumidores, con una profunda reconversión y reestructuración de sus viñedos. Nos queda conseguir valorizar nuestro producto. Llevamos años en este camino y lo vamos a conseguir. Sin ninguna duda.

Un camino marcado

Tener una cosecha tan corta como la que este año hemos obtenido en toda Europa es una cuestión que preocupa. Y no ya tanto por lo que pudiera suponer en el comercio y sus efectos sobre los precios en destino que pudieran acabar soportando los consumidores, como por las causas que han provocado esta situación. Lo que hace tan solo un decenio era cuestión discutible (y discutida) en muchos foros, donde se cuestionaba desde la existencia de un cambio climático hasta los efectos que este pudiera acabar teniendo en la vitivinicultura mundial. Hoy se ha convertido en una verdad irrefutable, de la que solo es posible discrepar en aquellas cuestiones relacionadas sobre la profundidad de los efectos que pudiera acabar teniendo o la capacidad del propio sector para adaptarse a estas nuevas circunstancias.

Y buena prueba de ello es la gran preocupación que existe entre los viticultores españoles que, no conformes con la pérdida de un veinte o incluso un treinta por ciento de su cosecha, lo que ha venido a añadir un nuevo problema a lo que ya sucediera en la campaña anterior; temen la memoria de la tierra y las consecuencias que esta pudiera tener sobre la campaña venidera y siguientes.

Es muy pronto, y resultaría temerario hablar de lo que pudiera suceder con la próxima cosecha. Pero los viticultores conocen bien su viñedo y saben que ni las lluvias están acompañando como para ver la solución a este periodo de sequía que vivimos en toda la geografía española, ni la tierra tiene la capacidad de recuperarse de manera inmediata. Es como un gran transatlántico cuyas maniobras resultan lentas en sus reacciones.

No hay duda de que, efectivamente, la situación difiere mucho ya se trae de una explotación en secano o regadío, pero ni tan siquiera estas últimas escapan a la alarmante situación que vivimos. La falta de lluvias hace que los acuíferos de los que se abastecen estén bastante esquilmados y que su capacidad para regar los viñedos corra peligro.

Ante esta situación no es de extrañar lo que está sucediendo con los vinos en origen, cuyas cotizaciones han aumentado de manera espectacular desde que se iniciara la campaña y actualmente no dan muestras de debilidad como para permitirnos pensar que vayan a bajar en las próximas semanas.

Desde el sector español se lleva años luchando por aumentar el valor añadido de nuestra producción. Unos aludiendo a la necesidad de trasladar graneles a envasados; otros, más precisos en sus aseveraciones, buscando la marca en el origen como factor de valor, olvidándose de cuál sea el tipo de envase (el granel también es un envase) en el que se venden. Actualmente tenemos una gran oportunidad de afianzar lo que ya algunas bodegas llevan años trabajando, hacerse un hueco en el mercado internacional olvidándose del camino fácil de vender a franceses o italianos (por citar los dos principales países compradores de vinos de bajo precio español) y llegar directamente al importador o distribuidor.

Pero no es una tarea ni rápida, ni sencilla. Requiere de mucho esfuerzo, un gran músculo para aguantar oscilaciones que no pueden trasladarse a los mercados de detalle y campañas como estas, con subidas en las cotizaciones de origen tan importantes, son un gran problema. Aun así hay muchas bodegas que lo están intentando, que han tomado su maleta repleta de muestras con la intención de situar su vino en los lineales de las principales cadenas internacionales. Incluso han asumido que esas muestras deben respetar el origen y la identidad varietal, pero que es posible adaptarlos a los gustos de los consumidores a los que van dirigidos.

Un camino marcado que admite pocas desviaciones y que, ni cosechas, ni precios, serán suficientes como para desviarnos.

El enoturismo como dinamizador del producto

Hablar de calidad, aumentar la percepción que los consumidores tienen de ella y mejorar el valor añadido de nuestros vinos. Son, todas ellas, consecuencias casi directas de una recuperación del consumo.

Pensar en volver a un consumo alimenticio del vino es tan utópico como pensar que volveremos a los televisores de lámparas. Tener alguno en un lugar de la casa como elemento de decoración, es posible. Pensar que veamos la televisión con ellos, una insensatez.

Por suerte, o por desgracia, aquel tipo de consumo ha sido superado. Y al igual que las necesidades de nuestros viticultores ya no son las de una azada, y sí la de un tractor con el que llevar a cabo las labores agrícolas. O nuestras bodegas requieren depósitos con control de temperatura y asepsia en sus instalaciones. Los consumidores nos acercamos al vino como un objeto de placer y de lujo, al que todos aspiramos y que solo alcanzamos en función de la renta disponible que tengamos para hacerlo.

Podemos ser el país productor que más barato vende sus vinos, el que menos valor añadido somos capaz de trasladarle a la botella y uno de los que mayor oferta de variedades y tipologías dispone. Hasta somos capaces de ser el país que más guías de “vinos baratos” publica, ante la gran oferta existente.

Pero nada de todo eso tiene sentido si no somos capaces de acercarnos a los consumidores, intentando satisfacer esas nuevas necesidades que tiene.

En los últimos años, la gran mayoría de bodegas, de las grandes que disponen de medios que destinar a estos fines, han dado un giro en su política de comunicación, han buscado actividades, acciones culturales, gastronómicas, turísticas, deportivas… con las que llevar a cabo un marketing relacional que aproveche el empuje del que carecían sus productos, aportándole una gran calidad e imagen.

Así, el enoturismo, como un claro ejemplo de esa cualidad que disfrutamos de ser el segundo país más visitado del mundo, o la gran reputación de nuestra gastronomía, se ha desarrollado de manera exponencial en toda nuestra geografía. Hoy podemos aseverar que somos una potencia enoturística, y las perspectivas son de un gran potencial de crecimiento.

El camino está marcado y más tarde o más temprano nuestros vinos subirán sus precios como consecuencia de que se reconozca su valorización. Y en ese camino, la capacidad que tengamos de dar una imagen correcta y adecuada jugará un papel muy importante para determinar la velocidad con la que lo hagamos.

Marida mejor tu vida con vino

Bajo el lema “Marida mejor tu vida con vino”, la Organización Interprofesional del Vino de España (OIVE) pone en marcha una campaña informativa y de promoción con la que se pretende rejuvenecer la imagen del vino entre los consumidores y normalizar su consumo cotidiano.

Desde luego no es algo que a los lectores de SeVi les pueda sorprender, ya que hemos ido siguiendo el asunto desde el primer día con sumo interés. Y sí congratular, por ver hecha realidad una aspiración que desde el sector se lleva años demandando y que no acababa de concretarse.

Para ello ha sido necesaria la creación de una Interprofesional que fuera capaz de dotarse de una extensión de norma (contribución obligatoria de las bodegas) con la que nutrirse de fondos para llevarla a cabo. La constitución de una estructura mínima capaz de gestionar los recursos y coordinar los trabajos. La realización de un estudio de mercado que pusiera en evidencia aquellas fortalezas de las que debiera valerse para hacer frente a sus debilidades. Y la contratación de una agencia de convirtiese todo eso en un mensaje que comunicar en los diferentes medios al consumidor de la calle.

Todas y cada una de estas etapas han estado repletas de problemas a los que ha habido que ir dándole solución con más voluntad que recursos. Sin ningún género de dudas, no satisfará a todos, pero (y en mi opinión lo más importante) el martes 14 será presentada por la Ministra Isabel García Tejerina una campaña dirigida a recuperar el consumo cotidiano de vino en nuestro país.

Todos, aficionados y detractores somos conscientes del gran “glamour” que envuelve al vino, el enorme interés que despierta y lo interesante que resulta el tema en cualquier conversación. Pero también hemos podido comprobar de qué manera su consumo se ha complicado sobremanera en los últimos lustros, dotándolo de un boato instigado desde el propio sector que, claramente, se nos ha ido de las manos.

Convertir un producto alimenticio en un artículo de lujo tiene consecuencias muy importantes en su propia concepción. Transmitirlo adecuadamente, con un mensaje coherente, en los medios adecuados y empleando un lenguaje asequible, no es fácil, ni podríamos decir que se ha conseguido por muchas bodegas e instituciones responsables de que así hubiese sido.

Bajo el paraguas de la tradición hemos confundido a nuestros clientes, dando por sentados unos conocimientos de los que carecían, insistiéndoles en evidenciar sus deficiencias.

Y cuando se ha utilizado su imagen, lo ha sido para alertar de los graves perjuicios que sobre la salud o el tráfico tiene un consumo inapropiado.

Vencer todo esto no va a resultar una tarea ni fácil ni rápida. Va a requerir tiempo y mucha perseverancia. Pero, por primera vez, el sector dispone de una organización transversal de la que valerse y de unos fondos con los que dar sus primeros pasos.

Llegarán los malos momentos en los que quienes dudan de estas organizaciones colectivas dispongan de datos con los que justificar sus posiciones. Habrá que estar preparados para perseverar en la creencia de que solo desde la colectividad será posible recuperar el consumo de vino en España y dotarlo de un mayor valor añadido.

La escasez de una cosecha a nivel mundial que ha elevado los precios a niveles inimaginables podría parecer que no es el mejor escenario para aspirar a aumentar el consumo de un producto en clara tendencia alcista de precios. Pero si tenemos en cuenta los bajos precios de nuestros vinos, así como la escasa repercusión que sobre el precio de la botella representa el coste del líquido, puede incluso que el momento resulte favorable.

Tenemos una gran oportunidad para dar un gran salto cualitativo y la vamos a aprovechar.

Las IGs buscan adaptarse a los nuevos mercados

Si queremos defender y proteger el patrimonio cultural y económico que representan las Indicaciones Geográficas de Calidad, estas hay que adaptarlas a los nuevos mercados, plataformas de comercio y registros. Resulta bastante fácil de imaginar que todo ello ha cambiado mucho en los últimos años, y todavía lo hará más en los venideros, por lo que su adaptación se hace imprescindible si queremos que puedan seguir desempeñando el papel para el que fueron creadas.

Conscientes de todo ello, el pasado 12 de octubre, con ocasión de la reunión del G7 de Agricultura en Bérgamo firmaron un documento estratégico con el objetivo de valorizar las I.G.s de ámbito agrícola, medioambiental y comercial, definiendo los instrumentos para luchar contra los fraudes, los planes para una producción sostenible y el impulso a las negociaciones para la tutela legal de las I.G.s.

Documento que se ha denominado “Declaración de Bérgamo” y cuyos cuatro puntos aluden, básicamente a: 1.- Creación de un sistema multilareal de protección; 2.- Mejoramiento en la transparencia de la “Internet governance” para una eficaz protección como propiedad intelectual, 3.- Profundización de las investigaciones y estudios respecto al aporte positivo de las I.G.s en la sostenibilidad económica, medioambiental y cambio climático; y 4.- Incremento de los recursos financieros para la cooperación internacional destinados al fortalecimiento de las I.G.s.

Ya en ámbito mucho más local pero no menos importante, los Consejos Reguladores de las Denominaciones de Origen vitivinícolas, agrupadas en la CECRV se reunían en Asamblea el pasado día 27 de octubre para solicitar una mayor simplificación administrativa en la comercialización de sus vinos. Denunciando que en algunas ocasiones los trámites burocráticos con el mismo fin, deben ser cumplimentados hasta tres y cuatro veces ante administraciones diferentes.

Conscientes de la evolución preocupante que están teniendo los precios del vino y las alarmantes consecuencias que pudiera tener sobre nuestro débil consumo y transcendentales exportaciones, apuestan por aprovechar la coyuntura para acercar a su valor real los vinos de calidad aumentándoles el precio. Pero siempre bajo el estricto criterio de un posicionamiento correcto en los nichos de mercado.