Definiendo nuestro futuro

Antes de que sea demasiado tarde, convendría reflexionar sobre la buena evolución de nuestras exportaciones y las razones que las justifican. Tampoco estaría mal recordar lo sucedido cuando pensamos que podíamos subir los precios de nuestros vinos y que nuestras ventas no se iban a ver afectadas, o cuando al contrario, las mantuvimos en niveles habituales. Incluso fijar la mirada en los objetivos que se ha marcado el sector a corto y medio plazo con la Interprofesional sobre la recuperación del consumo interno, o la disposición de una información sobre disponibilidades en bodega actualizada y pública.

Son cuestiones todas ellas, junto con la implantación de los contratos obligatorios y el pago a 30 días, que han supuesto, y deberán seguir haciéndolo, un cambio muy profundo en nuestro sector. Aprovecharlo y que todos vayamos en la misma dirección, solo depende de nosotros.

De momento, de los precios de las uvas no se puede decir que hayan aumentado mucho, pues si le quitamos las zonas donde han repetido las cotizaciones del año pasado, aquellas otras en las que los grandes cambios solo han afectado a variedades residuales, y consideramos los incrementos (pérdida no ha existido en ninguna zona, ni variedad) para las más representativas; podríamos concluir que el incremento no justificaría variaciones sustanciales en los vinos.

La cosecha, el otro gran caballo de batalla, está por ver lo que acaba siendo, pues las previsiones anteriores al periodo estival se fueron al garete y las nuevas, aunque bastante ajustadas y coincidentes entre ellas, presentan volúmenes ligerísimamente inferiores en muestra de racimos, pero está todavía por ver lo que acabe afectando a su transformación en vino. Pues al tamaño más reducido de los racimos se une el de unas uvas llamativamente pequeñas pero de una sanidad impresionante.

Tampoco nuestros principales compradores: Francia, Italia o Portugal, barajan estimaciones de cosecha que haga presumir grandes diferencias en sus necesidades con respecto a las que nos han llevado a alcanzar cifras récord en nuestras ventas.

Si además consideramos que las operaciones de especulación pueden tener sus días contados gracias a la información que las declaraciones mensuales que deberán realizar las bodegas sobre sus disponibilidades, el panorama no puede ser más esperanzador.

¿Lo vamos a saber aprovechar para consolidar mercados y avanzar en la valorización de nuestros vinos? Esa es una gran incógnita que solo cada una de las bodegas y cooperativas tienen en su mano responder y, así, definir lo que quieren ser en los próximos años.

Una gran oportunidad

Independientemente de que consideremos el vino como un alimento o no, y de las batallas a las que debamos enfrentarnos con aquellos colectivos que lo consideran un producto “tóxico” por su contenido alcohólico y solo vean en él un importante nicho de recaudación. Lo cierto es que el vino es un producto que forma parte de nuestra Dieta Mediterránea, que como tal es parte de nuestra alimentación y hábitos de consumo y que, desde hace ya algún, es utilizado por todos los operadores de alimentación como un producto reclamo. Una forma de atraer al consumidor hasta su establecimiento para, una vez allí, venderle otros muchos productos de alimentación o limpieza.

El último gran ejemplo de este “atractivo” del vino ha sido la puesta en marcha por Amazon.es de su tienda de alimentación online, donde podemos encontrar alimentos no perecederos y productos de limpieza, así como (a día de hoy) 114 vinos tintos, 51 blancos y 24 rosados. Iniciativa que junto con su “Marketplace” (plataforma para puesta a disposición de los productores para la venta directa de sus productos sin tener que convertirse en proveedores de Amazon) modificará el modelo de la distribución española, afectando notablemente a su modelo de negocio y las relaciones con las bodegas.

Sabemos, y eso no es un secreto para nadie, que el modelo de la distribución en España ha sufrido profundos cambios en los últimos años. Unos llevados por las condiciones de la evolución natural del mercado; y otros acentuados o acelerados por las circunstancias económicas de los últimos años. El caso es que hoy, ni los objetivos de las bodegas son los mismos, ni el cliente al que quieren llegar lo encuentran en los mismos sitios, ni los medios y el mensaje con el que pretenden llegar hasta él puede ser el mismo de hace años. Adaptarse a todos estos cambios ha sido una ardua tarea, no siempre bien entendida por muchas bodegas. Pero no solo por ellas, también por una distribución que ha debido afrontar estos cambios en un escenario de graves dificultades económicas, peligrosa inestabilidad financiera y un elevado índice de morosidad.

La fidelidad se ha convertido en uno de los bienes más escasos y, por ende, codiciados por todos. El consumidor quiere probar vinos nuevos que le sorprendan. Las bodegas, encontrar la forma más directa de llegar hasta el consumidor. El restaurador, el modo de combinar cocina y vinoteca en un justo equilibrio que lo haga interesante y no desproporcionado en el precio. La distribución, optimizar costes, concentrando pedidos que respeten las exigencias de sus compradores, pero sin incurrir en costes logísticos desorbitados y porfolios inmanejables. Y todo ello dominado por un consumidor más exigente, caprichoso, infiel, consciente de su posición dominante y poco dispuesto a renunciar o pagar un sobreprecio por ello.

Sin entrar en disquisiciones sobre si la competencia es buena o no para la economía y eficiencia de las empresas (cuestiones que me quedan muy lejos). Lo que es evidente es que la llegada de las grandes empresas de comercio online al mundo del vino (aunque ya hubieran hecho sus pinitos) es una excelente noticia para los vinos españoles, de mucho menor precio que sus competidores y una gran calidad.

Intuimos, porque datos concretos no hay, que el comercio online en este sector ha crecido exponencialmente en los últimos años, y que lo va a seguir haciendo. Tenemos bodegas en nuestro país que disfrutan de una dilatada experiencia, con resultados muy buenos, quizá no al ritmo que les hubiese gustado o planteaban en sus planes de negocio, pero, sin duda, con una gran proyección.

Una excelente oportunidad para recorrer ese largo y tortuoso camino de la valoración de un producto de gran calidad, pero escasamente reconocido.

Asignaturas pendientes

Sin duda alguna, la asignatura pendiente de nuestro sector es la comercialización, y, especialmente la lucha por llegar al consumidor que es el objetivo prioritario de cualquier bodega; y aquí importa poco el tamaño o su ubicación. Desde las más humildes que tienen que combinar las parcelas del mercado con las propias de la elaboración, hasta las que disponen de un mollar presupuesto para un departamento exclusivo de marketing; todas tienen la misma necesidad. Todas tienen en el consumidor su objeto de deseo.

Encontrar la manera de llegar a él, de ofertarle los productos que mejor se adaptan a sus pretensiones y ofrecérselos con una presentación adecuada y a un precio que le sea interesante, son cuestiones analizadas (cada uno a su manera) por todos. Lo que, considerando el desprecio al que han sido sometidos en otras épocas algunos canales de distribución, que eran ignorados por las grandes bodegas de renombre, o despreciados por las de menor tamaño ante la creencia, no siempre errada, de que no estaban a su alcance, ha sido un gran avance en el acercamiento hacia el consumidor, ante la necesidad de recuperar un consumo que se ha demostrado fundamental en la generación de valor.

Porque la experiencia nos ha demostrado que podemos vender nuestros vinos en la tienda de la calle de al lado, o en la mayor vinoteca o centro comercial del otro lado del mundo, pero que si queremos tener futuro, este pasa, irremediablemente, por generar valor y mejorar la imagen que transmitimos.

Estos últimos diez años nos han dado grandes lecciones, unas muy positivas y otras no tanto, pero todas, muy enriquecedoras que nos han obligado a cambiar la forma de trabajar, redefiniendo nuestros objetivos. Hemos pasado de tener la percepción de la calidad como un hecho diferenciador, a considerarlo un requisito mínimo, imprescindible. De recibir ofertas para comprar nuestros vinos, mostos y derivados, a tener que salir a buscar a quiénes somos capaces de vendérselos. De dirigirnos al canal Horeca o a la distribución especializada, a luchar por hacernos un hueco en la gran distribución o realizar acciones casi individualizadas para cada uno de nuestros clientes. Hemos pasado de la globalización a la especialización, buscando ese hecho diferenciador que nos proporcione la ansiada competitividad.

Y todo esto lo hemos tenido que hacer casi, casi, de forma individual, con grandes restricciones crediticias e importantes problemas de competencia, provocados también por la llegada en masa de todas las bodegas a mercados saturados, obligadas a buscar nuevos clientes con los que suplir los desaparecidos.

Unirse, crear asociaciones en las que concentrar recursos y aprovechar sinergias se antoja fundamental en este nuevo escenario en el que se desarrollo el comercio mundial. Hace unos días en Haro, con el Barrio de la Estación como argumento, tuvimos un buen ejemplo de lo interesante que pueden ser este tipo de iniciativas colectivas. Solo me queda felicitar a sus promotores y animar a que cunda el ejemplo.

No solo de vendimias vive el sector

Aunque hay que reconocer que la palma de la actualidad informativa se la llevan las vendimias, con sus estimaciones de producción y los precios de sus uvas y mostos; el sector sigue evolucionando y poniendo en marcha aquellas medidas diseñadas y aprobadas para fortalecerlo, hacerlo más trasparente y recuperar el consumo perdido.

La disposición pública de información estadística sobre producciones y existencias con una periodicidad mensual y la implantación de los contratos obligatorios, con la consiguiente necesidad de fijar precios desde el primer remolque que descarga en la bodega, y plazos de pago que no pueden ir más allá de los treinta días desde la descarga del último remolque de cada viticultor. Son dos cuestiones (mucho más la segunda que la primera) que han levantado muchas ampollas y generado graves tensiones, con amenazas incluidas, que, afortunadamente, la propia evolución de la vendimia ha ido relajando y que se convierten casi en costumbre. Otra cosa son los niveles de precios a los que las bodegas, de prácticamente todas las zonas de España, pretenden comprar las uvas y las protestas que ello ha generado entre un sector viticultor que no ve recompensado su trabajo, se siente vilipendiado y considera que aquella corresponsabilidad que debiera existir entre productores de uva y vino tan solo les es aplicable cuando es el lado de su tostada el que cae boca abajo.

Mucha menos controversia ha generado la obligatoriedad a la que se van a ver sometidos los operadores (productores y almacenistas mayoristas) el próximo 30 de septiembre (diez días más allá de lo que inicialmente estaba previsto), cuando de forma online deban formular la primera declaración mensual obligatoria. Tras ellas llegará el momento de conocer esos datos y comenzar a analizar las repercusiones que pudieran tener en la evolución de los mercados y sus cotizaciones.

En cuanto a la puesta en marcha de la extensión de norma acordada por la Organización Interprofesional del Vino en España (OIVE) y que obliga a los operadores a contribuir económicamente, la organización pretende que aquellos vinos envasados importados y que en la actualidad están exentos de las declaraciones y contribución, se incluyan como comercializadores en el mercado doméstico de vino de origen no español y paguen la correspondiente cuota de 0,23 €/hl a la que está sujeto el vino envasado.

Deseo que va mucho más allá de lo estrictamente económico, ya que las importaciones en nuestro país han sido históricamente muy bajas y, en consecuencia, su aportación económica apenas será testimonial en el total de los 5,7 millones de euros que la OIVE calcula recaudar anualmente; pero supondrá un ejercicio de justicia social de tal forma que todos los operadores se vean sujetos a las mismas obligaciones.

Momentos históricos los que está viviendo un sector vitivinícola español que parece haber asumido el papel protagonista que debe jugar en todo lo relacionado con su futuro y que está dando muestras de una madurez que, más tarde o más temprano, deberá tener su reflejo en el valor de nuestras exportaciones y la recuperación del consumo en el mercado interior. Efectos ambos que, sin duda, deberán redundar en la imagen que en los mercados (especialmente exteriores) tienen nuestros elaborados, de vinos de muy buena calidad y de muy bajo precio. Situación que nosotros tendemos a justificar esgrimiendo una inmejorable relación calidad/precio, y que en la mayoría de los casos no hace sino esconder nuestra incapacidad para valorizar nuestros vinos en mercados saturados a los que hemos llegado tarde y solo podemos entrar por el nivel más bajo de precio, dejando para el resto de categorías unas pocas referencias de muy escasas bodegas y denominaciones de origen.

Momentos transcendentales

No es muy difícil entender que en estas semanas nos estamos jugando mucho. Casi tanto que podemos decir que de lo que suceda en estos próximos días dependerá una buen parte de la evolución de nuestros mercados, las ventas de nuestras bodegas y las posibilidades que tengamos de cara a ir trasladando graneles a envasados en nuestras exportaciones.

Podemos, ¿por qué no?, argumentar que el mercado funciona de una manera perfecta, que en él imperan las leyes de la oferta y la demanda que lo hacen justo y predecible que la fijación de los precios responde a ese equilibrio. Incluso podemos llegar a pensar que, en el súmmum de virtuosismo, el excelente comportamiento que están teniendo nuestras exportaciones se lo debemos, en buena parte, a la gran calidad de nuestros elaborados, el excelente trabajo de nuestras bodegas por abrir y consolidar los mercados, y al gran conocimiento que tienen los compradores que saben encontrar vinos de gran calidad a los mejores precios.

Para estos, la campaña 2015/16, de momento, se presenta extraordinaria. Una cantidad similar a la del pasado año, un consumo interno estable o con ligeras muestras de una tímida recuperación, exportaciones que baten récords y, aunque los viticultores quieren cobrar más por sus uvas de lo que lo hicieron en campañas anteriores, los precios de los vinos y mostos se mantienen, todavía, en horquillas aceptables. ¡Vamos, que dentro de unos meses el precio se dispara porque las existencias flaquean y tenemos que ir pensando en mayores rendimientos y mayor número de hectáreas!

Claro que, también podemos pensar que la principal razón por la que nos compran es el precio, que cualquier modificación sustancial en el mismo tendrá como consecuencia la perdida automática de un volumen considerable de venta. Que los mercados a los que nuestras bodegas y organizaciones están dedicando sus enormes recursos económicos y humanos van dirigidos a una categoría de vinos que todavía hoy (confiemos en que esto cambie en un futuro a medio y largo plazo) es testimonial ante el grueso de lo exportado. O que las muestras de recuperación del consumo interno todavía son muy débiles y son otros los intereses (políticos, electorales, etc.) los que los engrandecen.

¿Quién acabarán acertando en su predicción? Es una pregunta que no podemos responder, pero sí, al menos, alertar sobre la conveniencia de mantener cierta prudencia que nos permita no tener que lamentarnos luego de las decisiones que adoptemos.

Entre el cielo y la viña

Dentro de la actualidad e importancia que tiene la vendimia sobre la campaña, destaca de forma preponderante el papel de las cooperativas. Unas veces porque el papel de bodeguero/viticultor que juegan no siempre es bien entendido por todos y se les señala como favorecidas en la implantación por imperativo legal de unos contratos que obligan a las bodegas, y en los que, además de fijar el precio al que se compra la uva, se exige el pago en treinta días al tratarse de un producto perecedero; consideración sobre la que algunas bodegas tampoco estaban muy de acuerdo.

Sea como fuere, esa cuestión debiera ser un asunto superado y llevarnos a centrar nuestros esfuerzos en cumplir la ley, obtener excelentes mostos y vinos, y ser capaces de mantener las exportaciones e iniciar la recuperación del mercado interior, como así ha sucedido con otros muchos bienes y servicios. Y todo ello con un solo objetivo: obtener productos competitivos que resulten rentables para “todos”.

Y es que, a tenor de las declaraciones leídas y escuchadas los últimos días, sobre el precio de la uva y los criterios que debieran emplearse para su fijación, parecemos olvidar la libre competencia que es exigible en una economía abierta y el papel dominante de un mercado y sus consumidores, únicos con cierta capacidad de conseguir tan loables objetivos.

Las exportaciones, por lo que sabemos de la información facilitada por el OEMV, han ido excelentemente durante el primer semestre del año. Por primera vez desde hace mucho tiempo no solo hemos conseguido mantener en términos de crecimiento nuestro volumen en todas las categorías de vinos (excepto en los vinos de aguja), sino que también lo hemos hecho en valor. Aunque en este apartado hayamos crecido menos y como consecuencia de esta diferencia los precios medios presenten tasas negativas prácticamente en todas las categorías. Asignatura que seguimos teniendo pendiente pero que se antoja harto complicada de cambiar en el corto plazo de tiempo y la cual requiere de un esfuerzo que va mucho más allá de cuestiones numéricas y se orienta más hacia otras intangibles como valor de la marca, percepción de los consumidores o incluso perfil de nuestros compradores.

Aunque más preocupante, por lo que de accesible resultaba, es la decisión adoptada por las cuatro cooperativas manchegas que anunciaron la puesta en marcha de un pago de la uva por calidad, y que llegado el momento de hacerlo han decidido que solo lo llevaran a cabo de manera experimental para concienciar a sus socios de las bondades de ese modelo cuyos parámetros han baremado sus enólogos de manera consensuada; fijándose para la vendimia del 2016 la puesta en marcha este sistema de forma fehaciente.

La experiencia de otras muchas cooperativas españolas que llevan años de implantación de este sistema de diferenciación de precios, con curtida experiencia en métodos y baremos empleados. El buen estado sanitario que presenta el fruto esta campaña, que permitiría que las diferencias no fueran excesivamente perjudiciales evitando las consiguientes tensiones sociales que ello generaría y de las que también tenemos buenos ejemplos de los que aprender para no caer en los mismos errores. La misma necesidad de ir asumiendo que los grandes cambios a los que se va a someter al sector en esta campaña con los contratos, declaraciones, Interprofesional,… tienen su razón de ser en la necesidad de mejorar la competitividad de nuestros elaborados y que esto solo se obtiene con calidad, transparencia e información. Se me antojan razones suficientes para calificar esta decisión de una ocasión perdida para una región y un colectivo trascendental para el futuro de nuestro sector.

Un marco estable para un cuadro rompedor

Calidad extraordinaria como consecuencia de un viñedo completamente sano ante la ausencia de lluvias que propiciaran la aparición de enfermedades. Un adelanto de dos o tres semanas que el mes de agosto se ha encargado de ir reduciendo hasta prácticamente una, obligando en no pocos casos, a paralizar durante dos o tres días las tareas de vendimia para dejar que el fruto madurara. Y unas estimaciones que los fuertes calores de este verano se han ido traduciendo en la pérdida de producción hasta situar las previsiones en una cosecha similar a la del pasado año. Serían las tres grandes características que definen, a grandes rasgos, la cosecha española 2015/16.

Ahora, si quieren, podemos entrar en detalles sobre cada una de las regiones, pero para eso ya tienen la información pormenorizada de Cada 7 Días. O insistir sobre la gran preocupación que la puesta en marcha de los contratos que deberán existir antes de entregar las uvas en las bodegas está generando en el sector. A unos porque exigen su cumplimiento y amenazan con perseguir y denunciar las violaciones de la norma; y otros porque lo consideran discriminatorio con respecto a lo aplicable a las cooperativas y consideran que supone un coste financiero inasumible, al tener que adelantar el pago dos, tres y hasta cuatro meses sobre las fechas en las que lo han venido haciendo.

Aunque ninguna de las dos informaciones va mucho más allá de lo que ya adelantábamos hace semanas y vaya a influir mucho sobre el otro gran tema que ocupa y preocupa al sector y que no es otro que los precios a los que se pagarán las uvas y saldrán a la venta mostos y vinos. Asunto sobre el que, de momento, hay poca información, y la que existe podríamos resumirla en que se asemejan bastante a los del año pasado.

Considerando que en la pasada campaña no parece que nos hayan ido muy mal las cosas; ya que, sin información estadísticas concreta (cuestión que será remediada a partir del 20 de septiembre con la obligación mensual de efectuar las declaraciones pertinentes) las existencias en las bodegas parecen haber disminuido, gracias fundamentalmente a la excelente evolución de nuestras exportaciones. Precios similares para un volumen de cosecha parecido parece un buen principio para mantener nuestra actividad en un entorno europeo en el que tampoco parece, a tenor de las estimaciones conocidas, que vayan a existir muchas diferencias con respecto a la campaña 2014/15.

Sin duda un buen escenario para una campaña en el que el sector deberá asumir cambios muy importantes en pro de una mayor profesionalización y corresponsabilidad, encaminados a mejorar la eficiencia de sus operadores y hacer frente a la recuperación del consumo interno.

Y todo con un objetivo: el cliente

No sé hasta dónde seremos capaces de llegar y lo que nos puede deparar el futuro. Por dónde pueden evolucionar nuestras exportaciones o lo que del consumo interno podamos recuperar. Las consecuencias sobre la cuenta de resultados de las bodegas, o el impacto que sobre los precios de venta al público puedan acabar teniendo. Pero lo que está claro es que el sector parece estar dispuesto a tomar medidas y afrontar sus problemas estructurales de una forma seria, llevando a cabo cuantos cambios sean necesarios para hacer frente a cuestiones tan básicas y transcendentales como son el consumo interno, la información estadística o la seguridad jurídica.

De algún modo todo esto habrá que pagarlo, bien con esfuerzos como el que se requiere de las bodegas con la cumplimentación de las declaraciones mensuales de producción y existencias, mediante las cuales se pretende conocer (casi en tiempo real) la marcha del mercado y poder así adaptar mejor sus cotizaciones a las circunstancias. A las entidades financieras que deberán abrir líneas de crédito nuevas con las que poder realizarse los pagos de las uvas en plazos mucho más reducidos de los que hasta ahora venían siendo aplicados, cuyo coste financiero todavía está por ver quién acabará soportándolo. Y a los productores que deberán pagar 23 céntimos por hectolitro de vino envasado que salga de su bodega y 6,5 si el vino es comercializado a granel, con independencia de si el destino final es el mercado nacional o la exportación; o si el productor está vinculado o no la Interprofesional (OIVE).

Con estas medidas se pretende que a partir del uno de enero y por un periodo de tres años, la OIVE aproveche la información emanada de las declaraciones para dotarse de los fondos suficientes con los que poder poner en marcha medidas encaminadas a la recuperación del consumo interno de vino. Cinco millones setecientos mil euros por ejercicio suponen un montante lo suficientemente importante como para albergar la esperanza de que se tomen medidas eficaces con las que dotar de estructura e infraestructura a la Interprofesional, realizar campañas de promoción del consumo, valorizar la cadena agroalimentaria vitivinícola de una forma sostenible y equilibrada, así como mejorar el posicionamiento y la competitividad del sector vitivinícola español en los mercados, a través de la información y del desarrollo de actividades en materia de investigación e innovación sectorial.

Como les decía, ignoro en qué acabará todo esto, pero apunta bien. Parece que el sector ha tomado conciencia de que él, y solo él, debe resolver sus problemas, definir sus soluciones y dotarse de los fondos con los que llevar a cabo sus planes y estrategias de futuro.

No hace muchos años nos cuestionábamos si el sector era lo suficientemente maduro como para tomar decisiones de esta transcendencia, nos preguntábamos hasta qué punto debía ser la Administración la que coordinara todas estas medidas y pusiera un poco de orden entre los diferentes colectivos afectados. Incluso mirábamos al consumidor como algo que era totalmente ajeno a nuestros problemas y solo podía ser considerado como objeto de deseo.

Hoy, no solo el consumidor ha pasado a ser parte importante del problema, sino que se ha convertido el fin mismo de su solución, el objetivo a quien van enfocadas todas las medidas que se toman y el único que tiene la capacidad de cambiar la situación. Las etapas de señalarlo como culpable del descenso de ventas han dado paso a otras en las que se asume la incapacidad de evolución y de adaptación a los cambios que ha experimentado la sociedad en los últimos decenios, asumiendo que la información y formación son las únicas vías mediante las cuales será posible ese acercamiento que acabe fructificando en una alianza entre lo que produzcamos y lo que se consuma.

Nos atropellan los acontecimientos

Entre adelantos y estimaciones de vendimia, nuevos modelos de declaraciones de producción, existencias y comercialización, acuerdo en la Interprofesional para la extensión de norma y su puesta en marcha, normas de campaña para la vendimia en las denominaciones de origen, plazos de pago y contratos para la uva impuestos por la Ley de mejora de la cadena alimentaria y avisos de la AICA de inspecciones que velen por su cumplimiento, evolución de las exportaciones con un sostenido crecimiento en volumen y precios bajos pero con gran recorrido, amenazas de algunos productores de otros países sobre determinadas partidas de vinos y mostos que fueron adquiridos para fines distintos a los que lo fueron finalmente destinados y que quieren trasladarnos a nosotros la responsabilidad, cuando no solo son ellos los únicos responsables sino que además reconocen vinificar mostos de uvas de mesa, acuerdo TTIP con Estados Unidos que abra el mercado a los vinos europeos… Son muchos asuntos que, sin duda, harán de la campaña 2015/16 algo histórico.

No se recuerda semejante acumulación de temas, ni de la importancia que muchos de ellos tendrán para la evolución del sector en los próximos años. Y es que el sector vitivinícola español ha decidido ponerse manos a la obra y afrontar su futuro de una forma activa. Ajenos a decisiones políticas que ha asumido que ni llegarán, ni son lo más conveniente para un conjunto de empresas que aunque muy desiguales y con interés concretos enfrentados, tienen en común mucho más de lo que les separa y deben afrontar su futuro de manera conjunta y organizada. Habiendo tomado consciencia de que la cadena siempre se rompe por la parte más débil y que conseguir la fortaleza de esa cadena solo es posible reforzando todos sus eslabones.

Para ello el OEMV encargó a principios de este año la elaboración de un análisis del sector completo que propusiera un Plan Estratégico en el que se abordaran los retos a los que en los próximos diez o quince años deberán enfrentarse todos y cada uno de los actores que lo integran. Conclusiones que está previsto que se comiencen a conocer en las últimas semanas de este año.

Y es que por clara que para cada uno de nosotros resulte la identificación de los retos a los que nos enfrentamos y dónde se encuentran las oportunidades para nuestro desarrollo, contar con un documento escrito sobre el que ir planteándose cada uno de ellos dentro del mapa de intereses cruzados bajo el que debemos operar, será un excelente punto de partida para una Interprofesional que si desea tener éxito en sus planteamientos, sabe que debe abordar los problemas desde un punto de vista conjunto.

Más información para una vendimia que promete

A pesar de que hay muchos temas a abordar, se hace necesario comenzar por analizar la vendimia en España. Entre diez y quince días antes de lo que sería de esperar es previsible que comiencen las primeras tareas de recolección de este año. Unos trabajos que apuntan bien, muy bien. Pues si importante es contar con la suficiente producción para garantizarnos una campaña sin demasiados problemas de variaciones en los precios y sostenimiento de la competitividad en los mercados exteriores. Más relevante resulta la calidad de la misma, ya que lo que antes era un hecho diferenciador por el que obtener un mejor precio o conseguir hacerse con una operación, hoy es un requisito mínimo para poder acceder a ofertar.

Aunque hablar de volúmenes siempre es complicado y arriesgado pues son, precisamente, estas semanas en las que más se juegan nuestros viticultores; podríamos aventurar que la cosecha será, a nivel nacional, ligeramente superior a la del año pasado. Que salvo honrosas excepciones esta será una característica común en todas las regiones y que hablar de cuarenta y ocho millones de hectolitros (dos millones arriba o abajo) puede ser un buen punto desde el que partir.

Volumen que, a juzgar por la evolución del mercado, la marcha de las exportaciones y el repunte de los precios que se ha producido en los escasos vinos que quedan a la venta, no debe ser mucho. Salvo que esta alza tenga su justificación en la necesidad de abastecerse de vino de cara a enlazar con la próxima cosecha ante la posibilidad de no elaborar dadas las condiciones de pago establecidas por la Ley de mejora del funcionamiento de la cadena alimentaria y que la Agencia de Información y Control Alimentario (AICA) ha confirmado que piensa controlar de manera exhaustiva realizando inspecciones para supervisar la existencia de un contrato por escrito de suministro de uva con indicación del precio, entre otros aspectos, y posteriormente su cumplimiento.

Aunque sin olvidarnos del Real Decreto que tiene previsto aprobar el Consejo de Ministros este viernes 24 o como máximo el próximo, sobre declaraciones obligatorias de vino y mosto y de regulación del potencial vitícola. El cual vendrá a obligar a partir de la campaña 2015/16 que se inicia el uno de agosto, al productor de vino o mosto o el propietario de las existencias de vino o mosto, que no sean consumidores privados o minoristas (personas físicas o jurídicas, o sus agrupaciones, que ejerzan profesionalmente una actividad comercial que implique la venta de vino en pequeñas cantidades directamente al consumidor, excluidos los que utilicen bodegas equipadas para el almacenamiento y el envasado de los vinos en grandes cantidades); a presentar mensualmente una declaración informática con los datos referidos al último día del mes anterior, de la declaración de vino (existencias, iniciales, producción, entradas, salidas, ajustes, existencias finales y envasado en propia bodega). Y de forma cuatrimestral (diciembre, abril y agosto) para las de producción y aquellos cuya producción sea inferior a mil hectolitros.

En cuanto a las salidas, es importante mencionar que deberá especificarse el destino, diferenciándose entre el vino destinado a otra bodega o venta directa; el que vaya a destilería, y el de vinagrería; para el mercado interior. Y Unión Europea, resto de la UE y terceros países para las destinadas al mercado exterior.

Información toda ella que estará a disposición de del Magrama, quien de forma simultánea pondrá a disposición de cada una de las CC.AA. la de sus declarantes. Así mismo, la información agregada será publicada por la AICA para conocimiento de sus operadores.

Confiemos en que esta información ayude a mejorar el funcionamiento de nuestro mercado y facilite la extensión de norma con la que poner en marcha la Interprofesión.