Una vendimia adelantada y de calidad

Adelantada y de calidad podrían ser las dos características que mejor definan la próxima vendimia del 2015. Una vendimia que está resultando bastante homogénea y está llamada a generar pocos problemas, pues aunque las previsiones apuntan hacia una cantidad mayor a la del año pasado y que podría llevar a situarnos en el entorno de los cuarenta y ocho millones de hectolitros, la lección aprendida en la campaña 2012/13 dejando descargar en las tolvas cualquier cosa, y las buenas condiciones bajo las que está madurando la uva; auguran vinos de muy buena calidad que serán fáciles de exportar.

Aunque no faltan quienes vean en la obligatoriedad de pagar las uvas a las bodegas en el plazo de treinta días a contar desde la descarga del último remolque de cada viticultor, o de la clasificación del vino por parte del correspondiente Consejo Regulador; un posible “problema” que lleve a algunas bodegas a optar por no elaborar y salir al mercado a comprar mostos o vinos con los que eludir esa condicionalidad.

Las grandes bodegas, no obstante, van ultimando los preparativos para una vendimia de gran calidad pero cuya precocidad podría ser histórica en algunas comarcas.La ausencia de lluvias y las altas temperaturas han permitido desarrollarse a la uva al margen de enfermedades fúngicas, presentando un estado sanitario admirable.

En Cataluña la uva presenta un excelente estado sanitario y se estima un adelanto sobre la fecha de vendimia que podría situarse para primeros de agosto o incluso finales de julio su inicio; previendo una cosecha más corta (entre un 10 y un 30%), según las variedades.

Cosecha muy buena en calidad y cantidad, con un adelanto entre 10 y 15 días sobre las fechas normales, son las previsiones que se manejan en Castilla-La Mancha, donde podría alcanzarse los 30 o 32 millones de hectolitros; siempre y cuando la sequía no afecte demasiado a las viñas en este tiempo.

En La Rioja se trabaja con un incremento con respecto al año pasado de entre un 10 y un 20 % en el ámbito de la citada Denominación de una uva de calidad extraordinaria favorecida por su extraordinaria sanidad y unas reservas hídricas buenas.

Otra de las zonas a destacar es Castilla y León, donde en Rueda el cuajado de la Verdejo ha ido muy bien, teniendo una evolución muy rápida del grano, y estimándose una cosecha buena, aunque aquí podría hacerse necesario el riego ya que estado hídrico de la vid es medio, tras las escasas precipitaciones. Lo que confían que redunde en una producción de gran calidad, mayor concentración en polifenoles, taninos y azúcares.

La ausencia de incidencias de plagas y enfermedades también permite disfrutar de unas excelentes perspectivas en el Marco de Jerez, con una cosecha media en producción, muy similar al año pasado, siempre y cuando no se prolonguen las altas temperaturas de los últimos días, lo que podría traducirse en una bajada de producción importante. Calculándose su inicio para mediados de agosto.

En Jumilla, “los viñedos están bien” y se espera una cosecha normal, es decir, podría ser un 30 o 40% superior a la del año pasado, que fue muy baja, mientras que la calidad es “buena”. No obstante, hay zonas afectadas por el pedrisco que tendrán menos cosecha, como es el caso de Fuenteálamo y Ontur.

Las cooperativas apuestan por el futuro

Dentro de escasas semanas la vendimia volverá a llamar a la puerta de nuestras bodegas, sus racimos volverán a llenar las tolvas y los mostos a fermentar para convertirse en, confiemos, excelentes vinos que habrá que salir al mercado a vender.

Hablar del sector vitivinícola española y no hacerlo de las cooperativas es, sencillamente, imposible si se quiere tener una visión medianamente asumible de la situación y cuáles pueden ser los derroteros por los que transcurra nuestro futuro más inmediato. Conocer que las cuatro más importantes de Castilla-La Mancha han acordado la puesta en marcha de medidas encaminadas a la diferenciación del precio atendiendo a la calidad de la uva medido en diferentes parámetros como grado y pH, pero también en otros tan importantes como potasa y glucónico; supone un paso muy importante para nuestro sector.

Dejando a un lado si el sector cooperativista manchego concentra el 46% de la superficie vitícola española, vinifica el 32% de la uva o representa el 33% de la producción; lo que es completamente incuestionable es que cualquier evolución que quiera disfrutar el sector pasa irremediablemente por las cooperativas castellano-manchegas. Que ellas mismas hayan llevado a cabo una estudio en el que analizan parámetros tan transcendentales como su cadena de valor, producción, comercialización, consumos o precios; representa un gran avance.

Claro que tienen importantes retos que afrontar en el medio y largo plazo que pone en evidencia este estudio. Pero, ¿quién no los tiene? Por supuesto que tienen un gran recorrido en el que evolucionar y cuestiones que mejorar, pero un primer paso es analizar dónde se encuentra, cuál es su peso y cuáles sus herramientas. Y, a partir de ahí, diseñar y desarrollar horizontes con objetivos creíbles hacia los que dirigir sus esfuerzos de manera colectiva.

Podemos seguir pensando que nuestro futuro pasa por el envasado o por vender más caro. Pero para llegar hasta ahí antes hay que resolver otras cuestiones, algunas de ellas muy relacionadas con el modelo cooperativista y la posible distorsión que pudiera generar en el mercado. Comenzar por asumir que hay que conocerse y tomar medidas es algo más que un primer paso.

La reestructuración no para

Parece que España necesita seguir reestructurando su viñedo hacia variedades más comerciales y productivas. Esa al menos sería la conclusión que podría extraerse de la decisión adoptada por el Magrama sobre la reasignación de los fondos del Plan Nacional de Apoyo (PNA) (ahora denominado Programa de Apoyo al Sector Vitivinícola Español-PASVE-) para el ejercicio 2015, que debía presentar a Bruselas antes del 30 de junio y por la que seis millones que inicialmente iban destinados a promoción en terceros países y un millón quinientos cincuenta mil a la destilación de subproductos han sido reasignados a modificar nuestros viñedos.

Necesario o no, lo que sí parece claro es que el sector está decidido a darle un vuelco a su producción, apostando por variedades más internacionales y mayores rendimientos que aseguren en los próximos años que encabecemos el ránking de elaboradores. La entrada en producción de importantes explotaciones con rendimientos que superan ampliamente en tres veces los anteriores, así lo garantizan. Por no hablar de aquellas otras actuaciones que se están realizando con la mirada puesta en la obtención de altísimas producciones (por encima de los cuarenta mil kilos por hectárea) que tienen por objetivo la destilación de su producción para el abastecimiento de alcohol de uso de boca.

Nos hemos lamentado en reiteradas ocasiones de no contar con un sector organizado, donde todo valía para todo y en el que la rentabilidad del cultivo estaba en entredicho. Pues bien, aquí tienen un claro ejemplo de que esto está cambiando, de que los destiladores y elaboradores de mostos, apuestan por explotaciones específicas que hagan más rentable su producto. Consecuencia de esto, que no todo el sector evoluciona al mismo ritmo y que estas producciones no llegan a sustituir a las anteriores, para las que habrá que encontrar nuevo acomodo, sino a complementarlas, con potenciales de producción claramente por encima de los cincuenta millones de hectolitros.

Hablar bajo este panorama de abandonar el granel en nuestras exportaciones, o tildarlo de error y dañino para el sector, se antoja (o se me antoja) un tanto aventurado. En esas premisas se confunden deseos con realidades, entrando poco en valorar las razones que nos han conducido hasta esta situación y presentando pocas alternativas reales para cambiarla.

Está claro que nuestro sector debe someterse a una revolución importante en su producción, definiendo mejor sus necesidades para cada producto y costes bajo los que resulta competitivo en el mercado internacional. Pero también hay que considerar que no estamos solos, que estos cambios deben estar ajustados a las condiciones impuestas por el resto de productores que actualmente controlan el mercado. Y, salvo que pensemos que verdaderamente existe la posibilidad de que el consumo mundial crezca en quince millones de hectolitros en tres o cuatro años y que todos ellos los vayamos a acaparar nosotros, se presume verdaderamente difícil.

Si, además, consideramos la posibilidad de que una gran parte de esos doce millones que exportamos a granel y sin ninguna indicación de origen, no los vendemos nosotros, sino que nos los compran por ser los más baratos; habrá que empezar a plantearse la posibilidad de que llegue algún otro productor que lo haga más barato que nosotros y que, al igual que ahora ocupamos el lugar que antaño disfrutaba Italia como abastecedor de graneles en el mundo, luego sea otro el que nos desplace a nosotros.

Cuando esto llegue, y estoy seguro (dentro de lo que se puede estar seguro) que lo hará, nuestras bodegas deberán haber conseguido hacer realidad los grandes esfuerzos que desde hace años están realizando por abrirse un hueco en el mercado de los vinos valorizados.

Como una moto

Así de contundentemente podría definirse la evolución de nuestras exportaciones en los cuatro primeros meses de 2015, en los que el volumen ha crecido un 16,2% si consideramos mostos, vinagres y vinos aromatizados, pero cuyo porcentaje alcanza el 25,7 si nos vamos a los datos interanuales. Lástima que el valor no nos acompañe, quedándose su tasa de crecimiento en el 4,2% para los primeros cuatro meses de 2015 y en el 1,5% en la cifra interanual.

Con estos datos no es muy difícil imaginar lo que ha sucedido con los precios medios ¿verdad? Pues eso, que se han derrumbado hasta el 10,3% en tasa anual y el 19,2% en interanual, quedando fijado en un euro y uno euro con cuatro céntimos euros el litro, respectivamente

Información importante, sin duda la facilitada por el OEMV en su análisis mensual del mercado exterior que nos debería hacer reflexionar sobre el papel que estamos jugando en el mercado mundial de vino y el valor que nuestros elaborados tienen. Pero que no dista nada de lo que viene sucediendo mes tras mes y que es perfectamente conocido por todos: operadores, productores, importadores,… incluso la Administración. Pero a lo que nadie es capaz de ponerle solución, más allá de declaraciones de intenciones y aspiraciones que apenas resisten un somero análisis.

Que resulta inadmisible que el vino blanco a granel y sin indicación de origen lo vendamos a 0,33 euros el litro (tomando los datos interanuales, que si nos vamos a los anuales debemos hablar de 0,30), pues claro que lo es. Que el precio medio de 0,38 €/litro de los vinos a granel, un 28,7% más bajo, nos debería hacer reflexionar tanto como que mientras los vinos envasados crecen a un ritmo del 9,1%, los graneles lo hacen al 37%; pues también. ¿Pero tenemos solución para esto?

Según el informe elaborado por Ciatti Global Wine & Grappe Brokers de junio 2015 en su análisis de los precios en origen, somos el país que más barato vende sus vinos del mundo, haciéndolo en la horquilla 0,28-0,36 $/litro en blancos comunes, 0,34-0,39 en rosados y 0,36-0,41 en tintos. A años luz de Francia, con unos precios en origen de entre 1,07-1,13; 0,96-1,01 y 0,90-0,96 dólares respectivamente. Prácticamente el triple que nosotros.

Pero nada de todo esto nos puede sorprender. Lo sabemos. Todos somos conscientes de cuál es el primer criterio de compra de nuestros vinos, de lo que sucede cuando subimos los precios, o de cuáles son los tipos de vinos que son más estables y cuáles los que soportan los vaivenes de los mercados.

Ahora solo falta que lo asumamos, diseñemos una estrategia y un horizonte en el que darle la vuelta a esta situación y nos pongamos a trabajar.

Transformarnos en vendedores

Tal y como a sucediera en la pasada campaña, las bodegas buscan los resquicios que pueda haber dejado la Ley por donde eludir (más bien demorar) el pago de la uva. El establecimiento de 30 días pone en serias dificultades a muchas bodegas pues, además de la discriminación que consideran se les somete frente a las cooperativas (exentas de la aplicación estos plazos al considerarse que los mismos viticultores son los elaboradores), la aplicación de la Ley12/2013 de medidas para la mejora de la cadena alimentaria supondrá un importante aumento en el valor de sus elaborados, dado el coste financiero que les obligará a asumir semejante plazo.

El Magrama aclara que la uva de transformación es un producto fresco y que, en aplicación de la Ley, el plazo de pago será de 30 días a contar desde la entrada en bodega del último remolque. Ahora bien, dado que esta uva puede estar acogida a una norma de calidad específica como una I.G.P., una D.O. o la de un producto ecológico; que requieren la certificación del organismo competente; se ha optado por obligar a establecer dos precios en los contratos. Uno que correspondería al precio de la uva de transformación destinada a la elaboración de vinos sin norma de calidad, y otro adicional aplicable a estas figuras de calidad que deberán estar recogidas en la normativa sobre el procedimiento del amparo de la uva. Cuyo plazo seguirá siendo los 30 días, pero que no comenzará a contar hasta el momento en el que el organismo certificador comunique su validez para destinarse a la elaboración de los vinos amparados por su sello de calidad.

Cuestión, la de la comunicación de la aptitud cualitativa de la uva que provocará fuertes tensiones en los órganos rectores, ya que esta puede demorarse en el tiempo, temiéndose las organizaciones agrarias que sea utilizado por las bodegas, por lo que exigen que se fije el 10 de diciembre, fecha límite obligatoria para la realización de la declaración de producción como momento máximo

No debemos olvidarnos que este asunto, junto con la extensión de norma con la que dotar de recursos financieros a la Interprofesional (OIVE), o la obligatoriedad de realizar las declaraciones mensuales de vino y mosto; afecta a todas las bodegas con independencia de su tamaño, y que España cuenta con más de cuatro mil bodegas, muchas de ellas cuyo tamaño tan pequeño les impide disponer de medios físicos, estructurales y financieros con los que hacer frente a estas obligaciones. Razón por la cual el Magrama está estudiando la posibilidad de eximir de la obligación de realizar las declaraciones mensuales a aquellas cuya producción sea inferior a los cien mil litros, para los que las declaraciones obligatorias seguirían siendo las exigidas por la reglamentación comunitaria: cosecha, producción y existencias

El caso es que el sector deberá hacer frente en los próximos meses a cambios que, sin ser de gran transcendencia, obligarán a modificar la forma de trabajar y la misma concepción sectorial. Disponer de más y mejor información sobre disponibilidades debería ayudar a comercializar mejor la cosecha. Realizar campañas con las que informar y formar al consumidor sobre el vino, su cultura e importancia económica y medioambiental debería ayudar en la recuperación del consumo y cambiar la percepción que el consumidor tiene del sector. Conocer y disponer de contratos en los que además de las características del producto se fijen los plazos de pago, mejorar las condiciones de los viticultores. Y confiemos en que todas ellas ayuden al sector a tomar conciencia de la necesidad de acudir a los mercados de una forma mucho más eficiente.

Vender más caro está muy bien. Señalar a los graneles como causantes de nuestros males puede ser una forma de eludir nuestra responsabilidad. Pero nos guste o no, en los próximos años España deberá modificar sustancialmente la forma en la que vende su producción, que pasará por adoptar medidas proactivas para convertirnos en vendedores en lugar de simples tenderos.

Potencial de producción

Visto el borrador de proyecto de RD sobre el potencial de producción vitícola, y considerando los recelos que el tema de las nuevas plantaciones ha suscitado en algunas zonas; será interesante ir viendo cómo van comportándose los diferentes órganos de gestión de las Denominaciones de Origen e Indicaciones Geográficas Protegidas que, junto con las organizaciones interprofesionales, tendrán la posibilidad de establecer recomendaciones sobre limitaciones y restricciones, nunca prohibición, de plantación de viñedo.

Asumido que será el Magrama el único organismo competente en la materia a fin de garantizar la uniformidad del nuevo régimen en toda España, las CCAA serán las responsables de elaborar una lista única de variedades, así como las encargadas de recopilar, gestionar y autorizar las solicitudes presentadas, atendiendo a los criterios de admisibilidad establecidos para su aprobación por el Ministerio.

Entre los criterios de prioridad que se aplicarán en aquellos casos en los que las solicitudes de nuevas autorizaciones excedan la disponibilidad de superficie aprobada por el Magrama antes del 1 de marzo y que deberá ser mayor del 0% y como máximo del 1% de la superficie plantada a 31 de julio del año anterior; son de destacar aquellos referidos a que el solicitante tenga menos de 40 años y el de que sea nuevo viticultor. Autorizaciones que tendrán un período de validez de tres años desde la fecha de la notificación de la resolución.

Para el caso de las replantaciones, la solicitud deberá ser presentada antes del final de la segunda campaña en que se haya notificado la resolución de arranque.

Sobre la conversión de los derechos en autorizaciones, los titulares deberán presentar la solicitud entre el 15 de septiembre de 2015 y el 31 de diciembre de 2020, que serán resueltas en un plazo no superior a tres meses; podrán ser modificadas a instancia del solicitante siempre y cuando no altere la dimensión y la superficie esté localizada en una zona en la que no se hubiesen superado las limitaciones establecidas y correspondieran a otra zona.

El consumo interior, un problema asumido

Publicados los datos de consumo en el hogar en 2014 por parte del Ministerio, ya podemos asegurar con total certeza que el vino en España no consigue levantar cabeza. Ya que para encontrarnos con el único dato positivo, deberíamos irnos al del precio medio por litro de vino que pasa de 2,31 a 2,35 euros, lo que representa un aumento del 1,73%. En un año en el que la tasa de inflación en España cerró, por primera vez en su historia, en un menos uno por ciento. Situándose el consumo en los hogares durante 2014 en 9,85 litros por persona.

Datos que no hacen sino confirmar el grave problema al que viene enfrentándose el sector desde hace lustros y que no acaba de encontrar la forma de abordar y comenzar a recuperar una pequeña parte de los muchos millones de litros que se ha ido dejando en esa especie de mentira sobre la que nos gusta analizar el problema. Y que no es otra que engañarnos diciendo que consumimos menos, pero mejor. Justificándolo con la traslación que se ha producido en el consumo de vinos de baja calidad y poco precio, hacia otros de mayor valor añadido y más alta calidad.

Y aunque sería interesante poder saber cuál ha sido la cantidad de ese vino que hemos dejado de consumir en los hogares y lo hemos hecho en la restauración, la falta de estadísticas oficiales nos impide poder hacerlo y debemos conformarnos con estimaciones basadas en los datos procedentes de los balances vitivinícolas. Total para acabar concluyendo que seguimos perdiendo consumo y que las muestras de recuperación de la actividad en el canal Horeca apenas resultan significativas en el vino.

Todo esto tiene algo de positivo y es que el sector, en su conjunto, parece haber asumido la existencia de un problema con el consumo de vino, en el perfil de su cliente y en la forma de poder atraer su atención para una posible recuperación. De momento, no es que es que sea suficiente para que las bodegas puedan dejar de centrar sus esfuerzos en el mercado exterior como única tabla de salvación de sus negocios. O que las bodegas hayan tomado conciencia de la necesidad de cambiar algunas cosas tan importantes como las características de sus elaborados, su presentación, envases o tamaños con los que ofertan sus vinos a un consumidor que ha evolucionado en los últimos años sustancialmente. Pero se van dando pequeños pasos en esta dirección, lo que es mucho más de lo que hacíamos apenas unos años atrás, cuando ni tan siquiera muchas bodegas asumían la necesidad de cambiar algo su forma de trabajar.

La Organización Interprofesional dio un paso al frente cuando entre sus principales objetivos (y el más urgente) señalaba la recuperación del mercado interior. Su concreción y puesta en marcha sigue sin traspasar la barrera de un conjunto de buenas intenciones para concretarse en medidas y un calendario. Pero se trabaja en ello y se van adoptando compromisos encaminados a conseguir los fondos con los que poder poner en marcha esta necesaria campaña.

Obviando cuestiones tan importantes como pudiera ser por qué no se van desarrollando planes que permitieran poder ir avanzando en la discusión de las medidas de información y promoción a adoptar con los fondos procedentes de la extensión de norma que pretende tener consensuada antes de agosto con el fin de poder aplicarla en la próxima campaña; asumir la necesidad y urgencia en este asunto, ya es un paso muy importante.

Pero no el único, ya que otro de los objetivos planteados por la OIVE es el de poder contar para la próxima vendimia con un contrato-tipo homologado, de adscripción voluntaria, que permita clarificar y dar transparencia a las relaciones contractuales entre las partes.

Más especulación que realidad

A pesar de que el último granizo, caído la semana pasada y que afectó de forma muy importante a localidades como San Clemente, El Provencio, Fuenteálamo, Hellín, Jumilla o Yecla, sin ninguna duda deberá dejarse notar en la próxima cosecha; aventurarse sobre los efectos que pueda tener en el global de la producción nacional, con miles de hectáreas entrando en producción en toda España, pero de manera muy especial en Castilla-La Mancha; parece un tanto precipitado.

No hace falta que remarque lo que me parecen aquellas voces que se atreven en señalar una producción un quince por ciento por debajo de la campaña 2014/15, y que la cifran entre 36 y 37 millones de hectolitros. Cuando todavía son muchos los lugares donde la viña apenas ha comenzado a brotar.

Es posible que a la hora de realizar estas valoraciones haya influido más de la cuenta la pesadez con la que se está operando, con un mercado en el que las cotizaciones apenas presentan pequeñas variaciones de unos pocos céntimos de una semana a otra, y en el que la propiedad no encuentra quien se interese por partidas que vayan más allá de la estricta reposición de vinos con características muy concretas; y la demanda prefiere esperar acontecimientos antes de inmovilizar unos vinos de los que confía en no tener problema para ir abasteciéndose de cara al enlace con la próxima cosecha a precios similares o incluso más bajos.

Tampoco nada que difiera mucho de lo esperado para una campaña que resultó de calidad media, producción algo mayor de la prevista y un mercado, que en su vertiente exportadora mantiene el tipo con cierta solvencia, pero en su cara nacional no acaba de conseguir reaccionar.

Exportaciones que, conocidos los datos del primer trimestre, aguantan bien el paso de los meses, si por ir bien consideramos la cantidad de vino que vendemos, ya que el volumen en estos tres primeros meses del año ha crecido un 13,8%, elevándose este porcentaje hasta el 15,8% si tenemos en consideración vinos aromatizados, mostos y vinagres. Más complicado tendríamos valorar de positivo este primer trimestre si miramos hacia el lado de los euros, en el que el crecimiento tan solo ha sido del 2,1% y 3,1% respectivamente, si hablamos solo de vino o incluimos también el resto de productos vitivinícolas.

La primera consecuencia de esta situación: la caída del precio medio, que se sitúa en 0,99€/litro para el conjunto de productos y de 1,02 para los vinos. Siendo los vinos con D.O.P. tanto a granel como envasados, espumosos y aromatizados, y blancos con indicación de variedad envasado y tintos con I.G.P. a granel, los únicos que consiguen crecer más en valor de lo que lo han hecho en volumen y mejorar su precio medio.

Si tenemos en cuenta que los tres primeros países (Francia, Alemania e Italia) concentran más de la mitad del total del vino exportado y que sus precios medios son de 0,44 €/l, 0,86 €/l y 0,42 €/l respectivamente, comprenderemos mejor que lejos de considerar que tenemos un problema con el granel, deberíamos empezar a cuestionarnos si lo que tenemos es un problema con el tipo de vino que nos compran. Porque da la impresión de que lejos de vender, a la mayoría de nuestras bodegas y cooperativas lo que hacen es comprarles el producto más barato que encuentran con el que cubrir sus necesidades más básicas y de menor precio en los mercados de consumo.

Y aunque, efectivamente, podría decirse que lo que debemos hacer es trasladar lo que vendemos a granel a envasado; me da la sensación de que estaríamos haciendo un análisis muy simplista de la situación, al señalar al tipo de “envase” como responsable de nuestros bajos precios. En lugar de cuestionarnos sobre la tipología de vino que demanda de nosotros el mercado. Y ya metidos en reflexiones, preguntarnos si a 0,37 €/l al que vendemos más del 40% de nuestros vinos (sin D.O.P., I.G.P. o varietal y a granel) son rentables nuestras bodegas y sostenibles los viñedos.

¿Buen hacer?

Unos prometen la creación de instituciones, otros la separación de las actuales. Los hay que se atribuyen el éxito en la mejora de las ventas o el aumento de las exportaciones. Incluso quienes se atreven a firmar acuerdos a medio plazo por los que comprometen presupuestos públicos por varios años.   Sí, me estoy refiriendo a los políticos, de todo tipo y pelaje, que ante una de las campañas electorales más reñidas de la democracia no dudan en utilizar al sector vitivinícola como ejemplo de prosperidad y del buen hacer.

¿Buen hacer?

Con un país que ha visto perder una cuarta parte de su superficie de cultivo, aumentado su producción gracias a las ayudas llegadas de Bruselas para la reestructuración de un viñedo que en algunos casos no ha servido más que para perder viejos viñedos de variedades autóctonas por otras llamadas mejorantes que solo han servido para homogeneizar los vinos y aumentado de manera desordenada y descontrolada los rendimientos Que no encuentra la forma de frenar la sangría que sufre su consumo interno y que lo sitúa en su nivel más bajo, sin visos de recuperación a corto plazo. Cuyos precios mantienen en niveles de cuestionable rentabilidad el cultivo de la viña y obliga a las bodegas a buscar en el exterior lo que no encuentran dentro, vendiendo los vinos al nivel más bajo de todos los países productores.

Hemos mejorado mucho en los últimos veinte años. Hecho más eficiente nuestro viñedo. Tecnificado las bodegas. Profesionalizado el departamento técnico y generalizando la existencia de que las bodegas y cooperativas cuenten con su propio enólogo. Incluso los hay que se han atrevido con la creación de un departamento de exportación y otro de marketing y comunicación, aunque sean los que más han sufrido los recortes en estos últimos años, con la reducción de presupuestos.

¿Pero nos podemos sentir orgullosos?

Los españoles en general, pero especialmente en este sector, tendemos a pensar que los problemas nunca son nuestros, que en otras causas encuentran su origen y, por lo tanto, deberán ser otros los que los solucionen. Asumimos a duras penas responsabilidades, como sobre lo que ha sucedido con nuestros jóvenes, o para qué son comprados nuestros vinos.

Y ante una situación como lo que va a suponer la transformación de los derechos de plantación en concesiones administrativas y la pérdida patrimonial que ello va a suponer para los viticultores. O la falta de iniciativa nacional para desarrollar campañas de formación e información como marca “España” en los mercados exteriores. O cómo acercarnos a generaciones de consumidores que hemos despreciado. Permanecemos inmóviles, ajenos, ignorantes,…

Otra vez con lo mismo

¿Un millón de hectolitros es mucho o poco? Debe ser una cantidad insignificante, ya que es la diferencia que hay entre los datos facilitados en las declaraciones de producción, publicados por el FEGA el 14 de abril, y el avance de superficie y producción publicado por el Magrama el día 11 de mayo y referidos a marzo de 2015. Disponer de 43.435.011,31 hl que es la cantidad de las declaraciones de producción, o 44.364.502 que se obtiene del avance, son disparidades que podríamos considerar como “normales” y sin ninguna capacidad de alterar un mercado que lleva meses estancado en sus cotizaciones.

Que no es que yo diga que ese estancamiento se justifique por la discrepancia entre las estadísticas según provengan de un organismo u otro, aunque los dos sean fuentes oficiales. Pero claro, si tenemos en cuenta que el primer objetivo que se ha marcado la Organización Interprofesional del Vino en España ha sido el modificar el procedimiento y periodicidad de las declaraciones para disponer de una información más fiable y actualizada, que consideran básica para poder desarrollar cualquier programa encaminado a recuperar el consumo interno y hacer posible la extensión de norma necesaria con la que dotarse de fondos; no deja de resultar curioso. O quizá es que yo sea un poco rarito y solo me lo resulte a mí, que semejantes situaciones puedan seguir produciéndose.

Y eso por no entrar en otras valoraciones más rebuscadas como podrían ser las diferencias que hay entre la estimación de noviembre (41.611.759 hl) y la de marzo a la que nos referíamos anteriormente. Casi tres millones de hectolitros a los que el sector deberá encontrarle acomodo.

Aunque, quizá, lo más preocupante, o lamentable, porque ya no sé muy bien dónde o en quién está el problema; es que ambos organismos son conscientes de la situación y de la poca fiabilidad que puede desprenderse de esta coyuntura. Y no son capaces, o no pueden, hacer nada por ponerle fin.