El sector, un poco más allá de esta campaña

Doctores tiene la Iglesia, y sesudos expertos el sector (casi tantos como bodegas), por lo que no vamos a descubrir ahora que la subida de los precios tendría una repercusión, más o menos acorde a la importancia del aumento, en las cifras de exportación. Como tampoco que gracias a la reducida cosecha de Francia o Italia, principalmente, ha sido posible sostener esas exportaciones y que sus repercusiones sobre el valor y volumen han resultado menos perjudiciales de lo que en un principio cabría esperar, vista la virulencia con la que se ha producido.

Datos que, a pesar de lo que podamos pensar a tenor de las declaraciones de algunos importantes bodegueros, preocupan menos que el simple hecho de simplemente imaginarse la posibilidad de que después de haber comprometido una parte importante de las compras para esta campaña, sufrieran un derrumbe sus cotizaciones que pusiera en jaque esas operaciones.

Incluso el simple hecho de tener que hacer frente a las necesidades de financiación de las bodegas llegada la fecha de retirada ya supone un problema que cada una está solucionando como sus arcas le permiten y dando cumplimiento a los contratos en un grado que podríamos calificar de bastante aceptable.

Quizá sea porque Argentina o Chile, países a los que se mira como posible punto de procedencia de esa producción alternativa no lo están siendo tanto hasta ahora y Brasil o Sudáfrica cuentan con unas producciones muy limitadas.

Sabemos que nuestro futuro, pero especialmente nuestro presente, pasa sí o sí por el mercado exterior, por el mantenimiento de las cuotas de exportación alcanzadas en estos últimos años y por el aumento de unos precios que nos sitúan a la cola del vagón de cola de los países productores. Llevamos muchos años haciendo grandes esfuerzos por conseguir mejorar la imagen de nuestros vinos en los mercados internacionales, por trasladar graneles con escaso valor añadido y reducida fidelización en el consumidor, hacia embotellados con mayor margen y conocimiento por parte del comprador; invirtiendo enormes cantidades de dinero que no podíamos ni imaginar fuéramos capaces de hacer en esta tarea. Y, sencillamente, no podemos permitir que se vaya todo al garete porque los precios en origen se disparen y hagan insostenible los mercados. Con un claro ejemplo en Rusia.

Cuidado con lanzar las campanas al vuelo

Si de algo podemos presumir desde este sector, es de exportar. Unas veces por miras de futuro y, otras más, por necesidad, la verdad es que las bodegas españolas llevan muchos años dedicando grandes esfuerzos, de todo tipo, a abrir nuevos mercados y consolidar los ya existentes.

Por primera vez en la historia, durante el primer trimestre de este año nuestro saldo comercial general (diferencia entre los bienes y servicios que vendemos y los que compramos) ha registrado un dato positivo de 600 millones de euros. Consolidando así las previsiones formuladas por la Comisión Europea, en el pasado mes de febrero, en el que le auguraba a nuestro país ocupar la cabeza en el crecimiento de sus exportaciones, dando por válidas las previsiones del Ejecutivo que prevé este año se cierre con un saldo positivo.

Dicho así no parecería una mala noticia, si no fuera porque frente al aumento de la competitividad de nuestras empresas, que les ha permitido aguantar el chaparrón mucho mejor que Francia (-2,3%) o Reino Unido (-3,1%) en febrero (los datos de marzo no se conocerán hasta el viernes), se encuentra la caída del consumo e inversión de nuestras mercantiles.

Las cifras de nuestras exportaciones ponen en evidencia el gran esfuerzo realizado por el conjunto del sector, pero no solo eso. También sacan al aire algunas de nuestras miserias, como la gran rigidez de los mercados ante el crecimiento de los precios y que ha provocado un descenso notable en su volumen.

Dejando a un lado cuestiones de índole macroeconómico, convendría no olvidar que no es lo mismo productividad que competitividad, o que los datos de crecimiento no siempre son positivos, especialmente si estos encuentran su razón de ser en la caída del consumo interno.

Ya sé que dicho bajo este panorama puede sonar un tanto cicatero, pero es que es fundamental recuperar el consumo interno, de vino y de los demás bienes y servicios. Los aires que hoy nos son favorables pueden volverse contra nosotros y no podemos olvidarnos de que nuestro futuro está en los jóvenes y que estos necesitan una educación y formación en el consumo, también de vino.

Más allá de los simples datos

Después de lo que sucedió en enero y vista la situación de los mercados, a bien pocos habrán sorprendido los últimos datos de nuestro comercio exterior, referidos al mes de febrero y hechos públicos días atrás por el Observatorio Español del Mercado del Vino. Y digo poco, pues si en el mes de enero el volumen de nuestras exportaciones disminuía en un 27,9%, en febrero esa caída se situaba en el 15,6% para el total de productos vitícolas (incluyendo mostos y vinagres), elevándose el precio medio hasta 1,37 euros/litro (+33,7%).

Aunque, en mi opinión, el problema no está tanto en lo que sucede con el volumen, valor o precio medio, como en la situación de lo que está pasando destino por destino. Sabemos, porque lo hemos dicho muchas veces y demostrado otras tantas, que una parte importantísima de nuestras exportaciones van a Francia e Italia a granel y sin marca, para ser reexpedidas desee allí a los mercados con sus propias marcas.

Lo que ya no sé si es tan conocido es lo que en algunos de los mercados emergentes está sucediendo con nuestras exportaciones y que, a mi entender, es mucho más preocupante. No nos puede traer al pairo que en Rusia hayamos perdido en lo que llevamos de año (dos meses) el 69,1%, o que en China ese porcentaje sea del casi cincuenta y siete por ciento. Por más que Estados Unidos, destino estrella de nuestros vinos, la pérdida solo represente un cinco por ciento menos.

Vista semejante falta de elasticidad en la curva de demanda, convendría preguntarse por la rentabilidad de nuestro sector. Pues si resulta que cuando el precio de la materia prima hace rentable una explotación, el precio al que se coloca el producto acabado (vino) en el mercado es mal digerido por los compradores que se muestran reacios a pagar semejantes cotizaciones; habrá que plantearse si somos capaces de producir más barato. Y para ello solo se me ocurren dos caminos: o bajamos los costes, a saber, tratamientos, cuidados del viñedo, vendimia,… y poco más; o aumentamos la producción para que en ratio disminuya. ¿Es posible?

Lo que me lleva de cabeza a dos asuntos de gran relevancia, por un lado la insuficiente asistencia al 8º Encuentro Enológico que organizó la Fundación para la Cultura del Vino y que tenía por objeto analizar la mejora de la rentabilidad de los cultivos mediante la viticultura de precisión, ya que la sala tendría que haber estado abarrotada, resultando insuficientes el más de un centenar de asistentes.

Y el otro, y más importante en el plazo inmediato, la importante bajada de temperaturas que hemos padecido durante el pasado fin de semana, que viene a suponer un nuevo quebradero de cabeza para nuestros viticultores.

¿Qué más ha de suceder?

Es difícil hablar del sector en tono positivo con los últimos datos de exportación referidos al mes de enero en la mano. Perder un 27,9% del volumen de lo vendido el mismo mes del pasado año, o el 12,0% del interanual, no pueden hacernos sentirnos tranquilos. Por más que el precio medio haya subido un 42,9% y un 25,3% en el anual e interanual respectivamente, situándose en 1,30 euros y 1,25 €/litro. Según los datos facilitados por el OeMV.

Pasar, como hemos pasado de 0,91 €/litro, precio al que vendimos en enero de 2012, a 1,30 solo puede calificarse de espectacular y de muy positivo para el sector, ya que va en la línea de lo que necesitamos: valorizar nuestros vinos y romper esa barrera a la que se enfrentan cotidianamente nuestras bodegas en las operaciones de exportación de encasillamiento en la imagen de vinos de buena calidad pero muy bajo precio. Debiendo soportar (yo calificaría que estoicamente) que el importador les diga que el vino está muy bien, pero que por ese precio sus compradores prefieren los de otros países.

Pero, como casi todo lo que se hace con cambios muy bruscos, como ha sucedido en esta campaña con los precios de las uvas, primero, y del vino, después; puede traernos consecuencias muy negativas para nuestro futuro. Perder volumen de exportación, única salida para nuestras bodegas y vía de colocación de unos excedentes totalmente imposibles de absorber por un mercado interno enclenque puede llegar a suponer tener que enfrentarnos a desorbitados excedentes que nos devuelvan incluso por debajo de los noventa céntimos.

Parece bastante claro que al sector no le quedan muchas alternativas a la unidad y el desarrollo de una política nacional con unos objetivos claros y concisos que nos permitan avanzar juntos, optimizando unos recursos escasos. Aun así, cuestiones que yo no acierto a entender, hacen que cada uno haga la guerra por su cuenta, que se destinen medios y recursos económicos en los mismos países y dirigidos a los mismos colectivos sin la más elemental de las coordinaciones. Y lo que todavía es mucho peor, que no parezca existir ni el más tímido atisbo de cambio para el corto plazo.

Es posible que esta política beneficie a alguna bodega, o alguna denominación de origen, o… ¿quién sabe a quién? Pero, seguro que, a quien no beneficia es al sector: viticultores, bodegas, organizaciones interprofesionales o colectivas.

Con medios propios

Como no podía ser de otra manera, el tema de esta semana debe hacer referencia a la presentación que el pasado lunes tuvo lugar en la sede del Consejo Regulador de la D.O.P. Valencia, y que tuvo como foco de atención la Guía de Vinos y Aceites 2013 de La Semana Vitivinícola.

Y digo que no podía ser de otra manera, porque la editamos nosotros, pero sobre todo por el gran poder de convocatoria que tuvimos con más de trescientas personas relacionadas con el mundo vitivinícola en todas sus vertientes, y las buenas sensaciones que se generaron entre los allí presentes.

La importancia no es tanta porque sea un producto “SeVi”, elaborado bajo la misma filosofía que nos lleva acompañando desde 1945 de servicio al sector; como por lo que de herramienta para los profesionales representa de cara a mejorar la comercialización de nuestros vinos.

Asistimos a la campaña oficial (por aquello de estar cofinanciada con fondos públicos) de “Quien sabe beber, sabe vivir”, dirigida a informar al consumidor sobre el consumo moderado de vino. Pero curiosamente el reglamento comunitario por el que es posible esa cofinanciación nos deja fuera a aquellos medios que hemos venido apoyando al sector y defendido que el consumo de vino “solo” puede entenderse como un consumo responsable, inteligente y moderado; llevado desde la educación y la formación.

Con actos como el que celebramos el lunes y desde un medio del sector, creemos que la educación del consumidor y la cultura es posible y ayuda a acercarnos a un mercado interno despreciado por muchas bodegas que han señalado a la exportación como el único objetivo capaz de hacer rentable su cuenta de resultados.

Muy posiblemente sea verdad. Muy probablemente la exportación sea la única forma que ahora mismo tienen nuestras bodegas de hacer rentables sus negocios y poder seguir adelante. Pero el consumidor de proximidad está ahí. Es el que les ha hecho posible y no sería justo despreciarlo ahora porque sus cambios en los hábitos alimenticios, percepción del vino, o recursos económicos han cambiado. Merece más y nosotros, mientras podamos, fieles a nuestras convicciones, lo defenderemos y seguiremos llamando la atención sobre la conciencia de quien haga falta por apoyarlo. Sin olvidar que quien tiene la capacidad, y la obligación, de acercarse al mercado es la producción, que el consumidor “solo” debe ser el objeto de sus campañas de formación e información, pero nunca su problema o pesadilla.

Nunca es tarde

En un país en el que el turismo representa la primera fuente de ingresos, las iniciativas dirigidas a ligar turismo y bodegas son siempre una buena noticia. La proliferación de rutas enoturísticas en estos últimos años ha situado a nuestro país en los primeros puestos del mundo en este tipo de proyectos. Buena muestra de ello fue la pasada edición de Fitur (Feria Internacional de Turismo) y segundo salón del mundo en importancia en este sector.

Resulta difícil saber qué parte de responsabilidad tiene en este cambio de estrategia la posibilidad de ver próxima la recuperación del consumo interno y qué parte es consecuencia de lo que está sucediendo con nuestras exportaciones, que están mostrando todas sus miserias, especialmente concretadas en la pérdida de volúmenes de mucha importancia como consecuencia de un aumento en el precio.

Perder un 27,9% del volumen exportado en enero con respecto al mismo mes del año anterior, o el 13,3% si tomamos datos interanuales y consideramos mostos y vinagres, son ratios que deberían hacernos reflexionar sobre el futuro de nuestras exportaciones y, por extensión de nuestro sector. Porque si resulta que cuando el precio de la uva crece hasta situarse en niveles que hacen rentable el cultivo de la viña, o el del vino alcanza cuotas capaces de aportar resultados positivos en las cuentas de resultados de las bodegas granelistas; aquellas que han apostado por el mercado exterior de un producto de mayor valor añadido no son capaces de repercutir esos costes en origen y deben asumir pérdidas, tenemos un serio problema.

Hemos pasado de tener cerradas nuestras bodegas a cal y canto, a abrirlas todas y meternos en importantes inversiones en obras sociales que permitan disponer de una bodega “para enseñar”. De tener un mercado local y de escasa visión comercial, a querer comernos el mundo. Somos un país de bandazos, lo sabemos, pero cada día la economía está más globalizada, las consecuencias de lo que sucede en el otro lado del mundo nos repercuten de forma más fácil y rápida y nuestras reacciones deben responder a estas circunstancias.

Recuperando consumo

Según los últimos datos publicados por el Ministerio de Agricultura -comparte competencias con la Alimentación y Medio Ambiente (Magrama)-, el consumo medio de vino en España durante el año 2012 fue de 10,58 litros en el hogar, única información que se encuentra disponible, ya que para el canal Horeca lo único que se ha publicado es que el consumo ha aumentado un 0,8% con respecto al año anterior. El detalle no estará disponible ni para el año 2011, ni el 2012, ya que el recorte del anterior equipo ministerial se lo llevó por delante.

Este dato en hogares supone un 1,42% más que el pasado año, lo que, puestas las objeciones que se quieran poner, es muy positivo.

Pero cuidado, tampoco vayamos a perder de vista lo que ha sucedido con la alimentación en general, para la cual sí hay datos extradomésticos y estos señalan un descenso en el gasto del -4,1% en este canal, mientras el del hogar aumenta +0,2%. Y aunque, efectivamente, no es posible hacer una relación directa entre lo sucedido en la alimentación y lo que puede haber sucedido con los vinos cuyo volumen aumenta +0,8%, se hace bastante difícil poder imaginar que un producto que no es de primera necesidad haya tenido mejores cifras en valor.

Si, además, tenemos en cuenta que las bodegas están haciendo bien poco por este nicho de mercado, que la restauración sigue empeñada en obtenerle al vino lo que no es capaz de sacarle al menú, por más que sepamos que la restauración española es de las que trabaja con menores márgenes sobre los precios de compra en el mundo; o que los datos del balance vitivinícola no animan a pensar que el consumo global pueda haber aumentado; lo más prudente parece seguir pensando que el consumo se ha estabilizado y se ha frenado esa sangría en la que se había convertido la pérdida de consumo de vino en España.

Considerando que los vinos con denominación son los que mayores pérdidas de consumo presentan (-3,51%), los espumosos no le quedan muy lejos (-3,02%) y, solo los de mesa (+3,6%) y las bebidas elaboradas a base de vino (+8,78%) se muestran con signos positivos en lo que respecta a los volúmenes, deberíamos pensar que no solo en términos de valor nuestro consumo es más barato, al haber descendido un 1,91%, sino que además estamos sacrificando calidad. Justo lo contrario de lo que ocurría cuando esgrimíamos aspectos de calidad para justificar la pérdida de consumo.

Pero, mejor no hagamos leña del árbol caído. Valoremos que el valor en los vinos sin denominación aumenta y aprovechemos los excelentes precios de nuestros vinos, con denominación y sin ella, para seguir abriendo nuevos mercados, consolidando los actuales y recuperando el más próximo.

Tocando todos los palos

Parece, a tenor de los datos presentados por el ministro del ramo, que la alimentación está trasladándose del canal Horeca al hogar. Como consecuencia, precisamente, de la necesidad de los españoles de reducir el gasto, ante la situación económica que vivimos y que está suponiendo una importante pérdida de renta para la población.

Noticia que en sí mismo no debería sorprendernos, especialmente porque lo llevamos evidenciando desde hace mucho tiempo en nuestro sector; si no fuera porque supone un cambio cualitativo en la misma estrategia del Ministerio, que recupera la información de Hostelería y Restauración, después de dos años y que, como presumíamos, pone en evidencia la escasa atención que le han prestado bodegas y comunicadores a esta traslación de consumo.

Sabemos nosotros, de primera mano, que la comunicación y los medios de llegar a los consumidores están cambiando de manera vertiginosa. Que cada vez adquieren más relevancia todos aquellos relacionados con las redes sociales y que la información que en ellos se vuelca no siempre es imparcial, ni desinteresada y ni mucho menos, contrastada. Incluso así, casi diariamente aparecen nuevos “expertos” o simples aficionados dispuestos a comentar sus experiencias.

Con todo y con eso, se podría asegurar que los mensajes siguen sin llegar a los consumidores, que siguen mostrando un gran rechazo hacia el vino, provocado especialmente por la gran necesidad de conocimientos previos que requiere elegir o abrir una botella. Conocimientos, sin duda enriquecedores, pero que no deberían ser nunca una barrera a su consumo. Y, ante esto, las bodegas deberían hacer un esfuerzo por cambiar el mensaje y la forma de llegar a los consumidores.

Nos estamos equivocando, estamos atendiendo a un frente pero descuidando otro y eso no es bueno. Lo hemos hecho con el Horeca, apartando al hogar. Con los vinos de estructura, frente los ligeros y sencillos. Los de packaging lujoso, antes que los sencillos y actuales. Con términos técnicos y tradicionales frente a un lenguaje coloquial y actual.

A pesar de lo abultado de nuestras exportaciones o misma producción y superficie, estamos a tiempo de definir el rumbo que queremos tomar como país y, de forma individual, cada una de nuestras bodegas. Pero necesitamos definirnos.

Una lección positiva

Si lo prefieren, en lugar de buscar soluciones a los problemas de consumo interno a los que nos enfrentamos, podemos girar la cabeza y centrarnos en la balanza comercial. Darnos golpes de pecho por lo que han crecido nuestras importaciones y vanagloriarnos de lo mucho que vendemos allende nuestras fronteras.

Incluso podemos sentirnos orgullosos del apoyo que el sector y la campaña “Quien sabe beber, sabe vivir” está encontrando en famosos que, de manera completamente desinteresada, están prestando su imagen en apoyo de un consumo moderado e inteligente del vino.

Pero eso no haría más que ahondar en un grave problema de concienciación que tenemos y que nos ha llevado a encontrar en “los demás” la causa de nuestros males. Personificados en la pérdida de consumo, pero que bien podríamos también identificar en la competitividad de nuestros vinos que, básicamente, se encuentra en un factor: su precio.

Así se explicaría que en campañas como esta, donde la producción en todos los países del hemisferio norte ha sido menor y sus precios se han disparado; nuestras exportaciones se hayan visto perjudicadas, mientras las importaciones crecían de manera exponencial.

Con más o menos precisión, los temores de una debilitación en la propiedad se van cumpliendo y, con ella la reducción de unas pretensiones que hasta el momento se habían mantenido firmes e intransigentes. La llegada de la cosecha en el hemisferio sur, los datos oficiales que vienen a dar certeza y concreción a los rumores de importantes crecimientos en las importaciones realizadas en los últimos meses y la llegada del momento de retirar y pagar las partidas comprometidas, están haciendo que esa firmeza ya no sea tanta. Que los plazos se intenten dilatar y los precios renegociar.

Sabíamos que estos precios no eran reales. Que difícilmente serán digeribles por el mercado. Que acabarían cayendo. ¿Estamos dispuestos, ahora, a cargar con la parte de responsabilidad que cada uno de nosotros tenemos?

Eso sería una excelente lección por la que, quizás, valdría la pena pagar el elevado precio que tendrá para muchos. Pero mucho me temo que no, que cada uno seguirá tirando todo lo que le permitan hacia su lado y dejará para “el otro” la responsabilidad de su rotura.

Moderadamente optimista

Perder dos millones quinientos mil hectolitros, el equivalente al 9,6% del volumen exportado durante el 2012, podría parecer una mala noticia. Peor todavía, si tenemos en cuenta que el mercado exterior es el único que se muestra capaz de tirar de nuestro sector y en el que se encuentra una parte muy importante de nuestras posibilidades de supervivencia.

Pero claro, si tenemos en cuenta que una buena parte de esta pérdida la podemos achacar al aumento de los precios, que han crecido un 22,8%, pasando del 0,96€/litro al 1,18€/litro; esto explicaría en buena medida lo sucedido. Mucho mejor lo haría, si en lugar de fijarnos en el precio de todos los productos (incluidos mostos y vinagres) lo hiciéramos con los vinos sin denominación de origen protegida y comercializados a granel. Los que presentan tasas de crecimiento en el precio medio al que han sido exportados del 36,3%, llegando hasta el 40,5% en el caso de los blancos, fijándose en 0,45 y 0,42 euros por litro, respectivamente. Incremento nada desdeñable si tenemos en cuenta que esta categoría de vinos representa el 39,89% del total vitivinícola exportado (el 45,27% si se tiene en cuenta solo a los vinos), prácticamente duplicando a la segunda categoría en importancia que son los vinos, también sin indicación de origen protegida, pero envasados.

A aquellos a los que, aún con todo, esto no les fuera suficiente, les diré que tanto los vinos envasados presentan incrementos en volumen del 10,0% y 6,4%, según hablemos de vinos con D.O.P. o sin ella y que son los graneles los que mayores tasas negativas presentan (-20,3% sin D.O.P. y -8,4% para aquellos que sí que la poseen), junto los mostos que también caen un 23,4%.

Mucha cifra para acabar concluyendo que nuestras bodegas están haciendo los deberes. Están mejorando la comercialización de nuestros productos y consiguiendo que la imagen y los precios de nuestros vinos mejore y se granjee la fidelización del consumidor. Aunque todavía tengamos mucho, mucho camino por recorrer y nos quede una impresionante cantidad de vino por mejorar su valor añadido.

Pero cuidado que, con todo y con eso, seguimos teniendo una producción de treinta y cuatro millones de hectolitros en esta última campaña, según el último avance publicado por el Magrama, un potencial de producción claramente por encima de los cuarenta millones y nuestro consumo interno no alcanza, ni en el mejor de sus sueños, los nueve millones de hectolitros. Así es que, las cuentas están claras, veintitrés que hemos exportado y nueve, son treinta y dos, que, más los vinos para la quema y el consumo de mosto interno, explican que hayamos vaciado nuestras bodegas. Pero esos son todos nuestros poderes. ¿Qué haremos cuando produzcamos cuarenta y nos sobren seis?