Una llamada de atención

Tal y como era de esperar, los operadores españoles no iban a cruzarse de brazos ante la espectacular escalada de precios que el vino en origen está experimentado desde que se iniciara la campaña y se confirmaran los datos de cosecha. La búsqueda de países de los que abastecerse no ha resultado sencilla, pues en similares circunstancias se han desarrollado las vendimias en los principales países productores: Francia con un pérdida de diecinueve por ciento e Italia en el entorno del veinticinco. Pero, no sin ciertas dificultades, llegaba a Valencia el pasado miércoles un barco lleno de mosto azufrado procedente de Bulgaria.

Considerar que esta operación puede suponer un freno en las transacciones y la evolución de sus cotizaciones en el mercado nacional, es tan pretencioso como improbable. Pero sí, al menos, deberemos darle la importancia que en sí mismo tiene y que supone una llamada de atención a los operadores sobre la necesidad de poner coto a unas pretensiones que están completamente fuera de lo que un mercado maduro puede soportar.

Todos debemos ser conscientes de que los vinos y mostos y españoles son de una extraordinaria calidad y nos los compran a precios muy por debajo de lo que sería su verdadero valor. Que esto provoca que las bodegas liquiden las uvas por debajo incluso de lo que serían sus costes de producción, circunstancia que solo es posible por la gran cantidad de viticultores a tiempo parcial cuyas motivaciones para mantener un cultivo poco rentable están en aspectos que nada tienen que ver con los principios básicos de cualquier actividad empresarial o profesional.

Pero tampoco nos podemos olvidar de que estamos en un mercado globalizado, donde los consumidores cada vez tienen más que decir sobre los precios de los productos que no son de primera necesidad.

Podemos trabajar todos juntos por acercar el precio al valor. Ir poco a poco trabajando con los consumidores en el reconocimiento de la calidad y la necesidad de pagar un poco más por un excelente producto y hacer posible la existencia de una cadena de valor que satisfaga a los viticultores e incentive en la búsqueda de la calidad.

Lo hemos dicho en reiteradas ocasiones, y seguiremos haciéndolo mientras tengamos dónde; nuestros vinos y mostos tienen un excelente calidad media, disfrutamos de un amplio abanico de variedades y tipologías de vinos, nuestras bodegas han hecho un extraordinario esfuerzo por tecnificarse y hacerse eficientes. Como nuestros viticultores por adecuar sus producciones a lo demandado por los consumidores, con una profunda reconversión y reestructuración de sus viñedos. Nos queda conseguir valorizar nuestro producto. Llevamos años en este camino y lo vamos a conseguir. Sin ninguna duda.

Un camino marcado

Tener una cosecha tan corta como la que este año hemos obtenido en toda Europa es una cuestión que preocupa. Y no ya tanto por lo que pudiera suponer en el comercio y sus efectos sobre los precios en destino que pudieran acabar soportando los consumidores, como por las causas que han provocado esta situación. Lo que hace tan solo un decenio era cuestión discutible (y discutida) en muchos foros, donde se cuestionaba desde la existencia de un cambio climático hasta los efectos que este pudiera acabar teniendo en la vitivinicultura mundial. Hoy se ha convertido en una verdad irrefutable, de la que solo es posible discrepar en aquellas cuestiones relacionadas sobre la profundidad de los efectos que pudiera acabar teniendo o la capacidad del propio sector para adaptarse a estas nuevas circunstancias.

Y buena prueba de ello es la gran preocupación que existe entre los viticultores españoles que, no conformes con la pérdida de un veinte o incluso un treinta por ciento de su cosecha, lo que ha venido a añadir un nuevo problema a lo que ya sucediera en la campaña anterior; temen la memoria de la tierra y las consecuencias que esta pudiera tener sobre la campaña venidera y siguientes.

Es muy pronto, y resultaría temerario hablar de lo que pudiera suceder con la próxima cosecha. Pero los viticultores conocen bien su viñedo y saben que ni las lluvias están acompañando como para ver la solución a este periodo de sequía que vivimos en toda la geografía española, ni la tierra tiene la capacidad de recuperarse de manera inmediata. Es como un gran transatlántico cuyas maniobras resultan lentas en sus reacciones.

No hay duda de que, efectivamente, la situación difiere mucho ya se trae de una explotación en secano o regadío, pero ni tan siquiera estas últimas escapan a la alarmante situación que vivimos. La falta de lluvias hace que los acuíferos de los que se abastecen estén bastante esquilmados y que su capacidad para regar los viñedos corra peligro.

Ante esta situación no es de extrañar lo que está sucediendo con los vinos en origen, cuyas cotizaciones han aumentado de manera espectacular desde que se iniciara la campaña y actualmente no dan muestras de debilidad como para permitirnos pensar que vayan a bajar en las próximas semanas.

Desde el sector español se lleva años luchando por aumentar el valor añadido de nuestra producción. Unos aludiendo a la necesidad de trasladar graneles a envasados; otros, más precisos en sus aseveraciones, buscando la marca en el origen como factor de valor, olvidándose de cuál sea el tipo de envase (el granel también es un envase) en el que se venden. Actualmente tenemos una gran oportunidad de afianzar lo que ya algunas bodegas llevan años trabajando, hacerse un hueco en el mercado internacional olvidándose del camino fácil de vender a franceses o italianos (por citar los dos principales países compradores de vinos de bajo precio español) y llegar directamente al importador o distribuidor.

Pero no es una tarea ni rápida, ni sencilla. Requiere de mucho esfuerzo, un gran músculo para aguantar oscilaciones que no pueden trasladarse a los mercados de detalle y campañas como estas, con subidas en las cotizaciones de origen tan importantes, son un gran problema. Aun así hay muchas bodegas que lo están intentando, que han tomado su maleta repleta de muestras con la intención de situar su vino en los lineales de las principales cadenas internacionales. Incluso han asumido que esas muestras deben respetar el origen y la identidad varietal, pero que es posible adaptarlos a los gustos de los consumidores a los que van dirigidos.

Un camino marcado que admite pocas desviaciones y que, ni cosechas, ni precios, serán suficientes como para desviarnos.

El enoturismo como dinamizador del producto

Hablar de calidad, aumentar la percepción que los consumidores tienen de ella y mejorar el valor añadido de nuestros vinos. Son, todas ellas, consecuencias casi directas de una recuperación del consumo.

Pensar en volver a un consumo alimenticio del vino es tan utópico como pensar que volveremos a los televisores de lámparas. Tener alguno en un lugar de la casa como elemento de decoración, es posible. Pensar que veamos la televisión con ellos, una insensatez.

Por suerte, o por desgracia, aquel tipo de consumo ha sido superado. Y al igual que las necesidades de nuestros viticultores ya no son las de una azada, y sí la de un tractor con el que llevar a cabo las labores agrícolas. O nuestras bodegas requieren depósitos con control de temperatura y asepsia en sus instalaciones. Los consumidores nos acercamos al vino como un objeto de placer y de lujo, al que todos aspiramos y que solo alcanzamos en función de la renta disponible que tengamos para hacerlo.

Podemos ser el país productor que más barato vende sus vinos, el que menos valor añadido somos capaz de trasladarle a la botella y uno de los que mayor oferta de variedades y tipologías dispone. Hasta somos capaces de ser el país que más guías de “vinos baratos” publica, ante la gran oferta existente.

Pero nada de todo eso tiene sentido si no somos capaces de acercarnos a los consumidores, intentando satisfacer esas nuevas necesidades que tiene.

En los últimos años, la gran mayoría de bodegas, de las grandes que disponen de medios que destinar a estos fines, han dado un giro en su política de comunicación, han buscado actividades, acciones culturales, gastronómicas, turísticas, deportivas… con las que llevar a cabo un marketing relacional que aproveche el empuje del que carecían sus productos, aportándole una gran calidad e imagen.

Así, el enoturismo, como un claro ejemplo de esa cualidad que disfrutamos de ser el segundo país más visitado del mundo, o la gran reputación de nuestra gastronomía, se ha desarrollado de manera exponencial en toda nuestra geografía. Hoy podemos aseverar que somos una potencia enoturística, y las perspectivas son de un gran potencial de crecimiento.

El camino está marcado y más tarde o más temprano nuestros vinos subirán sus precios como consecuencia de que se reconozca su valorización. Y en ese camino, la capacidad que tengamos de dar una imagen correcta y adecuada jugará un papel muy importante para determinar la velocidad con la que lo hagamos.

Marida mejor tu vida con vino

Bajo el lema “Marida mejor tu vida con vino”, la Organización Interprofesional del Vino de España (OIVE) pone en marcha una campaña informativa y de promoción con la que se pretende rejuvenecer la imagen del vino entre los consumidores y normalizar su consumo cotidiano.

Desde luego no es algo que a los lectores de SeVi les pueda sorprender, ya que hemos ido siguiendo el asunto desde el primer día con sumo interés. Y sí congratular, por ver hecha realidad una aspiración que desde el sector se lleva años demandando y que no acababa de concretarse.

Para ello ha sido necesaria la creación de una Interprofesional que fuera capaz de dotarse de una extensión de norma (contribución obligatoria de las bodegas) con la que nutrirse de fondos para llevarla a cabo. La constitución de una estructura mínima capaz de gestionar los recursos y coordinar los trabajos. La realización de un estudio de mercado que pusiera en evidencia aquellas fortalezas de las que debiera valerse para hacer frente a sus debilidades. Y la contratación de una agencia de convirtiese todo eso en un mensaje que comunicar en los diferentes medios al consumidor de la calle.

Todas y cada una de estas etapas han estado repletas de problemas a los que ha habido que ir dándole solución con más voluntad que recursos. Sin ningún género de dudas, no satisfará a todos, pero (y en mi opinión lo más importante) el martes 14 será presentada por la Ministra Isabel García Tejerina una campaña dirigida a recuperar el consumo cotidiano de vino en nuestro país.

Todos, aficionados y detractores somos conscientes del gran “glamour” que envuelve al vino, el enorme interés que despierta y lo interesante que resulta el tema en cualquier conversación. Pero también hemos podido comprobar de qué manera su consumo se ha complicado sobremanera en los últimos lustros, dotándolo de un boato instigado desde el propio sector que, claramente, se nos ha ido de las manos.

Convertir un producto alimenticio en un artículo de lujo tiene consecuencias muy importantes en su propia concepción. Transmitirlo adecuadamente, con un mensaje coherente, en los medios adecuados y empleando un lenguaje asequible, no es fácil, ni podríamos decir que se ha conseguido por muchas bodegas e instituciones responsables de que así hubiese sido.

Bajo el paraguas de la tradición hemos confundido a nuestros clientes, dando por sentados unos conocimientos de los que carecían, insistiéndoles en evidenciar sus deficiencias.

Y cuando se ha utilizado su imagen, lo ha sido para alertar de los graves perjuicios que sobre la salud o el tráfico tiene un consumo inapropiado.

Vencer todo esto no va a resultar una tarea ni fácil ni rápida. Va a requerir tiempo y mucha perseverancia. Pero, por primera vez, el sector dispone de una organización transversal de la que valerse y de unos fondos con los que dar sus primeros pasos.

Llegarán los malos momentos en los que quienes dudan de estas organizaciones colectivas dispongan de datos con los que justificar sus posiciones. Habrá que estar preparados para perseverar en la creencia de que solo desde la colectividad será posible recuperar el consumo de vino en España y dotarlo de un mayor valor añadido.

La escasez de una cosecha a nivel mundial que ha elevado los precios a niveles inimaginables podría parecer que no es el mejor escenario para aspirar a aumentar el consumo de un producto en clara tendencia alcista de precios. Pero si tenemos en cuenta los bajos precios de nuestros vinos, así como la escasa repercusión que sobre el precio de la botella representa el coste del líquido, puede incluso que el momento resulte favorable.

Tenemos una gran oportunidad para dar un gran salto cualitativo y la vamos a aprovechar.

Las IGs buscan adaptarse a los nuevos mercados

Si queremos defender y proteger el patrimonio cultural y económico que representan las Indicaciones Geográficas de Calidad, estas hay que adaptarlas a los nuevos mercados, plataformas de comercio y registros. Resulta bastante fácil de imaginar que todo ello ha cambiado mucho en los últimos años, y todavía lo hará más en los venideros, por lo que su adaptación se hace imprescindible si queremos que puedan seguir desempeñando el papel para el que fueron creadas.

Conscientes de todo ello, el pasado 12 de octubre, con ocasión de la reunión del G7 de Agricultura en Bérgamo firmaron un documento estratégico con el objetivo de valorizar las I.G.s de ámbito agrícola, medioambiental y comercial, definiendo los instrumentos para luchar contra los fraudes, los planes para una producción sostenible y el impulso a las negociaciones para la tutela legal de las I.G.s.

Documento que se ha denominado “Declaración de Bérgamo” y cuyos cuatro puntos aluden, básicamente a: 1.- Creación de un sistema multilareal de protección; 2.- Mejoramiento en la transparencia de la “Internet governance” para una eficaz protección como propiedad intelectual, 3.- Profundización de las investigaciones y estudios respecto al aporte positivo de las I.G.s en la sostenibilidad económica, medioambiental y cambio climático; y 4.- Incremento de los recursos financieros para la cooperación internacional destinados al fortalecimiento de las I.G.s.

Ya en ámbito mucho más local pero no menos importante, los Consejos Reguladores de las Denominaciones de Origen vitivinícolas, agrupadas en la CECRV se reunían en Asamblea el pasado día 27 de octubre para solicitar una mayor simplificación administrativa en la comercialización de sus vinos. Denunciando que en algunas ocasiones los trámites burocráticos con el mismo fin, deben ser cumplimentados hasta tres y cuatro veces ante administraciones diferentes.

Conscientes de la evolución preocupante que están teniendo los precios del vino y las alarmantes consecuencias que pudiera tener sobre nuestro débil consumo y transcendentales exportaciones, apuestan por aprovechar la coyuntura para acercar a su valor real los vinos de calidad aumentándoles el precio. Pero siempre bajo el estricto criterio de un posicionamiento correcto en los nichos de mercado.