Poco a poco, todos los datos y previsiones económicas que son publicadas por los diferentes organismos nacionales e internacionales van coincidiendo en la idea de que España despega. En que, por fin, parece verse la luz al final del túnel y nuestros indicadores económicos mejoran notablemente, en algunos casos, incluso por encima de los asignados para Francia, Italia o hasta la mismísima Alemania. Y, aunque todavía es pronto, esta mejoría parece ir encontrando acomodo en el consumo interno que muestra signos de una, todavía tímida, recuperación. Como así lo avalan las cifras de turismo de la última Semana Santa; o incluso las de la venta de vehículos. La duda está en saber, cuándo llegará esta mejoría al sector vitivinícola, y si tendrá su traslación al consumo. ¿O esta es ya una batalla perdida cuyas razones de ser están muy alejadas de cuestiones macroeconómicas y tienen más que ver con cuestiones de índole social y cultural? En mi opinión, pero esto es una impresión muy personal, también el vino acabará beneficiándose de esta recuperación del consumo interno y las cifras se verán incrementadas con respecto a lo que hemos venido sufriendo en los años anteriores con continuos descensos. ¿Volviendo a cifras anteriores a la crisis? Pues incluso es posible. Al fin y al cabo tampoco eran tan elevadas. Aunque, muy posiblemente, tenga que ser de otra manera: es decir, más hogar y menos Horeca. O dicho de otra forma, menos comida de empresa con gasto desorbitado y más sentido común en la comanda. Pero con comanda al fin y al cabo. Los más de sesenta millones de turistas que esperamos recibir este año, deberían poner su granito de arena en esta recuperación. En definitiva, un incremento de en torno al siete por ciento (cerca de cuatro millones) de un público objetivo de gran interés, puesto que la gastronomía y el vinos es una de las primeras razones que les animan a escogernos como destino. Aunque, sin duda, nada de todo esto se va a producir porque sí. Será necesario el apoyo de nuestras bodegas y organismos interprofesionales en campañas que ayuden en la promoción de nuestro mercado interior (para los propios y los que acogemos) y muchos más esfuerzos de los hasta ahora demostrados por este mercado. El sector sabe que debe encontrar nuevos mercados en los que colocar cincuenta y tres millones de hectolitros. Que no es fácil; pero debe hacerlo y lo hace. Como así lo demuestra la excelente acogida que han tenido los fondos destinados a la inversión, los programas de promoción en países terceros, o incluso las sucesivas campañas de tapa y vino que se están llevando a cabo en nuestras diferentes autonomías, con éxito muy notable en todas ellas de acogida entre el público. Aun así, hay algunas cifras que resultan preocupantes. De los fondos que Bruselas destinó al sector en 2013, España ha concentrado el 89,30% de los destinados al Pago Único, cero en inversiones y “solo” el 26,33% de los de Promoción. Siendo la reestructuración del viñedo la que compite con el Pago Único por el liderazgo de estas ayudas con 163,67 M€ frente los 142,75 M€ del PU de los 352,78 M€. Y ¡hombre! Yo no es que vaya a ser quien diga lo que está bien y mal, Dios me libre. Pero llama la atención que de los fondos repartidos en los PNA en el periodo 2009-13, la medida más utilizada por Italia haya sido la reestructuración (38,72%) seguida de la promoción (14,37%) y mosto concentrado (13,74%). Que Francia haya destinado sus fondos a la reestructuración (39,60%), Inversión (26,61%) y destilación de subproductos (14,76%) y que España haya sido, también, la reestructuración (31,60%) pero seguida del Pago Único (30,46%) y destilación de uso de boca (15,84%).
¡Qué buenas noticias nos das esta semana querido Salvador! Enhorabuena por el titular de tu artículo. Es como «A Dios rogando, pero con el mazo dando». ¡Jajajaja! Un fuerte abrazo.