Que las noticias pueden contarse de muchas maneras, es algo de lo que sabemos bastante en este sector, caracterizado por dar una imagen que, en poco o nada, se asemeja a la realidad.Cualquier aficionado al que se le pregunte sobre lo que opina de nuestros vinos y la imagen que le transmiten sus bodegas, muy probablemente contestará de manera muy positiva. Es más, incluso un poco exagerada, llevado por la proliferación de marcas. Hasta incluso puede llegar a mostrarse agobiado por el gran número de referencias existentes y la constante aparición de otras nuevas lo que hace totalmente imposible estar al día.
Esa misma pregunta trasladada a una bodega, o profesional de la vitivinicultura, sería respondida, en la mayoría de los casos, de manera bien diferente. Los más optimistas destacarían las grandes posibilidades que tienen nuestros vinos en los mercados exteriores, como resultado de sus bajos precios y gran calidad. Los menos, preocupados por la pérdida del consumo interno, los bajos precios y la estrecha correlación entre volumen/valor que hace muy complicado aumentar los ingresos.
Sea como fuere, dos visiones totalmente distintas de una misma realidad. ¿Cuál de las dos es la correcta? Parece evidente que las dos.
Una porque describe la pluralidad de un producto que lleva en su propia concepción su penitencia, y que por la propia idiosincrasia de los españoles está haciendo que no aprovechemos totalmente los grandes recursos que estamos invirtiendo en llegar al consumidor para ganarnos su atención y fidelidad. La otra porque no hace sino describir una realidad a la que deben enfrentarse en su día a día y que tiene su reflejo en conflictos que superan en mucho a aquellos de índole profesional o empresarial y llegan a convertirse en verdaderos problemas sociales con graves repercusiones comarcales.
Y entre tanto, ¿qué hacemos desde los medios de comunicación?, se preguntarán sin no poca razón. Pues la respuesta, al menos para el que les habla, parece bastante clara. Los medios generalistas y dirigidos a los consumidores, seguir transmitiendo una imagen de progreso, calidad y grandes oportunidades; que al fin y al cabo todos tenemos suficientes problemas como para que nos vayan trasladando los de los demás. Los medios especialistas, resaltar aquello que estamos haciendo bien, poniendo la mirada en los aspectos que hay que fortalecer, pero sin olvidarnos de nuestras debilidades y asignaturas pendientes. E insistir, insistir e insistir, sobre la necesidad de abordar las oportunidades de manera colectiva, que al final de la cadena ya tendrá la oportunidad cada bodega de encontrar la forma de que sean sus vinos los que se vendan.
Así es que más noticias como esta del Magrama: “el subsector agroalimentario transformado ha mejorado sus exportaciones con un incremento del 2,2%, debido principalmente a la exportación de aceite de oliva, vino y carnes de porcino”. Aunque en ella se obvien los precios a los que vendemos, el formato en el que lo hacemos, la reacción que han tenido los mercados cuando hemos subido el precio, las muchas dificultades que tienen los consumidores para encontrar un vino concreto en un lineal cualquiera de una gran ciudad cosmopolita…
Parece bastante evidente que el pilar básico de nuestra economía en las próximas décadas va a ser el mercado exterior, donde el sector es fuerte y compagina perfectamente valor con imagen de calidad y país. Pero no olvidemos datos que resultan tan contundentes como el de nuestras exportaciones y que deberían hacernos reflexionar.
El sector cooperativo español, que concentra algo más del sesenta por ciento de la producción, no tiene ninguna cooperativa en el top 10 de las Cooperativas Vinícolas en la Unión Europea en 2014, según el Comité General de la Cooperación Agraria (Cogeca).