Cuando no es por una cosa es por otra, el caso es que el sector no consigue tener un mes en el que no haya algo que genere una inestabilidad anímica que está poniendo en peligro la propia autoestima de unos viticultores y bodegueros que se preguntan cuándo y cómo saldrán de la situación de desesperación en la que se encuentran.
A la falta de rentabilidad que lleva pareja la problemática de la falta de relevo generacional, se suman cosechas calamitosas que agudizan más una situación agravaba por la pérdida de consumo y una grave sensación generalizada de estar viviendo el peor momento de la historia del sector.
Primero fueron tres años de pertinaz sequía que, si bien afectaron a todo el mundo, dejando unas producciones que nos retrotrajeron a hace más de sesenta años, resultaron especialmente importantes en nuestro país, llegando a poner en riesgo la propia supervivencia de la planta en numerosas regiones. Afortunadamente, con las lluvias del 2023 la gran mayoría de estas situaciones se vieron superadas y en las que no lo hicieron, especialmente el sur del Levante, lo han sido este año. Y, aunque los granizos tampoco es que hayan dado tregua, pues han resultado de una alta importancia y gran generalización, sus efectos sobre la producción venidera no debieran ser relevantes. No así la otra gran amenaza a la que ahora deben hacer frente los viticultores: las enfermedades criptogámicas, especialmente el mildiu. Que ha encontrado un ideal campo de cultivo en los altos índices de humedad y elevadas temperaturas. Focos, todos ellos que, de momento, están controlados con los tratamientos adecuados; si bien suponen un mayor coste para una producción sobre la que hay grandes dudas ante los precios a los que podría operarse.
Y, aunque las exportaciones, en datos interanuales a marzo’25 cayeron en volumen, respecto al mismo periodo del año anterior, un 3,2%, hasta sumar 2.695,67 millones; su valor presenta un ligero aumento del 1,6%, alcanzando los 3.491,2 millones de euros.
Centrándonos sólo en vino, el descenso del volumen cae hasta el 7% y mientras que el valor apenas crece un 0,3%. Siendo la categoría de graneles la que más sufre en volumen con una pérdida del 8,7%, mientras que los envasados pierden el 5,3% y los bag in box aumentan un 7,9%. Mientras que en valor sigue siendo el bag in box el que mejores datos presenta con un aumento del 4,1%, mientras que en los envasados crece un 0,8% y en los graneles cae un 1,2%. Resultando especialmente llamativo el descenso del 21,8% en volumen y 7,9% en valor del cava.
Considerando los múltiples frentes abiertos en el mercado internacional: amenazas de aranceles que llevarían a una guerra comercial mundial, la guerra en Ucrania, el conflicto en la franja de Gaza… Y el grave perjuicio que todo ello está generando en la confianza de los consumidores y sus consecuencias que ello acaba teniendo sobre el consumo, especialmente cuando hablamos de bienes que no son de primera necesidad, como es el vino; tampoco podemos considerar malos los datos del infovi de marzo, donde el consumo estimado mantiene, prácticamente, la misma cifra del mes anterior y confirma la tendencia de positiva de los tintos y rosados frente una caída de los blancos.