Informe Vendimias

Normalidad y vendimia parecen dos conceptos contrapuestos, ya que todos los años se produce alguna circunstancia que dota de cierto grado de incertidumbre a la campaña de vendimias. Se antoja algo natural, puesto que pensemos que en apenas dos meses, los que transcurren desde que a mediados de agosto se inician por el sur de España, hasta la primera semana de noviembre, fecha en la que acabarán en aquellos parajes más tardíos del Alto Ebro o Duero, el sector vitivinícola se juega buena parte de su campaña.

Lamentablemente en aquellos vinos de alto precio, el coste de la uva (por más que sea en estos vinos donde su valor absoluto es más alto) representa una parte muy pequeña de su valor. Y es en los de menor precio dónde sí existe una relación muy directa que condiciona altamente su competitividad y, por ende, su comercialización.

Hablar de subidas de precio de un veinte o treinta por ciento, como ha sucedido este año en la zona de Castilla-La Mancha en algunas variedades con respecto a las del año pasado no es ninguna cuestión baladí de cara a pretender mantener los volúmenes de exportación actuales o afianzar la tímida recuperación que muestra el mercado interior.

Afortunadamente, España es un país de una gran riqueza vitivinícola, basada en su diversidad y excepcionales condiciones naturales de cultivo. Y este año han sido precisamente estas dos circunstancias las que mejor han definido la cosecha.

Cantidades que han oscilado de manera pendular en función del momento en el que nos hemos encontrado y sobre las que ahora intentaremos profundizar un poco más; y una calidad que ha permanecido inamovible en sus cuotas más altas. Dándose la circunstancia de que lo sucedido en prácticamente toda nuestra geografía podría ser una base estupenda para desarrollar un proyecto de zonificación del viñedo en España.

Las diferencias entre los viñedos de secano y regadío se han hecho palpables, pero para “todo”, no solo (como ha sucedido en otras campañas), para señalar aquellos viñedos donde la producción ha sido más o menos abundante. La resistencia a los fuertes calores, las diferencias entre maduraciones alcohólicas y fenólicas, incluso el propio comportamiento ante las plagas de enfermedades criptogámicas, han sido claros ejemplos de por qué un viñedo de setenta años está donde está. Y debe seguir estándolo.

Si analizamos la vendimia desde un punto de vista de la cantidad, las cosas son mucho más sencillas, es más, incluso predecibles. A las primera estimaciones que manejaba el sector de una extraordinaria cosecha que pudiera superar la histórica del 2013, le sucedieron otras que fueron frenando tanto entusiasmo, hasta incluso dejarla a más de un diez por ciento por debajo de la del pasado año. La evolución de la climatología y, una vez más, el comportamiento de la planta, hicieron que, ni unas, ni otras, acabaran acertando, acercándonos mucho a lo que fue la anterior campaña. O al menos esa es nuestra opinión en base a la información que durante estos dos meses hemos ido recabando de decenas de pueblos, bodegas, organizaciones o estamentos públicos. No todos ellos coincidentes pero que, convenientemente modulados, nos han permitido elaborar nuestra propia estimación de cosecha.

Pero antes de entrar en una información más pormenorizada de las principales características que han definido cada una de las zonas de producción, deberíamos decir que, a pesar del REOVI e INFOVI, el sector ha seguido fijando precios de uva, mostos y vinos sin más información que la disponible por cada uno de los operadores. Si bien el Magrama tan solo ha publicado (hasta la fecha) los avances de producción de uva de vinificación, no de vino y mosto, correspondiente a los meses de julio y agosto; lo que nos ha obligado a tener que “convertirlo” aplicando los rendimientos obtenidos el año pasado en cada una de las provincias españolas; ahora ya solo nos queda confiar en que la periodicidad de una información mucho más exacta y el buen sentido de nuestros operadores, nos permita desarrollar una cosecha en la que sepamos aprovechar la gran calidad de nuestros vinos y las bajas producciones del resto de países productores para elevar la valoración de nuestros productos con la que poder hacer rentable y sostenible el viñedo.

Una campaña sosegada

Aunque, de momento, seguimos presentando unos datos de comercio exterior satisfactorios, ya que en datos interanuales (agosto’15-julio’16) el valor de nuestros vinos sigue siendo un 2,1% superior a los del mismo periodo anterior, el volumen ya ha comenzado a dar síntomas de agotamiento, y su cifra bajado un 3,5% en términos generales de vinos y llegando a un 5,7% si nos referimos a los graneles.

¿Preocupante? Pues de momento creo que no. Al fin y al cabo los movimientos deben presentar oscilaciones y, considerando las expectativas que se manejaban en las estimaciones de producción, no son cantidades que debieran ponernos sobre aviso ante cualquier cambio traumático para nuestro comercio.

Aun así, y pendientes de conocer en los próximos días los datos de exportación referidos a agosto, convendría no olvidar lo sensible que se muestra este mercado a los cambios bruscos en los precios. Y lo rápido que reacciona, mostrando una correlación inversa casi perfecta en las cantidades.

Los precios en España han subido, en términos generales. Uva, mostos y vinos, que conforman la gran mayoría de esa partida que vendemos como vinos a granel, han aumentado, y en algunos casos con crecimientos en porcentaje que van más allá de los dos dígitos. Repercutirlos es la reacción más natural, y muy posiblemente a la que aspiren la inmensa mayoría de las bodegas y cooperativas. Reforzados por previsiones de cosecha inferiores en todos los países productores del mundo, lo que reduce sustancialmente las alternativas posibles a nuestros productos. Pero, cuidado, porque, con independencia de lo que podamos acabar encontrándonos cuando hablemos del conjunto de la campaña, en el mes a mes, especialmente los primeros de esta campaña, podemos asistir a un ralentización del mercado, con una presencia apenas testimonial de compradores extranjeros (como nos aseguran ya está sucediendo con los siempre manipuladores italianos) que ante la situación del mercado han reducido sustancialmente su presencia y mermado sus ofertas y operaciones.

Tenemos una excelente ocasión para afianzar mercados, mejorar posiciones y valorizar nuestros productos. Contamos con una calidad extraordinaria, que nos permite situarnos como los mejores del mundo. Ahora solo necesitamos que el querer ser demasiado ansiosos y querer ganar en una campaña lo que no hemos sido capaces de hacer en muchas no lo arruine.

Informe Vendimias

Pasada la festividad del Pilar las vendimias van llegando a su fin y, aunque el retraso de entre diez y quince días sobre la campaña anterior ha sido prácticamente generalizado en todas las provincias españolas, llega el momento de ir haciendo balance de la cosecha.

Siempre en términos generales (ya tendremos ocasión de entrar en detalles en nuestro extraordinario dedicado a las vendimias de la próxima semana), podríamos decir que la calidad ha estado a un máximo nivel. Mildiu y otras enfermedades criptogámicas como el oídio se han dejado notar en numerosos viñedos, pero la rápida y eficiente actuación de nuestros viticultores dejó sus efectos prácticamente en el campo de lo anecdótico, sin más repercusiones que el consiguiente gasto que representa su tratamiento.

Gastos que si bien no siempre han tenido su contraprestación en el precio de la uva con el que se han rubricado los obligatorios contratos, ya que ha habido numerosas regiones en las que los precios apenas han experimentado variación con respecto a los del año pasado, en otras donde el volumen es muy importante, como pudiera ser Castilla-La Mancha, las grandes bodegas acabaron cediendo a las presiones de los viticultores y corrigiendo aquellas cotizaciones con las que abrieron la vendimia.

Mucho más satisfactoria ha resultado la calidad que ha presentado el fruto, con un estado sanitario que roza la perfección, y con algunos parámetros, como el grado, ligeramente más bajos. Lo que dado el equilibrio fenólico permitirá elaborar vinos más acordes a las demandas de los mercados.

Por último, nos quedaría hacer referencia a la cantidad, dato nada desdeñable para poder entender lo que está sucediendo en el mercado, o lo que pueda acabar ocurriendo en los próximos meses con las cotizaciones de los vinos, hasta ahora en clara fase creciente, pero cuyo futuro está fuertemente condicionado a la evolución de nuestras exportaciones. No hay que olvidar que el exterior es el destino donde encuentran acomodo prácticamente dos litro y medio por cada uno que se consume en el mercado doméstico, y altamente sensible a giros bruscos en los precios.

Pues bien, aunque en un primer momento todo hizo indicar que la fuerte sequía de los meses de agosto y primera quincena de septiembre, acabaría pasando factura y lo que se preveía una cosecha histórica, no solo no lo sería, sino que terminaría estando por debajo de la del pasado año; las lluvias de la segunda quincena de septiembre y primera de octubre han permitido recuperar una pequeña parte de la producción, lo que permite hacernos pensar que podemos estar hablando de una cosecha global que estaría en el entorno (millón arriba o abajo) de los cuarenta millones y medio de hectolitros.

Un largo camino por recorrer

El futuro del sector, al menos en lo que mi imaginación da, está bien claro que pasa por la exportación, ya sea manteniendo aquellos mercados en los que hoy somos líderes, o abriendo otros con nuevos productos de mayor valor añadido. Sin entrar en muchas disquisiciones sobre lo posible y lo imposible, la realidad acaba imponiéndose a los deseos y nuestro porvenir pasa, irremediablemente, por esta evolución.

La misma entrada en producción de países hasta ahora insignificantes en el panorama vitivinícola mundial, o los cambios en la demanda de unos consumidores con unos estilos de vida por conocer, hacen que esta evolución se vaya imponiendo y de nuestra capacidad de adelantarnos a esos cambios y adaptación a lo que vaya sucediendo dependerá nuestro nivel de éxito.

La globalización de los mercados, la homogeneización de las sociedades y los consumidores, son factores que pueden ayudarnos en esta evolución que debemos realizar. Pero, cuidado, porque cuando hablamos de posibles ventajas también lo estamos haciendo para nuestra competencia, lo que hace que cualquier oportunidad sea también una amenaza.

Uno de los aspectos que deberíamos analizar con algo más de profundidad de lo que normalmente lo hacemos no es tanto el tipo de producto que exportamos y el bajo precio al que lo hacemos, como los países a los que les vendemos y la órbita comercial en la que se encuentran. Considerar la Unión Europea como un mercado exterior bien podría considerarse, en sí mismo, una contradicción, ya que el propio espíritu de su existencia es la libre circulación de personas y mercancías por su territorio. Un Mercado Único.

Según los datos de la Comisión Europea, durante 2015 las exportaciones Extra UE-28 fueron de 21,972 Mhl, 9.813,3 M€ y a un precio medio de 4,47€/litro. Cifras que en sí mismas puede que no nos digan mucho. Ahora bien, si tenemos en cuenta cuál es nuestro peso (el de España) en esas cifras, a lo mejor podamos sacar alguna conclusión, aunque sea muy superficial.

En volumen, España contribuyó al comercio extra UE-28 con 5,749 Mhl (26,16%), Francia con 5,897 (26,84%) e Italia 6,556 (29’84%), como podemos ver cantidades muy similares. Menos parejas resultan las cifras correspondientes al valor, donde con 1.037 M€ España solo contribuyó con un 10,58%, cuando Italia lo hizo con 2.603 M€ (26,53%) y fue Francia la que más aportó, un 46,86% con sus 4.599 M€. Resulta fácil imaginar que si combinamos adecuadamente estos dos valores tendremos unos resultados en cuanto al precio medio donde no salimos muy bien parados. Haberlo hecho en el conjunto de la extra UE-28 a 4,47€/l y que nuestro país sea el que más bajo lo ha hecho de todos los países productores con un precio medio de 1,81 €/l cuando Portugal lo hizo a 2,25, Italia a 3,97, Alemania a 4,71 y Francia a 7,8 €/l, nos puede dar una idea bastante exacta del largo camino que nos queda por recorrer.

Y de las muchas posibilidades que tenemos, pues, al margen de cuestiones de índole crematística, deberíamos animarnos al comprobar como al tercer país al que más le vendemos y, sin duda, el objetivo prioritario de todo el comercio mundial: EE.UU, lo estamos haciendo a 4,20 €/l, por encima de los 4,02 de Italia o los 4,00 a los que lo hace Portugal, aunque muy lejos de Francia con sus 10’31€/l. Y a que en ese gran mercado de futuro, que todos se empeñan en señalar, que es China, tenemos todavía un gran tramo por recorrer ya que somos los que más barato de todos vendemos: a 1,48, cuando el precio medio es de casi el doble, 2,88 €/l. Situación que se repite prácticamente con el resto de países, donde todos nuestros socios comunitarios venden a un precio muy por encima del que lo hacemos nosotros.

Informe vendimias

Lentamente. Este sería el adjetivo que mejor definiría la evolución de la vendimia 2016. Y es que la excelente calidad del fruto que le ha proporcionado un estado sanitario espectacular se está viendo un tanto trastocada por una maduración lenta y pesada.

Ya no es un problema de que volvamos a fechas en las que, no hace muchos años, eran habituales ver los remolques transitar por las carreteras, o que el Pilar suponga el inicio de la vendimia en muchas localidades de la Ribera del Duero y del Ebro, es que incluso en estas zonas, las bodegas se están viendo obligadas a planificar la vendimia con varias pasadas ante lo irregular que se presenta un mismo viñedo.

Es una vendimia, que como bien decía un buen amigo experto viticultor, serviría perfectamente para levantar un mapa con un perfecto detalle de cada una de las parcelas, que nos permitiría conocer dónde sí y dónde no debería estar el viñedo plantado.

La parcelación, que tanta polémica ha creado en estos últimos meses en alguna denominación de origen, está poniéndose en evidencia de manera incontestable este año. Y aunque aún es muy pronto para aventurar si esta diferenciación tendrá su reflejo en los vinos, todo hace indicar que sí, que también en el destino al que irán a parar estas uvas marcará la diferencia entre aquellas parcelas dignas de los mejores productos y aquellas que deberán formar parte de las grandes producciones.

También en los precios a los que se están comprando las uvas se está poniendo de manifiesto esta diferencia, con oscilaciones que pueden a superar fácilmente los treinta céntimos de euros por kilo. Y eso, a pesar de que prácticamente en todas las regiones vitícolas españolas se ha operado con precios entre un diez y un veinte por ciento por encima de los del pasado año.

Falta información

Hasta ahora cuando el Ministerio de Agricultura publicaba una estimación de cosecha nos lamentábamos de que esta presentaba grandes diferencias con las realizadas por otras organizaciones o las nuestras mismas, y que al final la realidad acababa aproximándose mucho más a estas que a las publicadas por el organismo oficial. Eso, además de que se publicaban a destiempo, ya que en octubre trabajábamos con datos de julio.

La puesta en marcha de la Interprofesional del Vino (OIVE), entre cuyos objetivos fundacionales se encuentra el de disponer de una información estadística veraz y actualizada con la que permitir trabajar sin las interferencias de especuladores basadas en bulos y comentarios interesados; prometía acabar con esta situación.

Primero la creación del Registro REOVI y posteriormente el INFOVI debían proporcionar mensualmente una información exacta de la situación de existencias y cosecha que acabaría de una vez por todas, con esta situación de provisionalidad y discrepancia que presentaban las diferentes fuentes.

De los numerosos problemas a los que se han tenido que enfrentar los operadores a la hora de cumplir con sus obligaciones y presentar las declaraciones mensuales, con continuas modificaciones que hicieran ágil y operativa una aplicación informática que pasaba por alto cuestiones de cierta importancia propias de este sector en cuanto al movimiento de mercancía, mejor no vamos a hablar. O de los sucesivos aplazamientos que fueron produciéndose hasta su puesta en funcionamiento. Por no hablar de quién iba a ser el organismo que tuviera la potestad del tratamiento de la información para su posterior remisión a los organismos competentes, como pudiera ser la propia Interprofesional, sin cuya información no es posible llevar a cabo la aplicación de la Extensión de Norma, y en consecuencia, la recaudación que la ponga en marcha de manera efectiva. No vamos a hablar más, pues es conocidos por todos y confiamos en que llegados hasta aquí no nos reste mucho tiempo para que esté todo solucionado y operativo.

El problema es que antes, a estas altura de campaña, disponíamos de, al menos, dos estimaciones de cosecha del Magrama, la correspondiente a los meses de junio y julio, que aunque, como decía, no muy exactas, al menos eran una orientación para el sector. Pues bien, este año, en el que en teoría la información iba a ser mucho más completa y válida para el sector (solo es válida la información si está actualizada), resulta que el Ministerio se ha descolgado con no publicar estimaciones de producción de vino y mosto, haciéndolo solo de uva de vinificación.

¿Coherente?

No lo sé. Pero lo más extraño es que por parte del sector tampoco se oyen muchas voces lamentando esta ceguera informativa.

Informe vendimias

Lo que podríamos describir como un año complicado, con una gran ausencia de agua en el periodo estival y unas temperaturas que hicieron sufrir a la planta mucho más allá de los límites deseables, se ha tornado esperanza y felicidad con la llegada de un otoño que aún con temperaturas por encima de lo “normal” está permitiendo absorber a la planta toda el agua que le llega y sostener un desarrollo mucho más allá de las fechas habituales.

Hablar de diez o quince días de retraso es algo que prácticamente puede darse como un hecho generalizado en esta vendimia, y es que, si bien esto llevaba parejo un cierto grado de riesgo, los efectos que día a día podían comprobarse en el fruto con una maduración lenta pero constante y un estado sanitario del fruto perfecto, han obligado a las bodegas a ir muy despacio.

Este es un año en el que no hay que tener prisa. La paciencia está teniendo su recompensa y los técnicos de campo y de bodega coinciden en que vale la pena correr cualquier pequeño riesgo que pudiera acarrear ir despacio. Tenemos la oportunidad de obtener una cosecha histórica y hay que ser pacientes.

Hasta desde un punto de vista estrictamente económico está valiendo la pena la espera. El paso de los días se está traduciendo en una mejora de unos rendimientos que preocupaban ante el escaso desarrollo del fruto.

Saber si estaremos hablando de treinta y nueve millones de hectolitros o cuarenta y uno es algo que ahora mismo no está al alcance de nadie saberlo. Y aunque todo parece indicar que los cuarenta (millón arriba, millón abajo) de hectolitros puede ser una buena referencia, habrá que esperar todavía quince días para poder formarse una idea más exacta.

Por el bien de todos

Según estimaciones publicadas por la Dirección General de Agricultura de la Comisión Europea, la cosecha 2016 en la UE-28 será de 165,6 millones de hectolitros, un 4,3% inferior a la del año pasado. Eso a 15 de septiembre, que es la fecha sobre la que está datada la información. Ampliamente superada, ya que todo parece indicar que el resultado final puede ser incluso peor a juzgar por cómo están evolucionando las cosechas con respecto a lo estimado.

Volumen que en sí mismo no debiera ser ningún problema, tal y como venimos avanzando desde hace semanas, pero que sin duda generará movimiento de mercancía entre países que, previsiblemente, deben resultar muy beneficiosos a los productos españoles.

Situación que desde las organizaciones agrarias se esgrime como argumento para denunciar lo que califican como una situación inasumible, ya que acusan a las “grandes bodegas españolas” de abusar de su posición dominante en el mercado, pagando el mismo precio por la uva que el pasado año, sin tener en cuenta ni la mayor calidad del fruto, la menor cantidad de cosecha, ni la reducción de producción a nivel mundial.

Todas estas circunstancias: evolución de la vendimia, confirmación de la menor producción, excelente estado sanitario del fruto y denuncias de los sindicatos; han propiciado la revisión de los precios de las uvas con incrementos que han llegado a representar hasta un 20%.

Incremento que, desde luego, resultará inviable repercutir en el precio final del producto en la misma proporción, ya que los mercados no admiten encarecimientos de este calibre, obligando a las bodegas a tener que asumir una buena parte de este incremento en los precios de la uva y trasladando al consumidor lo que el distribuidor les admita.

Y es que seguimos teniendo un verdadero problema con el consumo. Ya que, al margen de cambios sociales en el comportamiento de los consumidores, las bodegas, en general, no han sabido evolucionar y adecuarse a las necesidades de un consumidor nuevo, con pretensiones y aspiraciones que distan mucho de las de generaciones anteriores.

Ya no es un problema que la presentación de la botella esté más o menos acorde a lo que buscan; que el nombre del vino sea más o menos atrevido; o que en España nos caractericemos por contar con unas bodegas aferradas en exceso a la tradición y reticentes a los cambios. Es que la propia evolución del clima traerá consigo cambios en la ubicación del viñedo, elaboraciones en parajes impensables hace apenas unas décadas y tipologías de vinos que calificábamos de aberración antes de ayer. Y con todo ello, la aparición de nuevos países productores deseosos de ocupar nuestro puesto como primer país del mundo en exportación.

Es un tema recurrente que llega a resultar cansino ante la falta de resultados y la incapacidad que vamos viendo en las estadísticas, con precios que reflejan el escaso valor añadido de nuestros productos. Pero que es necesario abordar seriamente de manera colectiva con planteamientos a medio y largo plazo que están muy por encima de la capacidad de una bodega o denominación de origen.

Teóricamente la Organización Interprofesional (OIVE) tiene entre sus objetivos primordiales el conocimiento del mercado, la elaboración de acciones encaminadas a recuperar el consumo y la recopilación de una información veraz y actualizada de la realidad del mercado. Para ello se ha dotado de una herramienta recaudatoria, como es la extensión de norma, y ha dado sus primeros pasos con el nombramiento del director en la persona de Jaime Palafox.

Confiemos en que, entre todos, seamos capaces de encontrar esa historia que contar, esa diferenciación, esa presentación y adecuación del vino capaz de emocionar. Por el bien de todos.

Informe vendimias

Poco a poco van generalizándose las vendimias en España, con la incorporación de las regiones más tardías como son Galicia, Duero y Ebro. Zonas donde las lluvias de los últimos días han caído como “agua de mayo”, permitiendo al fruto recuperarse, sin afectar, ni un ápice, a su excelente calidad.

Siempre resulta difícil hablar de calidad en términos generales, más cuando todavía muchas de nuestras cepas están esperando que les llegue el momento de ser vendimiadas. Pero, aún a riesgo de equivocarnos, podríamos decir que la cosecha 2016 será una excelente añada.

Claro que como precio habrá que pagar una reducción en su producción mayor de la esperada hace un mes y totalmente inimaginable allá por la primavera, cuando todo apuntaba a una producción por encima de los cincuenta millones de hectolitros. Hoy cuarenta millones podría ser una cantidad sobre la que, según nuestras estimaciones, podríamos cifrarla.

Una buena prueba de que la cosecha no está siendo lo que se esperaba la podríamos encontrar en los precios de las uvas. Superado un primer momento en el que los comentarios iban orientados hacia cantidades superiores a los del año pasado ante la mala producción a la que se enfrentaban el resto de países productores. Situados en la realidad de los mercados con tablillas que abrían la campaña a los mismos precios del año pasado, por más que las estimaciones por entonces ya anunciaban que la cosecha sería mucho menor de lo esperado inicialmente. El paso del tiempo y la evolución en la recepción de fruto que iban teniendo las dos grandes bodegas de Castilla-La Mancha les ha obligado a subir, con efecto retroactivo, en dos ocasiones los precios. Situación que, en menor medida, se ha repetido en otras regiones españolas.

A pesar de lo cual las organizaciones agrarias siguen denunciando la imposibilidad de mantener los viñedos con estos precios, muy por debajo de los mínimos necesarios para hacer rentable su continuidad.

¿Cuál es la cadena de valor?

La globalización de los mercados es una evidencia indiscutible e irremediable, que avanza a pasos agigantados y resistirse a ella no está al alcance de nadie. Ni tan siquiera de países tan importantes como Estados Unidos, por más que su candidato a presidente Donald Trump intente vendérselo así a sus potenciales votantes. Pero no se me asusten, que no les voy a hablar del Sr. Trump, ni tan siquiera del país al que todas las bodegas aspiran a tener entre sus clientes, ni de las posibles consecuencias que pudiera tener para el sector vitivinícola europeo su triunfo en las elecciones de noviembre. Mi reflexión es mucho menos profunda e inmediata.

Aspiramos a consolidarnos como el primer país del mundo en exportaciones vitivinícolas. A elevar el precio medio de nuestros productos vinícolas. Y, lo que es mucho más complicado, hacer todo esto sin perder ni un ápice de competitividad.

Para ello, sabemos que es imprescindible que nuestro crecimiento sea sostenible, moderado y acorde al resto de competidores. Y bajo estas premisas, las bodegas (las grandes que son las que marcan los precios en el mercado nacional y de exportación) plantean sus estrategias de campaña, que se inician con la fijación de los volúmenes a comprar de uva, los precios a los que lo van a hacer, y las posibles alternativas a la elaboración, como pudieran ser la adquisición de mostos o vinos ya terminados. Asimismo, establecen un adecuado calendario que permita mantener el ritmo de trabajo de sus centros de envasados sin que se produzcan roturas de stock.

Entre tanto, los viticultores, ajenos a todas estas circunstancias, exigen cotizaciones que les permitan hacer rentables sus explotaciones, viables y sostenibles medioambientalmente sus negocios. Comprendiendo muy mal (o sencillamente no entendiéndolo) que la ley de la oferta y la demanda, esa regla que les esgrimen cuando los compradores deben justificar bajadas de precios, no la utilicen con la misma soltura cuando debería servir para aumentarlos.

Claro que para explicarlo se utiliza con cierta ligereza el argumento de que los compradores no entienden aumentos de precio. Como si en las negociaciones con las grandes cadenas de distribución, ya sea a nivel mundial o nacional, fueran las únicas que impusieran las condiciones y la capacidad de las bodegas quedara limitada a matizar pequeños aspectos, como campañas de promoción, condiciones de pago, logística u otros detalles que nada tengan que ver con el precio. Y aunque es verdad que la balanza no está equilibrada y que el mercado se caracteriza porque quien “manda” es el comprador, la posibilidad de subir los precios siempre existe. También para nuestras bodegas.

Con prudencia, dentro de unos márgenes y sin pretender saltarse los límites fijados en la horquilla de precio de tu producto. Pero existen.

Lo que sucede es que las empresas, al igual que su objetivo debe ser la maximización del beneficio (eso me enseñaron a mí), sus decisiones deben estar avaladas por el cumplimiento de un principio de prudencia. Trasladar los riesgos reduciendo costes fijos y de almacenamiento ha sido una práctica muy extendida en estos últimos años por las bodegas españolas, que abastecidas de aquellas partidas de uvas, mostos o vino de características especiales, han dejado para más adelante la compra de todo aquello que tienen la certeza de encontrar a lo largo de la campaña, conforme vayan teniendo necesidad.

Política que, por otra parte, no dista mucho de la que tienen con ellas sus compradores y que encuentra su punto de no retorno en el viticultor. ¿Falla la cadena de valor? ¿Es posible otra? Son cuestiones que van mucho más allá de una campaña y que deberían hacernos reflexionar.