70 años de Sevi

De los muchos acontecimientos que nos tiene preparados el recién estrenado 2015, uno destaca para nosotros por encima de todos y no es otro que la celebración del 70 aniversario de nuestra publicación. Mucho ha cambiado el sector desde que en abril de 1945 viera la luz el primer boletín de La Semana Vitivinícola, y de todos esos cambios vividos hemos sido testigos preferentes.

Los estudios y vaticinios realizados por todo tipo de gabinetes técnicos, centro de estudios, instituciones nacionales e internacionales… señalan que España pasará en 2015 de ser un lastre a convertirse en uno de los motores de la economía europea. Lo que tendrá efectos muy positivos sobre el principal problema al que nos enfrentamos los españoles, que es el paro, y que, sin duda, tendrá su traslación al consumo interno, como así comienzan a confirmar los primeros datos que tenemos de la campaña de navidad y el gasto que ha supuesto.

El sector vitivinícola se verá afectado por esta bonanza, sin duda. Pero habrá que luchar para que los efectos positivos de esta mejoría tengan consecuencias multiplicadoras en nuestro consumo interno y visibilidad en los mercados exteriores. Los dos grandes retos a los que nos enfrentamos.

Vamos a contar con herramientas organizativas y legales para que así sea. Pero no podemos olvidar que nada de todo esto será válido si no tomamos conciencia individual de la importancia que tienen estos temas y los esfuerzos que todos y cada uno de nosotros debemos hacer por alcanzar estos objetivos. De nada sirve tener una Interprofesional del Vino que consiga poner en marcha una extensión de norma con la que llevar a cabo campañas en pro de recuperar el consumo de vino en España, si por parte de nuestras bodegas siguen poniendo en el mercado vinos decepcionantes o carentes de calidad. Si nuestros viticultores siguen cobrando sus uvas a precios que hacen insostenible su explotación y no les permiten desarrollar una actividad con la que mantener a sus familias. Si los bares y restaurantes maltratan la conservación y el servicio de unos vinos por los que aspiran a obtener unos ingresos que no son capaces de alcanzar mediante su actividad principal. Si las administraciones toman como rehén a nuestro sector para valerse de notoriedad y disfrutar de un protagonismo que olvidan fácilmente una vez obtenidos los resultados electorales por los que pugnaban.

Y aunque todo esto es necesario, nada sería suficiente sin unos medios de comunicación que ayuden a desarrollar todos estos planes y a denunciar aquellos hechos que merezcan tal tratamiento.

La Semana Vitivinícola ha luchado, desde el primer día, por conseguir hacer del sector vitivinícola español un sector potente, dinámico, respetuoso con el medio ambiente y sensible con su responsabilidad social. Qué duda cabe que habremos cometido errores y que no todos nuestros proyectos habrán sido entendidos como los habíamos planteado. Pero siempre hemos estado ahí para defender al sector, valorizar sus productos y trasladar a sus gentes el orgullo de sentirse parte de él. La crisis ha pasado por encima de nosotros como un pesado rodillo que ha expulsado a muchos compañeros y medios, pero con ánimo e ilusiones renovadas afrontamos este nuevo año como una nueva época en la que seguir apostando por adaptarnos a los nuevos tiempos, no solo desde el punto de vista de acceso a nuestros contenidos desde cualquier medio electrónico, sino también renovando contenidos con la edición de números especiales dedicados a temas de gran actualidad e interés para el sector. Con más o menos intensidad, pero siempre nos hemos sentido respaldados por un sector vitivinícola del que nos sentimos parte, y aspiramos a seguir siéndolo.

Gracias y feliz 70 aniversario.

2015: un año de grandes esperanzas

Comienza un nuevo año y con él renovadas ilusiones por hacer del sector vitivinícola español un negocio rentable y coherente con la relevancia mundial que representa. Y aunque los retos que se le presentan no son muy diferentes de los del año pasado, el otro, o el de más allá; sí podríamos decir que el entorno económico y social, amén del estrictamente referido al del propio sector productor, permite albergar alguna seria esperanza de que el 2015 pueda llegar a suponer un punto de inflexión en el sector.

Ruptura que, sin duda, pasa por el consumo interno y la mejora de nuestra imagen en el mercado exterior. Por un aumento de precio y mantenimiento de las exportaciones, pero especialmente, por una mayor concienciación de la colectividad y la identificación de la recuperación del consumo interno como reto más inminente.

La conciencia existe, pero también existía en años anteriores. De lo que quizás no disponía el sector era de mecanismos con los que luchar por conseguir ese objetivo. La campaña de Quien Sabe Beber, Sabe Vivir, ha sido un buen ejemplo de estas aspiraciones y de la concienciación existente entre los diferentes colectivos sobre la importancia de acercarse al consumidor. Y aunque los resultados obtenidos todavía están por conocerse, todo parece indicar que ha sido muy favorable, que el interés por el Vino es alto, casi tanto como el desconocimiento que tiene el consumidor, pero que está dispuesto a hacer un esfuerzo por acercarse a esa cultura vitivinícola que le permita disfrutar más de la riqueza que le proporciona una copa de vino, y que va mucho más allá de una bebida más o menos agradable; que contiene una vasta tradición y potencial cultural.

Desde el sector somos conscientes de ese interés, de lo que podemos transmitir, e incluso de cómo transmitirlo. Hace ya algún tiempo que hemos superado aquella primera barrera de la recuperación de un consumo masivo por otro muy selectivo; incluso aquella otra de la exclusividad para despojarle de una gran parte de la parafernalia de la que lo rodeamos, para hacer de su consumo algo más liviano y sencillo. Vamos a pedirle al Nuevo Año que nos traiga los recursos y la buena voluntad de hacerlo y que, entre todos, consigamos que la vitivinicultura sea algo más que el consumo extraordinario de una bebida de celebración.

Feliz 2015

Sin duda, los hay que considerarán que el último estudio publicado por la Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD), “La percepción social de los problemas de drogas en España, 2014”, es un mazazo para el Vino. Pues bien, nada más lejos de la realidad. De todos los sectores, el del vino es muy probablemente el que mayor sensibilidad demuestra con este tema, y uno de los que más injustamente es tratado (en mi opinión el peor) cuando se aborda el tema por gente escasamente cualificada y que tiende a distorsionar las noticias con el fin de captar la atención de la población más sensibilizada, generando alarma social.

Campañas como “Wine in Moderation”, desarrollada por el Comité Europeo de Empresas de Vino (CEEV) y la Federación Española del Vino (FEV), y en la que participa la práctica totalidad de las bodegas y empresas del sector, son un claro ejemplo de la concienciación existente en este tema.

El vino tiene alcohol y, en consecuencia, es una bebida alcohólica que requiere de un consumo moderado e inteligente. Y en ello se halla inmerso el sector con otra campaña como es la de “Quien sabe beber, sabe vivir”, desarrollada por la propia industria y apoyada y cofinanciada por el Magrama y la Comisión Europea. Acción que aspira a incrementar el conocimiento del vino, transmitiendo las pautas de consumo ligadas al disfrute con moderación y destacando su valor en nuestra sociedad, cultura, paisaje y Dieta Mediterránea, de la que es parte fundamental.

Claro que a aquellos que se mantengan firmes en no querer entender por qué el sector vitivinícola debe seguir luchando por hacer frente a esos ataques se les podría decir que muchos de los países que tienen un verdadero problema con el alcoholismo de su población, ven en el vino la bebida perfecta para sacarlos de él. Aquellos que aspiran a cultivar cualidades culturales y tradicionales, no las conciben sin Vino. Y esos otros que luchan por el respeto medioambiental y la responsabilidad de la sostenibilidad del planeta, ven en el cultivo de la viña la única alternativa en países como el nuestro.

Pues bien, a juzgar por la escasa información de la que disponemos, podríamos asegurar que nuestros enemigos están ganado la batalla. En España, aunque lo disfracemos como queramos y nos justifiquemos diciendo que lo que consumimos es de mayor calidad, o de forma más moderada, o esporádica; lo único cierto es que cada vez consumimos menos. Que nuestras explotaciones si quieren subsistir deben realizar importantes inversiones en reconvertir su viñedo hacia varietales más conocidas mundialmente, y reestructurándolo de cara a aumentar sus ridículos rendimientos. Nuestras bodegas deben desarrollar proyectos y líneas de productos más acordes a un público con escasa información y cultura vinícola de la que tiene toda su formación por obtener. O que el mercado exterior está altamente copado y la mayor parte de nuestra producción solo consigue abrirse hueco en el nivel de los vinos de bajo precio, con escaso valor añadido y altamente sensible a los cambios en sus cotizaciones.

Llegado este punto, podemos bajar los brazos y rendirnos a lo que parece la evidencia de los hechos. O luchar por cambiarlo, por conseguir un viñedo rentable, unos productos adecuados a los consumidores, unas bodegas con recursos y organizaciones fuertes que les permitan abrirse hueco en los mercados exteriores más allá de los volúmenes y graneles. Pero, de manera primordial, vital, ineludible y transcendental, por acercar la cultura del vino a la sociedad española. En ello nos jugamos mucho más que nuestra propia supervivencia, nos jugamos la cultura, educación y mantenimiento de nuestros valores culturales. Y eso se consigue con formación e información, no con sanciones, prohibiciones y persecuciones.

Aprovechar el impulso

Nos acercamos a las fiestas más consumistas del año, en las que todos los hogares hacen meritorios esfuerzos por llevar a sus mesas los mejores manjares y bebidas, entre las que ocupan un lugar muy especial los vinos. Bodegas e instituciones organizan multitud de actividades con las que intentan atraer la atención de un consumidor, que a diferencia de su comportamiento a lo largo del año, está ávido de gastar. Captar su curiosidad es mucho más que ofrecer precios interesantes o excelentes calidades, requiere presentación y representación.

Calidad sabemos, los que estamos metidos en este extraordinario mundo de la vitivinicultura, que nuestros elaborados la tienen; hasta, si mucho me apuran, un buen número de consumidores que llevados por la curiosidad se han acercado a vinos de otros países, han podido comprobarlo por ellos mismos. Incluso hay expertos en marketing y estudios de mercados que llegan a situarnos como el país del mundo que mejor relación calidad/precio presenta. ¿Pero tenemos también representatividad?

Hasta hace unas décadas el vino era un producto alimenticio, parte importante de nuestra Dieta Mediterránea y que, como tal, ocupaba un lugar preferente en nuestras mesas, junto a vegetales y cereales. Desafortunadamente, nuestra dieta ha cambiado, y mucho, en este tiempo. Aspectos sociales, demográficos y económicos han contribuido a que no solo la dieta se haya modificado, sino también el tiempo y la forma en que comemos. Con un claro perjudicado: el Vino, que ha pasado de ocupar un sitio preferente en las mesas por sus características nutricionales a hacerlo por su aspecto físico, en el que pesa tanto o más que su contenido, su continente y el prestigio social que lleva asociado.

Ante las tasas actuales de consumo (las cuales evito concretar de forma totalmente consciente y voluntaria) hace ya algún tiempo que el sector ha interiorizado que hay que adoptar medidas de manera urgente. Que el consumo en nuestro país está sufriendo una sangría que amenaza la supervivencia de muchas bodegas, cuya desaparición, lejos de conducirnos a un sector más concentrado y fuerte, nos lleva a un debilitamiento y pérdida de competitividad.

Aprovechar el impulso de la campaña navideña, muy posiblemente sea precipitado y el sector no cuente con los mecanismos necesarios para hacerlo colectivamente; pero puede ser un excelente punto de inflexión entre la postura anodina y pasota mostrada hasta ahora por todos los agentes involucrados, y una nueva era de unidad, caracterizada por la optimización de recursos y la obtención de sinergias.

Mucho más que una cuestión de producción

Según datos del último Comité Consultivo Vino, celebrado el pasado miércoles 26 de noviembre, la cosecha 2014/15 en la Unión Europea será un 8% inferior a la anterior, alcanzando los 166,7 millones de hectolitros. Y si bien será una de las más bajas de la historia reciente, estará muy en consonancia con las obtenidas desde la campaña 2007/08, excepción hecha de la del pasado año en la que se disparó la producción hasta los 181,186 Mhl (especialmente por el incremento habido en nuestro país) y la anterior que con 151,606 fue la más baja de este siglo. Aunque con la información facilitada por Bruselas no sea posible concretar tales extremos, ya que parece haberse subido al carro de las estadísticas deficientes, y en este año no ha publicado desglose por países o tipo de vino.

Sabemos, quizá nosotros más que nadie, que el sector vitivinícola tiene vasos comunicantes que funcionan muy bien. Que los precios de los mercados de vinos a granel están fuertemente condicionados por lo que sucede a nivel mundial, pero especialmente comunitario, con la producción. Situarnos en el entorno de lo producido en la cosecha del diez y once, nos puede dar una idea bastante aproximada de cuál pueda ser la evolución de los mercados y precios en esta campaña. Aunque sepamos sobradamente que ni el mercado se comporta siempre igual, ni sus cotizaciones responden a lo largo de toda la campaña en función de lo que se ha producido, haciéndolo más mirando a lo que viene, que a lo habido, a partir de los meses de abril o mayo.

Sobre el peso que en las cotizaciones pudieran tener las producciones obtenidas allende las fronteras comunitarias, habría que destacar los graves problemas por los que están atravesando los productores argentinos, con descensos de dos dígitos porcentuales de sus exportaciones y considerar que con una cosecha europea más o menos “normal” conceder un gran protagonismo a estos países en el ámbito interno de nuestras cotizaciones quizá sea un tanto exagerado.

No así, considerando las exportaciones y los posibles precios, ya que una caída tan importante de su comercio y las perspectivas de una cosecha normalizada, con bastantes probabilidades, supondrá un fuerte hándicap a las aspiraciones españolas de incrementar nuestro valor sin perder volumen.

Así al menos lo apuntan los últimos datos conocidos de nuestra exportación y que están referidos al mes de septiembre, donde al valor consiguió remontar un 2,3%, aunque con suerte muy desigual para cada una de las categorías, ya que los graneles cayeron un 7%, mientras los envasados mejoraban un 8,2%. En el interanual, las cosas son un poco peores, ya que los vinos exportados en envases de capacidad superior a dos litros mantienen una caída del 5,4%, mientras los envasados apenas crecen el 0,6%, dejando en un descenso del 1,5% el valor de todos los vinos.

Lo que, considerando lo sucedido con el volumen, todavía es más preocupante, ya que mientras los envasados mantienen el precio medio interanual, y apenas se modifican un -0,2% quedando en 2,08 €/litro, los graneles bajan su precio medio hasta los cuarenta y dos céntimos de euro el litro, un treinta y dos por ciento menos, como consecuencia del aumento del volumen en un 39,1%.

Considerando que muchos viticultores declaran estar produciendo a pérdidas como consecuencia de los bajos precios a los que se pagan las uvas, y viendo que la única salida a nuestra producción es la exportación, en la que parece existir una relación directa inversa entre volumen y precio; bien podría ser esta cuestión una de las que, junto con la recuperación del consumo interno, primero se ocupara la recién constituida Interprofesional, de la que tanto se espera y que todavía está por definir cuestiones tan trascendentales como su propio funcionamiento.

Mucho gasto… ¿y los resultados?

Dejar de gastar algo siempre resulta curioso, ya que no parece que nuestro país esté, precisamente, como para no gastar. Pero a tenor de la información publicada por el FEGA, en el ejercicio 2014, comprendido entre el 16 de octubre de 2013 y 15 de octubre de 2014; 18.577.891 euros del Programa de Apoyo Nacional (PAN) al sector en España quedaron sin cubrirse. Todas las medidas presentan valores negativos entre su techo de gasto y el efectuado. Aunque es la medida de reestructuración y reconversión de viñedo la que más ficha presupuestaria deja sin cubrir, casi dieciséis millones de euros sobre un total de 128,5 M€. Si bien, proporcionalmente, es la destinada a la promoción en terceros países la que más presupuesto más deja por cubrir (21,12%). Y es que parece que los férreos controles a los que son sometidas estas ayudas, la gran burocracia que llevan aparejada, y la cofinanciación al 50% con fondos propios; han llevado a un buen número de bodegas a renunciar a ellas y no utilizarlas.

Pero especialmente curioso resulta el desglose por autonomías, pues mientras la madrileña gasta el 99,23% en la promoción en terceros países, Castilla-La Mancha, región que acapara el 43,92% del presupuesto, tan solo dirigió el 2,2% de su gasto a esta medida; centrando en la reestructuración y reconversión de su viñedo la mayor cantidad, con casi sesenta y cinco millones, un 70,37%; al tiempo que la destilación de subproductos se situaba como segunda medida más utilizada con un gasto del 24,22%.

¿Y todo esto para qué? Cabría preguntarnos viendo las estadísticas de exportación. Porque los resultados no pueden ser más desalentadores. ¿O sí?, pero mejor esto no nos lo vamos ni a plantear. Porque si con el potencial de producción que tenemos, hasta dónde ha caído nuestro consumo interno y las escasas posibilidades que tenemos de incrementar de forma relevante la colocación de productos derivados, como a las exportaciones no le pongamos remedio y seamos capaces de valorizar nuestros vinos en el exterior, tenemos un problema.

Mejor pensar que esto de vender fuera es muy complicado, que cuesta mucho tiempo y hay que dedicar muchos recursos. Que el consumidor es inteligente y el “esnobismo” puede superarse y que prevalezca la relación calidad/precio; porque en calidad y precio somos extraordinariamente competitivos. Pero, por favor ¡que sea ya!

El precio medio del litro de vino, en valores interanuales, está ya en 1,19 euros, pero es que el litro de granel está en 0,42, aunque el de envasado alcance los 2,08. Pero es que más del cincuenta y cuatro por ciento de lo que vendemos seguimos haciéndolo a granel; y lo que es mucho más preocupante, es la partida que concentra la totalidad del crecimiento de nuestro comercio exterior, pues mientras en el interanual crece el 39,1%, los envasados apenas lo hacen un 0,8%.

Otro gran paso

Una de las cuestiones en la que todos los actores involucrados en esto tan complicado que es vender vino coinciden es en la necesidad de disponer de una información fidedigna con la que poder tomar decisiones. Así como en el papel que deben desempeñar, en todo este asunto, las administraciones, poseedoras de la información y responsables de hacérsela llegar de forma gratuita y actualizada al sector. Dos aspectos: producción y existencias, son datos básicos a conocer si se quiere poder realizar una estrategia comercial adecuada y amoldada a la realidad de los mercados.

Conscientes de esta realidad, desde el Ministerio se trabaja en la publicación de un Real Decreto que modifique el actual 1244/2008 que establece las declaraciones obligatorias (producción y existencias) en las que no solo se produciría una anticipación de las fechas actuales, sino que se añadirían dos declaraciones más de existencias que permitieran hacer un seguimiento del mercado y aventurar posibles cambios en sus cotizaciones.

La de cosecha, cuyos datos no son comunicados al Magrama por parte de las CC.AA., y cuyo plazo de presentación actualmente finaliza el 10 de diciembre, se adelantaría al 20 de octubre y sus datos serían comunicados al Ministerio antes del 1 de noviembre. La de producción, se mantiene en fecha con el 10 de diciembre como fecha tope para su presentación, pero con una notable salvedad, ya que el 15 de febrero que hay fijado como tope para facilitar dicha información al Magrama, pasaría a ser el 20 de diciembre. Y las declaraciones de existencias pasarían a ser tres, una a final de campaña, 31 de julio, y otras dos intermedias, 31 de diciembre y de marzo, cuya información deberá estar en poder del Ministerio antes del 10 de septiembre, 30 de enero y de abril, respectivamente.

Superado este primer obstáculo de la información, podemos entrar a cuestionarnos sobre si la puesta en marcha de una destilación obligatoria a cargo del sector, mediante la publicación de una norma de comercialización, hubiese sido necesaria o no. Incluso ir un poco más allá imaginándonos que el conocimiento de las existencias puede permitirnos evitar los profundos dientes de sierra que son tan habituales en nuestras cotizaciones.

Mi impresión es que nada de todo esto es suficiente, pero todo es necesario, y que el sector ha dado importantísimos pasos en estos últimos meses hacia la concepción de un sector profesionalizado y autosuficiente, donde la corresponsabilidad y autorregulación han pasado a presentarse como cuestiones básicas de su funcionamiento; y la coordinación y colectividad, como objetivos irrenunciables de cara a conseguir un sector competitivo y potente en los mercados exteriores.

Por si todo eso no fuera bastante, la puesta en marcha de organizaciones de productores o la misma Interprofesional deberían ayudarnos a ir cubriendo etapas y objetivos que nos condujeran hacia ese horizonte de coherencia entre superficie, producción, calidad, consumo, exportaciones y precios. Tenemos que limar esas puntas que impiden disfrutar de un vino redondo y equilibrado.

Esperemos que dentro de muy poco podamos comenzar a poder dar información sobre los objetivos y proyectos de extensión de norma de la Organización Interprofesional del Vino, y aunque sus resultados se harán de rogar, habrá que tener paciencia, creer en la importancia de recuperar el consumo interno, valorizar nuestros productos y mejorar nuestra imagen en los mercados exteriores. Para ello harán falta recursos, pero también tiempo y confianza en que vamos todos en el mismo barco y así su navegación nos resultará fructífera a todos.

Un futuro ilusionante

Quizá sea muy pronto para decir que el sector está decidido a tomar medidas con el fin de mejorar su competitividad y disfrutar de una mejor distribución en la cadena de valor. Es posible que transitar de las buenas voluntades a las concreciones sea un paso difícil de dar y queden en el camino muchas de esas pretensiones. Incluso pudiera llegar a darse el caso de que algunos de los recelos que ha generado la forma en la que se han hecho las cosas, llegaran a suponer un importante hándicap en ese recorrido común que separa las buenas ideas de los planes concretos.

Pero, sea como fuere, lo que resulta totalmente incuestionable es que el sector es consciente de que se han acabado los paños calientes, que ahí fuera, en el mercado, hace mucho frío y, por lo tanto, hay que ir muy bien arropado, y que este viaje hay que hacerlo con todos, y que debe beneficiar a todos.

La Administración deberá conseguir dotar de un marco legal que resulte adecuado para atender la demanda de los mercados. Atraer el máximo de ayudas de la Unión Europea con las que llevar a cabo campañas de promoción en Terceros Países, pero también en el mercado interior. Facilitar información buena y actualizada con la que poder elaborar las estrategias y realizar su seguimiento. Además de defender en los organismos internacionales la definición de Vino como producto natural procedente de la uva. O incentivar la creación de organizaciones interprofesionales y de productores. Cuestiones todas ellas que están asumidas por esta Administración y que, o ya son una realidad, o los trabajos están muy adelantados.

Pero no basta con esto, también los viticultores deberán acomodar sus producciones a las necesidades de la industria, adecuando rendimientos, varietales y calidades sin perjuicio, ni un ápice, de la calidad final que debe seguir mejorando para mantenernos en ese grupo de países de primer nivel. Eso sí, aspirando a conseguir sentirse parte fundamental de este proyecto mediante la participación en los resultados, obteniendo precios que permitan ir más allá de la mera sostenibilidad del sector desarrollando una actividad rentable con sus naturales beneficios económicos.

Materia prima de la que deberán abastecerse los bodegueros para elaborar aquellos vinos, mostos, vinagres, alcoholes… que puedan competir en los mercados por calidad y precio. Mejorando la imagen de los productos españoles y consiguiendo ser competitivos por algo más que sus bajos precios. Situación que no viene tanto por desplazar a los que ya están, que también, como por acercarse a nuevos consumidores (jóvenes, mujeres…) a los que han ignorado y han permanecido sordos ante sus constantes y estridentes gritos que emitían, demandando una atención que no han recibido.

pero mientras esto llega, y los proyectos van cristalizando en resultados palpables que permitan tener confianza y mantenerse firmes en sus estrategias; hay que seguir peleando con el día a día y vendiendo cosechas que unas veces son extraordinariamente grandes como el año pasado, provocando el derrumbamiento de los precios; y otras, son más bien moderadas como en este, con precios muy competitivos y rentables para casi todos los que integran la cadena de valor. Los viticultores han tenido ingresos por hectárea que no siempre han cubierto sus propios costes de producción. Tener la cabeza fría en estos casos y no perdernos en incrementos inasumibles será uno de los primeros ejercicios que deberán realizar nuestras bodegas si, como pronostica la asociación de enólogos italiana Assoenologi, la cosecha de este país resulta un 17% menor que la anterior y deja sus cuarenta millones de hectolitros en una de las más bajas de la historia.

Veinte años, para seguir igual

Considerando que la adaptación del sector al mercado es más una cuestión de necesidad que una posibilidad. Teniendo en cuenta que con estudios de mercados, o sin ellos; con análisis de lo que buscan los consumidores o simplemente aplicando la pura lógica; el sector debe proceder a un cambio importante en su aspecto productivo, enfocando el problema tanto desde el punto de vista de los mercados (producir lo que demandan los consumidores), como de la producción (ajustar la oferta a las necesidades).      No debería sorprendernos mucho que el precio de la hectárea de viñedo de transformación en secano en España haya vuelto a bajar durante 2013 y sea el sexto año consecutivo en el que lo hace, situándonos a niveles del año 2000, con un precio de 12.553 euros.

Claro que, si en lugar de tomar este dato, hacemos los ajustes necesarios en la unidad monetaria para poder compararla y corregimos los efectos de la inflación con el deflactor del PIB a precios de mercado trabajando con euros constantes, nos encontraríamos con la desagradable sorpresa de que el precio de la hectárea está en los niveles de 1983, con 3.513 euros/hectárea en 2013 frente los 3.436 del mencionado año.

¿Significa esto que los viñedos viejos no tienen valor? ¿Que exigimos bajos rendimientos esgrimiendo criterios de calidad para unos productos que luego no son capaces de soportar sus mayores costes?

Sorprender, lo que se dice sorprender, no debería mucho. Ya que si bien veinte años son muchos para que el precio de la tierra no haya cambiado; la mayoría de los esfuerzos que se han hecho en nuestro viñedo con los planes de reestructuración y reconversión del viñedo han sido, precisamente, para transformarlos en regadío. También para sustituir variedades autóctonas y adaptadas a las condiciones del terreno por otras “mejorantes”, de las que apenas se sabía nada sobre sus posibilidades de acoplamientos en esas condiciones de producción. Pero desde luego, como primer objetivo, proceder a esa transformación por el dominio del agua.

Un recurso que cada vez se está mostrando más como “el petróleo del siglo XXI”, como ya lo definen algunos economistas y que se está demostrando se ha convertido en uno de los bienes más preciados y por el que siguen entablándose guerras violentas entre los pueblos.

Hacer un uso adecuado de este bien y mejorar la eficiencia de nuestros recursos no solo en el cultivo, sino también en todos los procesos de elaboración, crianza y puesta a disposición del producto; se ha convertido en un objetivo prioritario para algunas bodegas, y está llamado a extenderse a muchas otras en los próximos años.

Ya no solo estamos hablando de una mayor concienciación de viticultores y bodegueros por la utilización más sostenible de los recursos. Ni tan siquiera de la posibilidad de poder transmitir a sus clientes ese espíritu de responsabilidad medioambiental, o hasta qué punto las etiquetas de productos ecológicos se quedan en un ‘label’ identificativo de una filosofía de vida o van más allá y son utilizadas como argumentos comerciales que justifiquen mayores precios por un producto similar y atraiga a un determinado tipo de consumidor. Estamos hablando de recursos que son limitados y escasos, frente una población que crece a ritmo vertiginoso mucho más rápido que las alternativas a los tradicionales usos.

Dentro de unos pocos días tendrá lugar en Vilafranca del Penedès la 4ª Conferencia Internacional de Vitivinicultura Ecológica, Sostenible y Cambio Climático “EcosotenibleWine”, en la que se darán cita expertos mundiales para debatir sobre la situación actual y las posibles alternativas a los productos utilizados o los modelos productivos empleados.

La AICA lo tiene bastante claro

Dejando a un lado el personalismo que parecen encontrar algunos medios periodísticos en el importante problema al que se enfrenta el sector, al tener que pagar en un plazo máximo de treinta días la uva destinada a la vinificación; y que afecta a todos por igual y tiene su principal escollo en la calificación de la uva de vinificación como producto perecedero. Parece conveniente aclarar que la Agencia de Información y Control Alimentario (AICA), organismo competente en la aplicación de la Ley de la Cadena Alimentaria, mantiene el criterio de que se trata de un producto fresco de acuerdo con la definición legislativa y que, por consiguiente, le es de aplicación el pago a 30 días.

Considerando que se han recibido distintas comunicaciones sobre posibles incumplimientos por parte de algunas Comunidades Autónomas y organizaciones agrarias como COAG o Asaja, se ha procedido a la apertura de algunos procedimientos de diligencias previas para analizar los indicios, que en el caso de ser calificados de razonables, tendrán como consecuencia que el sector del vino pasaría a incluirse en el plan de control de inspecciones de oficio. Amén, claro está, de aquellos casos concretos que se denunciaran ante la Agencia por el incumplimiento de la Ley.

Sea como fuere que acabe este asunto, lo bien cierto es que la forma de proceder que tradicionalmente tenía el sector se va a ver modificada sustancialmente. Pues si bien no se puede aseverar, y mucho menos generalizar, que las bodegas en España dilataran el plazo de pago de la uva más allá de los 60 días que marcaba el marco jurídico anterior, sí se puede afirmar, con cierta rotundidad, que eran muy pocas las que lo hacían en ese plazo de treinta días que impuso la Ley 15/2010 y la Ley 12/2013 que entró en vigor el 3 de enero de este año, por la que se incluyó entre las infracciones graves el incumplimiento de estos plazos, con sanciones que van desde los 6.000 a los 30.000 euros.

Muy posiblemente, y a pesar de los recursos presentados por la D.O.Ca. Rioja y las conversaciones mantenidas por la FEV con la Ministra, parece poco probable que esta interpretación que se hace de la Ley en la AICA vaya a cambiar, y sus plazos modificarse.

El que no parece esperar es el consumo en los hogares, cuyos últimos datos publicados y referidos al mes de agosto, señalan una nueva caída en todas las categorías del 7,12% en volumen y 7,11% en valor, situando su precio medio en 1,89€/litro. En datos interanuales, solo los vinos con Indicación Geográfica Protegida o D.O.P. mantienen el tipo a duras penas, y aumentan su consumo un 1,19%, dejando el consumo per cápita para el conjunto de las categorías por debajo de los diez litros (9,89) por segundo mes consecutivo. Y para este problema, que a mi juicio es mucho más importante que si pagan a treinta o sesenta días la uva, nadie parece tener ideas. Ni tan siquiera una Interprofesional que avanza tan lentamente en su proceso constitutivo que confiemos no sea el preámbulo de sus iniciativas.