Sabemos lo que es el vino para nosotros, los países tradicionales; lo que representa en nuestra etnografía, medioambiental, económica y socialmente; pero ¿conocemos lo que es el vino para los nuevos consumidores? Incluso, ¿nos hemos planteado que los jóvenes pudieran ser unos “nuevos consumidores”? Y, si se trata de abordar nuevos mercados y nuevos consumidores, ¿lo estamos haciendo con el producto adecuado?
Muchos expertos dicen que ni el mensaje, ni el lenguaje, ni los medios utilizados son los adecuados. Que seguimos anclados en el pasado, transmitiendo ideas trasnochadas que no interesan a los jóvenes o que están muy alejadas de las aspiraciones de los nuevos países consumidores. Pero, ¿qué estamos haciendo para cambiar todo esto?
El Senado argentino aprobaba el pasado día 2 de julio una ley por la que declara al vino como bebida nacional, lo que le permitirá ser reconocido como alimento y ser identificado por la zona de elaboración.
En Francia la empresa Famille Haussmann acaba de lanzar al mercado un “vino con sabor a cola”, que bajo el nombre “Rouge Sucette” pretende liderar el auge de los vinos aromatizados en el país galo; donde pasaron de comercializar tres millones de botellas en 2011, a superar los 13 millones en 2012; y se espera volver a batir el récord en este año.
Chile incorpora la práctica enológica de la desalcoholización de los vinos y rebaja de los 11,5 grados mínimos que eran necesarios para que un vino pueda ser considerado e identificado como tal, hasta los 0,5º-11,4º para los “parcialmente desalcoholizados” y entre los 0º-0,4º para los “desalcoholizados”, además de permitir la elaboración de espumantes de una sola fermentación.
¿Y nosotros? ¿Qué hacemos los españoles?
A nivel legislativo, está bien claro que nada, puesto que las competencias están en mano de la Comisión Europea. Y a nivel nacional, pues prácticamente lo mismo, ya que si bien algunas empresas están apostando por salir al mercado y conocer los gustos de sus potenciales clientes, para ofrecerles lo que mejor puede adaptarse a sus gustos; la mayoría sigue pensando que lo único posible es seguir haciendo lo que considera “el mejor vino” y confiar en que un importador y distribuidor coincida con sus apreciaciones y se lo compre.
Quizá sea un tanto exagerado calificar lo sucedido durante esta campaña 2012-13 con los precios de los vinos como de histórico. Pero ni los valores alcanzados y que han superado con ámpliamente los seis euros por hectogrado para los vinos blancos; ni el hecho de que el tinto estuviera, prácticamente desde el inicio de la campaña por debajo del blanco; ni la verticalidad con la que subieron y posteriormente han bajado. Son cuestiones que deberíamos ignorar y admitir que hemos asistido en esta campaña a una situación que difícilmente volveremos a ver en los próximos años.
Deberíamos remontarnos a campañas anteriores, con producciones más o menos estabilizadas en el entorno de los cuarenta millones de hectolitros en España, pero también ligeramente reducidas con respecto a sus volúmenes habituales en Francia e Italia, para entender que las existencias con las iniciáramos esta vendimia fueran notablemente más cortas de lo habitual. O que las previsiones que se tuvieran para esta vendimia unánimes impresiones a la hora de calibrar el volumen como inferior a esa cosecha media a la que hacía referencia.
Menos existencias iniciales, con menos producción y un consumo “mundial” al alza, tuvieron como resultado lo que era de esperar: un alto nerviosismo en la producción que no veía más alternativa a la subida de los precios de las uvas para abastecerse de aquella cantidad de producción que le permitiera hacer frente previsiones.
Uvas al alza con incrementos que superaban el cincuenta por ciento, no tardaron en tener su traslación natural en los mostos y los vinos, dando lugar a otra situación curiosa (y es que este año hemos ido de “curiosidad” en “curiosidad”), que aquellos vinos tradicionalmente de menor precio fueran los que mayores aumentos tuvieron, en contra de los más valorizados que vieron como sus cotizaciones apenas sí crecían para compensar el incremento de los costes generales. Provocando que aquellas bodegas que tenían contratos firmados con grandes cadenas de distribución a precio fijado y que coinciden con aquellas que mayores inversiones han hecho en estos años atrás por abrirse un hueco en el mercado con su propia marca y crearse así un cierto valor añadido en su producto, fueran las que peor lo pasaran. Mientras los que basan su negocio en la comercialización de vinos a granel de bajo valor añadido fueran los que subiéndose a esa ola de altos precios, aprovecharan mejor el fuerte oleaje.
Pero todo esto había que pagarlo y para ello era necesario no solo vender los productos elaboradores, básico, sino que además había que encontrar la financiación necesaria para poder hacerlo. Y aquí ya comenzamos a comprobar que todo no iba a ser tan sencillo. Que las entidades de crédito españolas no andaban sobradas de capital con el que financiar a nuestras bodegas y que muchas operaciones deberían ser firmadas sin las suficientes garantías de retirada y plazo que asegurasen el cumplimiento de los contratos.
Y entre tanto llegó el invierno con intensas lluvias que paliaban la cruenta sequía que nos llevó a una cosecha tan corta. Y luego la primavera, en la que siguió lloviendo y empapando una tierra que daba muestras de saturación. Y con ellas, al fin, allá por el mes de abril, la publicación de las Declaraciones de Producción, con cuyos datos pudimos comprobar que las cosechas no habían sido tan cortas como se estimó, ni las previsiones de la cosecha 2013-14 nos permitirían olvidarnos de los excedentes y tener que volver a enfrentarnos a producciones por encima de las utilizaciones previsibles.
Y como si con todo esto no tuviéramos bastante llegaron los “chinos”, esos mismos que calificamos como los “salvadores” del sector porque son muchos y a poco que aumenten su consumo no habrá vino suficiente con el que aplacar su sed. Y decidieron que para una barrera (la que le pusimos a sus paneles solares), otra; y escogieron al sector vitivinícola. Por qué, pues seguramente porque los millones de euros que supone un sector y otro, son difícilmente comparables y por lo tanto achacables a una “represalia”, porque es un sector en alza en el que todos los países productores tienen sus ojos puestos, o porque en los países productores europeos la vitivinicultura tiene un peso social que va mucho más allá de lo que económicamente pueda representar y con muy poco valor pueda generar mucho desgaste político a sus dirigentes.
El caso es que a los casi cinco millones de hectolitros de exportaciones que llevamos perdidos desde que comenzó todo este asunto de los precios de las uvas, y los mostos, y los vinos, y… ahora nos enfrentamos a un sector que recupera su capacidad productiva, con mucha mayor fortaleza al ir entrando en producción miles de hectáreas reestructuradas que duplican y triplican rendimientos pasados y un mercado que nuestros altos precios han erosionado gravemente.
Hasta ahora, el asunto de China cabía la posibilidad de que se tratara de una mera rabieta ante la reacción de la Unión Europea, más exactamente por la presión ejercida por Alemania para aumentar las cargas a las placas solares provenientes del gigante asiático. Lamentablemente, desde el 1 de julio, esas amenazas se han convertido en una realidad con el anuncio a la Delegación de la Unión Europea del inicio oficial de las investigaciones anti-dumping y anti-subvención contra los vinos comunitarios.
Cuestión nada desdeñable. No tanto por lo que pueda suponer el volumen exportado por España a ese país asiático, que durante el pasado año fue de 691.974 hectolitros, apenas un 3,4% del total exportado, y que en los primeros cuatro meses de 2013 apenas si supera los ciento sesenta y dos mil hectolitros, con una caída sobre el mismo periodo del año anterior del 36,1%, según información publicada por La Semana Vitivinícola. Como por lo que pudiera representar en el conjunto de la Unión Europea, especialmente en países como Francia con un volumen exportado en 2012 de 1,4 millones de hectolitros o Italia con trescientos veinticinco mil hectolitros; de los que una buena parte de ese vino es de origen español.
Tampoco es poca cosa el esfuerzo administrativo y económico que esta batalla va a suponerle a las empresas y operadores que exportan, que deberán registrarse como partes interesadas y demostrar su voluntad de cooperar, cumplimentando y enviando una serie de formularios, en chino y contando con un representante legal. Sin olvidar los cuantiosos emolumentos que los despachos de abogados pasarán a las bodegas y operadores implicados. Medidas preventivas todas ellas ante la posibilidad de que acaben siendo condenadas y se les impongan tasas más elevadas. Iniciativa que ha comandado la FEV
Esto supone un torpedo en toda la línea de flotación del modelo vitivinícola europeo y al que la recién aprobada PAC ha dado su visto bueno para los próximos siete años. Cuestión que nos debería servir para hacernos reflexionar sobre posible planes 2020 y el modelo europeo al que deberemos ir en un mercado internacional cada vez más abierto.
Si podemos fiarnos del Gobierno y confiar en que cumplan, nuestras bodegas pueden respirar tranquilas, ya que los procedimientos de circulación de productos objeto de los impuestos especiales (II.EE.), con documento administrativo electrónico (e-DA) en el ámbito territorial interno, quedan aplazados al 1 de enero de 2014.
El 27 de junio, tres días antes de finalizara el plazo, colgaba en su su web un borrador de modificación del Real Decreto 1715/2012 por el que el que el Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas, que dirige el señor Cristóbal Montoro, prorroga el plazo de entrada en vigor de los EMCS.
¿Generosidad de la Administración? No, más bien ineficacia. Ya que el retraso en la puesta en marcha del entorno informático ha dificultado la adaptación de las aplicaciones informáticas que deberían permitir cumplir con esta obligación.
Considerando las elevadas sanciones previstas en el RD 1715/2012 para el incumplimiento de la puesta en marcha del EMCS, hay miles de pequeñas bodegas españolas que veían llegar el 1 de julio sin haber tenido la posibilidad de adaptarse al cumplimiento de esta norma; y sin ninguna información sobre la prórroga de su entrada en vigor, con el consiguiente problema que les está suponiendo el tener que hacer las cosas mal y rápido.
Como si vender no fuera ya suficiente quebradero de cabeza para las bodegas, que no hay día que no despierten con algún sobresalto, como el que ahora afecta a las exportaciones de vino a Estados Unidos. Un mercado cuyas autoridades están rechazando algunos de nuestros vinos, alegando que contienen trazas de determinados plaguicidas no autorizados en EE.UU. Parece que la Unión Europea ha tomado cartas en el asunto y está intentando encontrar una solución favorable, aprovechando las negociaciones abiertas en el marco del Acuerdo de Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (ATCI), que se inician el próximo 8 de julio, y que ha sido definido como el mayor acuerdo comercial bilateral de la historia entre EE.UU. y la UE.
Pacto en el que deberán ser abordadas reducciones arancelarias, tasas, medidas antidumping y compensatorias y las
de salvaguardia; pero también temas más espinosos como el que hace referencia a la protección de las indicaciones geográficas
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La falta de formalidad en algunas operaciones, no todas de escasa trascendencia dado el volumen comprometido, está llevando a muchas de las bodegas, que tan solo hace unos meses se las prometían muy felices, a tener que enfrentarse a un serio problema de existencias de cara a la próxima campaña.
Quizá no podamos (ni sea prudente) decir si el porcentaje será del cinco o del veinte, pero desde Sevi estamos por asegurar que, salvo hecatombe, el volumen será superior al obtenido el pasado año.
Ni cosecha, ni precios, ni operaciones, ni exportaciones; frenan el nerviosismo que parece comenzar a dominar a algunos elaboradores.
Es verdad que en condiciones como las de hace cinco o seis años, el volumen de vino con el que podría iniciarse la campaña 2013/14 no sería preocupante. Pero en la actualidad, con los importantes problemas de liquidez a los que deben hacer frente los compradores, cualquier pequeño soplo en la oreja se convierte en un angustioso problema capaz de originar un tornado de malas noticias en un paciente cuyo estado de salud no pasa por los mejores momentos.
Hasta donde yo me atrevería a decir, ni cuando el precio de los vinos superaba las mil pesetas por hectogrado y las bodegas se negaban a escuchar cualquier oferta que no fuera en esta línea; ni ahora, cuando los tenedores de vino no encuentran quién los atienda y se interese por sus vinos, el volumen lo justificaba. Pero es lo que tiene un sector que está acostumbrado a funcionar por impulsos y que va dando bandazos a tenor de quién “domina” la situación.
Precios y, más que guarismos, posiciones de total intransigencia, como las mantenidas por algunos productores, han llevado a las bodegas exportadoras y envasadoras a situaciones económicas muy comprometidas. Que, en algunos casos, consiguieron soslayar con la importación de países tan atípicos, por lo poco frecuentes de sus exportaciones a España, como Chile o Sudáfrica. Pero que en otros muchos tuvieron que asumir contra su cuenta de resultados o, sencillamente, perder clientes ante la imposibilidad de conseguir tener unos números asumibles.
Les quedan seis meses para compensar esas pérdidas y hacer que los números del ejercicio salgan. Y no parecen dispuestos a perder ese tren.
A lo más a lo que podemos aspirar los que no estamos ni a un lado ni en el otro de este río desbocado y contemplamos la situación desde lo alto de un puente, es a confiar en que el agua no acabe llevándose por delante el puente. Que cada uno aguante la parte del problema que han generado y que todos aprendamos algo de esta situación. Pero lejos de rencores y revanchas.
El pasado 7 de junio los salones del Hotel Villareal de Madrid fueron el escenario escogido para el desarrollo de la 27ª edición del certamen de calidad más longevo del calendario anual, el Concurso de Vinos Jóvenes, los Premios Baco. Cincuenta jueces pertenecientes a la Unión Española de Catadores (UEC) daban a conocer el medallero más joven de la España vinícola, el de la añada 2012.
Un vino blanco de la D.O. Rías Baixas, Álvaro Cereceda, Albariño de Bodegas Casa Rojo; y un tinto de Monasrell de reciente aparición en la D.O. Jumilla, Pino Doncel Cinco Meses, de Bodegas Bleda, se convirtieron en los grandes triunfadores de estos Premios Baco cosecha 2012, haciéndose acreedores de los Grandes Bacos de Oro Luis Hidalgo. Un galardón que viene a reconocer al vino más puntuado entre los participantes y que en esta ocasión adquiere el carácter de ex aequo ante la igualdad de las calificaciones otorgadas.
Dos Grandes Medallas de Oro que encabezan un palmarés, el de los Premios Baco, de nuevo diverso en su configuración, en el que no faltan tanto representantes de DD.OO. más conocidas como Rioja, Ribera del Duero, RíasBaixas o Rueda, como referencias procedentes de otras indicaciones geográficas de menor calado mediático pero de indiscutible valor emergente como entre otras las DD.OO. Valdeorras, Monterrei, Manchuela, Jumilla, Cariñena o Valencia. Con unas cifras de nuevo cercanas al medio millar de vinos participantes (un total de 410 vinos procedentes de 58 indicaciones geográficas de calidad), los Premios Baco se consolidan como el mejor termómetro a la hora de evaluar la calidad de nuestros vinos más jóvenes, en este caso los de la añada 2012.
Al margen de los dos Grandes Bacos de Oro, por categorías, el Baco de Oro Especial de Nuevas Marcas fue para Malvasía Moscatel Los Perdomos 2012, de Bodegas Reymar (D.O. Lanzarote); en vinos blancos de variedades no aromáticas el oro correspondió a Neno Viña Somoza Sobre Lías 2012, de Viña Somoza Bodegas y Viñedos (D.O. Valdeorras); el mejor blanco de variedades aromáticas autóctonas fue Señorío de Sobral 2012, de Señorío de Sobral (D.O. Rías Baixas); y en blancos de variedades aromáticas foráneas el más destacado fue Montespina Sauvignon 2012, de Avelino Vegas (D.O. Rueda).
El Baco de Oro en rosados lo recibió Lágrimas de María Rosado 2012, de Bodegas Patrocinio (D.O.Ca. Rioja); mientras que en tintos recayó en el vino Yugo Tinto 2012, de Bodegas Cristo de La Vega (D.O. La Mancha). En la categoría de vinos tintos de la variedad Tempranillo y sus sinonimias, el mejor para el jurado fue Marqués de Velilla Joven 2012, elaborado por Grandes Bodegas (D.O. Ribera del Duero). El oro en blancos elaborados en contacto con madera fue para Sa Rota Blanc Barrica 2012, de Bodegas Bordoy (D.O. Pla i Llevant).
El vino Zenizate Monastrell 2012, elaborado por Bodegas Salzillo (D.O. Jumilla) mereció el Baco de Oro en rosados o tintos elaborados en contacto con madera. Esta medalla la recibió Eremus 2012, de Bodegas Hnos. Páramo Arroyo (D.O. Ribera del Duero), en la categoría de vinos elaborados de uvas de agricultura ecológica. Por último, el oro en vinos semidulces o dulces fue para Sierra de Viento Moscatel 2012, de Bodegas San Valero (D.O. Cariñena).
Podréis encontrar el palmarés completo en Sevi
Del 21 al 24 de mayo, el jurado de los Premios Zarcillo 2013, cató las 1.819 muestras pertenecientes a 469 bodegas presentadas a concurso, de 20 países diferentes. Una cantidad de muestras que ha situado a los Zarcillo, organizados por la Junta de Castilla y León, como el quinto concurso internacional en cuanto al número de muestras y el primero de ámbito nacional, de los reconocidos por la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV).
Este certamen ha concedido 14 Grandes Zarcillos de Oro (la máxima categoría), 118 Zarcillos de Oro y 318 Zarcillos de Plata, según se desveló el pasado 5 de junio. En cuanto a los Grandes Zarcillos de Oro, dos son blancos, cinco pertenecen a la categoría de tintos, otros seis a la denominada otros vinos dulces (en la que se incluyen los dulces y los de uva sobremadura), y uno a la categoría de vino de licor. De ellos, 10 proceden de España, tres de Alemania y uno está elaborado en la República Checa.
Los vinos Bagús 2010, Viña Tuelda 2010 y Bellori Joven 2012, al ser los vinos de Castilla y León con mayor puntuación, recibirán una beca de apoyo a la comercialización exterior, con una aportación de 50.000 euros.
Durante esta campaña estamos disfrutando a un equilibrio casi perfecto entre producción (252 millones de hectolitros) y consumo (243Mhl) a nivel mundial (según los datos del informe estadístico 2013 de la OIV, presentado recientemente), lo que ha propiciado un importante aumento en las cotizaciones, como es fácilmente comprobable con las cotizaciones que publica Sevi.
Estabilidad que poco a poco, y con la mirada ya puesta en la próxima cosecha, va diluyéndose, devolviendo los precios a niveles “más normales” para nuestro mercado que, especialmente, permitan afrontar la vendimia con costes asumibles por el mercado. De manera transcendental en el exterior, en el que vendemos más del doble de lo que consumimos dentro, y que cuya actividad exportadora se ha visto fuertemente afectada por estos altos precios t ay como se desprende de la información publicada en Sevi.
Aunque no solo los precios están alterando nuestras ventas exteriores, también represalias comerciales como la llevada a cabo por el gigante chino quien, en respuesta a las medidas provisionales adoptadas contra sus placas solares en Europa, ha decidido frenar las importaciones de vino con origen europeo alegando prácticas de dumping y subsidios ilegales. Situación que aunque todavía tardará unos meses en poder ser aplicada, podría suponer un importante problema para un buen número de nuestras bodegas, que han visto en este país un destino en el que colocar una parte importante de sus vinos de bajo precio, especialmente graneles.
La reacción de la Unión Europea no se ha hecho esperar, pero teniendo en cuenta los antecedentes en este tipo de conflictos, y la rapidez con la que actúa la UE y los diferentes intereses que debe defender –y no todos coincidentes-, es de esperar alguna consecuencia.
Un buen ejemplo de este buen hacer comunitario podría ser lo que está sucediendo con los derechos de plantación, asunto al que el sector asiste atónito a interminables discusiones sobre porcentajes de autorizaciones nacionales y plazos que, sin quitarle un ápice de la importancia que tienen, desvían bastante la mirada sobre el que a mi juicio es el “gran problema” al que deberíamos enfrentarnos: el desplazamiento del consumo hacia fuera de la Unión Europea. Al que estamos combatiendo con grandes cantidades de dinero, incentivando a nuestras bodegas a cubrir esas demandas justificando que es la única posibilidad de supervivencia que tienen, pero obviando todo aquello que va detrás del consumo, como es la producción, control de mercado, dominio de los precios, manejo de la distribución,… por no hablar de aquellas de la tercera ola de consecuencias relacionadas con el medio ambiente, despoblación de áreas rurales y pérdida de tejido productivo.