¿Y ahora qué?

Las vendimias van tocando a su fin, los mostos terminando sus fermentaciones y la comercialización de mostos y vinos adquiriendo un gran protagonismo, propio del comienzo de campaña pero que, sin duda, condicionará fuertemente su evolución, al menos la de los próximos cinco o seis meses hasta que empecemos a ver cómo ha evolucionado el viñedo, información con la que comenzar a elucubrar con posibles nuevas cosechas.

Vigilar de cerca lo que suceda con los mercados exteriores es una tarea que no debería ser ajena a ningún operador. No en vano es con gran diferencia nuestro mejor cliente y al que le vendemos prácticamente el sesenta por ciento de nuestra producción. El resto va a consumo interno, mostos y destilación para la obtención de alcoholes de uso de boca; utilidades que todas juntas están muy por debajo de nuestras exportaciones.

Durante el mes de julio ya pudimos observar una cierta ralentización de la marcha de nuestras ventas al exterior con una pérdida del 3,5% en volumen si hablábamos de vino exclusivamente pero que se elevaba hasta el 10,8% cuando incluíamos aromatizados, mostos y vinagres. Al contrario de lo que sucedía con el valor que aumentaba un 2,1% y un -0,8% respectivamente.

La duda estaba en saber si se trataba de una circunstancia normal del mercado ante la reducción de la oferta y la llegada de la nueva cosecha, con pretensiones algo más elevadas por parte de todos los vendedores. O si, por el contrario, se trataba de un cambio de tendencia en el mercado que fuera consolidándose con el paso de los meses.

En campañas no muy lejanas tenemos un perfecto ejemplo de cuál es la reacción del mercado a una elevación en el precio medio. Y sabemos que por más margen que nos digan los expertos que tenemos, dada la gran diferencia que existe entre nosotros y el siguiente país que más barato vende sus productos vitivinícolas de menor precio; el mercado acaba reaccionando de manera inversamente proporcional.

Lamentablemente los datos del mes de agosto no nos permiten pensar que se trata de una situación pasajera en la que no se vuelva a repetir esa reacción. Elevar nuestro precio hasta los 1,17€/litro en vino frente al 1,08 del interanual anterior es muy bueno, pero eso ha supuesto en términos de valor crecer un 1,19% a costa de perder en términos de volumen un 5,3%, siendo los vinos tranquilos a granel los que (con una pérdida del nueve por ciento) mayor parte de esa disminución han tenido que soportar, mientras que los envasados apenas bajaban medio punto porcentual.

Todos, desde bodegas a organizaciones e instituciones, coinciden en señalar que las circunstancias de una estimación de producción en la Unión Europea de 165,6 millones de hectolitros (-5%), pérdida que a nivel mundial llega hasta el (-6%) ante las malas cosechas de Argentina y Chile, son muy positivas para nuestras aspiraciones y que debemos ser inteligentes y aprovecharlas para mantener los volúmenes e incrementar razonablemente los precios. Hasta el momento esto no se ha producido, pero habrá que confiar en que, conforme vayamos disponiendo de una información más precisa de las cosechas, la situación vaya cambiando y haciéndose realidad nuestros deseos.

Mención especial merecen los datos del INFOVI correspondientes al mes de agosto, no ya por su contenido, huérfanos de parámetros con los que poder compararlos. Pero que suponen un gran paso hacia adelante en todo lo referente a disponer de una información actualizada y fiable del sector. Así como la puesta en marcha de una Extensión de Norma que, con su emisión a finales de este mes de la primera factura a los operadores, iniciará la recaudación de unos fondos encaminados a conocer mejor las necesidades del sector, mejorar la información y recuperar el consumo interno.

Una campaña sosegada

Aunque, de momento, seguimos presentando unos datos de comercio exterior satisfactorios, ya que en datos interanuales (agosto’15-julio’16) el valor de nuestros vinos sigue siendo un 2,1% superior a los del mismo periodo anterior, el volumen ya ha comenzado a dar síntomas de agotamiento, y su cifra bajado un 3,5% en términos generales de vinos y llegando a un 5,7% si nos referimos a los graneles.

¿Preocupante? Pues de momento creo que no. Al fin y al cabo los movimientos deben presentar oscilaciones y, considerando las expectativas que se manejaban en las estimaciones de producción, no son cantidades que debieran ponernos sobre aviso ante cualquier cambio traumático para nuestro comercio.

Aun así, y pendientes de conocer en los próximos días los datos de exportación referidos a agosto, convendría no olvidar lo sensible que se muestra este mercado a los cambios bruscos en los precios. Y lo rápido que reacciona, mostrando una correlación inversa casi perfecta en las cantidades.

Los precios en España han subido, en términos generales. Uva, mostos y vinos, que conforman la gran mayoría de esa partida que vendemos como vinos a granel, han aumentado, y en algunos casos con crecimientos en porcentaje que van más allá de los dos dígitos. Repercutirlos es la reacción más natural, y muy posiblemente a la que aspiren la inmensa mayoría de las bodegas y cooperativas. Reforzados por previsiones de cosecha inferiores en todos los países productores del mundo, lo que reduce sustancialmente las alternativas posibles a nuestros productos. Pero, cuidado, porque, con independencia de lo que podamos acabar encontrándonos cuando hablemos del conjunto de la campaña, en el mes a mes, especialmente los primeros de esta campaña, podemos asistir a un ralentización del mercado, con una presencia apenas testimonial de compradores extranjeros (como nos aseguran ya está sucediendo con los siempre manipuladores italianos) que ante la situación del mercado han reducido sustancialmente su presencia y mermado sus ofertas y operaciones.

Tenemos una excelente ocasión para afianzar mercados, mejorar posiciones y valorizar nuestros productos. Contamos con una calidad extraordinaria, que nos permite situarnos como los mejores del mundo. Ahora solo necesitamos que el querer ser demasiado ansiosos y querer ganar en una campaña lo que no hemos sido capaces de hacer en muchas no lo arruine.

Un largo camino por recorrer

El futuro del sector, al menos en lo que mi imaginación da, está bien claro que pasa por la exportación, ya sea manteniendo aquellos mercados en los que hoy somos líderes, o abriendo otros con nuevos productos de mayor valor añadido. Sin entrar en muchas disquisiciones sobre lo posible y lo imposible, la realidad acaba imponiéndose a los deseos y nuestro porvenir pasa, irremediablemente, por esta evolución.

La misma entrada en producción de países hasta ahora insignificantes en el panorama vitivinícola mundial, o los cambios en la demanda de unos consumidores con unos estilos de vida por conocer, hacen que esta evolución se vaya imponiendo y de nuestra capacidad de adelantarnos a esos cambios y adaptación a lo que vaya sucediendo dependerá nuestro nivel de éxito.

La globalización de los mercados, la homogeneización de las sociedades y los consumidores, son factores que pueden ayudarnos en esta evolución que debemos realizar. Pero, cuidado, porque cuando hablamos de posibles ventajas también lo estamos haciendo para nuestra competencia, lo que hace que cualquier oportunidad sea también una amenaza.

Uno de los aspectos que deberíamos analizar con algo más de profundidad de lo que normalmente lo hacemos no es tanto el tipo de producto que exportamos y el bajo precio al que lo hacemos, como los países a los que les vendemos y la órbita comercial en la que se encuentran. Considerar la Unión Europea como un mercado exterior bien podría considerarse, en sí mismo, una contradicción, ya que el propio espíritu de su existencia es la libre circulación de personas y mercancías por su territorio. Un Mercado Único.

Según los datos de la Comisión Europea, durante 2015 las exportaciones Extra UE-28 fueron de 21,972 Mhl, 9.813,3 M€ y a un precio medio de 4,47€/litro. Cifras que en sí mismas puede que no nos digan mucho. Ahora bien, si tenemos en cuenta cuál es nuestro peso (el de España) en esas cifras, a lo mejor podamos sacar alguna conclusión, aunque sea muy superficial.

En volumen, España contribuyó al comercio extra UE-28 con 5,749 Mhl (26,16%), Francia con 5,897 (26,84%) e Italia 6,556 (29’84%), como podemos ver cantidades muy similares. Menos parejas resultan las cifras correspondientes al valor, donde con 1.037 M€ España solo contribuyó con un 10,58%, cuando Italia lo hizo con 2.603 M€ (26,53%) y fue Francia la que más aportó, un 46,86% con sus 4.599 M€. Resulta fácil imaginar que si combinamos adecuadamente estos dos valores tendremos unos resultados en cuanto al precio medio donde no salimos muy bien parados. Haberlo hecho en el conjunto de la extra UE-28 a 4,47€/l y que nuestro país sea el que más bajo lo ha hecho de todos los países productores con un precio medio de 1,81 €/l cuando Portugal lo hizo a 2,25, Italia a 3,97, Alemania a 4,71 y Francia a 7,8 €/l, nos puede dar una idea bastante exacta del largo camino que nos queda por recorrer.

Y de las muchas posibilidades que tenemos, pues, al margen de cuestiones de índole crematística, deberíamos animarnos al comprobar como al tercer país al que más le vendemos y, sin duda, el objetivo prioritario de todo el comercio mundial: EE.UU, lo estamos haciendo a 4,20 €/l, por encima de los 4,02 de Italia o los 4,00 a los que lo hace Portugal, aunque muy lejos de Francia con sus 10’31€/l. Y a que en ese gran mercado de futuro, que todos se empeñan en señalar, que es China, tenemos todavía un gran tramo por recorrer ya que somos los que más barato de todos vendemos: a 1,48, cuando el precio medio es de casi el doble, 2,88 €/l. Situación que se repite prácticamente con el resto de países, donde todos nuestros socios comunitarios venden a un precio muy por encima del que lo hacemos nosotros.

Falta información

Hasta ahora cuando el Ministerio de Agricultura publicaba una estimación de cosecha nos lamentábamos de que esta presentaba grandes diferencias con las realizadas por otras organizaciones o las nuestras mismas, y que al final la realidad acababa aproximándose mucho más a estas que a las publicadas por el organismo oficial. Eso, además de que se publicaban a destiempo, ya que en octubre trabajábamos con datos de julio.

La puesta en marcha de la Interprofesional del Vino (OIVE), entre cuyos objetivos fundacionales se encuentra el de disponer de una información estadística veraz y actualizada con la que permitir trabajar sin las interferencias de especuladores basadas en bulos y comentarios interesados; prometía acabar con esta situación.

Primero la creación del Registro REOVI y posteriormente el INFOVI debían proporcionar mensualmente una información exacta de la situación de existencias y cosecha que acabaría de una vez por todas, con esta situación de provisionalidad y discrepancia que presentaban las diferentes fuentes.

De los numerosos problemas a los que se han tenido que enfrentar los operadores a la hora de cumplir con sus obligaciones y presentar las declaraciones mensuales, con continuas modificaciones que hicieran ágil y operativa una aplicación informática que pasaba por alto cuestiones de cierta importancia propias de este sector en cuanto al movimiento de mercancía, mejor no vamos a hablar. O de los sucesivos aplazamientos que fueron produciéndose hasta su puesta en funcionamiento. Por no hablar de quién iba a ser el organismo que tuviera la potestad del tratamiento de la información para su posterior remisión a los organismos competentes, como pudiera ser la propia Interprofesional, sin cuya información no es posible llevar a cabo la aplicación de la Extensión de Norma, y en consecuencia, la recaudación que la ponga en marcha de manera efectiva. No vamos a hablar más, pues es conocidos por todos y confiamos en que llegados hasta aquí no nos reste mucho tiempo para que esté todo solucionado y operativo.

El problema es que antes, a estas altura de campaña, disponíamos de, al menos, dos estimaciones de cosecha del Magrama, la correspondiente a los meses de junio y julio, que aunque, como decía, no muy exactas, al menos eran una orientación para el sector. Pues bien, este año, en el que en teoría la información iba a ser mucho más completa y válida para el sector (solo es válida la información si está actualizada), resulta que el Ministerio se ha descolgado con no publicar estimaciones de producción de vino y mosto, haciéndolo solo de uva de vinificación.

¿Coherente?

No lo sé. Pero lo más extraño es que por parte del sector tampoco se oyen muchas voces lamentando esta ceguera informativa.

Por el bien de todos

Según estimaciones publicadas por la Dirección General de Agricultura de la Comisión Europea, la cosecha 2016 en la UE-28 será de 165,6 millones de hectolitros, un 4,3% inferior a la del año pasado. Eso a 15 de septiembre, que es la fecha sobre la que está datada la información. Ampliamente superada, ya que todo parece indicar que el resultado final puede ser incluso peor a juzgar por cómo están evolucionando las cosechas con respecto a lo estimado.

Volumen que en sí mismo no debiera ser ningún problema, tal y como venimos avanzando desde hace semanas, pero que sin duda generará movimiento de mercancía entre países que, previsiblemente, deben resultar muy beneficiosos a los productos españoles.

Situación que desde las organizaciones agrarias se esgrime como argumento para denunciar lo que califican como una situación inasumible, ya que acusan a las “grandes bodegas españolas” de abusar de su posición dominante en el mercado, pagando el mismo precio por la uva que el pasado año, sin tener en cuenta ni la mayor calidad del fruto, la menor cantidad de cosecha, ni la reducción de producción a nivel mundial.

Todas estas circunstancias: evolución de la vendimia, confirmación de la menor producción, excelente estado sanitario del fruto y denuncias de los sindicatos; han propiciado la revisión de los precios de las uvas con incrementos que han llegado a representar hasta un 20%.

Incremento que, desde luego, resultará inviable repercutir en el precio final del producto en la misma proporción, ya que los mercados no admiten encarecimientos de este calibre, obligando a las bodegas a tener que asumir una buena parte de este incremento en los precios de la uva y trasladando al consumidor lo que el distribuidor les admita.

Y es que seguimos teniendo un verdadero problema con el consumo. Ya que, al margen de cambios sociales en el comportamiento de los consumidores, las bodegas, en general, no han sabido evolucionar y adecuarse a las necesidades de un consumidor nuevo, con pretensiones y aspiraciones que distan mucho de las de generaciones anteriores.

Ya no es un problema que la presentación de la botella esté más o menos acorde a lo que buscan; que el nombre del vino sea más o menos atrevido; o que en España nos caractericemos por contar con unas bodegas aferradas en exceso a la tradición y reticentes a los cambios. Es que la propia evolución del clima traerá consigo cambios en la ubicación del viñedo, elaboraciones en parajes impensables hace apenas unas décadas y tipologías de vinos que calificábamos de aberración antes de ayer. Y con todo ello, la aparición de nuevos países productores deseosos de ocupar nuestro puesto como primer país del mundo en exportación.

Es un tema recurrente que llega a resultar cansino ante la falta de resultados y la incapacidad que vamos viendo en las estadísticas, con precios que reflejan el escaso valor añadido de nuestros productos. Pero que es necesario abordar seriamente de manera colectiva con planteamientos a medio y largo plazo que están muy por encima de la capacidad de una bodega o denominación de origen.

Teóricamente la Organización Interprofesional (OIVE) tiene entre sus objetivos primordiales el conocimiento del mercado, la elaboración de acciones encaminadas a recuperar el consumo y la recopilación de una información veraz y actualizada de la realidad del mercado. Para ello se ha dotado de una herramienta recaudatoria, como es la extensión de norma, y ha dado sus primeros pasos con el nombramiento del director en la persona de Jaime Palafox.

Confiemos en que, entre todos, seamos capaces de encontrar esa historia que contar, esa diferenciación, esa presentación y adecuación del vino capaz de emocionar. Por el bien de todos.

¿Cuál es la cadena de valor?

La globalización de los mercados es una evidencia indiscutible e irremediable, que avanza a pasos agigantados y resistirse a ella no está al alcance de nadie. Ni tan siquiera de países tan importantes como Estados Unidos, por más que su candidato a presidente Donald Trump intente vendérselo así a sus potenciales votantes. Pero no se me asusten, que no les voy a hablar del Sr. Trump, ni tan siquiera del país al que todas las bodegas aspiran a tener entre sus clientes, ni de las posibles consecuencias que pudiera tener para el sector vitivinícola europeo su triunfo en las elecciones de noviembre. Mi reflexión es mucho menos profunda e inmediata.

Aspiramos a consolidarnos como el primer país del mundo en exportaciones vitivinícolas. A elevar el precio medio de nuestros productos vinícolas. Y, lo que es mucho más complicado, hacer todo esto sin perder ni un ápice de competitividad.

Para ello, sabemos que es imprescindible que nuestro crecimiento sea sostenible, moderado y acorde al resto de competidores. Y bajo estas premisas, las bodegas (las grandes que son las que marcan los precios en el mercado nacional y de exportación) plantean sus estrategias de campaña, que se inician con la fijación de los volúmenes a comprar de uva, los precios a los que lo van a hacer, y las posibles alternativas a la elaboración, como pudieran ser la adquisición de mostos o vinos ya terminados. Asimismo, establecen un adecuado calendario que permita mantener el ritmo de trabajo de sus centros de envasados sin que se produzcan roturas de stock.

Entre tanto, los viticultores, ajenos a todas estas circunstancias, exigen cotizaciones que les permitan hacer rentables sus explotaciones, viables y sostenibles medioambientalmente sus negocios. Comprendiendo muy mal (o sencillamente no entendiéndolo) que la ley de la oferta y la demanda, esa regla que les esgrimen cuando los compradores deben justificar bajadas de precios, no la utilicen con la misma soltura cuando debería servir para aumentarlos.

Claro que para explicarlo se utiliza con cierta ligereza el argumento de que los compradores no entienden aumentos de precio. Como si en las negociaciones con las grandes cadenas de distribución, ya sea a nivel mundial o nacional, fueran las únicas que impusieran las condiciones y la capacidad de las bodegas quedara limitada a matizar pequeños aspectos, como campañas de promoción, condiciones de pago, logística u otros detalles que nada tengan que ver con el precio. Y aunque es verdad que la balanza no está equilibrada y que el mercado se caracteriza porque quien “manda” es el comprador, la posibilidad de subir los precios siempre existe. También para nuestras bodegas.

Con prudencia, dentro de unos márgenes y sin pretender saltarse los límites fijados en la horquilla de precio de tu producto. Pero existen.

Lo que sucede es que las empresas, al igual que su objetivo debe ser la maximización del beneficio (eso me enseñaron a mí), sus decisiones deben estar avaladas por el cumplimiento de un principio de prudencia. Trasladar los riesgos reduciendo costes fijos y de almacenamiento ha sido una práctica muy extendida en estos últimos años por las bodegas españolas, que abastecidas de aquellas partidas de uvas, mostos o vino de características especiales, han dejado para más adelante la compra de todo aquello que tienen la certeza de encontrar a lo largo de la campaña, conforme vayan teniendo necesidad.

Política que, por otra parte, no dista mucho de la que tienen con ellas sus compradores y que encuentra su punto de no retorno en el viticultor. ¿Falla la cadena de valor? ¿Es posible otra? Son cuestiones que van mucho más allá de una campaña y que deberían hacernos reflexionar.

Calidad

Se nos llena la boca con este “palabro” y somos incapaces de darle valor.

Resulta completamente inadmisible que con una producción similar, o incluso por debajo de la del pasado año y en un entorno global con cosechas muy inferiores, nuestros viticultores estén entregando sus uvas a los mismos precios que a los que lo hicieron el año pasado.

Pero no porque yo, que no soy quien para hacerlo, lo diga. O porque me ponga de parte de unos u otros criticando, sin ningún derecho a hacerlo, la decisión empresarial que cada uno adopta en sus negocios. Sino porque si queremos que nuestros vinos se valoricen, tengan valor añadido, sean tenidos en cuenta por el mercado y puedan aspirar a convertirse en referencia mundial de vinos de calidad, corregir esto es necesario.

No estamos hablando de que el viticultor cobre un poco más o menos por su trabajo, que también, sino de que el sector salga de esa especie de espiral en la que se encuentra sumergido desde hace años y en la que bajo una “excelente relación calidad/precio” escondamos lo que resulta inadmisible y es que somos el país que más barato vende el vino en todo el mundo.

Pero no solo en exportación, sino que incluso en los supermercados, en ese consumo alimenticio, estemos pensando que un incremento de diez céntimos de euro en una botella, resulta inasumible por un consumidor que compra una o dos botellas a la semana, en el mejor de los casos.

Eso por no entrar en detalles de cuál es el peso que en el coste total de la botella acaba teniendo la uva, muy por detrás de lo que supone el envase, la etiqueta, el cierre, etc. Lo que en productos de lujo pudiera tener una explicación, pero en un alimento (porque sigue siendo un alimento reconocido por la OMS) resulta totalmente incomprensible.

Confiemos en que, al menos, ya que vamos a tener que asumir que no será este año en el que el sector evolucione unido hacia esa mejora; la comercialización resulte próspera, sosegada y nos permita abrir nuevos mercados y consolidar los ya existentes.

Datos para tomar decisiones

De haber sucedido en otro momento, cosa bastante improbable dados los problemas con los que el Magrama se está encontrando en la puesta en funcionamiento del nuevo sistema de declaraciones, la noticia más importante de la semana hubiese sido la publicación de las declaraciones de existencias a inicio de la campaña 2016/17.

Por dos razones, la primera y principal por tratarse de una información de gran importancia para el sector de cara a fijar los precios de las uvas, y de ahí el de mostos y vinos. Y la segunda, y la más novedosa, por tratarse de la primera información proveniente del Sistema de Información de Mercados del Sector Vitivinícola (INFOVI) y que, en teoría, debería proporcionarnos una información ágil y actualizada (mensualmente) de la situación en la que se encuentran las existencias de vinos y mostos en bodega.

Sin quitarle ni un ápice de la importancia que tiene a este aspecto y que debería convertirse en una realidad que nos permitiera, esperemos que a partir de ya, tomarle el pulso al mercado con datos concretos, actualizados y fiables de existencias y utilizaciones; lo cierto es que resulta mucho más importante en estos momentos la cifra de 30.500.793 hl que corresponde a las existencias finales de la campaña 2015/16.

Comenzar la campaña con casi un nueve por ciento menos de existencias con respecto al año anterior es una buena noticia de cara a su comercialización. Hacerlo en un entorno de vendimia en el que la calidad del fruto es excelente y la cantidad apunta hacia un volumen muy similar al del año pasado, con cosechas en el resto de  países productores a la baja, nos permite albergar la esperanza de una campaña tranquila.

Y en este sentido parecen estar actuando las bodegas con la fijación de los precios de las uvas en niveles prácticamente iguales a los del año pasado. Una mala noticia para aquellos que confiaban en que este alentador panorama tuviera su primer reflejo en cotizaciones algo superiores a las del año pasado. Pero coherente con aquellos que consideran que primero habrá que vender, conocer a qué precio se ha conseguido hacer y luego plantearse el margen que se pueda reflejar en los precios de las uvas.

Efectivamente, un criterio totalmente contrario a la cadena de valor del producto, pero que refleja con bastante claridad el escaso peso de la producción en el mercado. O, dicho de otra manera, el dominio prácticamente absoluto de la distribución.

Excelente oportunidad

¿Son muchos cuarenta y cinco millones de hectolitros?

Esa es la pregunta que, con más o menos insistencia, nos estamos haciendo “todos” en estos momentos. Pues si bien no parece que la cifra pueda ser descabellada para un país con casi un millón de hectáreas (951.201), sí al menos es un problema, considerando que de esos, tan solo diez millones de hectolitros son consumidos en el mercado interno. Al resto hay que buscarle colocación en la elaboración de mostos, obtención de alcoholes de uso de boca o en exportación…

Cinco millones de hectolitros que se queden sin fermentar y vayan al mercado de los mostos en sus diferentes tipologías, no parece que sea una cifra exagerada. Es más, en campañas tan grandes como la 2013/14 esa cantidad destinada a mostos estuvo por encima de los siete millones de hl. Es decir, que margen para asumir esa cantidad hay suficiente como para que no sea un problema considerarla en nuestras estimaciones.

Lo que vaya asumir el sector de los destiladores y vinagreros en el capítulo de usos industriales es algo más complicado de establecer. Pero viendo la evolución que estos elaborados han tenido en las últimas campañas, asignarles otros cinco millones de hectolitros tampoco parece que sea una cifra descabellada que pudiera darnos alguna sorpresa.

Luego de los cuarenta y cinco millones ya tenemos veinte “colocados”. Considerando que según los datos publicados por el OEMV relativos a las exportaciones del primer semestre del año, llevamos vendidos 28,808 Mhl en cifra interanual; tampoco parece que vayamos a tener muchos problemas en seguir vendiéndoles a nuestros clientes extranjeros una cantidad similar, máxime cuando sus estimaciones de cosecha sitúan sus producciones ligeramente por debajo de las del pasado año en el caso de Francia, con 42,91 Mhl (-10%), Portugal 5,6 Mhl (-20%) y solo Italia presentaría un aumento en sus previsiones iniciales llegando hasta los 50 Mhl (+5%).

Hemos de considerar además que aquellos países que pudieran ser, o al menos lo han sido hasta ahora, nuestros competidores a la hora de abastecer de vino barato al mercado internacional tampoco presentan datos muy favorables con caídas cercanas al treinta por ciento en Argentina, veintiuno en Chile y casi del siete en Sudáfrica.

Podríamos concluir así que, salvo que las existencias al inicio de esta campaña (de la que todavía no tenemos datos) resulten estar muy por encima de las del año anterior, de 1,623 Mhl de mosto y 32,064 Mhl de vinos (lo que no solo parece muy poco probable sino que lo más seguro es que estemos hablando entre uno y dos millones menos), la campaña pinta muy equilibrada y con grandes posibilidades.

¿Hasta dónde? Pues esa es la otra gran cuestión.

Sí parece que lo primero que debería modificarse, con respecto al año anterior, fuera el precio al que se cierren los contratos que, la AICA nos recuerda, sigue siendo obligatorio firmar antes de descargar el primer racimo de uva en la tolva; y en los que deben figurar el precio y el plazo de pago que no exceda de los treinta días desde la entrega del último remolque. Pero, al menos que podamos publicar con un mínimo de prudencia, los que lo han hecho hasta ahora ha sido sin el contrato.

Los datos cuantitativos y cualitativos que se desprenden de un fruto con una sanidad espectacular, un tamaño de las bayas pequeño y un potencial de calidad en los elaborados de gran potencial, nos hacen pensar que los precios debieran estar por encima. Y que, además ese incremento no sería muy difícil repercutirlo en el precio de los mostos y vinos, consiguiendo así profundizar en la senda del aumento del valor de nuestros elaborados.

¿Será así? Confío en que no dejemos pasar esta excelente oportunidad. Pero, de momento, todo está por ver.

Todo a favor para una buena campaña

Tal y como era de esperar, y a pesar del retraso generalizado de entre diez y quince días sobre las del año pasado, las vendimias de 2016 acaparan prácticamente toda la atención de un sector que ha pasado por alto un dato tan importante como el que arrojan las estadísticas de exportación del primer semestre del año y que suponen no solo una aumento del valor, en cifra interanual, de más de noventa millones de euros (+3,5%), sino que, además, el aumento lo acapara la categoría de vinos envasados. Y aunque es cierto que en volumen el dato resulta inferior (seguimos en datos interanuales) al del año anterior, exportar más de veintitrés millones de hectolitros, casi veintinueve si consideramos mostos y vinagres, es una cifra más que aceptable.

Lo que explicaría, en buena parte, el optimismo con el que se contempla la vendimia de este año por parte de las organizaciones agrarias, que insisten, una y otra vez, en llamar la atención de sus asociados sobre la oportunidad que supone esta campaña de cara a conseguir mejorar los precios de sus uvas, dados los problemas de cosecha que están teniendo Francia y Portugal, con previsiones inferiores a las del año pasado, o apenas del cinco por ciento de incremento en Italia.

Tampoco es ajeno a generar esta expectativa en los precios el hecho de que las previsiones que se barajaban a finales del pasado mes de julio sobre la cosecha española se han desinflado debido a la ausencia de lluvias en agosto y la falta de desarrollo que ha tenido el fruto. Una uva de excelente calidad, en términos generales, salvo zonas muy concretas donde el mildiu se ha dejado notar, y que permiten afrontar la vendimia con gran optimismo.

Lástima que la puesta en marcha de la Interprofesión, con la publicación de extensión de Norma y la elección de su director, no haya venido acompañada por la publicación de los datos mensuales del Infovi relativos a las declaraciones de existencias que nos permitieran conocer con exactitud al volumen al que nos enfrentamos de cara a comercializar esta campaña. Pero seguro que en pocos días tenemos información al respecto, ya que sabemos que desde el Magrama están haciendo lo imposible por “pulir” aquellos detalles que están impidiendo la puesta en marcha de una recopilación de información novedosa y su publicación tal y como se había diseñado.