Por el bien de todos

Según estimaciones publicadas por la Dirección General de Agricultura de la Comisión Europea, la cosecha 2016 en la UE-28 será de 165,6 millones de hectolitros, un 4,3% inferior a la del año pasado. Eso a 15 de septiembre, que es la fecha sobre la que está datada la información. Ampliamente superada, ya que todo parece indicar que el resultado final puede ser incluso peor a juzgar por cómo están evolucionando las cosechas con respecto a lo estimado.

Volumen que en sí mismo no debiera ser ningún problema, tal y como venimos avanzando desde hace semanas, pero que sin duda generará movimiento de mercancía entre países que, previsiblemente, deben resultar muy beneficiosos a los productos españoles.

Situación que desde las organizaciones agrarias se esgrime como argumento para denunciar lo que califican como una situación inasumible, ya que acusan a las “grandes bodegas españolas” de abusar de su posición dominante en el mercado, pagando el mismo precio por la uva que el pasado año, sin tener en cuenta ni la mayor calidad del fruto, la menor cantidad de cosecha, ni la reducción de producción a nivel mundial.

Todas estas circunstancias: evolución de la vendimia, confirmación de la menor producción, excelente estado sanitario del fruto y denuncias de los sindicatos; han propiciado la revisión de los precios de las uvas con incrementos que han llegado a representar hasta un 20%.

Incremento que, desde luego, resultará inviable repercutir en el precio final del producto en la misma proporción, ya que los mercados no admiten encarecimientos de este calibre, obligando a las bodegas a tener que asumir una buena parte de este incremento en los precios de la uva y trasladando al consumidor lo que el distribuidor les admita.

Y es que seguimos teniendo un verdadero problema con el consumo. Ya que, al margen de cambios sociales en el comportamiento de los consumidores, las bodegas, en general, no han sabido evolucionar y adecuarse a las necesidades de un consumidor nuevo, con pretensiones y aspiraciones que distan mucho de las de generaciones anteriores.

Ya no es un problema que la presentación de la botella esté más o menos acorde a lo que buscan; que el nombre del vino sea más o menos atrevido; o que en España nos caractericemos por contar con unas bodegas aferradas en exceso a la tradición y reticentes a los cambios. Es que la propia evolución del clima traerá consigo cambios en la ubicación del viñedo, elaboraciones en parajes impensables hace apenas unas décadas y tipologías de vinos que calificábamos de aberración antes de ayer. Y con todo ello, la aparición de nuevos países productores deseosos de ocupar nuestro puesto como primer país del mundo en exportación.

Es un tema recurrente que llega a resultar cansino ante la falta de resultados y la incapacidad que vamos viendo en las estadísticas, con precios que reflejan el escaso valor añadido de nuestros productos. Pero que es necesario abordar seriamente de manera colectiva con planteamientos a medio y largo plazo que están muy por encima de la capacidad de una bodega o denominación de origen.

Teóricamente la Organización Interprofesional (OIVE) tiene entre sus objetivos primordiales el conocimiento del mercado, la elaboración de acciones encaminadas a recuperar el consumo y la recopilación de una información veraz y actualizada de la realidad del mercado. Para ello se ha dotado de una herramienta recaudatoria, como es la extensión de norma, y ha dado sus primeros pasos con el nombramiento del director en la persona de Jaime Palafox.

Confiemos en que, entre todos, seamos capaces de encontrar esa historia que contar, esa diferenciación, esa presentación y adecuación del vino capaz de emocionar. Por el bien de todos.

Informe vendimias

Poco a poco van generalizándose las vendimias en España, con la incorporación de las regiones más tardías como son Galicia, Duero y Ebro. Zonas donde las lluvias de los últimos días han caído como “agua de mayo”, permitiendo al fruto recuperarse, sin afectar, ni un ápice, a su excelente calidad.

Siempre resulta difícil hablar de calidad en términos generales, más cuando todavía muchas de nuestras cepas están esperando que les llegue el momento de ser vendimiadas. Pero, aún a riesgo de equivocarnos, podríamos decir que la cosecha 2016 será una excelente añada.

Claro que como precio habrá que pagar una reducción en su producción mayor de la esperada hace un mes y totalmente inimaginable allá por la primavera, cuando todo apuntaba a una producción por encima de los cincuenta millones de hectolitros. Hoy cuarenta millones podría ser una cantidad sobre la que, según nuestras estimaciones, podríamos cifrarla.

Una buena prueba de que la cosecha no está siendo lo que se esperaba la podríamos encontrar en los precios de las uvas. Superado un primer momento en el que los comentarios iban orientados hacia cantidades superiores a los del año pasado ante la mala producción a la que se enfrentaban el resto de países productores. Situados en la realidad de los mercados con tablillas que abrían la campaña a los mismos precios del año pasado, por más que las estimaciones por entonces ya anunciaban que la cosecha sería mucho menor de lo esperado inicialmente. El paso del tiempo y la evolución en la recepción de fruto que iban teniendo las dos grandes bodegas de Castilla-La Mancha les ha obligado a subir, con efecto retroactivo, en dos ocasiones los precios. Situación que, en menor medida, se ha repetido en otras regiones españolas.

A pesar de lo cual las organizaciones agrarias siguen denunciando la imposibilidad de mantener los viñedos con estos precios, muy por debajo de los mínimos necesarios para hacer rentable su continuidad.

¿Cuál es la cadena de valor?

La globalización de los mercados es una evidencia indiscutible e irremediable, que avanza a pasos agigantados y resistirse a ella no está al alcance de nadie. Ni tan siquiera de países tan importantes como Estados Unidos, por más que su candidato a presidente Donald Trump intente vendérselo así a sus potenciales votantes. Pero no se me asusten, que no les voy a hablar del Sr. Trump, ni tan siquiera del país al que todas las bodegas aspiran a tener entre sus clientes, ni de las posibles consecuencias que pudiera tener para el sector vitivinícola europeo su triunfo en las elecciones de noviembre. Mi reflexión es mucho menos profunda e inmediata.

Aspiramos a consolidarnos como el primer país del mundo en exportaciones vitivinícolas. A elevar el precio medio de nuestros productos vinícolas. Y, lo que es mucho más complicado, hacer todo esto sin perder ni un ápice de competitividad.

Para ello, sabemos que es imprescindible que nuestro crecimiento sea sostenible, moderado y acorde al resto de competidores. Y bajo estas premisas, las bodegas (las grandes que son las que marcan los precios en el mercado nacional y de exportación) plantean sus estrategias de campaña, que se inician con la fijación de los volúmenes a comprar de uva, los precios a los que lo van a hacer, y las posibles alternativas a la elaboración, como pudieran ser la adquisición de mostos o vinos ya terminados. Asimismo, establecen un adecuado calendario que permita mantener el ritmo de trabajo de sus centros de envasados sin que se produzcan roturas de stock.

Entre tanto, los viticultores, ajenos a todas estas circunstancias, exigen cotizaciones que les permitan hacer rentables sus explotaciones, viables y sostenibles medioambientalmente sus negocios. Comprendiendo muy mal (o sencillamente no entendiéndolo) que la ley de la oferta y la demanda, esa regla que les esgrimen cuando los compradores deben justificar bajadas de precios, no la utilicen con la misma soltura cuando debería servir para aumentarlos.

Claro que para explicarlo se utiliza con cierta ligereza el argumento de que los compradores no entienden aumentos de precio. Como si en las negociaciones con las grandes cadenas de distribución, ya sea a nivel mundial o nacional, fueran las únicas que impusieran las condiciones y la capacidad de las bodegas quedara limitada a matizar pequeños aspectos, como campañas de promoción, condiciones de pago, logística u otros detalles que nada tengan que ver con el precio. Y aunque es verdad que la balanza no está equilibrada y que el mercado se caracteriza porque quien “manda” es el comprador, la posibilidad de subir los precios siempre existe. También para nuestras bodegas.

Con prudencia, dentro de unos márgenes y sin pretender saltarse los límites fijados en la horquilla de precio de tu producto. Pero existen.

Lo que sucede es que las empresas, al igual que su objetivo debe ser la maximización del beneficio (eso me enseñaron a mí), sus decisiones deben estar avaladas por el cumplimiento de un principio de prudencia. Trasladar los riesgos reduciendo costes fijos y de almacenamiento ha sido una práctica muy extendida en estos últimos años por las bodegas españolas, que abastecidas de aquellas partidas de uvas, mostos o vino de características especiales, han dejado para más adelante la compra de todo aquello que tienen la certeza de encontrar a lo largo de la campaña, conforme vayan teniendo necesidad.

Política que, por otra parte, no dista mucho de la que tienen con ellas sus compradores y que encuentra su punto de no retorno en el viticultor. ¿Falla la cadena de valor? ¿Es posible otra? Son cuestiones que van mucho más allá de una campaña y que deberían hacernos reflexionar.

Informe Vendimias

La semana pasada nos preguntábamos cuáles iban a ser las consecuencias que las lluvias registradas en aquellos días iban a tener sobre la cosecha. Pues bien, en estos momentos aunque no sea posible cuantificarlo de una forma exacta, sí al menos podemos afirmar que sus efectos serán positivos. Las regiones del norte, más retrasadas en sus vendimias, las asimilarán correctamente y permitirán recuperar, aunque sea muy tímidamente, algo de producción, y para el resto resultarán irrelevantes.

Lo que dicho así podría parecer poco, pero considerando que lo más importante de esta añada está siendo la excelente calidad de un fruto caracterizado por su perfecto estado sanitario; no lo es tanto.

A pesar de la importancia que tiene lo ocurrido con los precios de las uvas marcados por las dos grandes bodegas españolas, Félix Solís y Vinartis, que después de algunas semanas abiertas decidieron elevar, con efecto retroactivo y para todos sus centros, sus cotizaciones. Conviene no olvidar que no todo es Castilla-La Mancha. Que hay viñedo y vino más allá de esta región y que, prácticamente en todas las zonas se habla de horquillas muy similares a las del año pasado a la hora de fijar las cotizaciones a las que se han firmado los contratos.

Una buen explicación de lo sucedido la podríamos encontrar en la revisión a la baja publicada por Cooperativas Agro-alimentarias, que ha fijado la cosecha a nivel nacional en los cuarenta millones y medio de hectolitros, y la de Castilla-La Mancha en veintiuno. Volumen, sin duda, suficiente para cubrir todas nuestras necesidades sin problema y que nos debería permitir mantener las aspiraciones de una mejor colocación de nuestros productos.

Calidad

Se nos llena la boca con este “palabro” y somos incapaces de darle valor.

Resulta completamente inadmisible que con una producción similar, o incluso por debajo de la del pasado año y en un entorno global con cosechas muy inferiores, nuestros viticultores estén entregando sus uvas a los mismos precios que a los que lo hicieron el año pasado.

Pero no porque yo, que no soy quien para hacerlo, lo diga. O porque me ponga de parte de unos u otros criticando, sin ningún derecho a hacerlo, la decisión empresarial que cada uno adopta en sus negocios. Sino porque si queremos que nuestros vinos se valoricen, tengan valor añadido, sean tenidos en cuenta por el mercado y puedan aspirar a convertirse en referencia mundial de vinos de calidad, corregir esto es necesario.

No estamos hablando de que el viticultor cobre un poco más o menos por su trabajo, que también, sino de que el sector salga de esa especie de espiral en la que se encuentra sumergido desde hace años y en la que bajo una “excelente relación calidad/precio” escondamos lo que resulta inadmisible y es que somos el país que más barato vende el vino en todo el mundo.

Pero no solo en exportación, sino que incluso en los supermercados, en ese consumo alimenticio, estemos pensando que un incremento de diez céntimos de euro en una botella, resulta inasumible por un consumidor que compra una o dos botellas a la semana, en el mejor de los casos.

Eso por no entrar en detalles de cuál es el peso que en el coste total de la botella acaba teniendo la uva, muy por detrás de lo que supone el envase, la etiqueta, el cierre, etc. Lo que en productos de lujo pudiera tener una explicación, pero en un alimento (porque sigue siendo un alimento reconocido por la OMS) resulta totalmente incomprensible.

Confiemos en que, al menos, ya que vamos a tener que asumir que no será este año en el que el sector evolucione unido hacia esa mejora; la comercialización resulte próspera, sosegada y nos permita abrir nuevos mercados y consolidar los ya existentes.

Informe Vendimias

Necesitábamos lluvias y aquí están. ¿Son suficientes? ¿Llegan a tiempo? ¿O sus efectos van a resultar negativos para la calidad?

Estas y otras muchas preguntas relacionadas con los precios de las uvas que se han fijado por las grandes bodegas de la región central para la uva de la D.O.P. Valdepeñas, pero también para la no amparada. Son las que en estos días acaparan la atención de un sector que hace un par de meses se las prometía muy dulces y que, en estos momentos, afronta una cosecha que puede llegar a resultar incluso inferior a la pasada, y con unos precios que se han quedado muy por debajo de lo que cabía esperar.

A juzgar por lo sucedidos se podría afirmar que son las grandes cadenas de distribución las que dominan el mercado e imponen los precios. Cuestión que no estaría mal que investigara, y sobre la que actuara, la Comisión de la Competencia. Ya que se sanciona el acuerdo (afirmo porque hay condena firme), la fijación de precio por parte de las bodegas de una denominación de origen, pero se deja a la gran distribución que tres o cuatro empresas fijen los precios a los que deben venderse los vinos y la cadena de valor deba establecerse a partir de ese parámetro.

En mi opinión, pero esto no es más que una opinión de un enófilo, en España tenemos un problema con el consumo de vino y este tiene poco o más bien nada que ver con los precios a los que se venden. Secuestrar el desarrollo de nuestras bodegas y viticultores con precios bajos que hacen muy difícil la rentabilidad de sus explotaciones y negocios, no es más que impedir llevar a nuestro sector a ese nivel de un producto con valor añadido que solo tienen los artículos valorados.

Queremos productos alejados del consumo diario, pero con precios de artículos cotidianos y eso es, sencillamente, una incongruencia.

¿De qué sirve mejorar la calidad si no podemos subir los precios?

Datos para tomar decisiones

De haber sucedido en otro momento, cosa bastante improbable dados los problemas con los que el Magrama se está encontrando en la puesta en funcionamiento del nuevo sistema de declaraciones, la noticia más importante de la semana hubiese sido la publicación de las declaraciones de existencias a inicio de la campaña 2016/17.

Por dos razones, la primera y principal por tratarse de una información de gran importancia para el sector de cara a fijar los precios de las uvas, y de ahí el de mostos y vinos. Y la segunda, y la más novedosa, por tratarse de la primera información proveniente del Sistema de Información de Mercados del Sector Vitivinícola (INFOVI) y que, en teoría, debería proporcionarnos una información ágil y actualizada (mensualmente) de la situación en la que se encuentran las existencias de vinos y mostos en bodega.

Sin quitarle ni un ápice de la importancia que tiene a este aspecto y que debería convertirse en una realidad que nos permitiera, esperemos que a partir de ya, tomarle el pulso al mercado con datos concretos, actualizados y fiables de existencias y utilizaciones; lo cierto es que resulta mucho más importante en estos momentos la cifra de 30.500.793 hl que corresponde a las existencias finales de la campaña 2015/16.

Comenzar la campaña con casi un nueve por ciento menos de existencias con respecto al año anterior es una buena noticia de cara a su comercialización. Hacerlo en un entorno de vendimia en el que la calidad del fruto es excelente y la cantidad apunta hacia un volumen muy similar al del año pasado, con cosechas en el resto de  países productores a la baja, nos permite albergar la esperanza de una campaña tranquila.

Y en este sentido parecen estar actuando las bodegas con la fijación de los precios de las uvas en niveles prácticamente iguales a los del año pasado. Una mala noticia para aquellos que confiaban en que este alentador panorama tuviera su primer reflejo en cotizaciones algo superiores a las del año pasado. Pero coherente con aquellos que consideran que primero habrá que vender, conocer a qué precio se ha conseguido hacer y luego plantearse el margen que se pueda reflejar en los precios de las uvas.

Efectivamente, un criterio totalmente contrario a la cadena de valor del producto, pero que refleja con bastante claridad el escaso peso de la producción en el mercado. O, dicho de otra manera, el dominio prácticamente absoluto de la distribución.

Informe Vendimias

Se hacen públicas las primeras cotizaciones del precio de las uvas para la campaña 2016/17 y con ellas se consolidan algunas de las previsiones sobre la nueva cosecha que se venían barajando. No hay duda de que el mejor indicador para darle credibilidad a una estimación es el nivel de precios. Y siguiendo esa regla podríamos decir que la cantidad de producción de esta campaña va estar muy cerca de la obtenida el pasado año.

Las declaraciones de unos y otros insisten una y otra vez en destacar la máxima prudencia que exigen estos vaticinios, especialmente en estas fechas, cuando muchas comarcas no han iniciado todavía las tareas de vendimias y en otras todavía el envero se encuentra sin finalizar. Pero el hecho de que una de las grandes bodegas de Castilla-La Mancha, como Félix Solís, haya decidido abrir con los mismos precios que la campaña pasada hace pensar que su estimación de cosecha estará muy próxima a los cuarenta y tres millones del año pasado a nivel nacional y los veintitrés en esta región.

Entrar en valoraciones sobre lo acertado o no de esa decisión está lejos de nuestra competencia, si acaso resaltar que no parecen haber considerado las estimaciones del resto de países productores y sus posibles consecuencias sobre los precios de los mostos y vinos de esta campaña.

Apostar por la continuidad en los precios de las uvas debería, en buena lógica, llevarnos a precios muy similares a los que tenemos en estos momentos en vinos y mostos.

Lo que sí parece claro es que no están dispuestos a cometer errores del pasado, cuando los precios de las uvas y los mostos oscilaban de manera desproporcionada en función de dimes y diretes que no hacían sino favorecer la labor de especuladores.