La desalcoholización, ¿una forma de conectar con nuevos consumidores?

No hay ninguna duda de que uno de los temas que más preocupa al sector vitivinícola es el consumo de vino, especialmente entre los jóvenes. Resulta bastante habitual escuchar que “los clientes se nos están muriendo”, en referencia a la escasa tasa de reposición que encuentra nuestro sector entre los jóvenes.

Y, aunque muy posiblemente no todo sea cuestión de reposición, pudiendo haber una parte de esa recuperación del consumo que debamos buscarla en aumentar la frecuencia de consumo (actualmente cifrada en tres copas a la semana, concentradas en fines de semana); es incuestionable que la incorporación de nuevos consumidores resulta vital para nuestro futuro.

Encontrar la forma de llegar a ellos con un mensaje, presentación y tipología de vinos adecuados lleva años convertido en el principal objetivo de cualquier país productor, colectivo sectorial o bodega individual. Y, aunque cada uno ha tomado, toma y tomará su propia estrategia, todos coinciden en señalar que, en esta batalla, la incorporación de vinos de bajo (o nulo) contenido alcohólico resulta primordial.

Gracias a diferentes estudios realizados con anterioridad, sabemos que los jóvenes a la hora de elegir un vino tienen en cuenta cuestiones que van allá de las características del vino, que argumentos relacionados con la salud, sostenibilidad y autenticidad juegan un papel importante en esa decisión.

Sensible ante estas cuestiones se lleva años trabajando desde la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) en todo lo vinculado con las prácticas enológicas relacionas con la desalcoholización total o parcial de los vinos. Desde la Comisión Europea, en autorizarlas y modificar el etiquetado de los vinos permitiendo las menciones de “alcohol cero”, si el % vol no supera el 0,1; “sin alcohol” cuando sea superior a 0,1% e inferior al 0,5% vol, o “bajo contenido alcohólico” para aquellos de graduación superior al 0,5% vol e inferior al grado alcohólico anterior a la desalcoholización.

Y, por último, pero no menos importante, las bodegas por elaborar un producto que cumpla con unos mínimos de calidad y organolépticos para poder ser considerado “vino”.

Gracias a un estudio realizado por dos profesores de la Universidad de León, Rosana Fuentes y José Luis del Campos, hoy podemos confirmar, con cierto rigor científico, que la mayoría de los consumidores, cerca del ochenta por ciento, estarían dispuestos a probarlos. Porcentaje que sube hasta más del ochenta y siete, si hablamos de los jóvenes. 

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