Sin entrar en discusiones sobre si es el principal reto al que debe enfrentarse el sector o, por el contrario, son más acuciantes aquellos desafíos relacionados con el consumo y todas las limitaciones que los políticos están luchando por imponerle por su contenido alcohólico; resulta incuestionable que la falta de relevo generacional en el sector primario es desafío apremiante, y de él, no sólo no escapa el vitivinícola, sino que puede ser uno en los que más acusada sea la situación.
¿Consecuencia de la dificultad del acceso a la tierra, de los problemas para encontrar financiación adecuada y la necesidad de formación y conocimiento, del trabajo que requiere, de lo reducido de sus explotaciones, de sus condiciones de cultivo, especialmente aquellas relacionadas con la gestión de los recursos hídricos, en muchas ocasiones estrictamente de secano? Incluso, por qué no, ¿de las trabas administrativas y fiscales que se encuentran a la hora de sucesión?
Muy probablemente haya de todo un poco, aunque, en mi opinión, no creo que ninguna de todas esas razones, ni tan siquiera de todas ellas en su conjunto, sean más determinantes a la hora de echar atrás a las nuevas generaciones del cultivo del viñedo como la baja o nula rentabilidad que prevén obtener.
Al mismo tiempo que nos quejamos frecuentemente de que los jóvenes no se encuentran comprometidos con el cultivo del viñedo, reconocemos que tienen una sensibilidad especial hacia todos aquellos temas relacionados con el cuidado del medio ambiente.
Recientemente Begoña García Bernal, secretaria de Estado de Agricultura y Alimentación, señalaba que el relevo generacional, más bien la falta de éste, es “uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos como país, al mismo nivel que la transición ecológica”, y que necesita para afrontarlo “la implicación de las instituciones, las organizaciones agrarias y el sector”.
“Sencillamente, nos va la vida en ello”, afirmó.
Toda la razón, en un bello discurso. Pero, yo me pregunto: ¿qué han hecho y están haciendo nuestros responsables políticos, de antes y de ahora, para remediarlo?
Podemos crear “grupos de trabajo de tierras agrarias infrautilizadas”, que estudien alternativas y soluciones para avanzar en la recuperación de la tierra abandonada y promover su aprovechamiento agrario. Elaborar una ley de Agricultura Familiar, en la que se aborde el relevo generacional necesario para atajar el envejecimiento de la población agraria. Publicar guías como “Tierra Firme”, para que “la juventud tenga referencias a la hora de incorporarse” …
Pero, ¿es posible solucionar este problema sin una rentabilidad adecuada que permita vivir dignamente del viñedo?